miércoles, 26 de noviembre de 2014

El retorno de Pueblo como categoría política

Jose Luis Manchón – El Faro Crítico
            Pueblo ha sido un término esquivado hasta hace muy poco por los discursos de izquierda. La situación ha cambiado. La emergencia de nuevos paradigmas anticapitalistas que ya no referencian exclusivamente al movimiento obrero (ecologismos, feminismos, pacifismos) ha sido fundamental para su rescate del baúl de los trastos viejos y su conversión en central para pensar el panorama político actual. Los nuevos movimientos sociales lo han recepcionado como un desatascador y revitalizador necesario. No es casual. La disfunción histórica del paradigma revolucionario de clase, había introducido a las luchas sociales en un callejón sin salida. Concluir que la clase obrera no está en proceso de articulación, sino todo lo contrario, es una realidad dolorosa que es necesario asimilar cuanto antes para reorientar las luchas anticapitalistas e implica reconocer algo novedoso invisibilizado por las ideologías de base dialéctica y materialista; el conflicto político entre grupos se da principalmente entre identidades, entre formas de vida, y no tanto entre intereses. El apoyo que obtienen los grupos conservadores y neoliberales por los sectores más populares y humildes de la población en muchos países, sostiene en buena medida esta tesis. El marco cultural, el imaginario colectivo, las representaciones de éxito en el que se ubica subjetivamente el individuo, son más determinantes a la hora de optar por una u otra solución política, que la condición económica objetiva. En las sociedades de consumo, los deseos están secuestrados por la publicidad. La lucha de clases atraviesa a cada individuo.

            En este contexto, emergen las opciones populistas, tanto de izquierdas como conservadoras. Ernesto Laclau, en La razón populista, explica el proceso de construcción de un pueblo a gran escala. Su origen  es negativo. Para que se constituya un pueblo, tiene que existir un conjunto de demandas diferenciales insatisfechas. Es decir, tiene que existir una institucionalidad incapaz de hacerse cargo de esas problemáticas ó resuelta a negarlas. La frustración genera el caldo de cultivo para que esas demandas diferenciales y aisladas, que proyectan sus esfuerzos en vertical, empiecen a  conjugarse horizontalmente provocando así la emergencia de una serie equivalencial de demandas. Ese estado de hermandad, de articulación entre demandas equivalentes, escinde el espacio político en dos. La serie equivalencial de demandas, enfrentándose unitariamente y de forma antagónica a una institucionalidad, es el pueblo para Laclau. En su teoría, es necesario que una o varias de las demandas, se postulen como significantes vacíos para que puedan canalizar el malestar del pueblo de forma positiva en lo que debería derivar en la conquista del poder constituido. El acceso desde posiciones populistas al poder de gobierno, inagura un nuevo ciclo político donde previsiblemente el pueblo populista se irá diluyendo en la medida que sean satisfechas por las instituciones, de forma diferencial, la mayoría de las demandas. Pero no existe cierre. La  contradicción entre demandas pertenecientes a la misma serie equivalencial,  e incluso la imposibilidad real de realización de algunas de ellas, dejará en evidencia al gobierno populista. Son estas demandas no atendidas, las que volverán a reiniciar un nuevo ciclo de luchas.

            Es sorprendente como el análisis de Laclau explica perfectamente fenómenos históricos revolucionarios en muchos de los países donde se han producido procesos de empoderamiento popular que han llevado al derrocamiento de regímenes e instauración de nuevos órdenes sociales representativos. En el caso español, permite comprender la posible función populista de los sectores más reformistas del 15m en la emergencia posterior de Podemos, con la apelación al desalojo de la casta política y la personalidad de Pablo Iglesias como significantes vacíos. En el caso francés y a la derecha, tenemos el Populismo conservador de Le Pen, que también apela al desalojo de los corruptos de las instituciones.

El análisis del Populismo en Laclau, es lo suficientemente certero como para permitir entender perfectamente las lógicas de resistencias ultra-democráticas que se están dando actualmente en algunos Estados nacionales y también, sus limitaciones en el alcance de sus consecuencias políticas. La lógica populista, consigue intermitentemente en cada ciclo de empoderamiento popular, forzar una relación siempre contingente y débil entre la concepción democrática de la política y la concepción liberal[1] para después, acabar siempre por reconstituir y legitimar las estructuras liberales de dominación en la resolución final de los conflictos. En los procesos populistas, mientras el pueblo se constituye y se diluye en cada ciclo, la estructura liberal siempre permanece, convirtiéndose así en un elemento inmanente a la lógica populista. Un planteamiento problemático si lo que se está intentando articular son luchas anticapitalistas, que son en definitiva, luchas contra pilares fundamentales del liberalismo, como la propiedad.

El Populismo se hace cargo y resuelve el problema de la escala, en la articulación de las luchas en sociedades de masas, pero es precisamente esa escala la que impide cambios radicalmente democráticos. El pueblo populista en las sociedades de masas, debido a su magnitud, tiene que ser necesariamente representado. La democracia representativa, aristocracia en su traducción aristotélica, es lo máximo a lo que puede aspirar. Cuando se constituye, el pueblo populista evoca una fraternidad imaginaria sin realidad efectiva. Su configuración es multitudinaria, colección de individuos sin cohesión interna y por lo tanto, tendente a su disolución. Sus movimientos son por demandas, es decir, piden ser atendidos por instancias separadas. El pueblo, en clave populista, no tiene potencia para realizar transformaciones por si mismo. Necesita ser asistido y es el objeto de las instituciones liberales.

            Entender que la vía populista como tal, no puede ser revolucionaria en clave anticapitalista, no significa que no pueda ser un punto de referencia a tener muy en cuenta. Puede ser interesante aprender del análisis de Laclau para desde ahí, intentar derivar otras vías[2].  El planteamiento de desviación del Populismo que empezamos a explorar, está sustentado en base a determinados planteamientos que consideramos ineludibles para la acción política en la coyuntura actual:

  • El tandem Liberal-Capitalista tiende hacia un totalitarismo global de sesgo imperial-policial donde la política trata de las corporaciones transnacionales y sus intereses.
  • Debido a la globalización de los modos de producción desarrollistas y extractivistas del Capitalismo, empezamos a estar en un momento de difícil retorno respecto a la degradación medioambiental y el agotamiento de muchos recursos naturales a nivel planetario. En concreto, el agotamiento de los recursos energéticos amenaza con convertir la crisis energética en un colapso civilizatorio.  
  • La escala social masiva en las sociedades humanas opera como una trampa de progreso. Hace inviable, aparentemente, cualquier solución política que no asuma la implementación de un grado mayor de complejidad para el sostenimiento de esta realidad. 
  • La concentración masiva de población en mega-urbes hace dependiente a buena parte de la población mundial del abastecimiento energético y mercantil. Esta concentración poblacional es paralela a la concentración de poder en las instituciones liberales y transnacionales, y es proporcional al expolio a las clases populares y los países del sur.
  • Las resistencias democráticas a los cercamientos de los comunes, son necesariamente zonales y concretas. No coinciden ni en el espacio, ni en el tiempo. Un cambio global es necesario, pero la revolución no se dará en todos los territorios a la vez, como imaginaban las utopías clásicas de izquierdas de raíz ilustrada.
Romper el círculo virtuoso del Populismo es crucial[3]. Estamos hablando de analizar la posibilidad de una salida rupturista respecto a la articulación populista entre liberalismo y democracia.  Si las demandas populistas nacen dentro del marco político liberal. ¿Cómo impedimos desde dentro de la dinámica populista de masas que estas sean finalmente resueltas en las instituciones liberales? Las instituciones liberales, asociadas desde su nacimiento al desarrollo del capitalismo, no son neutras y en las lógicas populistas se convierten en un principio necesario de resolución que nunca se pone en cuestión. La razón populista se desenvuelve en el marco descrito por Fukuyama, en El fin de la historía y el último hombre, que pronosticó un fin de la historia donde el Estado moderno liberal[4] y su democracia representativa sería la culminación definitiva de la evolución de definición histórica de estructuras políticas e ideológicas. Salir de este marco implica canalizar la frustración no a través del significantes como “Hay que echarlos”, que conceden cierta neutralidad a las instituciones liberales, y focalizan la resolución de los problemas en la sustitución de los malos gestores o garbanzos negros por gente honesta y eficiente que atienda las problemáticas, sino a través de significantes vacíos que identifiquen a la propia sociedad de masas, a las instituciones liberales y al capitalismo como ángulos de un mismo triángulo que es necesario desarticular para restaurar la posibilidad de la política de base y por lo tanto, la auto-resolución de las demandas por los propios demandantes. La contradicción entre demandas de una misma serie equivalencial extensa, y que por lo tanto, no pueden ser resueltas a la vez y de forma unitaria por una entidad centralizada de poder,  introduce la posibilidad de bifurcaciones en la serie equivalencial que podrían permitir que el entramado institucional se hiciera plural. Si en cada ciclo populista no hubiera una reconstitución y relegitimación del aparato institucional en decadencia, sino un reconocimiento desde el cuerpo social, de la incapacidad política por pura contradicción del aparato liberal para resolver todas las cuestiones, podría darse la fragmentación de las series equivalenciales en series afines no contradictorias y más pequeñas que se dieran a si mismas legitimidad para resolver sus demandas. Estaríamos pasando de una concepción de Pueblo como multitud a una concepción plural y micropolítica de los diferentes Pueblos. Donde Pueblo dejaría de ser un abstracto para pasar a dividirse y multiplicarse a través de una red de concreciones diferenciales cohesionadas internamente por la política del bien común. Distintas formas de vida, diversidad de mundos y restauración del conflicto político. Comunidades humanas constituidas en torno a la tradición democrática[5], es decir, al margen de la configuración liberal moderna de las macroestructuras políticas del Capital.  Opondremos a Populismo,  el término Pueblismo. Si la razón populista vehicula la construcción del pueblo en base a demandas insatisfechas que pide en último término una nueva institucionalidad más hegemónica, el Pueblismo es la articulación del cuerpo social, de forma orgánica, no para exigir a un ente separado su satisfacción, sino para satisfacer sus necesidades de forma directa. No hablamos de masas, nos referimos a la emergencia de nodos de autogestión y apoyo mutuo, autónomos, que se otorgan a si mismos el derecho que se les niega desde la institución. Reivindicamos el término pueblar como un actuar político continúo que teje redes de solidaridad y vecindad, constituyendo al pueblo no de forma antagónica o negativa, en base a la frustración por las demandas insatisfechas, sino de forma positiva, en base a la construcción política en común para la satisfacción de esas demandas y su defensa. No de forma abstracta, sino concreta. En esta apuesta política, la figura del significante vacío pierde todo el sentido. La representación popular del significante vacío no es necesaria en la democracia directa. Las demandas nacen ya  dentro de una serie equivalencial. El análisis holístico, no separado, de las demandas o necesidades, permiten su priorización utilizando criterios directamente relacionados con el bien común por parte del propio colectivo. El paradigma de los Comunes, que pide hacer saltar por los aires la falsa dialéctica entre privado y público,  y reivindica la comunidad política a escala humana, articula esta propuesta.

Estamos convencidos que el escenario descrito, tendrá que ser tenido en cuenta a partir de la toma de conciencia general del desastre. El desmontaje del modelo socio-económico vigente a través de la descomplejización de las sociedades humanas y en definitiva, la fragmentación política en una nueva ruralización allí donde sea posible, es quizás, la única alternativa viable ante el suicido que implica esperar al colapso de la sociedad industrial capitalista.




[1] Por un lado, tenemos la tradición liberal constituida por el gobierno de la ley, la defensa de los derechos humanos y el respeto a la libertad individual; por el otro, la tradición democrática, cuyas ideas principales son las de la igualdad, la identidad entre gobernantes y gobernados y la soberanía popular. No hay una relación necesaria entre esas dos tradiciones diferentes, sino sólo una articulación histórica contingente. (Chantal Mouffe)
[2] Existe cierto determinismo en Laclau, que en mi opinión tiene que ver con un decisionismo político muy vigente en la actualidad, que desestima las alternativas libertarias en un proceso revolucionario. La acción directa no forma parte de la posibilidad de acción política de los demandantes. La autogestión no forma parte de la posible alternativa institucional. No se contempla. Siempre se obvia la posibilidad real de una solución descentralizada, democrática y atomizada.
[3] No olvidemos que el Estado liberal es esencial para la supervivencia y el desarrollo de un Capitalismo que nos está matando. Todos los Estados liberales del planeta son Capitalistas, los populistas de izquierdas también. Consideramos la lucha contra el Capitalismo como esencial. Preferimos los populismos de izquierda a la nada, pero no es una alternativa al neoliberalismo implementar estados sociales en base a la circulación capitalista y el crecimiento económico.
[4] El estado liberal. El imperio de la ley y el orden que clausura la política. Que cristaliza en una estructura institucional máximamente representativa una relación de fuerzas concreta. Una práctica que sacrifica la vía comunitaria por una supuesta seguridad y armonía entre individuos libres, en pos de evitar la rapiña de todos contra todos si no se impusieran ciertos límites. Que no concibe la política más allá de la administración y sus trámites burocráticos. Que produce individuos aislados e impide por todos los medios posibles su agrupación.
[5] La democracia radical, o democracia a secas, tolera bajas cotas de representación política. Considera que el auto-gobierno colectivo es la vía, no elude la política como conflicto y sus riesgos. No tolera la desigualdad. Concibe la práctica política como algo vivo y evita en lo posible, fundamentarla y convertirla en una cuestión papelesca. Le preocupa más la modalidad del proceso que la eficacia en la consecución de objetivos.  No es esencialista.

jueves, 13 de noviembre de 2014

Capítulo décimo-noveno de una serie de relatos autónomos y articulables entre sí

por Jose Luis Díaz Arroyo - El Faro Crítico

- El momento presente es único e irrepetible.
- Claro, faltaría más. Y únicamente el pétalo de una flor de plástico podría entonar largamente ese presente.
- Mira la flor. La flor no sonríe, es sonrisa.
- No te importa que haga sonidos mántricos mientras hablas, ¿verdad?...
- ...
- No, ya no tengo ojos y mi cuerpo no percibe lunas crecientes, únicamente que nos miran.
- Te refieres a los guardias... no te vigilan, guardan y permiten tu descanso.
- Sí, dentro de poco moriré en sus manos.
- Respira. Con eso basta para no marearse, no agobiarse.
- ¿La maravillosa sensación posterior al vómito? En ella también uno respira. Respiraré y respiraré hasta provocarme un vómito y entonces seguiré respirando...
- Y si te cansas de respirar, prolonga el descanso cambiando de orificio, frecuencia, intensidad, profundidad...
- Como pared afirmo que el marco de posibilidad que ofrecen estas cinco paredes es muy amplio para cualquier cambio.
- No, no les dejes de lado. Tampoco te dobles tú. Un secreto a voces, necesita voceros. Podrían ser ellos, los guardias.
- No sé... raramente hay secretos a voces, a pesar de que el secreto siempre es secreto de Estado. Secreto de muerte.
- ¿Es tu caso?, ¿guardas algún secreto?, pensé que te habían acusado por tocar el saxofón en público. Recuerda que soy tu confesor y esta es tu última hora, tal vez tus últimos minutos...
- Así fue. Mi caso no es ningún secreto, si casi no bebo agua de la lluvia ni enciendo piras en el hogar... si no sé respirar sin pulmones y cuando lo hago con ellos se llenan más de humo que de aliento... si sólo escogo caminos, aún con paciencia, que no levanten barro en fin de semana, ¿qué llamada me merece?, ¿tal vez una secreta que me recorriera a solas?
- Desde luego una que acudiera en tu auxilio, no que te condenase.
- Dudo... en ambos casos sería como decir que los secretos guardados son productivos.
- Y no lo son, quieres decir...
- Eso pende no tanto de lo producido, los auxilios de mis cosas o yo mismo como auxiliado por el secreto, como de la producción...
- ¿Te refieres al modo de producción?
- Bueno, más bien a que un secreto...
- Sí, un secreto...
- ...enriquece pero no produce riqueza, es raramente provechoso pero nunca aprovechable. No puede exacerbar lo que hay no porque no tenga capacidad sino porque su potencia no puede ser guardada en lugar oculto.
- Y luego soy yo el de los mantras...¿estás seguro de lo que dices?, un secreto no puede ser guardado... pero los secretos de Estado... ¿no son guardados, de hecho los más guardados?
- Los más, tanto, que dan resguardo a Estado. Un Estado entero pende siempre de un secreto de Estado... el Estado son sus beneficiarios. Pero beneficiarios... el Estado no puede se propietario de ellos, de los secretos, más bien, el secreto... bueno, los secretos, se apropian de los miembros del Estado.
- No sé si te entiendo bien...
- Somos un secreto, y ójala el secreto mejor guardado. Cuando hace frío mi piel se pliega y arruga y a nadie le extrañará encontrar una causa de ello, el frío, que me atenace en algunas estaciones. Ahí no hay secreto.
- Ya... está claro que no entiendes un secreto como un enunciado informativo de un cierto estado de cosas pasado, presente o futuro, conocido por unos sí y otros no, que únicamente en el hurto de su publicación común puede mantenerse como secreto... claro, no todos los secretos son privados...
- Lo propio del secreto no gira en torno a la diferenciación privado/público. Ningún secreto lo es, privado me refiero, es lo que pretendía decir... pero tampoco es algo publicable... todo secreto ha de ser común por ser profundamente e íntimamente no-de-cada-uno. Lo mejor y más valioso que somos... eso que nos alza y permite mover de dentro hacia dentro porque siempre nos constituyó un afuera.
- Claro, hay secretos públicos conocidos por muchos que saben mutuamente que lo conocen, pero sin utilizar ese secreto como elemento inmediato fijador de sentido y acción... son secretos públicos que siguen operando como secretos, porque la información que supone el secreto mueve desde la sombra a la acción sin mostrarse...
- No me lo parece, de nuevo ese no sería el tipo de secreto al que me refiero. No sería secreto de Estado, ni de muerte. Ahí no habría secreto por el manejo visible del secreto y no al contrario. Que no se ejecute explícitamente en el lenguaje, aunque se sepa, salvando distancias, alguna cuestión particular pero que sin embargo se siga operando de acuerdo a esa cuestión no es más que poner un termómetro a diferentes personas desde un medidor neutro que tomaría distintas medidas de temperatura, eso sí guardando el anonimato de cada uno de los medidos, para al final hacer una reglación global que me permitiera escoger un fármaco para tratarles. El fármaco será siempre el idéntico para cada caso y de hecho ninguno de ellos tendrá por qué haber afirmado en público ni tan siquiera qué o cuál era su enfermedad, a lo sumo, y como aceptación del secretismo de sus síntomas, en pequeños círculos de confianza. El auténtico síntoma de este secreto tan feo, tan enfermo, sería la desconfianza. Pero lo mismo pasaría con la confianza. Mientras tanto esos no-tan-secretos seguirán arando la tierra con autocad, curándonos con la recomendación de que miremos desde el hogar al cielo estrellado y cincelando vidas.
- No entiendo bien, porque si la división privado/público no te satisface y sin embargo es cuestión de transparencia y personalización entonces...
- No, no y no. Es cuestión de desgarro. De desgarro del Estado que nos constituye, de ruptura de una voz y un enfoque. Sí, tenías razón... hay secretos a voces... cada miembro del Estado tiene un secreto, el secreto más profundo posible, aquello que constituye a cada uno como miembro de la colectividad que llamamos Estado. Si no tengo un secreto esencial, totalmente mío, no puedo formar Estado... por ello esos secretos van a la contra, son siempre paracaídas, resistencias multidireccionales... y los paracaídas ocupan espacios, se despliegan en exterioridades que se muestran, que, incluso, necesitan siempre del aire de los de alrededor para actuar de freno-resistencia. Necesitan la boca de los otros. La misma boca-pulmón que calla el esencial secreto de cada uno es la que sopla e hincha la resistencia de los de alrededor, la misma boca que habla...
- ... e incluso respira sin parar y sonríe indiscriminadamente... ya... quieres decir que un secreto no es de uno, ni de unos pocos, ni de unos muchos, pero que aún así actúa y percute siempre sobre uno, unos pocos o unos muchos...
- Bueno...
- ... soy tu confesor... deberías ser más claro, rozas continuamente la contradicción con tus metáforas...
- En absoluto, ni metáforas, ni contradicciones ni mierdas...
- Mierda...
- Mierdas, siempre mierdas... no, gritemos juntos, pero no mezclados de cualquier manera. Primero te soplaré para que tu secreto se airee... pero eso supondrá ya una inspiración, y una en la que el inspirar sea unísono por el aire común que nos reúne, una inspiración que sea un grito profundo y no partido de tal modo que cuando expiremos simplemente se escuche el secreto a voces, secreto de Estado.
- ...
- ...
- ¿Qué haces?
- ...
- ...
- Te soplo.
- Únicamente mueves la boca, puedo ver la mueca que traza y esa figura parece ser la de unos labios proyectando aire al exterior pero no me llega el aire, es imperceptible... ¿entonces no hay secreto a voces?
- No es impercetible, por eso un cuenco esférico de base plana no puede casar con una mesa paralela al suelo.
- ¿Cómo? Bueno, si la mesa es realmente plana y paralela al suelo y el suelo no tiene inclinación, si es también plano, entonces habrá ajuste...
- No, no. No habrá casamiento, habría una correspondencia intereferencial entre dos cosas cualesquiera punto a punto... pero por ello interreferencialmente asumido desde únicamente un sistema de referencia plástico, inerte, atrevido, osado, dado. Punto a punto. Así no hay casamiento, ¿dónde están las nupcias?, ¿y el cortejo?, ¿y la pedida de mano, la petición de entrega mutua de algo tan poco productivo como una mano separada de un cuerpo...?
- ...
- Los labios formantes de una boca nunca están sellados. En ocasiones guardan silencio, honran al secreto a través del sello de su juntura y, por supuesto, pueden tomar diferentes formas... la mueca, el gesto, nunca definitivos... sin que eso obste para que sus voces secretas, desde la linde que compone la mueca, empuje el secreto de otros.
- Creo que me he perdido... yo tampoco me termino de acostumbrar a que nos miren... sigo sin entender que si el secreto es lo más constitutivo de cada uno y previo a toda lingüisticidad, ¿cómo se llegaría al secreto?, y tampoco entiendo el salto de ese secreto tan íntimo de cada muchos a la constitución de un Estado o una comunidad política, ¿habría un pacto secreto en pos del secreto entre los miembros del Estado?
- Olvídate de las miradas, es normal. La primera vez también me pasó. Si bajamos un poco la voz mirarán menos y te será más fácil obviar que están ahí; que tampoco te preocupe el tiempo, nos sobra... A lo que me refería es que habrá deslizamiento o no, aumentará la fuerza que contrareste el coecifiente de rozamiento del cuenco con la mesa o no, pero no habrá ajuste entre ambos. Nunca o si lo hay, será forzado por el aniquilamiento de variables ausentes y vivas.
- Entonces es un asunto de rigidez, de muerte o de vida...
- Es asunto de que un pacto, si es secreto, ha de estar siempre sujeto al secreto mismo, a que haya secreto y cuidado del secreto. El pacto, por decirlo así, es posterior causalmente, y el pacto secreto... el pacto secreto no sería más que eso que comparten los que tienen un secreto, ese pulso y orientación entre y con las cosas que permita que se constituyan como miembros de una sociedad para nada secreta, de un Estado. Si no se respeta esto no hay Estado legítimo. Habrá mero flirteo, seducción o imposición... labios juguetones... ¿que cómo se llega a tener un secreto? Cultivándolo, soplando a voces el secreto de otros y guardando silencio sobre los nuestros para que otros los puedan airear ...
- No estoy seguro de que sea sólo eso. Es cierto que cualquier ajuste rígido entre ambos, entre labio/labio o mesa plana/cuenco esférico implicará referir en exceso y únicamente a elementos propios del sistema de referencia imperante. Por eso no hay simetría rígida entre ambos, y si la hubiese, sería la simetría del sistema, la que habría de igual modo sin el cuenco y la mesa, o con cualquiera otros dos elementos o incluso sin ninguno de ellos, sólo con un observador-sistema de referencia y el espacio objetual ilimitado...  por eso creo que es un asunto de medios.
- Claro, porque si no es lo mismo la inclinación de la mesa, el radio del cuenco esférico, los materiales que componen ambos, tampoco es lo mismo que cuenco y mesa estén en el aire, en el agua, o en el fuego.
- ¿Y te parece que en ningún caso hay ajuste?
- Digo que cierto modo de ajuste es siempre secundario, y otro, el ajuste o relación entre secreto propio/boca/secreto ajeno es primero porque justamente el medio, la boca, es la misma para todos. La boca y el medio aire. Ambos son primeros y en este sentido no se diferencian pues sólo mediante el cuidado atmosférico del aire común mi boca-pulmón puede inspirar y expirar el secreto a voces. Lo común que tiene eso tan íntimo para cada uno es la usabilidad de la boca que permite el secreto y la organización política... estamos abocados a ello... y como es tan evidente que no todo uso es igualmente legítimo, no queda otra que airear los secretos, provocar la apertura de la boca sin mueca, como toma de postura vinculante, pues la mueca, de venir, será posterior, para que los secretos sigan siendo tales y cada vez a voces... secretos... a voces y que se enteren los que no tienen secretos, los que se hurtan a sí mismos con otros... es cuestión de Estado, debe seguir habiendo secretos, habría que gritarlo...
- Hablas y hablas mucho. Eso no me cuadra con que tú tocaras el saxofón a escondidas antes de que te capturasen...
- Lo hacía ante todo porque me chiflaba... y por eso no podía estar solo... uno nunca grita a solas, aunque el secreto parezca un esputo... por eso me capturaron y encarcelaron, escapé y ahora...
- ... y ahora hay ruido fuera, parece que los guardias se mueven, tal vez vengan ya a por tí, ¿esto es lo que deseas a la ciudadanía, a tus amigos y familia...
- Todavía no hay nada cerrado. Tal vez, de nuevo, sea ya la hora...
- Fíjate, si no hubiéramos levantado tanto la voz habríamos tenido más tiempo... sí, tal vez sin tanto grito hubieses podido cambiar realmente algo...
- Realmente algo... ay, mira, tengo la piel de gallina, y no es por el frío ni los guardias... es lo de siempre, del grito no se atiende la inspiración común, sólo la expiración del secreto a voces... así no hay secreto... únicamente ruido y mierdas.
- Bueno, ¡ya está bien! antes de que te lleven a tu módulo de inmovilidad perpetua te daré la bendición del Planísimo... que el Señor Algo te bendiga...
- No me parece buen modo de continuar esta conversación...
- In posse...
- De verdad, si no es necesario...
- Ab esse ad posse...
- ...
- … unde per ipsum esse subsistens...
- ...
- bonum commune praeminent bono singulari unius personae...
- …
-  et ultima hominis felicita est in contemplatione similitudines...
- …
- tamtum ergo ubi caritas ibi oculus...
- …
- … ¿qué ocurre?

- Disculpe hermano, pero el preso ha sido requerido y debe acudir de inmediato al palacio de la corporación de gobierno.


sábado, 8 de noviembre de 2014

La rebelión de los #Comunes


9, Grafton Terrace, Kentish Town
Una simple limonada y una gran cantidad de tabaco. Estas fueron todas las provisiones con las que Karl Marx se encerró durante varios meses en su habitación de trabajo del número 9 de Grafton Terrace, una vivienda de cuatro pisos situada en Kentish Town, al norte de Londres. La providencial aparición de dos herencias le permitió, al menos durante un tiempo, sacar a su familia de la pobreza y sumergirse en los borradores de su obra más importante. Antes de El Capital fueron los Grundrisse, y sabemos que al menos una de sus partes más conocidas, la llamada «Formas que preceden a la producción capitalista», se escribió aquí, bajo la corrosiva combinación de la limonada y el tabaco barato que compraba a razón de un chelín y medio por la caja de una libra. Estamos en enero de 1858 y Marx tiene 39 años. Está particularmente contento por los avances de los últimos meses, y se toma un respiro para escribirle una carta a su viejo amigo Frederick Engels, donde le cuenta los excesos de sus largas jornadas nocturnas de trabajo, y varias cosas interesantes más, como el hecho de haber caído en sus manos, por casualidad, varios volúmenes de la Lógica de Hegel que originalmente habían pertenecido al mismísimo Bakunin. ¡Ah, Bakunin! Unos años más tarde, los acontecimientos de la Primera Internacional los convertirían en enemigos irreconciliables. Pero en aquellas fechas todavía tenían cosas en común. Y en cualquier caso, nadie les habría ubicado en los lugares extremos a los que después les redujeron sus partidarios. Es bastante discutible que fuera la pasión por la democracia lo que guió a Bakunin a su enfrentamiento contra Marx por el control de la Asociación Internacional de los Trabajadores, pero es mucho menos creíble que las razones de Marx en esta disputa tuvieran que ver con un afán personalista de controlar el movimiento obrero. Marx siempre fue un paladín de la democracia, y suya es la frase que colocó al principio de los Estatutos de la Primera Internacional: «la emancipación de la clase obrera debe ser obra de los obreros mismos». No de los burgueses, de Marx, o del secretario general del partido. De los obreros mismos. 

Así que estamos en 1858, y tenemos a Marx encerrado en un cuarto con la Lógica de Hegel y muchos litros de limonada y gran cantidad de tabaco barato. Y en estas condiciones escribe las «Formas que preceden a la producción capitalista», un texto donde introducirá, con muchas idas y venidas, una distinción conceptual entre las relaciones de producción que tiene mucho que ver con la democracia y la cuestión de los bienes comunes. Étienne Balibar llamó la atención sobre ella en su aportación al libro de Althusser Para leer El Capital. Se trata de la diferencia entre la relación de «propiedad» y la de «apropiación real» (Aneignung). A menudo, y al propio Marx le ocurre de vez en cuando, se ha pasado por alto la importancia de esta distinción, lo que ha sido fuente de infinidad de problemas, algunos de los cuales seguimos arrastrando hasta ahora. Estos problemas tienen que ver con la diferencia entre los modos de gestión y los modos de propiedad, y en última instancia nos remiten a la cuestión de los bienes comunes y la gestión comunal. En los Grundrisse, Marx habla de todo esto, cuando aborda las condiciones originarias de la producción en las comunidades antiguas. Un debate que le perseguirá durante toda su vida, y al que volverá en los escritos sobre Rusia en torno a la posibilidad de que la obschchina, la comunidad agrícola aldeana, pudiera transitar por su propia vía hacia la comunidad socialista. Manuel Sacristán abrió un importante debate sobre lo que los borradores de la carta a Vera Zasúlich implicaban en cuanto a un replanteamiento y un abandono de la filosofía de la historia del Marx clásico. Pero lo que aquí nos interesa es cómo la diferencia entre las relaciones de «propiedad» y las de «apropiación real» se superponen y dan sustancia al concepto de comunidad. ¿Y en qué consiste esta diferencia? En que mientras que las relaciones de propiedad hacen referencia a la propiedad del capitalista sobre la fuerza de trabajo, las relaciones de apropiación real aluden, en palabras de Balibar, a la «capacidad del productor directo para poner en acción los medios de producción sociales». La primera categoría es el índice de las relaciones de propiedad, y la segunda, de los modos de gestión. Y con esto abrimos toda una analítica sobre las combinaciones posibles entre los modos de propiedad y los modos de gestión, que se reparten por igual entre las tres formas de lo privado, lo público y lo comunal. Es decir, tenemos, por un lado, la relación de propiedad, que puede ser pública, privada o comunal; y por otro, la relación de aprovechamiento real, el modo de gestión, que con independencia de la forma que adopte la propiedad, puede articularse desde la esfera pública, la privada o el procomún. En nuestra sociedad, nos hemos acostumbrado a tratar con diferentes maneras de combinar lo público y lo privado, pero hemos alimentado una laguna en torno a lo comunal. Y es precisamente en esta esfera donde se libró la batalla de la acumulación originaria, y donde podemos encontrar las herramientas políticas y ecológicas que nos permitan construir un nuevo proyecto de transformación social.

¿Qué secreto encierra la comunidad? Se han intentado dos estrategias distintas para responder a esta pregunta desde la etimología y la arqueología del concepto. Por un lado, el proyecto Wu Ming tiene una breve intervención donde explora el significado de la partícula «mu» en la palabra «comunismo». Por otro, Roberto Esposito, en un esfuerzo mucho más elaborado, rastrea el origen y las implicaciones para la modernidad de la deriva de la «communitas», desde la significación originaria, el «cum» del «munus», algo que no implicaba propiedad, ni atributo, hasta la transformación en la comunidad de sustancia que terminó abriendo las puertas a la tragedia del siglo XX. 

Deberemos estudiar con atención las dos modalidades de la acción que subyacen al «cum» y al «munus», la primera como figura de la acción recíproca, del reparto, del con, del entre; y la segunda como la dimensión en la que se inscribe una carga, un deber, una obligación. Toda la arqueología de Espósito naufraga en su incapacidad de encontrar una sustancia del munus. Para él, en realidad, no hay nada en común, y por eso la comunidad es irrealizable. ¿Pero es cierto esto? Para averiguarlo, tendremos que viajar una vez más hacia el pasado, pero en este caso, al 38 de la rue Vaneau, en París, donde un joven Marx de 26 años escribe, puede que sin limonada pero seguro que con montañas de tabaco, los famosos Manuscritos de economía y filosofía. Allí podemos encontrar un pasaje, que ha pasado bastante desapercibido para la crítica, a partir del cual abriremos un boquete en el callejón sin salida al que conduce el pensamiento de la comunidad. Estamos en plena teoría de la acción democrática. Lo que yo he llamado en otra parte «imperativo disyuntivo», que es la formulación democrático-radical del principio ontológico de la dualidad de la acción. Todas las acciones tienen un ámbito intensivo, de producción de valores comunitarios, y un ámbito extensivo, donde se produce la acción recíproca de la comunidad. Deberemos estudiar cómo en una lógica de gestión comunal el munus del cum no es algo que nos exponga hacia fuera a partir de nuestras trincheras individuales, sino que es algo que nos instituye bajo la forma de la comunidad, una tarea que introyectamos a través del cum convirtiéndola en la sustancia de la comunidad.

Una vez armados con todas estas categorías, podemos trazar nuestra propia genealogía de la comunidad. Conviene que abordemos el planteamiento que Hardin hizo de lo que llamó la «tragedia de los comunes», para responderla, en primer lugar, desde la historiografía ambiental y agraria que ha puesto en cuestión este relato de la desarticulación del comunal. Hablar de bienes comunes supone hablar de cómo en la gestión comunal se encuentran enredados los ámbitos de la ecología social y del empoderamiento popular, y de cómo en la lucha contra el expolio de los comunes se desataron las mayores revueltas sociales de la historia moderna.

Y todo esto nos conduce, finalmente, a la Carta de los Comunes, y a los nuevos espacios de contestación social que se están articulando en torno a la reapropiación de los comunes, como la Asamblea sobre #Comunes de Toma los barrios, o las plataformas de afectados por la hipoteca (PAH), que constituyen un ejemplo extraordinario de autogestión y reapropiación comunal de lugares privatizados y estrategias de resistencia.

El camino es largo. La senda, estrecha. Pero qué demonios, no tenemos nada mejor que hacer.

Omnia sunt communia!

David Hernández Castro 
(Más información en el Proyecto Juan Roque)

jueves, 21 de agosto de 2014

Israel, la condena de los intelectuales y el agotamiento de las narrativas victimistas

Colectivo "El Faro Crítico"

Durante las cuatro semanas del ataque de Israel a Gaza se ha usado  el estigma del antisemitismo a diestro y siniestro  contra diversos intelectuales  e, incluso, se ha imputado a periodistas, cuando informaban sobre el curso del conflicto y su impacto en la población civil recurriendo a narrativas victimistas. El recurso constante a esta imputación obliga a la reflexión sobre el sentido de la misma  y de cómo se ha convertido  en un medio de intimidación.

La condena de la violencia contra los judíos  ha ido en progresión,  desde que en 1946, apenas finalizada la guerra,  Sartre publicara el libro “reflexiones sobre la cuestión judía” en el que abordaba dos cuestiones: el antisemita y el antisemitismo, su significado y función. Al mismo tiempo que ganaba influencia social y política el compromiso de los intelectuales contra el antisemitismo, durante décadas,  se extendía  la denuncia de la intolerancia y la irracionalidad. Cuando Sartre  señalaba que era antisemita el que culpaba de las desgracias de su país y sus propias desgracias a la presencia de judíos en la comunidad en la que vivía, hacía evidente la insensatez  de tal razonamiento. Así se construía, a su juicio,  un prejuicio cargado de odio, se instauraba la discriminación y el racismo. Si bien, el libro de Sastre es uno de los más significativos no por ello fue el único ni el más expresivo de la repulsa contra el antisemitismo de los  intelectuales europeos. La universalización de la tolerancia como actitud  cívica  y moral ha conducido a la disminución del antisemitismo. De hecho, éste es cada vez más residual y, por tanto inexplicable que se agite como peligro y se pretenda conjurar un nuevo holocausto.
    
Es obvio que el compromiso del intelectual contra el antisemitismo ha tenido siempre un sesgo ideológico relacionado con la política y la democracia, desde los orígenes del intelectual moderno. Pero, también,  ha sido una toma de partido activa contra la injusticia, contra la limitación de derechos, contra todas las formas de abuso de poder, de censura, de manipulación que se perpetraban  sobre los judíos. Si se reconoce esa realidad ¿Puede considerarse, como se viene haciendo  la condena de Israel y sus políticas belicistas por algunos intelectuales, como antisemitismo?¿ En particular, puede considerarse la condena  por Antonio Gala y Vattimo -y tantos otros intelectuales-  de la operación Margen Protector en la que se han vulnerando todos los códigos, leyes y principio humanitarios con el antisemitismo? ¿Qué es hoy el antisemitismo? Tal como se plantea el significado del mismo  por los portavoces de algunas organizaciones judías  y del gobierno de Israel parece que discrepar de las políticas de éste -que es  un estado, con intereses sobre territorios que incluyen para su consecución la limitación de derechos de quienes se hallan en éstos- , es antisemitismo. La definición del antisemitismo como hostilidad contra los judíos basada en perjuicios religiosos, raciales, culturales o étnicos decae para reducirse a toda posibilidad de discrepancia respecto de las políticas de un estado, sean cual sean. Cabe discrepar de las  políticas de cualquier estado, menos las del Estado de Israel. Se pretende que sus intereses sean considerados como valores éticos universales. De hecho, así ha sucedido por décadas en las que la neutralidad valorativa de los gobiernos  se apoyaba en el principio Israel tiene “derecho a  defenderse”, expresado en términos sin rigor metodológico y conceptual. Esta neutralidad  ha posibilitado que políticas de expansión territorial  se hayan enmascarado  bajo una ideología victimista que no estaba justificada por hechos objetivos. Y, simplemente,  después del último asalto a Gaza  no ha podido mantenerse. El apoyo de la narrativa de Israel, afirmando que es un Estado democrático obligado a actuar contra los "terroristas" se ha quebrado ante la desproporción de sus ataques y su indiferencia ante las víctimas civiles. Durante las cuatro semanas de duración del ataque, Israel ha encontrado que cada vez es más difícil justificar su abrumador asalto en la estrecha franja de Gaza. De manera que el reemplazo paulatino de la neutralidad valorativa por una apreciación realista de quienes son las víctimas y quienes los auténticos victimarios ha provocado el recurso  a la intimidación sobre quienes han sido capaces de señalarlos de acuerdo con una realidad  objetiva que no es posible seguir disfrazando.


La intimidación busca  visibilizar que cualquier crítica a Israel es políticamente arriesgado. Pero, además, de generar temor tienen otros propósitos, evitar la reversión de la solidaridad con Israel generada por el holocausto. El problema es que el uso -y el abuso- de esta solidaridad han acabado por convertirla en un instrumento al servicio de intereses geopolíticos. Y, precisamente la geopolítica es la que está cambiando de tal manera  que podría dar forma a una narrativa distinta del conflicto palestino-israelí y de dónde se debe de situar la solidaridad. El cambio de narrativa se ha gestado en la opinión pública mundial, si bien aún no ha llegado a los gobiernos, pero éstos empiezan a sentirse incómodos con la acusación de complicidad con las políticas de Israel que no tienen en cuenta las leyes internacionales y los derechos humanos. La  limpieza étnica, la confiscación ilegal de tierras ocupadas, la demolición de viviendas civiles, la destrucción de la infraestructura civil (agua, electricidad, saneamiento, etc .), el ataque  a las instalaciones médicas, las escuelas, mezquitas y universidades ha hecho imposible el sostenimiento por parte de Israel de una narrativa de victimización. Quienes apoyan sus políticas proponen una aplicación selectiva de las normas  de derecho internacional. La ruptura actual de los intelectuales –no todos ni en todas partes, entre otras razones por los riesgos que comporta- es la expresión de ese cambio en la narrativa, que practica una clara distinción entre el gobierno israelí y los judíos. Entre el opresor y el oprimido.

jueves, 24 de julio de 2014

PEDRO SÁNCHEZ: ”POR AHORA, BIEN”

Francisco José Martínez - El Faro Crítico

Había un chiste que decía: alguien se acerca a una ventana en un rascacielos de Nueva York y ve pasar cayendo a un irlandés y le pregunta ¿qué tal? Y el irlandés contesta: por ahora, bien. Esta metáfora me sirve para enjuiciar los primeros pasos del flamante nuevo secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, sobre el cual hablaba yo hace poco con un buen amigo mío, dirigente histórico de Izquierda Socialista, al que decía que aunque es evidente que el ganador era el hombre del aparato y, más aún del sistema, entendiendo por sistema ese conglomerado político, económico y mediático que en algún momento denominamos felipismo y que sigue muy presente en la toma de decisiones importantes de este país, quizás se viera obligado por los imperativos de la situación a hacer cosas no previstas y contrarias, al menos en parte, a dicho sistema. Los primeros movimientos de PS nos han dado la razón. El obligar al grupo parlamentario europeo a no apoyar al candidato conservador , el ofrecer la integración en la dirección del partido a sus oponentes, el haber apostado por la apertura de un proceso constituyente en línea federalista, y el aludir a una posible salida más solidaria e igualitaria de la crisis, se pueden entender como meros brindis al sol en un intento de maquillar una imagen del PSOE muy deteriorada, debido a la política de los últimos gobiernos de Zapatero y a la tibia oposición de Rubalcaba al gobierno del PP. Pero también se pueden interpretar como signos de la toma de conciencia de que sólo con una neto desmarcarse de las políticas conservadoras pueden tener los partidos socialistas europeos una oportunidad de mantenerse como alternativa política real.

Como he dicho en repetidas ocasiones el problema en Europa no es tanto la izquierda real que se va construyendo poco a poco pero de forma sostenida, sino el de la crisis de los partidos socialistas cuya sumisión a los imperativos del sistema los está llevando a situaciones sin salida.  La importancia del centro izquierda es decisiva ya que sin este amplio espectro de votantes es imposible construir una alternativa de gobierno mayoritaria, ni en Europa en su conjunto ni en los diversos países por separado. El predominio en la izquierda de la izquierda transformadora no asegura por si solo que sea posible una alternativa real a la actual situación. La experiencia del PCI durante los años setenta lo demuestra y, más cercano en el tiempo, lo hace también la experiencia griega.

Los primeros pasos de PS recuerdan a los de Zapatero, a pesar de ser esta experiencia algo que el sistema quiere olvidar y denigrar todo lo posible. Pero precisamente dicha experiencia presenta el problema del chiste, que lo que empieza bien tiene un futuro negro, como no suceda un milagro. Los amagos reformistas de Zapatero fueron ahogados cuando la situación empeoró y los últimos meses de su gobierno fueron nefastos: aplicó el plan de austeridad más intenso que nunca se había aplicado en España, tuvo que volver al núcleo duro felipista, Rubalcaba, Jáuregui, pactó con nocturnidad un cambio de la constitución con el PP, aceptó la utilización de Rota por los Estados Unidos en el marco del despliegue del escudo antimisiles y un largo etc. que hizo que hoy nadie lo recuerde bien. El sistema por sus veleidades iniciales y la izquierda por sus medidas últimas.

Para que el experimento de PS no se malogre hace falta cosas casi imposibles de obtener, primero ser capaz de imponerse al sistema dentro de su propio partido, segundo, ser capaz de convencer al resto de los partidos socialistas europeos de la necesidad de un cambio de rumbo, y tercero, establecer un giro a la izquierda en su programa que le permita gobernar con el apoyo de la izquierda real que se va articulando en torno a IU, Podemos y otros. Las tres tareas son prácticamente imposibles de llevar a cabo, por lo que hay que estar atentos para detectar el momento en el que el empuje inicial comience a perder fuelle, se estanque y al final entre en recesión.

Esta conclusión puede parecer pesimista, pero hay que tener en cuenta que la deriva entreguista de los partidos socialistas europeos a nivel político y a nivel personal, es decir, por la aceptación del dogma de que sólo hay una política económica posible, la austeridad y el desmantelamiento del estado de bienestar con los recortes democráticos que eso comporta, así como la idea de Europa como un mero mercado sin ninguna unión política seria, unido al hecho de que las élite socialistas ,gracias al mecanismo de la puerta giratoria que les permite rotar entre puestos políticos y puestos económicos en las grandes empresas , aquellas que precisamente como políticos tenían que controlar, hace muy difícil que se adopten políticas que pongan en peligro esa salida dorada de la política hacia los consejos de administración y viceversa.

El cambio radical en los partidos socialistas es tan imprescindible como imposible y eso da una tonalidad trágica a las posibilidades de cambio real en nuestro país y en el resto de los países europeos. Sin descartar que los meros cambios cosméticos que no son suficientes para un giro real de la política si pueden ser , en cambio, ocasión para que una parte considerable de voto desencantado que fue hacia una izquierda más radical vuelva al redil del centro izquierda, como el reciente documento de Podemos reconoce y nosotros mismos habíamos teorizado en artículos recientes.

Por ello creo que hay que tener la finura suficiente en el análisis para ser capaces de captar los sutiles cambios de gestos y de medidas reales que la elección de PS está introduciendo en la política del PSOE sin engañarse respecto al alcance real de los mismo por la conciencia del poder que el sistema tiene sobre estos partidos y el miedo que tienen a cualquier cambio que altere el inestable equilibrio en el que se sujeta la actual política española y europea.

El reforzamiento del centro bipartidista frente a la crítica que desde la derecha nacionalista y xenófoba y desde la izquierda real se está realizando de los grandes déficit democráticos que aquejan al actual proceso de construcción europea que no quiere ser política sino solo económica tiene como objetivo blindar un procedimiento de gobierno  y de gestión de la crisis que sustrae las decisiones esenciales a los ámbitos representativos y los entrega a comités de ‘expertos’ que representan los intereses del capital financiero en detrimento no solo del conjunto de los asalariados sino también de gran parte del capital productivo en una lucha de clases gigantesca que no solo enfrenta al capitalismo con el conjunto de la clases populares sino también a su capa más parasitara y especulativa con el resto de la clase capitalista más productiva y emprendedora. En ese sentido se produce la paradoja de que se une en el mismo saco a los que queremos una Europa integrada a nivel político y social y no meramente económico con los llamados euroescépticos, nacionalistas y xenófobos, que sin embargo, tienen razón en denunciar, como hace la izquierda consecuente, ese secuestro de soberanía de las naciones en beneficio de unas élites tecnocráticas no elegidas democráticamente que imponen sus políticas de austeridad al conjunto de las poblaciones europeas.

Mientras que los partidos socialistas europeos piensen que es mejor apoyar a los partidos conservadores en una gran coalición que blinde la política de austeridad y de recortes que explorar con el apoyo de la izquierda transformadora y de parte de los partidos verdes una salida solidaria y sostenible de la crisis no habrá salida para la izquierda pero tampoco para los partidos socialistas que irán perdiendo influencia paulatinamente fagocitados por la derecha y abandonados por sus votantes de izquierda. Esas son las cuentas que tienen que echar y elegir entre las dos alternativas. Cuando están en la oposición la tentación reformista es fuerte, pero al volver al poder las veleidades izquierdistas se olvidan y se vuelve al redil del pensamiento único. Por ello hay que aprovechar este interregno en el que la necesidad de desmarcarse de la derecha y de sus pasados errores les lleva a insuflar un poco de aire fresco en sus propuestas porque desgraciadamente muy pronto la cruda realidad les hará olvidar estas buenas intenciones y volver a su lugar natural seguidista de la derecha.

domingo, 13 de julio de 2014

CUESTIONES EN TORNO A LA LUCHA POR LO PÚBLICO Y LO COMÚN

Pablo Batto - El Faro Crítico

Que estamos atravesando un punto de inflexión, y vivimos un momento de colapso civilizatorio. No sólo vivimos una profunda crisis económica con las consecuencias que ello conlleva, sino que la economía capitalista ha chocado ya contra los límites físicos del planeta.

Que el pico del petróleo convencional se atravesó en 2008, que ya no hay tiempo ni viabilidad para una transición energética. Que numerosos minerales han llegado a sus respectivos picos de extracción, y los del carbón y el gas natural se prevén para 2030 aproximadamente.

Que la desaparición de especies se ha acelerado hasta el punto de que hasta en los libros de texto se habla ya de una sexta gran extinción, y se ha bautizado al nuevo período como Antropoceno.

Que la pérdida de fertilidad de las tierras, de agua potable, contaminación de acuíferos, desertificación, así como la contaminación del aire, la radiactividad, los químicos no estudiados, etc., ya se hacen notar y profundizarán sus efectos en el futuro cercano.

Que hasta la ONU reconoce que el cambio climático, sin tener en cuenta todos los demás factores, va a conllevar un colapso civilizatorio “que no estamos preparados para afrontar” y que pone en riesgo a la especie humana.

Que es más que previsible, por propia imposibilidad material, la quiebra de la sociedad industrial globalizada.

Que no está en juego sólo el futuro de nuestras hijas y nietas: mi generación va a vivir esta quiebra.

Que si hacemos retrospectiva y vemos los pasos que nos han llevado hasta aquí, nos damos cuenta de que el problema no ha sido sólo el mal llamado libre mercado, sino que prácticamente todos los Estados, incluso los gobernados por izquierda reformista o revolucionaria, han seguido o han intentado seguir el mismo camino y han aceptado los mismos pilares de la sociedad industrial-mercantil, a saber: la industrialización, el modelo urbano, la militarización, el Espectáculo, el culto a la técnica, el trabajo asalariado y la relación mercantil o indirecta entre producción y consumo.

Que no debemos caer en el error del neoliberalismo, que cree que el Estado es enemigo del capital, en vez de entender que el Estado tiene la capacidad de regular las ansias autodestructivas de éste. El Estado puede aflojar la presión de la olla social y hacer una cierta redistribución de riqueza, pero no para acabar con el capital, sino para perpetuarlo a largo plazo aunque le cause molestias, algo así como una fiebre en el organismo humano.

Que lo público no es de todas, es del Estado, y por lo tanto, de quien controla el Estado. No obstante, no existe ni ha existido un Estado que no sea controlado por una élite o una burocracia separada de la población y con unos intereses propios. Qué mejor ejemplo que esos países donde todo es público pero nada es común, y la población ni pincha ni corta.

Que el Estado, propietario de lo público, no es neutral. No es una herramienta que puede ser despótica o emancipadora según quién la maneje, pues como estructura mastodóntica tiene una serie de necesidades que no sólo son incompatibles con la emancipación humana, sino que pueden ir incluso en contra de determinados “derechos” básicos: propaganda, leyes, ejército y policía, burocracia, gran división social del trabajo, urbanismo e infraestructuras de transporte; además de alianzas geoestratégicas y económicas de dudosa legitimidad.

Que el sueño de un Estado democrático participativo, relativamente horizontal, no es menos utópico que su abolición directa e inmediata pregonada por el anarquismo clásico. Que una estructura nacida históricamente de la concentración de poder y recursos y de la división en clases difícilmente puede funcionar de forma no despótica.

Que existe una cuestión fundamental de escala: las macroestructuras de millones y millones de habitantes son ingobernables de forma democrática y libre. La humanidad no es un sujeto político, y es dudoso que el pueblo o la nación sí lo sean. Que la ausencia de una comunidad directa real en el conglomerado humano industrial lleva a la invención de comunidades imaginadas que, puesto que sus miembros ni se conocen ni tienen una relación afectiva entre ellas, requieren ser mediatizadas por algún tipo de mito o simbología.

Que la comunidad real es pequeña, a escala humana, y es en ella donde el trabajo político, productivo y reproductivo puede realizarse realmente de forma colectiva y solidaria, y es aquí donde diferencias éticas o políticas pueden llegar a ponerse por detrás de lo puramente humano.

Que cuando hablamos de bienes comunes hablamos de una forma de propiedad, aunque no necesariamente sancionada por la ley. Que es imposible que toda la población de un país sea propietaria de todos los medios de producción y tierras de ese país, y que esta imposibilidad evidente es lo que lleva a lo público, es decir: a que un Estado que se autodenomina “representante de toda la sociedad” sea el propietario de dichos bienes.

Que quien gestiona el Estado maneja lo público desde fuera, es decir: es un grupo de personas ajena al bien que gestiona y lo hace en función a una serie de intereses o estrategias, etc. Sin embargo, quien gestiona lo comunal lo hace desde dentro, su propia vida está ligada material y emocionalmente a dicho bien.

Que aun suponiendo que podamos poner a toda la humanidad de acuerdo para la gestión supraestatal de la crisis económica y ecológica, éste no es un proyecto políticamente viable a corto plazo. Es más que probable que la quiebra de la sociedad industrial se de mucho antes de que esto esté cerca de ser posible.

Que el ritmo esquizofrénico y suicida de la economía capitalista en sus últimos actos escapa a nuestro control efectivo, y es en lo local en lo único en lo que tenemos capacidad relativa de incidir.

Que, ciertamente, al rechazar el Estado en determinados aspectos nos tiramos piedras sobre nuestro propio tejado. Esto es por la relación de dependencia que ha generado. Pero no olvidemos que esto no sucede sólo con el Estado o con “lo público”, sino con toda la economía capitalista: comemos del sistema agroindustrial, nos “””sanamos””” con grandes farmacéuticas y nos movemos con combustible fósil extraído manu militari. ¿Vamos, por ello, a defender el sistema económico en que vivimos?.

Que, desde luego, no debemos olvidarnos de las necesidades y urgencias del momento presente, pero tampoco por ello practicar una política de “pan para hoy y hambre para mañana”, en un pragmatismo que ha sido tristemente común y ha contribuido a que estemos como estamos.

Que esto no es, a pesar de que se nos acuse frecuentemente de ello, un intento de desmoralizar, ni de dividir, ni de fragmentar las luchas sociales, sino una aportación a un debate necesario, y una propuesta para abrir un frente de batalla acorde a lo que hoy sabemos y al nuevo contexto en el que nos encontramos.

Que frente a la lucha por defender el anterior estado de cosas, o por democratizar estructuras indemocratizables, o por defender lo “público” (que no común), o por aspirar a modelos de gestión materialmente inviables, se plantea desde hace tiempo la vía de la creación de espacios relativamente libres, comunes, autogestionados, a escala humana, autónomos pero coordinados entre ellos, que creen tejido social y una nueva forma de funcionar en el seno de la economía capitalista. No es un planteamiento nuevo, pero sí minoritario, y hay quien le ha dado el nombre de Revolución Integral.

Que es necesario que este debate sea llevado a las asambleas y grupos donde aún no se haya llevado a cabo, para invitar a reflexionar e investigar otros puntos de vista y formas de acción, y más ahora en que tantas esperanzas y esfuerzos hay puestos en nuevos partidos y en la lucha instititucional.

jueves, 10 de julio de 2014

¿“PODEMOS “O “DEBEMOS”?


Francisco José Martínez -El Faro Crítico

Es indudable que la gran revelación de las pasadas elecciones europeas, y no sólo en España, ha sido la fulgurante aparición de Podemos que ha conseguido más de 1.200.000 votos y cinco europarlamentarios.  Este resultado, completamente inesperado, es un síntoma claro de las graves enfermedades que aquejan a la izquierda (IU) y al centro izquierda (PSOE) en nuestro país. Los primeros análisis de la procedencia de ese voto no detectado expresan su heterogeneidad lo que podría ser síntoma de inestabilidad. La mayoría relativa de  ese voto proviene de votantes desencantados del PSOE (entre un 30 y un 35 %), al que sigue (entre un 20 y un 25 %) de votantes de IU. A esto habría que añadir, y es lo más importante desde el punto de vista de la dinamización del sistema político, un porcentaje indeterminado que vendría de la abstención y que se podría considerar la plasmación institucional del 15M. Por último habría que añadir algunos miles de votos procedentes de grupos de izquierda como Izquierda Anticapitalista que aunque han sido los promotores y los sostenedores institucionales del movimiento no tienen gran relevancia electoral. Otro síntoma preocupante es que más del 60% del voto de Podemos se decidió sólo al final lo que impidió que fuera detectado en las encuestas y que además es un voto dubitativo y no firmemente asumido. (Por cierto en el caso de IU este porcentaje fue del 56 % lo que es igualmente muy preocupante ya que muestra también la labilidad del voto a esta formación.)

La consolidación de este éxito pasa necesariamente porque los dos grandes partidos de la izquierda, especialmente el PSOE, mantengan su inmovilismo actual, que los que han dado el paso institucional no vuelvan desencantados a la abstención y que la izquierda anticapitalista aumente sus exiguos apoyos. Pero ninguna de esas hipótesis es plausible.  El PSOE se debate en un marasmo político e ideológico pero se supone que tendrá que salir pronto del mismo y cualquier giro a la izquierda, por minúsculo que sea, puede suponer la vuelta al redil de gran parte de votantes de Podemos. Por su parte, IU tiene pendiente también una profunda renovación generacional y programática que la irrupción de Podemos no ha hecho más que evidenciar. El mensaje ya estaba dado y la respuesta, aunque no existiera Podemos, tiene que ser rápida y valiente. Por su parte, la llegada al poder y la lucha política diaria, la larga marcha a través de las instituciones en una larga y gris lucha de trincheras, nada heroica ni épica, puede llevar a que los movilizados del 15M vuelvan a la abstención cambiando el Podemos por el Debemos de la pureza ideología y la inanidad política. Por última, no es previsible un gran aumento de voto anticapitalista directo. Por todo ello, el heterogéneo y abigarrado conjunto de los votantes de Podemos tendrá que hace grandes esfuerzos para mantener su apoyo de forma duradera y sostenida.

De lo anterior no se debe extraer la conclusión, que sería errónea, de que Podemos es un fenómeno efímero que desaparecerá por sí solo. Como muchas veces en el amor, hay relaciones imposibles que se mantienen largos años y hay relaciones muy plausibles que no se logran consolidar y, a veces, ni siquiera son capaces de nacer. El surgimiento de Podemos plantea una serie de tareas ya ineludibles para las partidos clásicos de la izquierda. El PSOE debe reorganizar su ideología no hacia la derecha como claman con todas sus fuerzas los defensores del bipartidismo, ya que precisamente su derrota se ha producido por el abandono de gran parte de sus votantes de izquierda, sino hacia una propuesta de salida de la crisis de centro izquierda que intente paliar el brutal ascenso de la desigualdad en España y en Europa. Esto es imprescindible pero se ve cada vez más imposible ya que este giro tendría que ser a nivel europeo y ya vemos que el concubinato entre conservadores y socialistas en las instituciones europeas va a reeditarse de nuevo. De todas formas en España es probable que se produzca un cierto giro a nivel cosmético que permita a parte del voto desencantado socialista volver a votarles.

Por parte de IU el renovarse o morir es cada vez más perentorio. Sin Podemos ya era imprescindible, ahora es inexorable. Si no se produce un giro capaz de impulsar un gran frente que cubra el espectro de la izquierda y se abra incluso hacia el centro, IU como tal puede desaparecer. Si no logra ilusionar a esa gran cantidad de gente golpeada por la crisis y que llega mucho más allá del voto tradicional de la izquierda en una gran frente ciudadano y democrático que sea capaz de instaurar un proceso constituyente capaz de romper los actuales intentos de consolidación del régimen en todos sus niveles, su derrota será histórica.

La estela del 15M tiene que mantener su apoyo institucional y no desilusionarse demasiado pronto cuando haya que entrar en las inevitables componendas y pactos que toda misión de gobierno entraña. No debe encastillarse en una pureza inane que vuelva a dejar en manos de la derecha el poder y las instituciones. Hay que hacer que las instituciones sí nos representen y para ello hay que ocuparlas y no dejar que la apatía y la desilusión, las grandes bazas de la derecha, vuelvan a dominar el panorama político. Hay que conjugar las acciones y los discursos  de tal manera que los discursos no queden en palabrería vana y hueca y las acciones no sean pasos al acto incontrolados e irracionales. Hay que estar a la escucha atenta y respetuosa de las numerosas voces, murmullos, gritos y silencios que inundan la esfera pública, pero el discurso de la izquierda transformadora tiene también una dimensión pedagógica, fruto de su historia ya dos veces centenaria, que ha de  entrar en diálogo respetuoso pero también crítico con las demandas que se presentan en la sociedad ya que éstas  tienen que pasar filtros de racionalidad, justicia y eficacia para poder ser asumidas como propuestas políticas.

La ilusión  que ha supuesto la irrupción de Podemos tiene que mantenerse y para que ese movimiento sea verdaderamente mayoritario los partidos clásicos tienen que modificarse profundamente y unirse a ese gran movimiento. Si volvemos a llegar tarde a esa gran cita con la mayoría de la población las posibilidades de una alternativa real se disolverán por un tiempo muy largo. A las citas históricas no se puede faltar pero a ellas hay que ir decididos y con ilusión, de frente  y sin artimañas, porque, como la ocasión y al contrario que el cartero, no suelen pasar a nuestro lado dos veces.

martes, 10 de junio de 2014

Centro menguante

Francisco José Martínez - El Faro Crítico

Si algo ha quedado claro en las últimas elecciones al parlamento europeo ha sido la grave erosión que el centrismo, en sus tres versiones, conservador, liberal y (mal llamada) socialdemócrata, ha sufrido. El también mal llamado euroescepticismo, que en su inmensa mayoría es la denuncia del déficit democrático que aqueja a la UE desde su fundación unida a una crítica de la política de recortes del estado de bienestar que ha sido la base del consenso social que ha reinado en Europa desde la postguerra, ha crecido también en todas sus versiones, de izquierda y de derechas.

Lo que parece estarse agotando es una noción simplemente mercantil y además neoliberal de Europa. Los avances hacia una mayor integración política y social están estancados y el poder real lo detentan unos tecnócratas no elegidos que se pliegan a las exigencias de los mercados vaciando de contenido la política y la democracia. Los gobiernos elegidos democráticamente obedecen a imperativos exteriores que les hacen ir contra su propia ciudadanía.

Mientras que Europa era una madre nutricia que con sus fondos generosos cubría las deficiencias de los estados miembros el déficit democrático era sentido solo por los politólogos y algunos partidos de izquierda. Pero cuando de Europa no vienen ya fondos sino imperativos de austeridad forzada y selectiva y de recortes sin tasa, el déficit democrático se ha hecho palpable e insoportable  para toda la población europea.
Dada que la redistribución se sitúa en el nivel de los Estados miembros y que el margen de maniobra de estos cada vez es más estrecho, se hace visible de manera creciente la pérdida de poder de los gobiernos, Por ello, hay que entender a los euroescépticos de derechas, no tanto por sus  rasgos xenófobos a pesar de la importancia de esto sino como intentos de resistir a ese abandono paulatino de la soberanía nacional en manos de tecnócratas no elegidos e incontrolables. Tanto los votantes de Le Pen como los euroescépticos ingleses y alemanes lo que rechazan fundamentalmente es la pérdida de soberanía que se delega en poderes externos.

Si no se puede calificar simplemente de euroescépticos a los críticos de derechas del actual proceso de estructuración económica que no política de la UE menos se puede aplicar este calificativo a los que desde la izquierda no queremos menos sino más Europa, pero una Europa cohesionada políticamente , con una política social , fiscal y económica común, así como con una política exterior y de defensa coordinada de forma independiente y liberada de las constricciones derivadas del atlantismo y de la pertenencia a la OTAN. Una potencia europea con un protagonismo en la esfera exterior en colaboración con todos los países , una defensa de los derechos humanos  y una colaboración no subordinada con los Estados Unidos en el mantenimiento de la paz y la cooperación internacionales.

De todas formas este deterioro del centro sólo será beneficioso si la izquierda es capaz de atraerse no tanto a los partidos socialistas como a sus votantes buscando ampliar el frente de izquierdas en dirección a un frente ciudadano y democrático que pueda integrar a personas incluso del centro político. Los cambios que se hacen imprescindibles en España y en Europa no se pueden llevar a cabo sólo por la izquierda transformadora, sino que es precisa una apertura al centro izquierda de los partidos socialistas y verdes e incluso hacia el centro político propiamente dicho. La trasformación será de mayorías amplias o no será.  Y además esa amplia alianza tiene que tener una dimensión europea porque igual que no fue posible el socialismo en un  solo país, ahora tampoco es posible la socialdemocracia en un solo país, entendiendo por socialdemocracia el control político del desarrollo económico con un amplio sector público, unos servicios sociales potentes, una política fiscal radicalmente redistributiva y una política de paz y cooperación en la esfera internacional.


Los cambios recientes relacionados con la erosión del centro y del bipartidismo que lo encarna son una buena noticia, pero queda una tarea muy grande por hacer y esa tarea hay que afrontarla sin triunfalismo pero también sin pesimismo. Algo ha comenzado a moverse, se trata de impulsar el movimiento, de no detenerlo y de evitar que gire en el vacío.