Francisco José Martínez - El Faro Crítico
Si algo ha quedado claro en las últimas elecciones al
parlamento europeo ha sido la grave erosión que el centrismo, en sus tres
versiones, conservador, liberal y (mal llamada) socialdemócrata, ha sufrido. El
también mal llamado euroescepticismo, que en su inmensa mayoría es la denuncia
del déficit democrático que aqueja a la UE desde su fundación unida a una
crítica de la política de recortes del estado de bienestar que ha sido la base
del consenso social que ha reinado en Europa desde la postguerra, ha crecido
también en todas sus versiones, de izquierda y de derechas.
Lo que parece estarse agotando es una noción simplemente
mercantil y además neoliberal de Europa. Los avances hacia una mayor integración
política y social están estancados y el poder real lo detentan unos tecnócratas
no elegidos que se pliegan a las exigencias de los mercados vaciando de
contenido la política y la democracia. Los gobiernos elegidos democráticamente
obedecen a imperativos exteriores que les hacen ir contra su propia
ciudadanía.
Mientras que Europa era una madre nutricia que con sus fondos
generosos cubría las deficiencias de los estados miembros el déficit democrático
era sentido solo por los politólogos y algunos partidos de izquierda. Pero
cuando de Europa no vienen ya fondos sino imperativos de austeridad forzada y
selectiva y de recortes sin tasa, el déficit democrático se ha hecho palpable e
insoportable para toda la población europea.
Dada que la redistribución se sitúa en el nivel de los
Estados miembros y que el margen de maniobra de estos cada vez es más estrecho,
se hace visible de manera creciente la pérdida de poder de los gobiernos, Por
ello, hay que entender a los euroescépticos de derechas, no tanto por sus
rasgos xenófobos a pesar de la importancia de esto sino como intentos de
resistir a ese abandono paulatino de la soberanía nacional en manos de
tecnócratas no elegidos e incontrolables. Tanto los votantes de Le Pen como los
euroescépticos ingleses y alemanes lo que rechazan fundamentalmente es la
pérdida de soberanía que se delega en poderes externos.
Si no se puede calificar simplemente de euroescépticos a los
críticos de derechas del actual proceso de estructuración económica que no
política de la UE menos se puede aplicar este calificativo a los que desde la
izquierda no queremos menos sino más Europa, pero una Europa cohesionada
políticamente , con una política social , fiscal y económica común, así como con
una política exterior y de defensa coordinada de forma independiente y liberada
de las constricciones derivadas del atlantismo y de la pertenencia a la OTAN.
Una potencia europea con un protagonismo en la esfera exterior en colaboración
con todos los países , una defensa de los derechos humanos y una colaboración
no subordinada con los Estados Unidos en el mantenimiento de la paz y la
cooperación internacionales.
De todas formas este deterioro del centro sólo será
beneficioso si la izquierda es capaz de atraerse no tanto a los partidos
socialistas como a sus votantes buscando ampliar el frente de izquierdas en
dirección a un frente ciudadano y democrático que pueda integrar a personas
incluso del centro político. Los cambios que se hacen imprescindibles en España
y en Europa no se pueden llevar a cabo sólo por la izquierda transformadora,
sino que es precisa una apertura al centro izquierda de los partidos socialistas
y verdes e incluso hacia el centro político propiamente dicho. La trasformación
será de mayorías amplias o no será. Y además esa amplia alianza tiene que tener
una dimensión europea porque igual que no fue posible el socialismo en un solo
país, ahora tampoco es posible la socialdemocracia en un solo país, entendiendo
por socialdemocracia el control político del desarrollo económico con un amplio
sector público, unos servicios sociales potentes, una política fiscal
radicalmente redistributiva y una política de paz y cooperación en la esfera
internacional.
Los cambios recientes relacionados con la erosión del centro
y del bipartidismo que lo encarna son una buena noticia, pero queda una tarea
muy grande por hacer y esa tarea hay que afrontarla sin triunfalismo pero
también sin pesimismo. Algo ha comenzado a moverse, se trata de impulsar el
movimiento, de no detenerlo y de evitar que gire en el vacío.
1 comentario:
Jose Luis dice: Mientras las clases populares, los trabajadores, comulguen con la ideología SocialDemócrata, los intentos para acabar con el sistema de explotación, con el capitalismo, serán imposibles. Intentar conservar y restaurar continuamente este consenso respecto al modelo de éxito de clase media, que ya no es posible para amplias capas de la población, creo que es un error en estos momentos. El vaciamiento del centro político que parece apuntarse en las últimas elecciones europeas, apunta en esa dirección y tiene sus riesgos, pero nutre las posiciones más anticapitalistas. Se podría estar abriendo un horizonte más conflictivo, pero con más oportunidades para un cambio profundo. La SocialDemocracia siempre ha tenido un papel contrarevolucionario, pero esta vez, creo que sus esfuerzos por restaurar el binomio "Capitalismo + Estado Social" que permitía una opulenta clase media en Europa, van a ser estériles. Desde mi punto de vista, es eso precisamente lo que se ha roto definitivamente. Necesitamos transformaciones en el modelo, y no reformas. Europa quiso participar en la orgía económica que implicaba la globalización y la competencia directa con los chinos a acabado con el modelo Europeo de bienestar.
Gracias por el artículo.
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