Un cuerpo junto a otro, un cuerpo frente a
otro, un cuerpo sobre otro y para otro, un cuerpo en otro,
un cuerpo de otro, no podrían asumirse sin confusión como cuerpos que
leen, son leídos y también, en ocasiones, manifiestan su propia e
irreductible ilegibilidad, si la apertura del intervalo de
legibilidad/ilegibilidad de las configuraciones corporales de confrontación y
apropiación posicionadas en el borde de las unidades relacionales del uno y el
otro de los cuerpos, es decir, la corporalidad, no deviniese abierta
creativamente en lo anomal.
Devenir animal, devenir mujer, devenir. Dar lugar
al modo de relación en pluralidad de la banda y la manada. Y no dejar de ser
minoría no-cuantitativa. ¿Posicionarse en la arruga y el pliegue?, ¿ansiar el
corte, lo áspero y el desgarro? No. ¿Ampliar entonces el espectro base de
de-cisión?, ¿incluir más? Desde luego tampoco. Ni converger, ni diverger, ni
unirse, ni separarse, sino, más bien, respectivizar la diferencia soberana
desde la transformación diferencial. Crear en la linde de la de-cisión
ético-política. Conservar exponenciando los lenguajes creativos-artísticos.
Pero despacio, primero miremos cara a cara a los paradigmas
míticos que realizan nuestras culturas en torno al cuerpo. Situémoslos tal y
como son para que no vuelvan a ser tal. Comencemos con la rostridad y
sus paisajes. No faltan herramientas, estrategias ni dispositivos comprensivos.
Sólo es necesario leer pues pertenecemos ya a una tradición que desea pensar de
otro modo.
Pues si un cuerpo no es mercancía, ¿qué es un cuerpo?, ¿cómo
son los cuerpos?, ¿en qué medida aquello no reducible a cuerpo sin embargo sí
se conecta de algún modo con ellos? Vayamos viéndolo...
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