martes, 21 de septiembre de 2010

Territorismo

por JOSE LUIS MANCHÓN - "El Faro Crítico"
Metástasis urbanística - Rivas VaciaMadrid
Es un hecho, que estamos inmersos en un proceso global de Urbanización del mundo (1). Es fácil percibirlo, visitando las cada vez más extensas periferias de muchas de las grandes aglomeraciones urbanas, donde el campo ha pasado a asemejarse a un archipiélago fragmentando dentro del mar de hormigón, y las ciudades han perdido su afuera, para convertirse en un continuo.

Lo esencial de porqué se está produciendo esta depredación ingente del territorio, no ha sido aún suficientemente pensado. Las proporciones de las desastrosas consecuencias económicas, medioambientales y sociales del proceso, han copado la reflexión sobre el problema y no han permitido entender, que el sistema capitalista en su conjunto, estaba utilizando la irreversibilidad del urbanismo para fijar materialmente un modelo único de vida.

La implantación del modelo de ciudad desparramada de tipo anglosajón (2), sobre el cual ha cabalgado el gigantesco negocio de la especulación urbanística que se ha dado en nuestro país en los últimos diez años, y que ha sido un proceso muy agresivo con el medio ambiente, con la cultura y con la arquitectura tradicional de este país, es el modelo elegido, como exportable a todo el planeta. Su implementación acelerada y salvaje, se sitúa además, en el origen de la profunda crisis económica actual. Si el urbanismo es el espejo de una civilización, su moderno reflejo nos trae imágenes de exceso, explotación y desigualdad. Como explica el antropólogo, Manuel Delgado, en La ciudad mentirosa. Fraude y miseria del ‘modelo Barcelona’, la desigualdad en la urbe capitalista, no es un accidente, sino el elemento consustancial que permite hacer de ella un factor de enriquecimiento de una minoría a costa del trabajo y de la miseria de una inmensa mayoría.

El “Territorismo”, es un proceso orientado a la dominación, por alienación (3) de la población, a través de la imposición material de un modelo urbanístico uniforme, con gran capacidad de aniquilación de territorio y sobredeterminación de formas de vida. Se ejerce exclusivamente desde el poder -solo los grandes capitales tienen capacidad para financiar grandes proyectos urbanísticos- y simboliza una proyección en el territorio muy determinada, de un modelo de ciudad dispersa, radicalmente alejado de cualquier vocación de satisfacción a una supuesta demanda social. Creación de una segunda naturaleza de tipo urbano, orientada a la legitimación del poder que la impuso, a través de la marginación ó exclusión directa de determinados usos y costumbres asociados al “Lugar”, y la magnificación de un modelo de vida orientado al consumo y al trabajo, que solo se puede dar de una forma tan normalizada, en estos prefabricados ambientes. Pensar el proceso de urbanización del mundo, desde el punto de vista de la “Dominación”, desvela de repente al pensamiento la dimensión ideológica de un proceso, que persigue la parálisis creativa de los pueblos.

La alianza del poder privado con lo público, a través de las áreas de urbanismo institucionales, para expoliar un recurso común como es el territorio, es un acto de barbarie. Por esta razón, la tramitación administrativa de los planes urbanísticos y de las grandes infraestructuras de comunicación, se suelen realizar en nuestras democracias representativas, con la máxima discreción. El objetivo es eliminar, toda posibilidad de interferencia ciudadana en el trámite, ya que el lugareño tiene mucho que perder y casi nada que ganar, en estos procesos depredadores de “Lugares”. Este sistema de decisión, como combinación de los intereses del mercado liberal y la democracia representativa, sería un claro ejemplo de lo que Toni Negri ha venido a denominar “El Imperio”. Los intereses económicos privados, quedan unidos así a los del político, que ve colmados sus deseos de transformación, de una forma espectacular, cómoda y, en demasiados casos, personalmente lucrativa. El viajero percibe esta realidad con perplejidad, ante la visión de los nuevos barrios, que aparecen de pronto en el horizonte, como surgidos de la nada.

El “Territorismo” es el camino hacia el subdesarrollo, de la mano del crecimiento ilimitado postulado por la sobremodernidad (4).




1 La destrucción del modelo de ciudad mediterranea


Lo único que parece eterno en la epocalidad que nos ha tocado vivir, es el desbordamiento al infinito de la actividad económica de sobre-explotación y sobre-producción. El fin de esta actividad acelerada parece estar en ella misma, y al galope de la codicia, va dejando una estela de destrucción muy difícil de asimilar. Este modelo de crecimiento ha torpedeado a la ciudad mediterránea en nuestro país.

La ciudad mediterránea entraría en lo que se ha venido a denominar “Conjuntos Arquitectónicos Orgánicos”. Ciudades levantadas lentamente, en muchos casos por los propios “lugareños”, integradas eficientemente en su entorno medioambiental inmediato, y adaptadas completamente a las características y necesidades de sus pobladores. Son como bulbos que de pronto maduran en algún cruce de la estructura rizomática que representa el conjunto de caminos vecinales que articula un territorio. Las ciudades mediterráneas han sido y son, complejos urbanísticos a escala humana, con espacios dirigidos al encuentro social, como las plazas, donde la ciudad muestra su sentido más aristotélico: “La vida buena que solo puede darse en común”. Históricamente, las formas de vida de las ciudades han sido condicionadas por su arquitectura y su trazado urbanístico, determinando en cierta medida, la forma de comprensión de la realidad, y en que condiciones se produce la relación entre sus habitantes o que formas de relación son excluidas.

La ciudad de estilo mediterráneo está en crisis. En España, y en otras partes del mundo, las grandes fortunas quisieron explorar en la última década, las posibilidades de negocio que abría, el deseo de propiedad del proletario respecto a la vivienda. La respuesta fue generosa, y el poder económico y político se alió para contarnos, a través del lienzo en blanco del “Territorio”, una historia demasiado repetitiva de mutilación, destrucción, prepotencia, engaño y corrupción. La metástasis urbanística que estamos viviendo como parte de un proceso global de “Urbanización del mundo” ha dado lugar al encuentro físico de muchas ciudades y a la eliminación del afuera, quedando el entramado urbano como un continuo asfixiante, sin posibilidad de fuga. Nuestras ciudades, como cuerpos orgánicos, se desintegran, y sus habitantes también, al perder la identidad conformada a través de las relaciones que propiciaba este singular entramado urbanístico.


1.1 Aniquilación “Horizontal” de la ciudad mediterránea


La ciudad mediterránea es un núcleo compacto, en altura, que propicia el encuentro social y comunitario, entre sus habitantes, y que responde a un “Ethos” que ha predominado en sus calles a través de sucesivas generaciones de ciudadanos que la han habitado. También es un ejemplo de economicidad en el aprovechamiento de recursos, que tiene muy en cuenta la capacidad de carga del ecosistema sobre el cual se asienta. Es en definitiva, un modelo demasiado sospechoso y poco rentable, como para que los grupos de poder asentados sobre las bases del capitalismo, no deseen imponer en este espacio, ciertas “mejoras”. Mejoras que, utilizando criterios de dominación y de maximización de la plusvalía, se van a acometer en dos tiempos.



El modelo anglosajón de ciudad desparramada, es el que proyecta más fielmente sobre el terreno, la ideología capitalista de sobreproducción industrial ordenada a través de una cadena de montaje. Es un modelo repetitivo y planificado a través de un tipo de dibujo técnico, donde el cuadrado y el rectángulo son soberanos. Con un alto consumo de suelo, materiales y energía derivado de la implantación de un modelo de ciudad orientado a la motorización, sus habitantes pasan a vivir en el tránsito. Es un espacio de proyección ideológica, donde el aislamiento y el individualismo representado por la vivienda unifamiliar, adquiere relevancia en detrimento de los pisos en altura y los espacios públicos. Es el espacio encomendado a los promotores, constructores, urbanistas, políticos y arquitectos, que recibirán pingües beneficios como pago a su colaboración en la transformación del mundo en un continuo urbanizado.

1.1.1.1 Del Lugar a la Mercancía


El “Lugar” antropológico es definido por Marc Augé como lugar de encuentro, de cruce, un lugar de identidad, relacional e histórico. Pueden ser itinerarios que pasan y recorren distintos lugares de reunión, caminos que conducen de un lugar a otro en los cuales los individuos se reconocen dentro de un espacio que le es propio; encrucijadas donde los hombres se citan; lugares de reunión como los mercados, ciertas plazas, ciertas calles, siempre las mismas. La ciudad Mediterránea tradicional, es sin lugar a dudas, un “Lugar”.

Para que un “Lugar” se convierta en mercancía, es necesario negar el valor -social, histórico, ambiental- que contiene en si mismo, desplazándolo. Este nuevo emplazamiento del valor se llama “Valor de intercambio”. Considerando que el “Lugar” puede ser considerado también, como una obra de arte, es precisamente esta apreciación valiosa, lo primero que negará la operación de mercantilización del “Lugar”. Lo que se pone en venta precisamente, no es el lugar en si, sino su aniquilación como condición de posibilidad de que se pueda dar el proceso de urbanización.

Este primer paso es discreto, y conlleva en muchas ocasiones la preparación del terreno, eliminando ó desvirtuando todo aquello que pudiera considerarse digno de protección, para no poner en peligro la totalidad del proceso.


1.1.1.2 De la Mercancía al Matema.


Una vez que el “Lugar” ha sido adquirido para la “Ordenación de su Territorio”, empieza la transformación. Materialmente, mientras transcurre este proceso, no ocurre nada aparentemente, pero poco a poco al “Lugar”, se le va a imponer desde un despacho, un nuevo modo de ser, una nueva esencia; un Matema (5).

El “Matema” va a ser el responsable de matar al “Lugar”. La intuición poética necesaria para crear un sitio acogedor y confortable, está exiliada en los estudios de planificación urbanística. El Urbanista, este especialista de la sobremodernidad, representa la usurpación del derecho de un pueblo, para participar en el diseño y construcción de su ciudad y su hogar, que en este caso va a realizar un especialista en nombre de una idea matematizante de orden. Es un gran depredador de la multiplicidad y su “Pulsión de muerte” respecto al desorden visual, lo va a poner a disposición del impulso de homogeneización del poder capitalista. El urbanista percibe como sublime, la belleza de una retícula cuadriculada proyectada sobre la extensión espacial que considera caótica. No es una estructura cualquiera, ya que es precisamente la que permite el máximo aprovechamiento, y por lo tanto la máxima explotación. La fabricación de ciudades, con las misma insensibilidad con que una máquina fábrica cualquier artefacto es, sin lugar a dudas, un atentado contra la sociedad civil como fuerza creativa.

El afuera de la ciudad va a ser renombrado numéricamente y posteriormente segmentado en figuras geométricas a través del tiralíneas. El “Lugar” pasa a ser representado en el papel como un mapa en blanco a escala, sin relieve y sin historia, donde se proyectará a través de la línea recta, un escenario “espectacular” de vida. Un simulacro de “Lugar”.

1.1.1.3 Del Matema al Solar


El modelo ideal platónico ya está diseñado sobre el papel, y el papel, como pura potencia que es, lo soporta. Lo primero que habrá que hacer en el terreno, por lo tanto, será “Desterritorializarlo”. Será necesario lijar la superficie, dejarla lisa e indiferente, para luego poder proyectar el modelo. Las escavadoras dejarán tras un laborioso trabajo, un “Solar”.

La palabra “Solar” evoca soledad, desolación, melancolía y desconsuelo, pero sobre todo, vacío. Es la antesala a la conformación de un espacio que será ocupado por una población muy específica. Son los individuos aislados todo-modernos, condenados a vagar y no morar. El solar también refleja un estado; el de la espera resignada ante lo inevitable.



El vacío pide siempre ser rellenado, pero esta vez, el relleno será pura mercancía. Habrá que nombrar de una forma históricamente evocadora y con algún matiz que implique nobleza, a la futura urbanización, para intentar dar un sentido al sin-sentido.

El solar se convertirá en una ciudad dormitorio o una urbanización de segunda residencia. Estará iluminada uniformemente, circunvalada por una autopista, contendrá zonas verdes con columpios de pvc y buenos accesos a los macro-centros comerciales. Un “No Lugar” habitado por nómadas-sedentarios motorizados, cuya vida transcurre en un continuo desplazamiento ordenado y monótono.

Marc Augé, cuando definió el término “No Lugar”, no incluyó estas estructuras en su definición. Quizás porque no cayó en la cuenta, que la ciudad dormitorio de tipo residencial es un sitio de tránsito, para los refugiados del trabajo. La estancia nocturna en la ciudad se convierte en una parte más del continuo desplazamiento entre “No-Lugares” que constituye la vida tipo del moderno urbanita.

La creación de estos espacios son un atentado al espíritu original de la ciudad tan grave como lo fue en su tiempo, la creación las zonas de descanso llamadas slums (6) en los suburbios industriales del siglo XIX. El hacinamiento, lo cuadriculado del diseño, el carácter muy marcado de almacén de mano de obra y el destrozo del medio natural, son los nexos comunes entre aquellas y estas aglomeraciones, que lo que buscan es un rendimiento económico del suelo y a la vez, colocar estratégicamente a la mano de obra, para que se oriente de una forma casi natural, al consumo, al trabajo y al transporte. La disciplina y el control a través de la subdivisión de las clases sociales, cada una en su barrio; de las familias, cada una en su casa; y de los individuos, cada uno en su habitación, reproduce una organización departamental muy utilizada en los centros de producción. La disposición espacial de la ciudad se convierte así, en un sutil sistema de auto-control.

Las urbanizaciones modernas tienen algo de fantasmagórico, de simulacro de ciudad, de falso. Han sido planificadas y no responden a necesidades reales de una población, que hasta hace muy poco, era soberana en la configuración de los lugares donde vivían; actividad de la que se apropiaron los actores que confluyen actualmente en el planeamiento urbanístico. La producción de sentido que debería emanar de estos emplazamientos, debe ser fabricada. Todo un aparato publicitario intentará legitimar una estética bizarra, normalizándola a través de su inclusión en la representación del modelo de éxito de la sociedad. Como toda producción de sentido con calado social, se convertirá en el espejo donde los miembros del sistema intentarán reconocerse, por todos lo medios posibles.

El “No Lugar” existe, pero no configurará ningún tipo de sociedad orgánica. Es sitio de paso de un tránsito de tipo nihilista. Un movimiento iterativo de idas y venidas, donde la permanencia tiene vocación de curva-fuga infinita.


1.1.2 Segundo tiempo: La implosión urbanística de las ciudades y la destrucción del adentro a través de la sustitución del casco-histórico.


El crecimiento en extensión es sencillo, ya que se realiza a través de los lugares rurales, en un terreno que no ofrece resistencias a la configuración de cualquier tipo de diseño urbanístico.

La modernización de los centros históricos a través de su demolición, sigue otra lógica, ya que es un proceso más lento, y mucho más lastrado por la multiplicidad de intereses que confluyen. En todo caso, la dominación ideológica del modelo de vivienda de tipo anglosajón, mercantilizado a través de la propaganda, y por otra parte, el fenómeno simultaneo de desprecio por lo viejo y de apertura a la novedad, condena sistemáticamente al casco histórico de nuestras ciudades no monumentales, a su decadencia.



Las generaciones que han sido educadas en la sobremodernidad, se acercan a lo antiguo con una mezcla de curiosidad turística y extrañamiento, respecto a que este tipo de “arcaicas” producciones artísticas tuvieran algo que ver con ellos. Aunque para muchos, gran parte de su infancia probablemente ha transcurrido en el interior de alguna casa baja a pie de calle, o en un pequeño edificio de pisos, estas viviendas no se encuentran dentro de su colección de deseos impuestos. La consecuencia de este planteamiento es el abandono por los jóvenes del casco histórico, y la creación de un cinturón urbanístico de nueva construcción a su alrededor. En esta periferia es donde los jóvenes auto-desheredados de la ciudad antigua se alojan, mientras los centros históricos se asfixian, rodeados por una muralla que suena al hueco de los muros de pladur (7).

1.1.2.2 De centro histórico a ruina.


Si el centro histórico no es lo suficientemente singular como para tener la posibilidad por si solo de generar rentabilidades turísticas, comenzará un proceso de decadencia que será tolerado por los poderes públicos, incapaces en muchos casos de reunir simultáneamente en sus expectativas para la ciudad, presente, pasado y futuro.

Cuando “La Resistencia”, conformada por una manada de ancianos empeñados en encalar sus casas, arreglar los desconchones y regar las macetas, se rinde ante el Mobbing inmobiliario (8) ó da con sus huesos en el nuevo cementerio, entonces el descuido y las expectativas de negocio finalmente se adueñan del lugar, y empiezan los derribos.

1.1.2.3 La sustitución del casco histórico, y su conformación como No-Lugar.


Los edificios nuevos, irrumpen en el centro histórico, como si fueran transplantes insensibles al “Lugar” donde se insertan. Traen la sobremodernidad al mismo centro de la ciudad, y son la causa directa de que finalmente, los antiguos modos de vida, desaparezcan. El trazado de las calles se mantiene, pero la ciudad se transforma, y el frescor de los antiguos interiores, es sustituido por el inodoro hormigón y su sonido; el del aire acondicionado. El espíritu de la ciudad cambia a través de los nuevos criterios estéticos. La plaza pública se convierte en un parking subterráneo, y las luces de neón incrustadas en el suelo, simulan una pista de despegue. El corazón de la ciudad antigua, se para, y es sustituido por un corazón artificial, enganchado a un marcapasos.

La razón por la cual es posible esta operación, sin provocar grandes protestas, es por su naturaleza “Espectacular”. Lo moderno aparece aquí, cargado de su propia propaganda auto-elogiosa, que provoca en la mayoría una aceptación pasiva de lo que viene impuesto, sin posibilidad de réplica.

1.2 Aniquilación “Vertical” de la ciudad mediterránea
El aire es un espacio por conquistar. Nos pertenece a todos, y por lo tanto, cualquiera puede apropiarse de él. Una vez que se adquiere una porción de terreno, la columna de aire que descansa sobre la parcela, se convierte en el cielo privado del propietario recién estrenado.



La sobremodernidad tiene un modo de ser que podríamos nombrar con una sola palabra, “Exceso”. El proyecto por antonomasia donde se materializa la vanidad del poderoso es, sin lugar a dudas, el rascacielos. El rascacielos representa un proyecto de opresión psicológica de la población, a través del arrojamiento de la escala humana a la diminuta insignificancia. El Capital financiero, gran promotor de estos edificios, muestra al mundo el “Totalitarismo” al que aspira una voluntad de poder muy específica, que quiere cambiar radicalmente la forma del mundo a su imagen, para que así, le guarde servidumbre .

Tener la posibilidad de transformar el SkyLine de una ciudad a través de un conjunto de “Penes” que amenazan continuamente con penetrar las nubes, y llegar hasta allí donde el cielo cristiano ubica a la divinidad, es un ideal estético bastante difundido entre los poderosos que ansían la gloria que la historia reserva, para los autores de proyectos de proporciones faraónicas. La costosa ejecución de la construcción de un rascacielos, y los desafíos que plantea, es traducida por la ciudadanía, como un mensaje de fuerza, capacidad de organización, poderío económico y voluntad de poder; también por una especie de violencia. Una vez terminado, su imponente figura recubierta por vidrio tintado, lanza un mensaje de superioridad y opacidad a toda la ciudad, generando un sentimiento de insignificancia e incluso, opresión, entre aquellos que no tuvieron nada que ver con su diseño y posterior construcción. El rascacielos sobre-moderniza la ciudad, dotándola de un espacio inflamado, sobredimensionado, ineficiente e inseguro, que se fuga de la cotidianeidad con su elevación respecto al suelo. Cotidianidad que siente ahora extrañamiento respecto a una figura entre demoníaca y paternalista, que representa simbólicamente y de una forma extrema, la tensión entre la tradición y la modernidad.

Los grandes rascacielos, aunque en un principio no se complementan con la ciudad en la cual se insertan, se acaban convirtiendo en iconos, y la ciudad empieza a reconocerse a través de sus elevados edificios en todas las guías turísticas. Abandona definitivamente la escala humana, y se deshumaniza.

2 El sujeto del NO-Lugar: el inhabitante
Al inhabitante (9) es difícil ubicarle, ya que casi siempre, se encuentra en tránsito. La sobremodernidad ha convertido en nómadas a sus hijos, y ya no moran allí donde se encuentran, ya que siempre están en movimiento, desplazándose hacia otro “No Lugar”, en una nihilista búsqueda de la felicidad prometida.

El modelo de vida normalizada propuesto a este sujeto, se asienta sobre tres ejes: Vivienda en zona residencial, trabajo en un parque empresarial bien comunicado por grandes vías de comunicación y ocio vinculado al consumo en el centro comercial. La dificultad de la modernidad para definir espacios públicos en las ciudades producidas industrialmente, tiene como consecuencia la perdida de su inteligibilidad como un “Lugar” habitado por una colectividad, y la imposibilidad de que se plasmen valores colectivos en su configuración. Es el sitio perfecto para que se desarrolle el individuo sin tiempo, aislado e individualista postulado por el sistema Capitalista, que es aquél derivado de un lenguaje político únicamente centrado en la preservación de las libertades individuales, necesarias para legitimar sobre todo, el derecho al consumo ilimitado. La ciudad se convierte así en una trampa donde la dimensión hospitalaria de lo gratuito es marginal o inexistente.

El “Inhabitante” considera a la ciudad como un mal necesario y desconfía de ella lanzando miradas furtivas y huidizas, a sus vecinos. La ciudad no tiene nada que ver con su intimidad, y se comporta ante ella como un espectador pasivo. La casa se cierra hacia sus usos interiores y sus puertas se blindan como un acto de defensa respecto al espacio público que representa la calle. La tristeza que exhiben estas grandes extensiones urbanísticas tiene que ver con un modo de ser de la ciudad que es despreciable, hasta para el que las habita.

El “Inhabitante” se relaciona de forma pseudo-comunitaria, con sus vecinos, a través de la gran superficie comercial. Las grandes marcas comerciales se han apropiado del vacío de lo público, dejado por este tipo de urbanismo, y han diseñado zonas comerciales inmensas, que reproducen ficciones de entramados urbanos de calles y plazas, para acompañar el simulacro de exótico paseo que realiza el ocioso consumidor. Muere el pequeño comercio en los céntricos cascos, y la actividad comercial se desplaza al ambiente techado y periférico del centro comercial. Lo público se privatiza y se convierte en zona de consumo.

En todo caso, el “Inhabitante” está íntimamente ligado al sitio, a través de una relación fantasmal. Su casa es una mercancía que se revaloriza, y cuya estructura material solo será reformada, si con los cambios se prevé un mayor valor de intercambio. Su talante huraño e hiper-moderno le delataría como ser marginal en cualquier pequeña ciudad mediterránea viva. Pero aquí, en su chalet con piscina y césped artificial, o en el lujoso apartamento de la planta sesenta y ocho de cualquier rascacielos, ha encontrado su sitio. Su capacidad de compra le asegura una relación normalizada con el entorno, y por lo tanto, satisfactoria.

Estas condiciones de aislamiento son precisamente aquellas, que permiten la paz social por incapacidad de reunión y focalización a la producción. Están en el origen de la soledad derivada de esta nueva forma de masificación urbana. Marc Augé, considera que la sensación de exotismo que experimenta un turista procedente de este tipo de urbes, al visitar determinadas culturas, no es más que un cierto extrañamiento al percibir ausencia de “No Lugares (10)".

El modo de vida que fija el proceso de urbanización capitalista del mundo, es tan irreversible como la propia urbanización.


3 Pérdidas comunes
La planificación de los usos del territorio, en base a intereses que no tienen nada que ver con las formas de vida que ya se desarrollan allí, es una acto de aplastamiento de lo que hay y de sobredeterminación, de lo que venga. Una vez que la ciudad es transformada físicamente a través de una ordenación urbanística de nuevo corte, el proceso se vuelve irreversible. La sobremodernidad se implanta en el “Lugar”, y lo vacía. Se percibe automáticamente en el nuevo y cuadriculado espacio urbano el reflejo de la voluntad de poder de los que aspiran a imponer a toda la globalidad, un único estilo de vida coincidente con aquel que está presente en sus transnacionales campañas publicitarias.

La metástasis de copias de modelos urbanísticos y arquitectónicos idénticos, que atraviesan todo tipo de entornos diferenciales, esconden un intento de homogeneización en beneficio de un sistema económico y de poder, que lucha por apropiarse de cualquier dimensión mercantilizable de la realidad. La “Desruralización del mundo” ya sea por el efecto de la urbanización del campo, ó por el efecto de las migraciones del campo a la ciudad, es el síntoma de una apuesta por un “Totalitarismo económico industrial y global” que desea ansiosamente, la hegemonía total. En este sentido, el territorio se conforma como superficie de inscripción donde la planificación urbanística y la arquitectura, relatarán la historia de los que construyen. La de la imposición de un modelo que estratégicamente impide, desde la propia materia, la posibilidad de que alguna vez se pueda dar otro paradigma.

El no reconocimiento por parte de la sociedad civil, ebria de modernidad, de la enorme importancia que está teniendo la destrucción indiscriminada de nuestros “Lugares” históricos y comunes, es un hecho que pone de relieve hasta que punto el aparato propagandístico desplegado, está siendo eficaz en su objetivo de deshumanización del mundo. Deshumanización en el sentido que llamaría Kant “la insociable sociabilidad”; aquella sociabilidad de los que viven juntos, pero cada uno para si mismo.
Bibliografía
- Deyan Sudjic, La arquitectura del Poder, Ariel, 2007
- Varios, V Encuentro de la arquitectura mediterranea, Publicaciones DGM, 2002
- Marc Augé, Los no lugares, Gedisa, 1992
- Marc Augé, El oficio de antropologo, Gedisa, 2007
- Marc Augé, Porqué vivimos, Gedisa, 2004

1. Según la ONU en un informe reciente, cerca del 70 por ciento de la población mundial vivirá en ciudades o áreas urbanas en 2050, comparado con el 49 por ciento que lo hace en 2010.

2. La ciudad desparramada ó difusa, de tipo anglosajón, es una ciudad sin límites, que se difumina ocupando un área muy extensa de territorio. Con alto impacto en consumo del suelo, de energía y materiales, las complejas redes de transporte de alta capacidad, articulan el conjunto.


3. La alienación o enajenación es el fenómeno de suprimir la personalidad, desposeer al individuo de su personalidad o deshacer la personalidad del individuo, controlando y anulando su libre albedrío, para hacer a la persona dependiente de lo dictado por otra persona u organización. El alienado permanece dentro de sí, ensimismado por su desorientación social. Directamente relacionado con la manipulación social, la aniquilación cultural, la dominación política y la opresión de la persona o colectivo alienado.

4. La sobremodernidad (del francés surmodernité) o, según el autor, hipermodernidad (del francés hypermodernité) es un concepto acuñado por el antropólogo francés Marc Augé para referirse a la aceleración de todos los factores constitutivos de la modernidad, del siglo XVIII y XIX. En la sobremodernidad, se tiene una relación nueva con los espacios del planeta, y una individualización nueva. También se conocen tantos acontecimientos a través de la televisión, y de los medios de información en general, que tenemos la sensación de estar dentro de la Historia sin poder controlarla. Es decir, se desarrolla a la vez una ideología del presente –porque el pasado se va muy rápidamente y el futuro no se imagina-, y este presente está siempre cambiando.

5. El término matema designa un concepto introducido en 1971 por Jacques Lacan para denominar el tipo de formalización con la que algunos conceptos psicoanalíticos centrales podrían ser descritos a través de una notación algebraica. Se trata de fórmulas que representan de manera simbólica los términos de una estructura y las relaciones de sus componentes entre sí.

6. Vocablo inglés que designa en origen, barrios construidos en el siglo XIX en Inglaterra, compuestos por barracas insalubres, sin aireación, donde se hacinaban los obreros, sólo para dormir, ya que por el día no salían de la fábrica. El obrero es utilizado como una herramienta y la barraca-casa es el almacén donde se le deja por la noche para volverle a usar al día siguiente. Aquí las “casas” se distribuyen en alienaciones formando cuadrículas perfectas, pero no porque esa distribución responda a razones lógicas de defensa, como en los campamentos romanos, de eficacia administrativa, como en los trazados coloniales españoles en América, o de estética, como en los trazados helenísticos, sino por razones puramente económicas, ya que así los terrenos parcelados son aprovechados al máximo. Es una cuestión que favorece a los negociantes, parecida a la que hoy mueve a los especuladores a la creación de zonas de descanso en las zonas periféricas de las grandes ciudades.

7. El pladur es uno de los materiales más utilizados en la tabiquería de nueva construcción. Está compuesto por dos hojas de cartón que a modo de sandwich rodean un interior de yeso. Respecto a un muro tradicional de ladrillo, su principal ventaja, es la rapidez de construcción.

8. El acoso ó Mobbing inmobiliario, puede definirse como prácticas antisociales basadas en el acoso y abuso para forzar que alguien se vaya de su casa, independientemente de que ésta sea propia o arrendada.

9. Es un término de Joseph Quetglas que representa una interpretación del verdadero significado del individuo moderno. Un sujeto abstracto, el productor y el producto del trabajo abstracto, la persona de la sociedad del capital, el individuo moderno: Nosotros. El inhabitante de ese mundo moderno, un mundo inhóspito, inhospitalario, en donde las cosas que hay a nuestro alrededor no nos acogen, no permiten que vayamos hacia ellas para apoyarnos.


10. En términos del autor Marc Augé, “Si un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional e histórico, un espacio que no puede definirse ni como espacio de identidad, ni como espacio relacional, ni como histórico, definirá un No Lugar”. “La sobremodernidad es productora de No Lugares, es decir, de espacios que no son lugares antropológicos y que, no integran los lugares antiguos: lugares de memoria”.

domingo, 23 de mayo de 2010

De la imposibilidad física de la política en la mente de un liberal (vivo) y de la existencia de la izquierda en el acuario de los tiburones.

por Andrés Martínez - "El Faro Crítico"
Para empezar propondré una simple premisa, la definición que hace Carl Schmitt de democracia liberal. El jurista alemán caracteriza dicho régimen político como aquel sistema en que se logra la neutralización de lo político mediante su fragmentación. Si la política tiene su origen en la distinción amigo-enemigo, y su referente son las variables intensidades de la guerra (a), la democracia liberal buscaría su negación en la asignación de las diferencias al ámbito privado como forma de desactivar posibles conflictos. De esta forma promueve una supuesta pero muy celebrada pluralidad resultado de suavizar los perfiles más afilados de las propuestas en litigio que necesariamente se dan en una comunidad. Se logra una cierta paz provisional, pues previsiblemente lo único que se hace es postergar los choques, a cambio de una banalización de los principios que conforman las posturas. Así, la derrota parcial de cada una de la partes tiene la contraprestación de que ninguna de las opuestas logra un éxito total. Tenemos entonces que, la cuota de entrada al club de la tolerancia democrática exige el precio de la atenuación de las propias posiciones a cambio del desarme del resto de los oponentes. Esta devaluación de los modos de vida puede ser celebrada como la victoria de todos en la que nadie gana. Desde el punto de vista de sus defensores se trataría de una negociación a gran escala en la que la desactivación de las posiciones afectaría teóricamente a todas las opciones políticas por igual, ya que los eventuales contendientes renuncian a la vez a planteamientos y demandas maximalistas. Sin embargo late en su seno un trasfondo de insatisfacción para todas las partes, pues la comunidad se crea de negar de lo que constituye la propia identidad de cada uno de los individuos y grupos que la componen (b). La democracia liberal es la forma de gobierno por la que triunfa el ‘polemos’ como forma de gobierno mediante una escenificación / representación que es su desactivación simultánea; o la superación de los conflictos mediante el procedimiento voluntarista de su abolición sistemática por decreto. ¿Es concebible situación más tensa por insatisfacción acumulada?

Pese a ello, los regímenes democráticos extraen de esta inestable situación una pretensión de ufana totalidad. Se conciben como espacios contenedores neutros que dan cabida todas las posibles posturas legítimas. Expresado de otra forma, afirman, en su inclusividad, colmar hasta el horizonte, el territorio de lo políticamente admisible, de tal forma que no cabe exterioridad a su tolerante dominio. Cualquiera que quiera situarse en las afueras o en sus márgenes se coloca en una situación de alteridad incívica, enferma, culpable… o terrorista. Se da entonces una curiosa paradoja: si la crítica supone dar un paso atrás, un ponerse en un lugar a distancia para poder enjuiciar una situación, entonces una toma de posición externa al orden de las cosas como la que, verbigracia, adopto en este texto es, desde las coordenadas liberales, inmediatamente interpretable como antidemocrática o totalitaria. La fidelidad a una verdad subjetiva que aspire a su universalización propia del militante / partisano, la pasión política es prohibida por la democracia liberal. Es decir, el pronunciamiento que genera contenido político es excluido automáticamente por la regla formal de la sociedad abierta. Esta pretendidamente acogedora, pero a fin de cuentas falsa, tolerancia tiene un coste: el intercambio con una autentica diferencia se bloquea y produce el consiguiente cierre al pensamiento, amputando la vitalidad del propio sistema. En el dominio resultante de sumar las geografías de lo políticamente correcto y, su periferia aledaña, lo políticamente tolerable, se ejerce una operación de ocultamiento de las contradicciones o incluso de su negación sistemática. Ideológicamente su operación emblemática sería declarar la diferencia izquierda / derecha abolida, derivando los temas que deberían centrar el debate publico a operaciones en el imaginario social o discusiones técnicas. Por tanto, el mecanismo de la democracia giraría en torno a un punto ciego...la negación de la política. En la española disponemos de numerosos ejemplos: de cómo nuestro Estado autonómico es un resultado de un aplazamiento del enfrentamiento entre una concepción del país centralista o regionalista; de un cierre en falso de la Dictadura Franquista que todavía se pasean los espectros de la Guerra Civil; o el impasse de impotencia en que han caído los políticos en funciones frente a la actual crisis económica. Este último caso nos lleva al corazón mismo de lo que esta amnesia deliberada pretende ignorar.

No se trata de lo que la democracia liberal vigente deja fuera como indigno de consideración o de lo que no quiere tratar por su potencial capacidad explosiva, sino de lo que no puede ser discutido por constituir su verdadero núcleo: la propiedad privada. Valor supremo indiscutible, es el tabú, lo intangible, el molde que informa la libertad de los propios individuos. En efecto, la definición de democracia como fragmentación de la comunidad política responde a un paradigma de propiedad sobre uno mismo y sus opiniones (c). De este modo estas se viven como pertenencias exclusivas en la esfera de lo privado. Una medida profiláctica para evitar que los modos de vida se proyecten con su potencial virulencia hacia la arena de la res pública. La comunidad de todos es la de nadie: se permiten todas las manifestaciones, pues ninguna puede ser expresada como autentico proyecto político. La condición para hacer uso de la tan cacareada libertad de expresión es la falta absoluta de seriedad. Que el poder permita el debate político solo es bajo la condición de no hablar de política ni del poder. Así, toda la pasión de la política queda transferida al único flujo real: el del dinero. La abstracta fantasmagoría de la actividad económica es el único campo donde se juega algo y ni esta esfera, ni las reglas que la rigen pueden ser sometidas a discusión. En cambio nuestra vida, nuestro tiempo y nuestros principios son mercancías comercializables que flotan en esta almoneda, cuestionadas por su cotización a la baja… el plano de lo político está contenido dentro del mercado y todo lo que en el mercado se encuentra son mercancías. Desde este punto de vista la corrupción de la clase política no sería una excepción, pues responde a la regla del comercio: cada uno debe vender lo que posee...

Se da entonces que la política es rehén de la economía, una esfera dependiente del trafico de capitales, con el agravante de que las autoridades políticas sufren el síndrome de Estocolmo. Pruebas de este aserto pueden ser encontradas en abundancia. Basta con echar un vistazo la manifiesta incapacidad de nuestros gobiernos para atender con mínima eficacia las necesidades materiales que constituyen la justificación del sistema democrático. Tras una grave crisis provocada por malas practicas (un eufemismo) financieras y en ultima instancia debidas a treinta años de desregulación sistemática, proceden al reacomodo de sus gobernados a la situación. Ni pasa por sus cabezas reformular seriamente las reglas del juego económico, o al menos hacerlo seriamente, ni siquiera limitar tímidamente los movimientos del capital que a pasos cada vez más rápidos van minando su capacidad de actuación... tampoco podrían. Uno de los aspectos positivos del momento que atravesamos es el desvelamiento de la inanidad de las democracias actuales. Tampoco es que consuele demasiado.

Por supuesto, la izquierda convencional que cabe en este estado de las cosas, no es, evidentemente, la revolucionaria. Si ocurre que la economía engloba a la política que pasa a ser un momento subordinado a la primera y así deja fuera cualquier planteamiento que no haga del individuo una función mercantil: mano de obra o consumidor. Aceptando estas premisas no hay discusión posible sobre política, pues las precisamente aquello que condiciona nuestros modos de vida queda más allá del ámbito de discusión (d)… y la izquierda se convierte en prisionera de la gestión de las necesidades sin salida posible. Este es un debate que ya se mantuvo en la época de la Segunda Internacional. Los que esperaban producir transformaciones radicales de la sociedad condenaron a la socialdemocracia como una postura que se conformaba con calderilla y postergaba la consecución de sus verdaderos objetivos ‘sine die’. Renunciando a dirigir los ataques de forma radical a los fundamentos del dominio del capitalismo y a la construcción de una sociedad libre, lo más que pudieron conseguir fueron algunas comodidades materiales. Por supuesto, no son despreciables pues somos frágiles criaturas corporales con necesidades físicas, pero tales logros como el tiempo ha demostrado, son cesiones reversibles, que ha entregado un poder sin menoscabo. Los herederos actuales de tal claudicación ya ni siquiera merecen su antigua denominación: sus críticos les conocemos como social-liberales y en dicho termino la parte de sociales es un autentico ejercicio de caridad. Les ha tocado en gracia una misión imposible: hacer compatible el estado del bienestar con la ley del mercado… Puede que la cuadratura del círculo no sea imposible, pero en dos mil quinientos años nadie la ha encontrado. El resultado es que son los testigos, más bien mudos de la demolición a cámara lenta de los beneficios que nos proporcionaba el mundo Occidental.

En paralelo, los sindicatos del mundo desarrollado se dedican a gestionan que la recuperación de la renta cedida por el capitalismo en la época en que tuvo a los regímenes comunistas como alternativa, sea lo menos traumática posible. Social-liberales y sindicatos han asumido principios contrarios a su propia naturaleza y han quedado paralizados por el cortocircuito. Tendría cierta poesía su maldición si no fuésemos nosotros quienes debemos que sufrirla. No merece dedicar más tiempo a la izquierda organizada en partidos y organizaciones sindicales que revolotean en torno a un poder que no pueden ni quieren ejercer. Cabe desear que tan sólo fuesen inocuos.

En tal situación de imposibilidad de incidir sobre el curso de la situación creo que la fragmentación de los movimientos alternativos de izquierda es un error mayúsculo. Si bien, el problema es global y evidentemente la solución, local, los planteamientos de la izquierda radical no llegan a tocarse con el corazón de los problemas que nos aquejan sino que se distraen con sus síntomas.

En primer lugar y como se deriva con bastante facilidad de lo escrito más arriba, la atomización de la izquierda alternativa responde al modelo de fragmentación inconexa de grupos e individuos, que impone el capitalismo como modelo de convivencia. Ante una cultura liberal basada en una anomia abstracta, en la que las diferencias han sido reducidas a mercancía, se da un movimiento de compensación mediante la formación de pseudo-comunidades (d) que rellenen el vacío. La gente busca la protección del sentimiento de pertenencia a colectividades que proporcionen resguardo del gélido ambiente que impera en el mercado. Se pone en marcha entonces, un juego de impostación de identidades grupales que se convierte en el centro de las vidas individuales como posibilidad de relación real. La exacerbación de los pequeños narcisismos como lo étnico, lo regional o lo nacional, la religión o cualquier otra subcultura de elección se une al ‘panem et circenses’ para adquirir una dimensión vital ... o de otra forma, las propiedades privadas de los individuos que intentan escapar a la segregación, reuniéndose en torno a un hobby como punto de encuentro. En esta dinámica podría verse una materialización del ‘principio de Eros’ (e), un posible núcleo de comunidad. Sin embargo todo ello se da dentro de la lógica del Espectáculo: la transferencia de la decisión al plano de la representación. De ahí se genera entonces un negocio, muy rentable, que consiste en proporcionar complementos para la exhibición del propio egotismo para relacionarse a los que sufren la misma enfermedad. Se trata de una evasión tanto de la constitución de una comunidad plena como de la misma posibilidad de actuar en su entorno social. Es decir, al ser proyectados los conflictos políticos en lo cultural los colectivos carecen de proyección social fáctica, a no ser que la moda se confunda con lo político. Pese a tener una orientación política los grupos radicales de izquierda se están vertebrando de forma similar a la descrita más arriba en torno a temas como raza, religión, sexualidad o genero (aunque no sea el caso del ecologismo), y actúan sobre bases análogas a las tribus de la Sociedad del Espectáculo. Hay una dependencia excesiva de la cuestión identitaria, que es resoluble en términos de representatividad. De esta forma las reclamaciones en torno a un hecho diferencial desembocan en debates formulados en los términos que apetece la democracia liberal: discusiones en las que esta jamás es puesta en tela de juicio... E incluso, su énfasis en lo particular genera modelos que pueden ser incorporados al catalogo de modas exhibidas por el liberalismo como demostración de libertad. En resumen, la configuración actual de las pequeñas izquierdas es fragmentaria a imagen y semejanza del sistema al que dicen oponerse, le sirven de propaganda y pierden de vista un proyecto que pueda reunirnos en una autentica comunidad. De hecho, funcionan de forma completamente inversa a la que desearían, al proporcionar modelos e ideas comercializables como mera cosmética (de la cual, probablemente, ellos son las primeras victimas).

En lo que se refiere a la estrategia no se dirigen a un fin verdaderamente político que, en mi opinión, consiste en la búsqueda de lo común: aquello que junta y multiplica, lo que aumenta la potencia de los modos de vida. Es más, traicionan el espíritu propositivo de la política al limitarse a hacer valer tan solo su condición de víctimas. No caminan en una dirección afirmativa sino que se reducen a un movimiento de reacción, meramente negativo. Tan solo esgrimen demandas parciales que deben ser recicladas por el sistema… se conforman con un subsidio, una indemnización, una reforma o algo de visibilidad.

Por motivos tácticos… Puede que las responsabilidades sobre lo que ocurre en el mundo sean absolutamente difusas y no dependan de la voluntad de ningún doctor Mabuse. Incluso puede ser que los que nos quejamos o estamos en contra, de algún modo seamos cómplices. No me interesa buscar culpables, pero lo cierto es que en sus efectos, el capitalismo actúa con una unidad coherente, plena de sentido y con una eficacia – la política es praxis, luego efecto logrado de voluntades y si no, no es política sino sueños - que sería deseable para estos grupos opositores de izquierda. En su lógica de crisis permanente puede extraer beneficio de todo lo que arruina. Vende armas para destruir un país y luego los medios para reconstruirlo. Algún tipo avispado puede llamar a esto deconstrucción. En todo caso, llegados al punto ofrecer resistencia, ninguno de los frentes de oposición parcial es capaz de detener un ápice los procesos de transformación que convierten la destrucción del mundo y de la sociedad en dinero contante y sonante. No pide nada para la colectividad, es decir al limitar sus demandas a casos particulares no llegan a constituirse en puntos que nos podrían reunir.


(a) En ‘Introducción a la guerra civil’, Tiqqun define esta como el libre juego de las distintas formas-de-vida… dentro de las capacidades naturales de un cuerpo esta el ejercicio de la violencia. Al contrario de lo que pretende Hobbes tras la fundación de la sociedad, ningún cuerpo es nunca desarmado definitivamente (Spinoza)… aunque bajo el imperio del biopoder no estemos lejos de quedar definitivamente inermes. Un recomendable ejemplo de una situación de pacifismo límite se describe en la muy recomendable novela de Bernard Wolfe, ‘Limbo’.

(b) En algunos casos, lo que vale para el individuo también sirve para el colectivo. La identidad tiene un funcionamiento similar al del signo lingüístico: surge en red por oposición frente a otros signos. La histérica carrera que se vive en la actualidad por constituir personalidades bien individualizadas mediante ‘gadgets’ o complementos que gentilmente suministra el mercado, puede ser explicada como la proyección de este déficit político llamado democracia liberal a la esfera de la vida personal.

(c) Aquí surge la cuestión del Derecho y los derechos. La regla abstracta que otorga todos los miembros de una sociedad una hipotética potencialidad que no se cumple y la exigencia patética de llenarla de contenidos. El estado de derecho es aquel lugar en el que la proclamación de la posibilidad es la suturación de su realización en la representatividad.

(d) Pues son vicarias, ocasionales.

(e) En el malestar en la cultura Freud opone dos principios, uno agregador, el erótico, que impulsa lo comunitario y otro de muerte, simétrico opuesto.

(f) Una posible definición de política: la creación de exterioridades inmanentes que posibiliten un aumento de la potencia de los cuerpos. Si hay una correlación entre ética y política, una buena praxis de la comunidad debería generar una ampliación de los horizontes vitales. Compárese con la actual situación en la que la sensación de cierre, de callejón sin salida es dominante en el lado del mundo donde se supone que puede elegir.