domingo, 4 de diciembre de 2011

15M La revolución como una de las bellas artes



Este libro no pretende dirigir nada, y menos lo indirigible, no pretende ser conciencia de nada ni de nadie. No pretende imponer unos programas fijos dados de antemano. Este libro sólo pretende dar que pensar, aportar ideas y, sobre todo, dotarnos de espacios, de cuestiones y perspectivas, y de tiempos diversos para que podamos pararnos a pensar sobre aquello que ocurre, sobre el cambio que están viviendo nuestras sociedades y poder aportar a ese cambio, lugares, pues ahora se abre el lugar de nuestra oportunidad.


Somos un grupo heterogéneo que trabajamos desde hace tiempo en imágenes, pensamientos, economías, políticas, investigaciones y acciones conjuntas. El nombre “Faro Crítico” indica que nuestra labor es precisamente la de orientar (no dirigir), la de poder iluminar vagamente los límites y linderos para que los barcos de nuestro mundo sepan que pueden encallar si van más allá de su límite propio, del lugar donde pueden habitar.


Este libro es un conjunto de artículos heterogéneos que enfoca, desde diversas perspectivas el Acontecimiento 15 M; desde la crisis, sin la necesidad de la crisis; desde algunos modos de la postmodernidad, contra una forma capitalista de postmodernidad; desde enfoques históricos, éticos, filosóficos, éticos, físicos, etc.


Un conjunto articulado de análisis de un acontecer que parece articular las diversas izquierdas.


Este libro, en esta situación concreta, no pretende dirigir nada, sí animar a que no desfallezcamos. Quizá en este momento es cuando la crisis puede ser definitiva para cambiar el in-mundo en el cual la sociedad del bienestar nos dejó sumidxs y adormecidxs. Es hora de pensar, es hora de actuar. Juntxs.


Documental sobre "15M La revolución como una de las bellas artes"






Presentación sobre "15M La revolución como una de las bellas artes" en Universidad de Murcia (Junio 2012)
http://tv.um.es/video?id=36481&autoplay


Presentación Sala Triángulo en Madrid (02 de Diciembre de 2011):







Presentación Traficantes de Sueños en Madrid (29 de Diciembre de 2011): 
Escuchar Audio

Entrevista en Tegi:
http://www.tegimedios.com/index.php/tegi-entrevista-a-los-autores-del-15m-la-revolucion-como-una-de-las-bellas-artes.html

Editorial:
http://www.edicionesamargord.com (tienda on-line)
http://www.edicionesamargord.net (blog)

martes, 25 de octubre de 2011

Capítulo cuarto de una serie de relatos autónomos y articulables entre sí

por Jose Luis Diaz Arroyo - "El Faro Crítico"


Por ausencia absoluta de cualquier mínima capacidad de concentración, abandonó los apuntes encima de la cama. Flexionó un poco más las rodillas para oler su propia piel. No le gustó el olor, todavía era demasiado parecido al de Tom. Echar un poco de vaho sobre la superficie y frotar para que reluciera de nuevo ya no era suficiente. Se hacía necesario cambiar el perfume de su vida. Otro detergente, otro suavizante, cambiar también colonia y desodorante. Todos ellos ya no valían, acechaban sus recuerdos demasiado a menudo, con excesiva vehemencia. “Tal vez si me tomo un trago los olores cambien solos”, pensó Greta. Y dio comienzo a la salmodia auto-justificadora que, como cada noche, pretendía apaciguar su conciencia. “Todo es pasajero, yo no tengo culpa de nada”, se dijo y bebió. “Las decisiones nunca son erróneas, hay que avanzar” y bebió de nuevo. “Yo solamente quiero no sufrir y estar bien” y acabó la botella de ron.
Tomó impulso y la silla giró azarosamente hasta toparse con su cama. Encendió la pantalla del ordenador y buscó los restos de Tom. Frente a ellos, habló tal y como su asesor psíquico le había recomendado.

Me preguntas por qué lloro
me
me
por qué lloro a medias sin ti
tú que te ti
tú que te fuiste sin avisar
o me avisas
te
te
¿o me avisaste y no te recibí?

Un bis es tan difícil una vez
allí y no aquí
una vez muerto
no te vi ni recibí
y aún estás
aquí a medias sin mí
sólo con mi a medias sin ti
mi miedo a la existencia
miedo existencial a lo que se queda en tus fotos
to fo contigo los dos
siempre sonriendo
to do contigo los fos
siempre un flash arriba al que miramos juntos.

¿Juntos?
Al mismo t por separado
t

y yo
sin encontrarnos
capturados en una rápida instantánea de nuestra separación primorosamente arraigada.

Si preguntas por si
mejor así que no un sí
mejor así que no sin mí
mejor así que sin la menor tolerancia a la basura galáctica que se desprende de tu interés.
¡Interés para qué!
Caminar juntos
tomar té sin querer tomar nada de ti
sin olvidar las ventajas de ser un transeúnte acompañado
de ser uno que hace camino acompañado
de no ser
eso sí
acompañado
me propongo responder sólo por acasos hipotéticos
a la sutura tectónica que me agita y exige
apodícticamente
que me deslinde de ti.

Tom Shadow había muerto ya hacía tres meses. Cuando las extrañas circunstancias de su muerte se aclararon, un torrente de preguntas y dudas acecharon a sus amigos y familiares. Pero sólo Greta se sintió, tal vez por ser la última en verle, deshecha y, en cierta medida, responsable de su suicidio. Tan desgarrada y triste como se hallaba, una noche más, alcohol y angustia se continuaron mezclando frente a la pantalla del ordenador.
Greta contuvo unos segundos el hipo pero finalmente vomitó parte del alcohol que había ingerido. Sin apenas alterarse, lamió los restos que quedaban en sus labios y miró una vez más las fotos de Tom. “Anda, no recordaba que hubiésemos estado en esa playa, qué guapo estás”, escribió rápidamente con el teclado, “qué bañador tan bonito llevas aquí, ¿es el que te compraste en los Harrod´s?”. Sus manos volaban llevadas por un movimiento sostenido que hacía que los dedos se confundieran y multiplicaran sobre el teclado. Señalaban vías pre-situadas en su mente que instantáneamente se hacían letras. Una digitalización más, una piscina enorme sin bordes ni escaleras, “en aquella estuvimos, en esta no, ¿y qué te parece este color para las cortinas del baño?”. Cada comentario de Greta iba acompañado de un click sobre la foto observada. Siempre un narcisista “ME GUSTA”, y la desilusión de comprobar que ya hacía más de cien días que no se renovaba ningún contenido. “Tom, como conozco tu clave, ¿no te importará que cuelgue alguna cosita nueva en tu facebook, verdad?”.
Aguardó unos segundos la respuesta virtual de Tom. Desencantada por la espera se levantó al baño mientras gruñía reprochando el descuido de su ex-novio. Con Greta ya de vuelta, botella en mano, Tom, por fin, respondió.
- Basta ya, déjame en paz. Permite que me vaya de una vez. Me quise ir, ¿recuerdas?. ¿Por qué no me respetas, por qué me atrapas todavía aquí? Aquí ya soy inodoro, no me puedes tocar, ni oír, ¡déjame que alcance también la invisibilidad!
- Ni de broma, Tom. Aquí podemos seguir estando juntos, aquí todavía te puedo ver y contar mis cosas. Por cierto, ¿sabes que ayer vi a tu primo Juan y su mujer está embarazada?, ¡ah!, bueno ya casi se me olvidaba, ha pasado algo super fuerte, los cereales super-chocs, tus favoritos, han renovado su edición de “avances de la nueva ciencia”. Y ha habido una revolución en Portugal...
- ¡No!, bórrame por favor, no quiero que quede nada de mí expuesto. Entiérrame de una vez, y que sea de día para que pueda gozar, por fin, de algo de sombra, aunque sea de la sombra de una lápida etiquetada que no deja de emborronarse y aclararse al son que marca el día y la noche.
Greta asintió llena de furia. Era su última voluntad, cómo no obedecerla, cómo no respetar sus deseos aunque ello conllevara la disolución de toda interdependencia.
Tecleó en el buscador “dar de baja a cuenta de facebook”. Tan sólo siguió instrucciones: introdujo la clave de acceso de Tom y, ya desde su cuenta, buscó un botón muy grande que decía “dar de baja a la cuenta”. Ante él esperó, “Bien, si esto es lo que deseas, yo te ayudaré en tu suicidio...”.
Greta esperó a que amaneciera y cliqueó el botón. Pegó otro trago y soltó la botella que cayó al suelo.
Se levantó y comprobó, ya desnuda frente al espejo del baño, lo delgada y estilizada que estaba. Tras una ducha, marchó a trabajar como un día más, tratando de obviar que por la tarde tendría que volver a enfrentarse a sus apuntes.
Al llegar a la calle el autobús 738 ya se estaba alejando. Aceleró el paso en un intento de persecución que rápidamente se mostró insuficiente, y continuó caminando, más despacio, en busca de la siguiente parada.
Alguien gritó a su espalda, mas Greta, que no paraba de recordar que si no hubiera tenido que lavarse y secarse el pelo esa mañana no habría llegado tarde a la parada, no escuchó nada.
Más voces aparecieron tras ella, un griterío parecía seguir sus pasos. “Sí, sí, sí, no nos vamos de aquí!!”, y también, “Que no, que no, que no nos vamos ya!!”. Mientras tanto Greta, ajena a la alegría de los cánticos, no cesaba de dar vueltas a la pérdida del bus. Ahora pensaba que llegaría tarde de nuevo al trabajo, que tendría que aguantar las miradas y silencios tensos de su jefe, y que nada de esto pasaría si pudiera comprarse un coche, no uno cualquiera, sino el coche de sus sueños. Agobiada y plácidamente adormecida por la cantinela, sólo se enteró de que había sido engullida por la muchedumbre cuando quiso detenerse para buscar un cigarrillo en el bolso. Se sintió movida, llevada más allá de donde su voluntad marcaba, y se sintió bien. Pero la sensación duró poco, tan poco como el tiempo que la muchedumbre tardó en dejar de ser masa.
Greta giró la esquina de su calle y se topó con el parque de Eastwood. Cada árbol, cada fuente y cada parada de autobús estaba rodeada de gentes que al ver las que seguían a Greta comenzaron a gritar también.
“¡¡Estamos y vamos, estamos en los márgenes!!”, fue el grito que dejó de arrastrar a Greta. Tras ella centenares de personas comenzaron a pasarla por delante y a ocupar arcenes, medianas, árboles y paradas de autobús.
Preguntó a una joven qué ocurría, si huían de algo, y ésta sólo le pudo responder que no, que por fin, no huían ni se dejaban llevar, sino que vivían y hacían públicos los lugares en los que habitualmente no se estaba. “Estamos dignificando la ciudad, llevando a ciudad esta cosa donde hasta ahora sólo residíamos”, respondió también, pero Greta se quedó extrañada por la respuesta y siguió mirando alrededor en busca de alguna causa que explicara todo aquel jaleo. Una pancarta que decía “POR TREBOR, TU SACRIFICIO NO QUEDARÁ EN BALDE”, pareció cumplir sus expectativas. Ese tal Trebor sería el líder de estas gentes, seguro que algún maleante que habría sido justamente prendido y cuyas dudosas virtudes habrían sido exageradas y tomadas como ejemplo identificatorio por el resto. “Seguro que estas gentes se hacen llamar Trebistas, Treboristas o algo así”, pensó.
Algunas sirenas de policía sonaron a lo lejos. Greta se sintió más tranquila.

martes, 19 de julio de 2011

¡VIGILAD AL VIGILANTE!

por FKastro - "El Faro Crítico"


Fuimos reconvertidos en acumulación, introducidos en caminos, encerrados en depósitos. Civilizados a golpe de fármacos. Sometiendo nuestro tiempo al cronómetro de un deber que no es el nuestro. Nuestros afectos los trasladamos a la clandestinidad. Las irregularidades que veíamos y vemos renacer una y otra vez, aísladas en lo recóndito. Nuestras diferencias las pulimos en pos de lo idéntico. Hemos cumplido con las instrucciones infinitas, con los nombres que sustituían a otros nombres. Adoptamos eufemismos que nos subrayan. Psiquiatrizamos nuestras anomalías. Normalizamos relaciones, referencias y conflictos. Somos servicios a ofrecer, tiendas propias con nuevas líneas de temporada. Ni siquiera sabemos si teníamos voluntad, voz, volumen, Verdad. Pero hemos seguido encontrándonos, una y otra vez, con que, lo mejor de nosotros, lo que somos, brota regular y estacionalmente. Pero colonizados, hemos decidido resignarnos por miedo, necesidad o integración.

Hemos discutido hasta que suena la campana que avisa del desastre. Hemos huido de la diferencia como si fuera nuestra ruina, psiquiátrica ó no. Noches aciagas de soledad, incomprensión y silencio, que nos han obligado a recomponernos al día siguiente, donde iniciamos repetidamente la apertura de nuestro stand.
Pero toda esta disciplina, toda esta labor por cuidarnos, por preservarnos ante lo incierto de cualquier desenlace, no ha impedido que una y otra vez nos señalen, nos apunten con el dedo como seres ortopédicos, desangelados, siempre a medio hacer, a medio completar.

Hemos puesto de nuestra parte, pero aún así, no han dejado de vigilarnos.

Todos nosotros reconocemos el poder invisible que nos ha unificado en nuestras trayectorias vitales: Familias, profesores, jefes, banqueros, políticos, policías. Han procurado observarnos minuciosamente para detectar nuestras anomalías, y entonces clasificarlas, diagnosticarlas, separándonos brevemente del circuito de la normalidad, para arreglarnos, para borrar lo distinto, la mancha sin forma, y después, colonizados por lo repetitivo, nos han devuelto al circuito de la normalidad vigilada.

Disciplinándonos continuamente.

Ellos tienen voz, y cuerpo, y se saben instrumentos de vigilancia, dispositivos de poder, vectores de autoridad. Han jugado con las cartas (marcas, siempre marcadas) de la necesidad, la psiquiatría o el miedo. Y sobre todo, en ningún momento, desde una televisión, el trazado definido de una arquitectónica, o el hábito del resto, NO HAN DEJADO DE VIGILARNOS. Modelar es su objetivo. Borrándonos para ser el resto.

Pero ya no, se acabó. Seres desangelados, ortopédicos. Anomalías aisladas hasta la mudez. Ahora nosotros vamos a vigilar al vigilante. A las autoridades que ilegalizan.

Estaremos allí, todos los seres a medio hacer, a medio construir. Nos plantaremos con nuestras armas: Pupilas y voz. Cuando ejerzáis vuestra reordenación, nos uniremos en lo público para controlaros. Porque nuestro control va a ser seguiros, observaros y hablaros.

Nuestra amenaza es que no hay desenlace definido.
Vigilaremos al vigilante, que ante la inversión, sentirá el vértigo de un papel que no puede representar. Pasearemos a distancia, cerca quizás, de policías o banqueros, de jefes que extorsionan o funcionarios que ejecuten desahucios.

Vamos a vigilar a los vigilantes del orden, para que comprueben el vértigo de lo plural, de lo público. Ya inscribisteis sobre nuestros cuerpos las reglas a fuego, dejándonos agotamiento y trastornos. Pero os seguirán nuestras voces. Y no sólo dónde ejerzáis vuestra clasificación y autoridad. Pasearemos a vuestro lado, como espejo del escarnio público, para que vosotros, vigilantes de lo único que debe hacerse, al menos durante un día, dejéis de ser vigilantes de lo privado, para haceros como todos nosotros: Público.

Somos irregulares, anomalías, pero no podemos continuar con vuestras miradas severas, con vuestras leyes que nos quieren hacer desaparecer. Cuando paseéis por las calles (públicas) con vuestros allegados (públicos) estaremos ahí.

Toda calle será plaza, toda persona será pública.

Vuestra autoridad es la nuestra. Porque vuestro escenario de marginación, clasificación y contención, es también el nuestro. Cuando ilegalicéis, desahuciéis y prohibáis, seguiremos ahí, en el único lugar donde las diferencias que nos habéis impuesto que escondamos, podemos mostrarlas entre iguales.

Que no cunda el pánico, que no salten las alarmas esquizofrénicas de lo único. Sólo observaremos y hablaremos. Esas serán nuestras armas. Las únicas, que tras este tiempo cronometrado, siempre nos pertenecen. A nosotros, a estos seres desangelados, ortopédicos, a medio hacer, a medio construir. A medio completar.

jueves, 7 de julio de 2011

Capítulo tercero de una serie de relatos autónomos y articulables entre sí

por Jose Luis Diaz Arroyo - "El Faro Crítico"

Mero. Un mero. Un mero cobarde. Salva un mero cobarde. Salvaguarda un mero cobarde. Salvaguarda a un mero cobarde. Quien salvaguarda a un mero cobarde. Quien salvaguarda frente a un mero cobarde. Quien se salvaguarda frente a un mero cobarde. De quien se salvaguarda frente a un mero cobarde. ¿De quién se salvaguarda frente a un mero cobarde? ¿De quiénes se salvaguarda frente a un mero cobarde? ¿De quiénes se salvaguardan frente a un mero cobarde? ¿De quiénes no se salvaguardan frente a un mero cobarde? Pienso, ¿de quiénes no se salvaguardan frente a un mero cobarde? Y pienso, ¿de quiénes no se salvaguardan frente a un mero cobarde? Yo pienso, ¿de quiénes no se salvaguardan frente a un mero cobarde? Yo pienso mientras duermo, ¿de quiénes no se salvaguardan frente a un mero cobarde? Yo pienso aún mientras duermo, ¿de quiénes no se salvaguardan frente a un mero cobarde?
De nuevo, una noche más, se había pedido a sí mismo no hacerlo. Con su otorgamiento, llegó mucho antes. Sentado en el filo de la cama, trató de ordenar aquella madeja onírica. Tomó un papel y escribió unas pocas ideas que completasen las anotaciones de la mañana anterior. Enseguida llenó el folio.
Ya en pie se estiró y alzó la persiana del cuarto repitiendo en voz alta la liturgia de todos los días: “hoy será el mejor día de tu vida, alégrate”.
Marcó unos pocos números en el teléfono.
- Tintorería de Peter.
- Hola, soy el doctor Tom Shadow quería saber si podría recoger el traje que les dejé.
- Claro doctor Shadow, ya lo tenemos preparado.
- Perfecto, en treinta minutos pasaré a por él.
- Nos vemos entonces doctor.
Colgó el teléfono y, aún entre bostezos, se preparó una taza de café. Se asomó al brebaje y la finísima columna humeante que escapaba de la taza le acarició la nariz. Algunos recuerdos agradables acudieron de inmediato: aquel viaje a Portugal, sus gentes sencillas y despreocupadas, los enormes campos verdes, su selva virgen, naturaleza fuera del alcance del tiempo y... Greta. Recordó que debía hablar con ella, pero sería más tarde, antes debía completar su lista de tareas para hoy.
Se metió en la ducha y puso el temporizador en tres minutos y treinta y cinco segundos. Se secó, vistió y salió a la calle.
Enseguida llegó a la tintorería.
- Hola doctor, le estaba esperando, aquí tiene su traje, ¿qué me va a dejar hoy?
- No Peter, muchas gracias, hoy... no tengo nada – y miró al suelo tratando de disculparse.
Peter, el dueño de la tintorería, miró también al suelo extrañado. Hacía quince años, desde que el doctor era estudiante, que cada día sin falta le había llevado alguna prenda, ya fuese una corbata, una camisa con una mancha difícil o un pantalón para planchar.
- Muy bien..., que tenga un buen día doctor, hasta mañana.
- Adiós Peter.
Salió de la tienda y caminó muy deprisa hasta el portal. Dejó el traje en casa y tomó su lista. “Esto ya está”, y tachó la primera frase de una serie de cinco líneas. “Ahora tengo que recoger mis discos de casa de Marc, ahhh, pero antes bajaré los pájaros a la vecina”. En una hora ya estaba de vuelta, la segunda y tercera línea de su lista tachadas y dispuesto a afrontar la cuarta que sugería hablar con Greta.
- Hola Greta.
- Hola, ¿qué tal?
- Bien, ¿ya estás en la ciudad?, ¿fue todo bien?
- Sí, he llegado hace un par de horas, ya te contaré.
- Vale, yo también te quería contar algunas cosas, ¿cuándo podemos quedar?
- Pues mira, tengo treinta minutos libres y estoy muy cerca de tu casa, si quieres puedo pasarme por allí.
- Perfecto, pues te veo ahora entonces.
Tom colgó y comprobó en su lista cuál era la próxima tarea a realizar. “Treinta minutos, perfecto, tiempo suficiente para que los ingredientes se cuezan a fuego lento”, pensó mientras entraba en la cocina. Se subió a una silla y sacó del armario una bolsa de papel marrón muy desgastada y arrugada en la que se podía leer “ESPECIAS”. De ella tomó un par de botellitas de cristal de colores y formas distintas. La primera fina y cilíndrica, llena de un espeso líquido verde que trataba de asomarse tras la alargada etiqueta que sobradamente daba soporte material a la fórmula química escrita en ella. La segunda, muy curva casi esférica pero recortada por los extremos, contenía un polvo blanco, fino, muy fino. Mezcló dos partes de líquido verde por una de polvo blanco en un cazo y echó un vaso de agua. Lo agitó y agitó hasta formar un masa homogénea de un color verde muy tenue, y le ofreció la mezcla al fogón más cercano, que ya encendido esperaba el cazo. “Según leí en aquel recetario ha de calentarse veintitrés minutos con treinta y cinco segundos”, pensó Tom mientras programaba la cocina.
El timbre de la puerta sonó, era Greta.
- ¡Hola Greta!, ¡qué rápida has sido! No has tardado ni nueve minutos y medio. Pasa a mi habitación.
- Ya te dije que estaba cerca – y le dio un beso en los labios al que Tom respondió tímidamente- que ganas tenía de verte, estas dos semanas se me han hecho larguísimas.
- Sí, yo también tenía ganas de verte y contarte...
- Dime Tom, ¿sabes algo nuevo del trabajo?, ¿no me digas que ya te han hecho jefe de departamento?
- No, no tiene nada que ver. Solo quería decir que me voy, no te voy a volver a ver más.
- ¿Cómo?, ¿pero...?
- Sí, no voy a estar ya más por aquí y quería despedirme de ti, que guardases un buen recuerdo mío.
- Pero, ¿por qué?, ¿ha ocurrido algo?
- Nada particular, lo de siempre, pero esta vez he decidido dejar todo e irme.
- Entiendo... ya estás otra vez con tus tonterías de dejar el trabajo e irte a vivir a yo que sé que selva. Mira Tom, ya has tenido en otras ocasiones estos extraños impulsos, y tu asesor psíquico los consiguió conducir hacia lo que de verdad importa, ¿por qué no pides hora con tu cabina de análisis?, seguro que te pueden dar cita para esta misma mañana.
- Imposible, no tengo tiempo, ¡ese es el problema! Pero aunque tuviese... ¿tiempo para qué?, ¿para emplearlo en lo que de verdad importa?, ¿y me puedes decir que coño es eso que de verdad importa?, ¿y a quién le importa?
- Pues lo que todos queremos conseguir desde niños, ¿lo recuerdas?, tú siempre lo tuviste clarísimo: estudiar una buena carrera y trabajar en ella, ¡sí!, trabajar todo lo que podamos para optar cada vez a mejores puestos, puestos más importantes y contribuir a aumentar nuestra riqueza, ¿qué otra cosa si no?
- No sé, pero eso no. No lo siento como mío, no ahora... ¿no te das cuenta?, estamos dentro de una dinámica tan rápida... no paramos, nuestra vida es un continuo ir y venir a y de ningún sitio. ¿De verdad consideras que a este constante alimentarnos de nosotros mismos se le puede llamar libertad? Sí, mira un escaparate, cómprate algo bonito, lo que quieras, y siéntete bien, libre y dichosa por ser quien eres. Yo ya no puedo. Ya lo tengo decidido Greta, solo querría que mantuvieras un buen recuerdo mío.
- Mira Tom, ya me están empezando a cansar tus gilipolleces, ¿y qué vas a hacer, dejar tu trabajo?, ¿y entonces qué, buscarás otro o incluso...? - Greta no pudo tapar la carcajada que llevaba ya frases gestándose al amparo de las aparentemente absurdas palabras de Tom - ...no trabajarás?, ¿te convertirás en un inútil desviado? Estás loco. Pues escucha Tom, se acabó, estoy harta de tus excentricidades. Cuando me llames para volver a verme, ¿sabes lo que te voy a decir?
- Me da igual, no ocurrirá. Te repito que no me gustaría que conservaras un mal recuerdo de mí. Ahora si no te importa marcharte, todavía me quedan cosas que hacer antes de mediodía.
Greta partió de la casa sin decir ni una palabra más, dejando la puerta de su habitación cerrada y la de la calle abierta.
Tom entró de nuevo en la cocina. El fuego ya se había apagado y la mezcla comenzaba a enfriarse. “Bien, ahora tengo que esperar a que cuaje un poco, no tardará más de tres minutos y medio”. Dejó el cazo del fogón y corrió de nuevo a su habitación, hacia el escritorio.
Tomó el folio de papel que pocas horas antes había llenado por una cara y escribió por la otra. Enseguida se detuvo y leyó en alto.

Si estuviera pegado a un cubo podría vivir la emoción de agotar un línea
fina
recta
un margen
una arista que pende de un punto
pequeño y liviano
disimuladamente frágil
que se une y bifurca con el único fin de rotar y forzar el elemento torsionador del espacio
90 grados
a un lado u otro.

El giro hacia ya
destrozaría el mapa neuronal
trazado cada domingo a medio día
cada comienzo de año
cada arranque de la primavera
tergiversaría las redes químicas de corto alcance
sus centros neurálgicos
paraxiales
que sobreexponen todo salto acrobático a la periferia de mi vida plana
desaberrada y oblata
con un olor tan fuerte a éxito
que mi maniobra de evasión
aún fallando estrepitosamente
se contaría como un uno.

La tendencia autoaniquiladora no es nueva en mí
llevo paseando con un rifle
de manufactura mundial
apuntando a mi sien
desde que aprendí a unir letras
a leer automatizadamente
forzado a codificar y decodificar algoritmos callados
pasos de baile coreografiados
marcados por un encerado pendular
que me forja como tirador
sobre espejos de carne y hueso.

¿Qué haré cuando ya no sea?
suena tan raro planear una vida sin mí
sin mis inclinaciones sofocadas
sin mis obsesiones
sin las represalias orientadas a socavar mi campo de acción
¿a quién castigaré entonces?
suena tan raro planear una muerte que no sea para otro

No hay resorte geométrico que contenga mi cobardía
y aún así me temerán
porque ¿de quiénes no se salvaguardan frente a un mero cobarde?

Dejó de leer y firmó el texto con su nombre. Buscó en su bolsillo derecho la lista de tareas y tachó la cuarta línea, ya solo quedaba la quinta, escrita en letra mayúscula vestida de rojo.
De vuelta en la cocina, tomó una cuchara llena del brebaje, la miró y olió detenidamente decidiéndose finalmente a dar el primer bocado, “no sabe mal del todo, en dos horas empezará a hacer efecto, poco a poco me quedaré dormido y todo habrá terminado” . Y tachó la última nota programada para ese día, escueta, que decía: 13.05 horas, SUICIDIO.
El teléfono del salón sonó.

martes, 7 de junio de 2011

¡¡¡No nos representan!!!

Amanda Núñez , Fernando Castro, José Luís Manchón, María Luisa Pérez, Teresa Oñate (UNED) para "El Faro Crítico"


Estos días activos, cansados, festivos, alegres y, por fin, políticos, realmente políticos nos están dando mucho que pensar a todas y todos.

No sólo nos están dando qué pensar sino que están retomando posiciones de filosofía política muy interesantes que ya parecían olvidadas por los comunismos platónicos y los anarquismos clásicos que últimamente habitan en los debates punteros de lxs intelectuales. Y es que este movimiento con multiplicidad de nombres, cuya proliferación hace imposible encontrar si se llama 15-M, Toma la plaza, Democracia Real Ya, PCE, PCPE, CNT, FAI, etc.; quizá tenga todos esos nombres o ninguno. En ello encontramos lo principal de esta acción que por fin y conscientemente se denomina “sin sujeto”, “sin representación”, a favor de afirmar máximamente el acontecimiento, sin castrarlo de antemano, dejándolo bien sujeto en algún lugar de la estructura capitalista. Es un intento de ruptura con la cultura del individualismo, y una apuesta clara, por la recuperación del ámbito de lo político-comunitario. Es precisamente el espíritu lo que está consiguiendo la perseverancia en el lugar, después de la explosión inicial. Es la comunidad recientemente creada, la que nos liga, y a la que ya no queremos renunciar nunca más. La depresión no cabe en esta primavera. Sobra amor en las plazas. Las plazas se han convertido en templos donde lo sagrado sustituye, por el momento, las ansias de consumo ilimitado. Consumo, que nos configura, como miembros y cómplices de una sociedad, que se ha prostituido en el intento de garantizar su bienestar material, a través de la legitimación del despliegue global de la barbarie.

Si hacemos memoria acerca de palabras como “derecha e izquierda” o del concepto “representación”, encontramos que su origen es un hecho histórico (y por tanto transformable). Este hecho se denomina Estado Nación o Estado Burgués, también Estado Moderno. Y es que, no es baladí que la representación tuviera el origen en la discusión entre Rousseau y Spinoza con Hobbes acerca de si el Contrato Social debe ser participativo (como se dice en Rousseau y Spinoza); o una cesión de todos los poderes al Leviatán (sea cómo sea su estructura) en el caso del Hobbes, es decir, representación. Tampoco es baladí que la diferencia entre izquierda y derecha se produjera en la Revolución Francesa donde los Girondinos conservadores se situaban a la derecha y los Jacobinos revolucionarios a la izquierda…ambos en una suerte de Parlamento ya altamente representativo, continuando la tradición del despotismo ilustrado ejercido por los reyes a quienes cortaron la cabeza (paso del Leviatán desde una Monarquía a una Asamblea de élites).

Si seguimos haciendo memoria, encontramos que entre las páginas más lúcidas de El Capital de Marx ya se asocia el Estado al Capital como forma que le da legitimidad pues se basa, como muy bien indican ya algunos de los contractualistas (no Rousseau ni Spinoza) en la sustentación de la propiedad privada y en el sufragio censitario dependiendo, única y exclusivamente, de esas mismas propiedades expropiadas originalmente.

Pero no se trata de una expropiación anterior en un tiempo cronológico, sino de una expropiación que se da cada vez que debemos comprar o alquilar una casa, cada vez que no nos dejan hablar, cada vez que nos dictan qué hacer, cómo producir, cómo pensar, qué decir o qué votar.

Y, si no nos equivocamos en nuestro diagnóstico, este acontecimiento político incipiente y frágil aún, pide eso exactamente: ¡que no nos expropien más!; que las gentes no necesitamos especialistas que nos digan qué es la política y cómo debemos actuar, que no nos vendan ni nos compren, ni nos saquen bonitas fotos en la prensa del poder que sólo distorsiona lo que HAY; que ningún partido político capitalice algo que no les pertenece pues no desea ser ideología, que no nos acallen de nuevo con las mil estructuras políticas pensadas de antemano que nunca atienden a lo que hay, a la vida, a la pluralidad de gentes, de plantas, de soles que HAY.
Por ello creemos que habría que establecer no negatividades sino algunos límites a la hora de que este movimiento pueda pensar y actuar, que pueda acontecer el acontemiento y no muera sepultado en especialidades. Sólo evitar algunas malos hábitos que tienen mucho más que ver con el poder que con la potencia de cambio, alegría, vida, pensamiento y acción.

La primera de ellas es que nos acostumbremos a que la vida, lo que nos rodea, la lluvia y el sol no tienen sujetos. No son producidos por nadie que les tenga que dar impronta ni forma. Así que, ¿por qué lo va a tener la política que es el modo de relacionarnos en comunidad con otrxs y con lo otro: con el sol, con la tierra, con el agua, con las creencias, etc.? Propondríamos que evitemos lo más posible ponerle un solo nombre y un grupo de especialistas que lo canalicen de un solo modo. Lo bueno de este movimiento es que se declara sin consignas, sin ideología…y, por lo tanto, sin sujeto –ya sea éste individual o partido político–. Y, en el caso de que los haya, que se sepan tales, que se sepan reemplazables y no fundamentales ni verdaderos porque la única verdad es el acontecimiento mismo y la única responsabilidad es que no se muera asfixiado en pequeñas luchas de poder que lo quieren encerrar en las garras de algunxs, volviendo a expropiarnos lo que no era nuestro ni suyo pero nos concernía a todxs.

La segunda de ella está relacionada con la primera. Si hay sujeto, ya sea grupo de especialistas ya sea individuo que se proponga como sabio, no nos quedará otra vez nada más que la representación. Nos volverán a expropiar, ya no hablará nada a través de nosotros sino que hablaremos según los dictados de alguien. En cualquier caso los habrá…pero, volviendo a la misma prudencia anteriormente expuesta, tendremos que modular que haya los menos intermediaros posibles entre esas leyes buenas de las que habla Rousseau en el Contrato Social, leyes que provocan en las gentes la participación en su democracia, y las gentes mismas. O lo que es lo mismo, evitar de todas las formas que las leyes, a base de alejarse mucho de lo que necesitamos, se conviertan en “malas” para nosotros y despotencien la participación activa como viene sucediendo desde hace ya demasiado tiempo, de tal forma que ya nos cuesta imaginar una actividad continua en política simultaneada con nuestras vidas y problemas cotidianos.

La tercera de ellas, otro vicio al que ya estamos demasiado acostumbradxs y que siempre nos expropia, es la centralización y unidireccionalidad. Ni valen para todo lugar las mismas leyes, ni para todo tiempo, ni para toda la gente. Sería interesante probar un modelo de estructura que dejara márgenes para esta flexibilidad tan elástica como la vida misma. No se trata de adoptar la fosilidad aparentemente cambiante del Capital y sus bolsas y la variación de la deuda, sino sólo y una vez más, que nos demos cuenta de que ni nuestras vidas son nuestra propiedad privada, ni nuestras leyes, ni nuestras aguas, ni nuestrxs hijxs. Se trata de saber que es necesario el cuidado y que la democracia no es algo que se hace de una vez por todas en no se sabe qué origen de un Estado, sino que, al igual que la expropiación se da cada vez que nos callan y que nos dictan cuál es nuestro modo de habitar (nuestra ética, etología y política), la democracia deja de ser cuando no la cuidamos, la cultivamos, la hacemos ni la pensamos. Pensar la democracia como el espacio vacío, el ágora o plaza pública, el hueco de lo no dado nunca y donde todo es posible ser pensado.

La última de ellas es la ideología. La vida no tiene ideología. Desear vivir y cuidar-nos (a nosotrxs, entre nosotrxs, a favor de la democracia y en contra de la expropiación sistemática y continua). Por ello, ¿para qué encuadrar estas leyes básicas por ser primeras en un sistema u otro?, ¿por qué nos van a pensar nuestras gramáticas a pesar nuestro?, ¿por qué van a distinguir de antemano lo que es naturaleza, lo que es humano, lo que es inmigrante, lo que es autóctono, lo que es amigo, enemigo, mujer, hombre, etc?, ¿por qué no cambiarlas de mil formas como mil nombres tiene este movimiento? Éste es quizá el paso más difícil. Al igual que todos ellos es a largo plazo y, al igual que los anteriores será muy difícil y, cada vez que nos descuidemos, se nos colará la gramática hegemónica o alguna de sus colaterales. Pero, si hay sistemas que puedan hacerse cargo de su existencia, de la existencia de esas gramáticas del poder que impiden las acciones, los pensamientos, dictándoles de antemano qué hay que decir y hacer; se podrán tomar medidas creativas que acepten a los poetas dentro de la ciudad. Ya que poetas seremos todxs y cada unx y no se constituirá una comunidad como viene siendo la costumbre de las sociedades mal-acostumbradas: a base de enemigos, exclusiones o chivos expiatorios (la peor estructura de poder que ha habido nunca y que curiosamente se presenta con carta de naturaleza).
Por ello hay que cuidarse de la mera negatividad (forma ideológica con carta de naturaleza). Por supuesto debemos decir “NO”, pero es más importante los diversos “Sí” que se pueden dar. Y si este movimiento no pasa a los síes plurales, puede morir en una pequeña descarga de queja sin cambiar nada.

***

Lo queremos todo, pero también debemos estar dispuestos a darlo todo. Y es que, una acción política considerada como pertinente en un mundo agonizante huele demasiado a renuncias materiales, a dar la vuelta, a replegar las velas y dejar al enemigo que llevamos dentro, sin el rito sacrificial y lucrativo del cual se alimenta. Exorcismo en toda regla. Si no renunciamos a mantener nuestra posición privilegiada, dependiente absolutamente del sistema capitalista, pasaremos a ser conservadores y legitimadores del estado actual de las cosas, por poco que nos guste.

La satisfacción de supuestas necesidades materiales que se han convertido en aparentemente necesarias unido a la seguridad física que brinda el biopoder, nos esclaviza y a la vez, legitima un orden criminal del mundo, sin medida, que no quiere tener en cuenta las limitaciones del planeta, y que ha puesto toda la potencia creativa de la técnica al servicio de un expolio sistemático y multidimensional, donde no se aplica el mínimo principio de prudencia. No estamos ya sólo ante un escenario clásico de conflicto político, donde la lucha de clases ocupa todo el espectro ya que distintas problemáticas como la precarización de las condiciones de vida derivadas del deterioro medioambiental afectan a la totalidad de la población. La bio-aniquilación que promueve el propio avance del Capitalismo, va desplazando hacia la lucha por la supervivencia, el debate ideológico. Los últimos desastres nucleares, son un claro ejemplo.

Estos últimos años se ha entendido por dignidad, no el concepto que tenía que ver con el decoro y la urbanidad que se le acuñó durante siglos, sino al concepto con el que lo políticamente correcto lo ha imbuido, que no es otro que el de la capacidad de consumir. La capacidad de adquirir, proveer, ó poseer ha hecho que los individuos sean considerados dignos. El orgullo, que sería un paso más allá en ese periplo de la adquisición y en ese asentamiento de la dignidad como capacidad de consumo; sería lo consumido, lo ya adquirido, que además aumenta, y debe aumentar, de continuo. El orgullo de lo que se tiene (y hablo en presente), de lo consumido, adquirido, crecido y aumentado.
Si el movimiento de los Indignados es sólo una lucha por recuperar la dignidad (capacidad de consumir), seguiremos excluyendo a los marginados del tercer mundo, sobre los que levantamos el manipulado orgullo del haber consumido. Aún siendo necesario adscribirse a cualquier propuesta de las asambleas ciudadanas, sigue existiendo la preocupación por retornar a esa falsa dignidad acuñada por el capitalismo.

La sociedad capitalista, ha convertido a todas las formas de vida, en general, en medios para un lucrativo fin. En el caso del ser humano, en particular, le ha usurpado su dignidad y reventando las estructuras sociales que tradicionalmente han unido a las comunidades y pueblos, nos han dejado huérfanos. La indignación, en las sociedades capitalistas, es inherente a la propia estructura de la sociedad. Y la frustración de aquellos que se reconocen como indignados, y a la vez, esclavizados por la riqueza, se convierte en enfermedad. Abrir la posibilidad a la perduración del acontecimiento, implica por lo tanto, dejar de obturar el emerger de la verdad. El totalitarismo al que aspira el poder económico capitalista, a través de la aniquilación de diferencias y la homogeneización de territorios, culturas y mentes, solamente puede ser contestado, saltando en marcha de su acelerada y nihilista carrera hacia el sin sentido. Al tomar suelo de este mortal hacia atrás, siempre nos encontramos en las plazas, entre “nosotros”.

***

Tras estas pequeñas e imprescindibles prudencias que se pueden denominar en afirmativo: con-vivir, actuar, construir, pensar. Creemos que debemos cuidar este acontecimiento que nos atraviesa: escuchar, aprender, hacer cada unx lo que pueda; a largo y corto plazo y no dejarlo morir en la desilusión o la asfixia que es la suya y la nuestra.

Lo que negamos y contra lo que estamos es esto: contra la repetición indiferente de los políticos (como clase); contra los banqueros; contra la burocracia y la gerontocracia, contra la violencia y la globalización de la guerra permanente en forma de circulación de naturalezas, humanxs, estudiantes, divisas, etc. Contra el funcionamiento corriente del Capital como lógica de la guerra y la venganza dialéctica de la enfermedad indiferente de la historia. Lo que afirmamos es la diferencia: por un lado la alteridad, la pluralidad de las culturas y de las diferencias enlazadas por las acciones participativas, cívicas que devuelven a la democracia su lazo social y su lenguaje vivo: en acción cotidiana. Y por el otro lado, en cuanto a la alteridad constituyente de la naturaleza viva (la phýsis) y de lo sagrado indisponible, afirmamos el reconocimiento y el cuidado constante de esa alteridad; de esa diferencia límite de lo humano, sin la cual no hay el misterio de lo divino inmanente. La traducción ecologista y común de esas tesis admite plurales registros y nombres pero no puede, en ningún caso, subordinar la diferencia, la alteridad y el límite a ninguna identidad universal o abstracta, ni tampoco disimular el primado de la solidaridad con los más débiles de entre nosotros, en todos los casos. Ello incluyendo el ser del acontecer mismo de la diferencia en los lenguajes y en el silencio. En lo común compartido, en la vida de los cuerpos, y en la creatividad abierta del espacio y el tiempo –por un lado telemático y por el otro cotidiano y próximo, más cerca de la cotidianidad y las comunidades de vecinos y más cerca del acontecer de lo sagrado y el misterio en la cotidianidad participativa–.

Que nadie nos represente, que nadie hable por nosotros y que estas palabras se unan a las palabras de muchxs de nosotrxs, actuales e inactuales o transhistóricos. Aquellxs que hablamos ahora a través de este acontecimiento y aquellxs que nos llaman desde el acontecimiento filosofía, por ejemplo. Filosofía no como un dogma sino como una petición activa de dejar ser, dejar pensar, dejar crear, dejar participar y compartir, desde el cuidado crítico de la diferencia.

Seguimos y seguiremos pensando y actuando, por lo tanto, este texto, las discusiones y las recepciones quedan siempre abiertas a la participación heterogénea y común.

miércoles, 1 de junio de 2011

No pongan siglas a SOL

por Elvira Bobo - "El Faro Crítico"
22 de mayo de 2011

Por si acaso pensaban que los de Sol estábamos corriéndonos una gran juerga colectiva y jugando a niñatos revolucionarios de pacotilla de un Cuéntame del s.XXI hay carteles y miradas que dejan claro: “0% botellón” y “quien quiera violencia que se vaya a casa”. La gente está cabreada e indignada, ilusionada y contenta -y también viceversa que diría Benedetti- ¿les parece poco?

¡Si lo han dicho los clásicos hasta la saciedad!: la democracia es el mejor de los sistemas, pero, puesta a degenerar, deviene el peor. Y en eso estamos mientras desde las tertulias se nos mira intentando etiquetarnos: que si sociatas tratando de dar un vuelco-cacerolada a las elecciones, que si perrosflauta, vagos y maleantes, que si niñatos sin ideas o dispuestos a cargarse la democracia que tanto sudor y lágrimas costó conquistar. Otros hablan de simulacro de revolución, de ingenuos sin guillotina ni quema de conventos y así no se va a ningún sitio. ¿Y por qué tiene que ser todo como siempre? ¿Y por qué no hacer una jugada nueva, con reglas sin inventar, por si acaso?

Yo no sé cómo se ve desde fuera, ni cómo va a terminar. Por eso escribo hoy y desde dentro, debajo de unos plásticos improvisados y llenos de carteles en los que se lee que si hemos salido a la calle por “la roja-oé”, ¿cómo no salir por nuestro futuro? Lo bueno, lo nuevo, es que nadie está pensando ni tolerando el “virgencita que me quede como estaba” que con Franco estábamos peor ni tampoco el coctel molotov y el calabozo. Todo eso lo hemos oído mil veces, pero muchos no hemos nacido con Franco, ni con la Guerra Fría, ni con Mayo del 68. Los tertulianos de los 50 han tenido sus vidas, han peleado sus batallas y cada uno responderá ante sus conciencias. Pero nosotros, los de 20, 30, 40 y más, unos con camisetas de Zara (Inditex, of course), otros de mercadillo y otros con americana y corbata -lo juro- estamos en otra historia. ¿No hay democracia? Pues demostremos que pueden generarse cambios sin borreguismo y sin violencia. Las cosas son lo que son y no el nombre que se les ponga. Porque ocurre que estamos hasta el moño de los carteles electorales, de los debates pactados, de asesores de imagen y de programas en papel couché que son las peores promesas, esas que no hay que cumplir. ¿Y nos piden programa y siglas?

Lo tendrán; la historia tiene un guión y se va escribiendo a golpes, con zurcidos, con vueltas atrás, a borbotones y sin minuciosidad aparente –como un cuadro impresionista-, pero cuando te alejas de las manchas y de los trazos gruesos, aparecen figuras, movimientos, sentidos.

La famosa “generación ni ni” no tiene casa, ni trabajo, ni palabras. Vive en el mal menor, bajo la excusa falaz del “podría ser peor” y de una incuestionable democracia que huele más a podrido en cada legislatura –pero alégrate de que puedes votar y al menos tienes un sueldo precario y cochambroso-. Ante eso hay quien empieza a hablar de segunda transición porque los héroes de la primera ya no son los nuestros. No tenemos Franco contra el que luchar ni falta que nos hace, pero sentimos el agua al cuello de un soterrado silencio, de un malestar sordo y sin nombre que se ha encontrado en Sol para decir con mil voces que “oeoeoe-lo llaman democracia y no lo es”. Claro que adopta las formas de serlo, está bien camuflado el engaño –no por casualidad las universidades públicas forman expertos en comunicación política adiestrados magistralmente para “vender la burra” y perpetuar la manipulación y el eufemismo- y engarzado todo ello con un capitalismo que no sólo nos arruina los bolsillos sino que nos anestesia la capacidad de pensar y de sentir. Hartos de oir que con 150 canales de televisión en el salón somos los seres mejor informados del planeta. Porque se les olvidó decir que así, tres o cuatro hijos de perra pueden colarse en nuestro salón por 150 autopistas directas para repetirnos insaciablemente su ristra de eufemismos que nos roban el tiempo y el lenguaje y nos hablan de “fuerzas de paz”, de “expedientes de regulación”, de “paquetes de medidas” o de “yes we can” o de “fondos de alto riesgo que te forras”. Y como han encontrado las palabras biensonantes (que tontos tontos, no son), pues nos revisten la realidad de algodón de feria para colarnos muertos que parecen vivos porque sólo se llaman daños colaterales, para colarnos cambios de situación vital llamados “ere” por no decir “vete a la calle” u operación libertad duradera para no reconocer “quiero via libre para quitar del medio a quien me estorbe en mis inconfesables y sustanciosos planes”. Y usan la palabra, sólo la palabra y nada menos que la palabra. Y nos la roban. Y nos han robado el placer y el arte porque a la postre es lo que nos hace libres. Y si usted puede, encuentre un rato de ocio el domingo en el centro comercial. No se queje. Y nos han robado los matices y la poesía, porque el mundo es una gran película americana: poli bueno-poli malo. Así que las alternativas son pocas. Como en Ben Hur: “o estas conmigo o estás contra mí”.

¿Resignación, pues? No. Hartazgo y sentimientos. Y eso está ocurriendo en Sol, donde las miles de personas sienten que forman parte de un “lo-mismo”, de un tejido verdadero, de un verdadero acontecimiento político que está ocurriendo justo en los bordes del sistema.

Dicen también que ha habido envidia de Túnez o de Egipto y que nos hemos subido a un burro que no es el nuestro porque aquí no hay dictador que derrocar. Miren, chapeau por las revueltas de estos países árabes, las hemos seguido, aplaudido, nos han emocionado y hemos aprendido de ellas. Pero hoy nuestro malestar y angustia colectivos, el “no nos representan”, la enmohecida e incuestionable democracia, la angustia del primer mundo son losas más intangible que los Ben Alís o los Mubaraks, pero también enemigos contra los que es digno y necesario luchar. Diríamos con Sabina que “nos sobran los motivos”. Amodorrados en el hartazgo estamos mucho peor que lanzando los dados de un nuevo acontecimiento que quizá tenga un final verdaderamente político, colectivo, audaz y habitable.

Y siguen los analistas de despacho con el ¿y adónde va esto? Se sabe cómo empieza y como algunas grandes películas no se sabe cómo acaban, final abierto y libertad pero, señores, hay que verla, hay que ser fiel al acontecimiento y en Madrid, en España, está siendo ahora. Despertándonos o desperezándonos de la gran borrachera de líquido amniótico en la que nos han mecido mientras nos cantaban la nana del sistema que nos cobija. Pero el líquido se ha vuelto tóxico, nos asfixiamos y no sabemos por qué, luego resulta que acceden a llamarlo crisis económica y los que nos meten en ella nos van a sacar. No se vuelvan locos, ni antisistema, ni anarquistas, ni perroflautas, ni oportunistas. No se trata de eso, hay gente de todos los colores, hay personas y no se le pide carné ni siglas a nadie.

Cabreados, indignados, ilusionados y buscando un horizonte nuevo alejado del inicial líquido amniótico, sobrios y contentos. Así estamos. Podría pulir el artículo, pero me voy a Sol.

sábado, 21 de mayo de 2011

MANIFIESTO DE RESISTENCIA AL TIEMPO CRONOMETRADO


por FKastro - "El Faro Crítico"

Te tocó o no, o lo elegiste, o surgió, o estabas allí. Y en algún momento puede que regreses a la brujería del valor, al miedo al exilio, o que incluso navegues indefinidamente en busca de tierra.

Quizás en ese proceso no levantes nuestras manos, ni tus pulmones vibren al compás de nosotros. Incluso podemos acabar simplemente habitando tus recuerdos, restándonos valor, ensayándonos con gestos que han perdido el hábito.

Lamentarás alguna cosa, pero generalizarás, relativizarás, afirmarás con voz grave que tienes muchos yos, y tus palabras habrán acabado siendo el cálculo de una probabilidad.

Ese día, el día en que nos conviertas en aritmética aún no ha llegado. El futuro que te rebajará a curiosidad aún no se ha escrito.

Aún estamos aquí. NO te ha tocado ser valor, ser sistema, ser miedo, o ser cansancio.

Aún no hay fatiga. Todavía resistes. Sigue habiendo futuro a recorrer.

Estamos aquí.

Síguenos.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Capítulo segundo de una serie de relatos autónomos y articulables entre sí

por Jose Luis Diaz Arroyo - "El Faro Crítico"

- Cuéntamelo de nuevo, por favor, cuéntame que ocurrió en aquel baño.

Colchón almohadillado y lleno de espuma
que duermes todo el día
y vives por la noche
con la persiana medio echada
y el ruido de los frenos de un choche que se han cansado de sujetar
el armazón niquelado que por sí sólo puede correr
en trayectorias ascendentes que tienden al accidente inmediato
o mediado por alambres
fibra metálica que enerva mi caparazón
muelles
sostén resonante que finge conversaciones
y goma de mascar
por favor: usar y tirar.

Desafío un volantazo que
manifiestamente
me saca de un camino
lleno de baldosas resbaladizas
que se acaban de pulir y encerar
y están marcadas con tinta indeleble
que perpetuamente prescribirá
una caída rápida hacia el centro
con la gracia de la gravedad
como aliado ocasional
que nunca falla.

Dime colchón
¿por qué dejaste escapar ese pequeño muelle?
Se alza
ondulante y refinado
dispuesto a amortiguar mi puesta en escena.
Sin el menor interés en ti
en saber si el tacto del metal me agrada
o me frustra
sin saber si soy adicto
aun sin conocerte
a tus maneras espirales
quiero descansar sobre ti
y pincharme una y otra vez
mientras reboto y choco contra la pared.

El ladrillo se torna precioso.
La pared se afila
y sangra el tercer ojo
llora también
no puede dejar de insuflar energía a mi rostro.
Ya no tengo cabida en este habitáculo plano
ya no está tu confort
tu pereza y propaganda.
Me voy
ya estoy
cuando un segundo noctámbulo te despierte
a las tres o más tarde
no pienses en mi rencor.
Ahí te quedas colchón.

- ¡Bendita memoria la tuya, Trebor! Así que finalmente lo entendiste, pero dime, ¿cómo volviste a caer, qué ocurrió cuando te capturaron?
Desde un agujerito, en una diminuta rendija a la que sólo yo podía asomarme, observé lo que había: una sala de interrogatorio. Fui yo mismo el primero en cuestionar algo en ese lugar, tal vez el único que lo hiciera. En todo lo demás no había sino respuestas ya dadas de antemano que no necesitaban de interrogación alguna. Sólo gritos, violencia, pero no ruido. La evidencia que resulta evidente ya antes del supuesto cuestionamiento evidenciador sólo puede hacerse partícipe violentamente. Alguien llamó a la puerta. Tres personas entraron en la sala.
- Trebor Rodríguez Guzmán, se encuentra en el Juzgado Rápido nº XXVIII del Tribunal Mayor de Ciudad Sony de Madrid- dijo inmediatamente una de las figuras.
Asentí como si aquella información fuese trivial. Ajeno a toda sorpresa y sin poder dejar de sonreír, eché un vistazo a las tres personas que se habían sentado frente mí. Las tres con el pelo corto, las tres con traje gris y corbata, las tres mujeres.
- ¡Señor Alsborg! - gritó de nuevo- ¿está usted escuchando?, no sé si se imagina lo grave de su situación, ha quebrantado usted algunas reglas fundamentales de nuestra Corporación.Las penas a las que se enfrenta son importantísimas.
La sonrisa que acariciaba mi rostro se esfumó, flotó unos segundos en el aire, dubitativa, para finalmente concentrarse y humedecer mi frente, todo el rostro. Durante unos segundos mastiqué una respuesta, dejando que se formara sin prisas, que tomara cuerpo poco a poco.
- ¿Se refiere a lo del saxofón? – dije mientras sacudía la cabeza.
La fiscal cambió radicalmente el semblante, frunció el ceño y abrió los ojos de par en par.
- ¿No le parece suficiente señor Rodríguez? No es este el momento de poner en tela de juicio nuestras leyes, no es la función de este tribunal. Usted nació en esta Corporación, se crió en ella y decidió firmar voluntariamente, una vez cumplida la mayoría de edad, el contrato de ciudadanía. Ha sido usted el que ha decidido unilateralmente romperlo, y eso está penado de acuerdo a lo que usted mismo aceptó.
- Claro, nuestras leyes... y dígame, si este no es el lugar indicado para cuestionarlas, ¿cuál será?, ¿qué huecos, qué resquicios, dejan esas leyes para que se de una evaluación crítica de ellas mismas?
Definitivamente el rostro del fiscal tembló. La mujer de la derecha, que todavía no había hablado, tosió y no permitió que la fiscal me respondiera. Tomó la palabra con un tono más calmado y conciliador.
- En cualquier caso señor Rodríguez, usted todavía es acusado, sus cargos están por demostrar. Soy Carmen Jiménez, su defensor jurídico de oficio y le puedo garantizar que esta Corporación le dará un juicio con la máxima neutralidad. Tengo que informarle que los principales cargos que la fiscalía presenta contra usted son los de robo, posesión y uso de un instrumento de distracción del tipo B-12, ausencia injustificada de su deber de trabajo diario, actividades tipificadas como delito en la leyes 17BZX/2019, 1253HE/5 y 284-LR, y uso ilícito de su derecho de uso del espacio público. Dígame señor Rodríguez, ¿cómo se declara usted?
Guardé silencio. Mi pensar rebasaba aquel formalismo judicial. Había muchas cosas que decir, demasiadas, y ninguna útil en mi defensa. De hecho tantas y tan diferentes que, lejos de convertirse en un caos inexpresable, se ordenaron y convergieron hacia algo tan frágil que sacudió a las tres mujeres.
- Simplemente... quería tocar con mis amigos – y no dije nada más.
La sencilla frase voló por la sala, llenó hasta el hueco más insignificante, y permitió revelar el auténtico ser del trío: figuras de piedra, inmóviles pero sin vida. Lo único a lo que pudieron echar mano fue a su guión. El acusado se declara culpable, dijeron las dos mujeres a la vez y, como un resorte automático, la que todavía no había hablado decidió violar también la palabra.
- Yo soy la inspectora mental asignada a este caso, mi función es la de fijar el origen de su desviación para determinar la naturaleza de la pena, si usted necesita mera reclusión o más bien reclusión con re-direccionamiento psíquico. Veo en su historial de ciudadanía que en los últimos meses ha faltado bastante a sus citas en la cabina de análisis, ¿me podría decir exactamente a qué se debe?
No hubo respuesta. La inspectora mental continuó.
- Señor Rodríguez, está en juego la cuantía de su pena, así que le recomiendo que responda a mis preguntas. La última imagen identitaria que conservamos de su inconsciente nos decía algo sobre su familia. Era un animal, exactamente un caballo, así que dígame, al escuchar la palabra “caballo”, ¿qué es lo primero, sea lo que sea, que se le pasa por la mente?
Dientes... pensé y miré a la inspectora con los ojos muy abiertos y brillantes, como presagiando un momento de lucidez que tardaría tiempo en repetirse.
- Estáis ahí sentadas en sillas de oro, en asientos de auto-convencimiento. Miradlos, rasgad tan sólo un poco vuestros altares para que de verdad reluzcan. Y entonces, por una vez, probad el tacto de la verdad, su frágil superficie, el exaltador sabor del amor. Vivid, por favor, y vivid bien. Olvidaos de pestes, virus y catástrofes, ellas no os persiguen, ¿por qué no podéis vosotros dejar de arrinconarlas? Estirad vuestros cuerpos, explorad hasta la última pulgada de su ser, sentíos vivos y entonces, tal vez, vuestro espíritu os siga. ¿Cómo pretendéis ser inmortales si nunca habéis muerto? Bebed de las cristalinas aguas del manantial de la eterna juventud y, tened por seguro, que sucumbiréis ante vuestros dioses. Bebed de las aguas de la vida y el sagrado elixir de los dioses vendrá a la tierra.
Las tres mujeres se miraron entre sí sin dar crédito a lo que escuchaban. La inspectora mental comenzó a tomar notas. Apuntó algo, una palabra no muy larga, y la subrayó una y otra vez. No tardó mucho en interrumpirme.
- Señor Rodríguez me temo que su caso es mucho más grave de lo que imaginé. Su desviación está sin duda muy arraigada. Tendencias mesiánicas y destructivas, por no hablar de la ausencia absoluta de culpa y arrepentimiento por las faltas cometidas. Me temo que voy a recomendar su apartamiento total de nuestra sociedad y el más severo re-direccionamiento psíquico.
Las tres figuras se levantaron y salieron de la sala por la misma puerta que las había permitido entrar. En poco más de un minuto ya estaban de vuelta.
La fiscal tomó la palabra y comenzó a leer un documento escrito a máquina.
- Trebor Rodríguez Guzmán, el Juzgado Rápido nº XXVIII del Tribunal Mayor de Ciudad Sony de Madrid le declara culpable de los cargos de robo, posesión y uso de un instrumento de distracción, de ausencia injustificada de su deber de trabajo diario, y de violación de su derecho a reunión pública en un espacio permitido para ello. Se le condena a aislamiento indefinido en el Centro de re-direccionamiento psíquico de Rivas ciudad del Sol. Será trasladado allí de inmediato.
Sin tiempo a respuesta alguna, cuatro guardias entraron en la sala y me llevaron a un helicóptero que esperaba fuera, ya con las hélices en movimiento y con otros tantos policías en su interior.
En poco más de media hora ya me encontraba en mi celda. Allí, ya sin cadenas ni esposas, me quedé solo en la oscuridad, en silencio, anclado en la penumbra más fría con la única compañía del recuerdo del gran caballo y del relucir de sus dientes.
Recordé a Sigmund, Parker y Amadeo, dónde estarían, ¿habrían sido capturados también?, ¿les volvería a ver? Una voz atronadora interrumpió mis pensamientos. Las paredes comenzaron a hablar. Trebor Rodríguez, se encuentra en la prisión de máxima seguridad de Rivas.
Tras la voz, las paredes se iluminaron y mostraron su auténtico rostro. Los muros, que hasta el momento se habían mantenido grises y oscuros, cambiaron, se tornaron gigantescas pantallas en las que las palabras pronunciadas aparecían en enormes letras rojas que saltaban vertiginosamente de un muro a otro. Aquí y allá, de pantalla en pantalla, corriendo de izquierda a derecha y luego al frente, y luego detrás para volver a la izquierda y dejar paso a otras palabras que seguían muy de cerca a la voz. Ha sido condenado a reclusión perpetua. Su celda es la 587/B. En ella pasará 10 horas al día, el tiempo restante se distribuirá del siguiente modo: 12 horas en la cabina de re-direccionamiento psíquico, 50 minutos de paseo en el patio interior, 20 minutos de desayuno, 25 minutos comida y 25 minutos para la cena.
Por unos segundos el silencio y la oscuridad volvieron a la habitación. Tras el huracán multimedia las paredes recuperaron su tono gris y apagado. Otra voz anunció la hora de la comida.
- Hora de comer, tiene 25 minutos - y la puerta de la celda se abrió permitiendo el paso de dos guardias que me sacaron de la celda y me llevaron hasta el comedor.
El único sonido que se escuchaba era el rasgar de los cubiertos contra el fondo de los platos metálicos.
Los guardias me llevaron a una silla vacía, dejándome a solas con un plato lleno de una pasta blanca y amorfa. Sin pasar ni un momento probé la comida, contemplando la posibilidad de escupirla si el sabor no me agradaba. Sorprendido por el buen sabor me dirigí al hombre que tenía justo al lado.
- Bien, al menos está rico.
El hombre ni se inmutó e insistí mirando ahora a la cara de su compañero de mesa.
- Disculpa soy nuevo, me debería haber presentado primero, mi nombre es Trebor.
- Además de nuevo eres estúpido – me respondió sin tan siquiera mirarme a la cara.
- Disculpa a 365-G, pero ya sabes que tenemos poco tiempo para comer y no aguanta dejarse algo en el plato. Yo sin embargo hoy no tengo demasiado hambre. ¿Cuál es tu nombre? – comentó despreocupadamente el preso que se sentaba frente a nosotros.
- Trebor.
- Cómo se nota que llevas aquí poco tiempo. Aquí todos nos llamamos por el número de nuestra celda. El simpático con el que ya has tenido la suerte de charlar es 365-G, el que está tu lado es 196-D, y así.
- No lo sabía. Bueno pues mi número es el 874-VC, o algo así.
- Pues más vale que te lo aprendas bien, aquí no nos gusta llamar a la gente por su nombre de la calle, bueno, a no ser que tengas un buen apodo. Mira, por ejemplo, ese de ahí en frente es “el asesino de la gorra”, y todos le llamamos gorras.
- ¿El asesino de la gorra?
- Claro, seguro que te suena, asesinó a 15 personas en poco más de dos años, seguro que has oído hablar de él en alguna ocasión. Dejaba junto a sus víctimas una gorra roja, esa era su firma.
Aterrado por la sonrisa que vestía en todo momento el rostro de mi compañero de mesa, asentí sin dejar de mirar sus ojos verdes pistacho. Sin lugar a dudas disfrutaba relatando las hazañas criminales ajenas, creando un ranking en función del número o la crueldad con que cayeron las víctimas. Enseguida continuó hablando.
- Mira, y a aquel grandullón, al “violador del ascensor”, le llamamos el ascensorista. Creo que violó a más de treinta personas, le daban igual hombres que mujeres. Bueno chico perdona que yo no me haya presentado, soy 1287-K y era terrorista, me encargué de más de diez atentados mortales antes de que me pillaran. Pero dime, tú que hiciste, ¿a cuántos te cargaste?
- Yo... – por un momento dudé, pensé en mentir, anunciar que había eliminado a cientos o miles de personas con mis propias manos, contar que era el mayor asesino del mundo y que merecía estar allí más que ningún otro de los presentes, pero no pude, miré de nuevo la masa blanquecina que llenaba mi plato y terminé la frase rápidamente esperando que parte de la información se perdiera por el camino-...yo robé un saxofón y me pillaron tocándolo.
- ¿Un saxofón? – respondió 1287-K elevando alarmado el tono de sus palabras.
El preso miró a un lado y a otro buscando miradas cómplices de desaprobación y ante su ausencia decidió invocarlas alzando él mismo la voz, poniéndose de pie y gritando a toda la sala sin ningún reparo. Eres basura muchacho, ¡un puto desviado! los inútiles como tú están destrozando a esta Corporación, maldito vago de mierda, ¡escoria!, ¡eso es lo que eres!
El resto de presos alzaron la cabeza guiados por aquel sádico director de orquesta y se unieron a los insultos. En unos segundos el coro aumentó de violencia. Unos me zarandeaban, me empujaban de un lado a otro. Otros, sin embargo, me agarraban, tiraban de mis ropas para dejarme desnudo y humillarme ante todos los presentes. Yo me dejaba llevar, mera vela en la tempestad, aun a riesgo de romperme en mil pedazos.

No tardé mucho en caer al suelo, ya desquebrajado, inconsciente y harto de encajar las patadas y golpes de asesinos, violadores, fiscales, jueces...
Después solo recuerdo un pitido terrible que marcó la entrada en el comedor de decenas de policías. Algunos me alzaron y llevaron a la enfermería.

miércoles, 6 de abril de 2011

Capítulo primero de una serie de relatos autónomos y articulables entre sí

por Jose Luis Diaz Arroyo - "El Faro Crítico"

Miró al frente, sonrió y se dio la enhorabuena, eres un caballo, solo eso, un caballito... Con la última palabra su reloj de pulsera reaccionó alarmado y le advirtió que debía marchar. Pero Trebor no escuchaba nada de fuera, tan solo, una y otra vez, seduciendo y confundiendo cada minúsculo hueco de su consciencia, resonaba un susurro interior que le pedía calma, sonríe, eres un caballo. Sonrió de nuevo, miró al espejo y no se reconoció. La imagen de sí mismo se diluía en un juego de continuas referencias especulares que utilizaban sus propios ojos como superficie de inscripción. Al menos podía afirmar que había algo, un cascarón hueco en un océano sin límite. Con nada por fuera y tan poco y engañoso por dentro, el cascarón quedaba a la deriva, expuesto a cualquier ligera corriente que pasara por allí.
Parker entró en el baño y trató de mover los hilos, de imprimir, sin más, movimiento a la marioneta, pero con ello, casi sin pretenderlo, animó a Trebor, realmente le donó una ruptura por la que zafarse de bucles y simulacros. ¡ Qué distinto se veía todo desde tal espacio ! El lugar en el que ambos se toparon, desde su lejanía, dejó de ser el baño de hombres de una fábrica de neumáticos, para convertirse en otra cosa. Parker tan sólo tocó su hombro y le dijo entre dientes, recuerda que esta noche es la quedada. Trebor saltó, parpadeó varias veces y se fue corriendo por el pasillo de salida de la factoría. No necesitó recordar que esa misma tarde tenía cita en la cabina de análisis.
Apenas comió ni cenó ese día. Permaneció toda la tarde sentado en casa, con la mochila muy apretada entre las piernas, esperando a que el reloj de pared señalase el apagón energético de las diez. Entonces, con toda la ciudad a oscuras, salió de casa.
Puso un pie en el jardín de su urbanización y el verdor húmedo de la hierba recién cortada le quiso advertir. Toda aquella naturaleza de artificio, perfectamente sincronizada, gimió por fin tanto dolor contenido. La pena comenzó a condensarse y del final de cada brote, de cada hoja mutilada, fluyó un frágil lamento que poco a poco fue creciendo, permitiendo la participación de los demás y formando un grito incontenible que bailó acompasado por el viento bajo la mortecina luz de las farolas de la calle.
Mirando todavía de lejos, apenas reconoció la M-70. Tan solo un enorme cártel publicitario delató su presencia. A esta hora, más que nunca, la circunvalación mostraba su auténtica naturaleza. Sin apenas movimiento, las toneladas de hormigón y asfalto descansaban en el silencio más vacío, se revelaban como lo que eran, una nada muy bien iluminada.
No lo pensó ni un instante, saltó el quitamiedos y cruzó tan rápido como pudo. Al otro lado, lejos de todo foco inquisidor, se habría un espacio yermo, un infinito solar tímidamente salpicado por el reflejo de la luna.
Durante unos minutos anduvo entre arbustos sin saber a donde se dirigía. Cuando sus ojos se acostumbraron a la baja iluminación empezó a reconocer ciertas formas. Las palabras de Sigmund vinieron a su memoria: es muy sencillo, desde el anuncio luminoso camina hacia el sur, alcanza el río y métete en el bosque, enseguida llegarás al viejo puente del claro del bosque. Con suma habilidad vadeó una afilada línea de agua, negra en la noche, que tan solo pudo reconocer por el broche plateado que las estrellas dejaban en su seno. Sigmund podría haber mencionado que el río estaba casi seco, por poco me lo paso de largo, pensó y redujo el paso hasta detenerse. Casi sin querer, alzó la mirada y se topó con el cielo. Un majestuoso mosaico estelar se abría ante él, nada parecido a aquellos cielos que había visto en libros y películas antiguas. Cada astro brillaba por sí mismo, mas, a la vez, cada uno parecía tener en cuenta, de algún modo, a los otros. Aquella perfecta conjunción le capturó poco tiempo. Un escalofrío recorrió su cuerpo y le recordó que debía continuar, el bosque estaba cerca.
Con cada paso la espesura aumentaba y temió perderse en la oscuridad. Mas pronto aprendió a vivir allí. Los enormes árboles le flanquearon una vía de asimilación, fundaron ellos mismos la claridad que llevó a Trebor al puente.
Ya frente a él Trebor alzó la mano y saludó a una sombra, confiado en encontrar tras ella a uno de sus amigos. El espectro habló y su voz y formas, aun todavía confusas en el claroscuro de la noche, extrañaron a Trebor.
- Buenas noches, ¿qué tal?, ¿todo bien? - respondió el extraño.
Trebor, sorprendido por la desconocida presencia, se paró en seco y contestó mientras buscaba con la mirada a Sigmund y Parker.
- Disculpe, pensé que... le confundí con unos amigos que esperaba encontrar por aquí... bueno da igual, lo siento... – no pudo evitar que sus palabras se distrajeran siguiendo el recorrido de sus ojos por las columnas y ojos del viejo puente.
El desconocido, lejos de advertir el nerviosismo que por instantes embargaba a Trebor, contribuyó a aumentarlo cortando sus disculpas. Avanzó muy despacio hacia él, y casi acorralándole contra uno de los pilares del puente, prosiguió con el mismo aire de familiaridad que estaba desquiciando a Trebor.
- No me molestó la confusión, no pasa nada, no te preocupes Trebor.
- ¿Me conoces? - se le escapó de los labios.
- Claro, ¿no trabajas en el sector 52 de la zona P-233? Coges el autobús 1546 cada día a eso de las siete de la mañana. Si hace frío, has dormido mal o el cielo está nublado bajas la cabeza y no hablas a nadie. Pero si hace sol..., si el sol consigue abrirse paso, vas con la cabeza muy alta y no paras de observar a todo el mundo.
Definitivamente saturado por el caudal de información, su boca se quedó aún más seca de palabras, inmóvil y sin capacidad de respuesta. El movimiento estaba en su mente. Un mar de conjeturas sin salida nublaron a Trebor que, sin fuerzas para replantear la cuestión, se entregó de lleno al miedo.
- Verá agente le puedo explicar todo. Créame, fue un malentendido, si me da tan solo un minuto le puedo explicar lo que ocurrió...
Pero de nuevo el extraño no le permitió finalizar.
- Verás, mi nombre es Amadeo y trabajo en tu mismo polígono, incluso en tu mismo sector, y aunque te parezca increíble cojo todos los días el mismo autobús que tú. Lo que pasa es que me monto tres paradas antes, por eso no te suena mi cara, ¿no te parece curioso que estemos tan cerca todos los días y ni nos conozcamos?
Amadeo no pudo evitar comenzar a reír, dejando en su caminar cierta alegría y tranquilidad que Trebor tomó decididamente. Mientras Trebor se diculpaba, algunos gritos surgieron de entre la maleza. Los amigos de Trebor aparecieron, burlándose y saludando a su compañero.
- Qué hora son estas, ¿dónde te habías metido?, te habíamos ido a buscar –gritó entre risas Sigmund.
- Es que... me perdí. Pero tranquilos porque os recompensaré la espera, ¿queréis ver lo que he traído?
- No me digas que conseguiste...
Trebor rescató con cuidado la mochila de su hombro y la abrió. De ella sacó una pieza metálica envejecida de color oro que mostró a sus amigos. Todos se quedaron boquiabiertos.
- Es increíble, es, es un magnofón... – apenas pudo decir Parker.
- Se llama saxofón y espera a escuchar su sonido.
Tomó el instrumento con sumo cuidado y lo acercó a su torso, se humedeció los labios preparándolos para el inminente contacto y acarició su boquilla sin reparos. Tomó todo el aire que pudo e insufló su aliento llenando hasta el último centímetro del cuerpo de metal, permitiendo que escaparan, poco a poco y a su antojo, diferentes notas que volaron por doquier.
Sus compañeros, venciendo el inicial embrujo del instrumento de aire, tomaron los suyos propios de manufactura casera. Parker, con una pequeña flauta de madera, escupió sencillas notas que se mecían en el aire agitándose, creciendo y mezclándose sin competir ni pelearse con los sonidos cálidos que exportaba la guitarra de cuatro cuerdas de Sigmund. Tocaron y tocaron, y ninguno de ellos podría haber dicho durante cuánto tiempo lo hicieron. Solamente tocaban y disfrutaban, y querían seguir tocando y disfrutando.
Amadeo, que hasta ese momento había permanecido apartado y en silencio, se aclaró la voz, tosió y acompañó a sus compañeros dejando que algunas palabras resbalasen de sus labios.

En la noche de la Nochebuena,
bajo las estrellas y en la madrugá,
los pastores con sus campanillas
despiertan al niño que ha nacido ya.
Y con devoción...
van tocando zambombas, panderos,
cantando fandangos al niño de Dios.
A la puerta de un rico avariento
llegó Jesucristo y ayuda pidió,
y en lugar de darle la limosa,
los perros que había se los achuchó
Y quiso el señor...
que los perros de rabia rieran
y el rico avariento alegrías cantó.
Si supieras la vida que tuvo el rey de los cielos de Jerusalén,
que no quiso señor, ni carreta, tan solo un borrico con el que rondar,
y quiso mostrar...
que la puerta sagrada en la tierra tan solo la abre la
pura amistad...

Pero hubo algo externo que les detuvo, un ladrido lejano, que forzó que la alegre melodía huyera asustada.
Tres seres uniformados acompañados de tres cánidos, atraídos por los sonidos, se presentaron delante del puente. El uniforme de mayor rango se adelantó unos pasos y gritó con voz seca tratando de imponerse a la música.
- ¡Alto desviados!, ¡quedan ustedes acusados de allanamiento del espacio público y reunión no autorizada!.
Los cuatro jóvenes, ajenos a su presencia, siguieron tocando.
- ¡Depongan su actitud y entréguense o nos veremos obligados a utilizar la fuerza!- gritó de nuevo el agente, y esta vez, acompañó sus palabras con fogonazos de luz.
Trebor abrió los ojos y al visualizar a los guardias se quedó sin aliento. Su boca, ahora seca, no pudo seguir manteniendo el chorro de notas y dejó de tocar. Tan solo le quedaba aire suficiente para gritar con todas sus fuerzas una sentencia de advertencia desatada. Dio instintivamente dos pasos hacia atrás tratando de ganar algo de distancia, pero tropezó con una rama seca. Cayó al suelo y desde allí trató de advertir de nuevo a sus amigos que continuaban tocando ajenos a lo que ocurría. Corred chicos, corred, gritó, pero su ensimismamiento era tal que no repararon en Trebor. Solo la cercanía de los perros les sacó del embrujo.
Rápidamente uno de los perros alcanzó a Trebor que, todavía tratando de levantarse, tuvo que golpearle con el saxofón. Con el animal tendido en el suelo, Trebor huyó hacia el bosque que franqueaba el puente sin importarle la dirección tomada. Corrió sin parar entre piedras y arbustos, sin pensar en nada ni en nadie, ya no importaban sus compañeros ni la música, solo huir lo más lejos posible de sus perseguidores. Pero en la negrura del bosque, de nuevo absolutamente desentendida de de cualquier claro, sólo obtuvo dolor. Volvió a tropezar, cayó al suelo y rodó por una pendiente hasta llegar al margen de un riachuelo.
Herido, empapado y despedazado por la caída no se pudo levantar, no le quedaban fuerzas, ya no veía y solo oía la frenética carencia de su respirar.
Sus perseguidores no descansaban y gritaban sin cesar, ¡no te escondas, no te servirá de nada!, ¡ya tenemos a tus compañeros y solo quedas tú!
Trebor cerró los ojos con todas sus fuerzas deseando convertirse en invisible, desaparecer del lugar y evitar la captura. No los volvió a abrir hasta varias horas después pero ya no se encontraba en aquel bosque.
Al despertar no estaba seguro de nada. Tal vez nunca lo había estado pero en aquel momento su ignorancia se hizo evidente. Sin quererlo ya había ganado algo, tan solo un punto de partida. Demasiado poco. El robo del instrumento, las mentiras que tuvo esputar para ocultarlo, las innumerables normas que había quebrantado, quizá... ¿habían merecido la pena? ¿Era acaso mejor pasar unos años en una celda fría que seguir viviendo acurrucado en torno a las brasas de un imaginario masturbatorio preñado de somníferos? Sonrió y sintió que se quedaba corto. Rió y pensó que necesita algo más. Quiso correr y bailar pero sus grilletes se lo impidieron. Súbitamente reparó en que se encontraba en una sala de interrogatorio.

miércoles, 23 de marzo de 2011

¡Deslocalizados de todos los no-lugares, uníos!

por Amanda Nuñez y Marisa Perez - "El Faro Crítico"

Planteamiento

Queremos plantear el tema de nuestra intervención acerca de la “Ausencia de un sujeto político” con una pregunta: ¿podemos pensar un sujeto político sin un lugar, sin un espacio donde habitar, sin tierra, si agua y sin aire?

Creemos que esta pregunta ha servido de mucho en las luchas anteriores pero que, debido a la inflación de sujetos creada por el capital, parece que queda borrada para plantear otra más radical y que debemos construir: ¿No será que, en realidad, de lo que carecemos es de un lugar político?, o quizá, ¿carecemos absolutamente de lugar?

Pensamos que no sólo debemos construir la pregunta sino que, a la par que la construimos y somos conscientes de aquello que cada vez tenemos menos, debemos construir lugares.

Nuestra pregunta se remonta a las condiciones reales que vivimos (no “en” que vivimos):

No debemos olvidar que el Capitalismo ha pasado de sus formas de agotamiento del tiempo (la industria que robaba el tiempo incluso de la infancia, las camas calientes, etc.) a una globalización o mundialización radical. La mundialización ha conseguido fluidificar y extender las formas del capital más ferozmente que en otras ocasiones por una razón: porque ha ocupado el planeta. Es decir, porque ha ocupado todo lo que antes eran lugares y lo han convertido todo en un no lugar, en el mero fluir de la mercancía por un espacio abstracto que es el mercado mundial.

Si ya Marx decía en El Capital que el mercado nacía en las fronteras de las comunidades y que ello hacía que, internamente, ese fenómeno también se diera dentro de las comunidades (p. 107 edición SXXI), ¿no habrá ocurrido que las comunidades se han deshecho? Y la prueba es la apelación a “La sociedad” constantemente y no a las “Comunidades”. De este modo, incluso el multiculturalismo se encuentra con el grave problema de encontrar derechos de comunidades y culturas diferentes cuándo sólo ha pensado en individuos-sujetos de consumo aislados y unidos yuxtapuestamente en una sociedad mundial con una sólo televisión devoradora no sólo de tiempo, sino también de cualquier lugar que no sea el enfrente de sus rayos catódigo-digitales…o, en todo caso, en Estados-Nación homogeneizados por todo el universo como garantía tan sólo del Mercado y las propiedades privadas.


Parte Crítica
De este fenómeno tenemos muchos ejemplos.

1. Las empresas pueden cambiar de localización velozmente dejándonos sin ni siquiera derecho a huelga, pues si se amenaza con una falta o exceso de producción la empresa, simplemente, se va del lugar. Antes lxs deslocalizadxs eran lxs proletarixs, ahora son ambxs.

2. La inmigración creciente deslocaliza a lxs trabajadores pero no les da un nuevo lugar parar vivir mientras sus países cambian de paisaje a una velocidad tan atroz que ya ni siquiera parece que podamos volver donde están nuestros antepasados. Incluso la inmigración ya no se da tanto en la forma de ir de un lugar a otro sino en tener que viajar constantemente en busca de las empresas y fábricas que cambian también constantemente de lugar. Todo ello sin olvidar los no-lugares (con la cara más o menos maquillada) donde se suelen estancar aquellxs que ya sin lugar no caben en las tierras de llegada: nueva versión de las fronteras.

3. Pero no sólo la inmigración laboral. Tanto en empresas como en la Academia y los Ministerios se ha tomado un tono de “movilidad” muy peligroso. Por ello, cualquier preparación significa no poder construir nada en ningún lugar. Significa no estudiar ni prepararse en ningún oficio sino viajar y tener movilidad disponible. Un constante ir y venir en becas, congresos y turismos para que no se pueda hacer nada distinto que recibir mensajes de control de las compañías telefónicas cada vez que se llega a un lugar nuevo del que habrá que partir inmediatamente…quizá por ello los anuncios de automóviles dan esa doble cara: hay que viajar constantemente y el único lugar que se tendrá es el coche. O quizá por ello la arquitectura fluida y llamada últimamente “postmoderna” sólo crea cubículos como “la chica nómada de Tokio” de Toyo Ito (http://www.arqhys.com/articulos/moderno-arquitecto.html) de movilidad absoluta los cuáles sólo poseen una cama, una televisión (ya mejor un i-phone que te permite llagar a la “información y el ocio” sin tener que estar sentado frente a la pantalla de la tv o del ordenador) y una papelera.

4. A ello se une la cuestión del urbanismo imposible que sólo genera lugares donde no es posible la reunión (pues son los centros comerciales y allí todo es un flujo continuo de estímulos y “ocios” que impiden el ocio de la política o el de simplemente hablar), donde se da un agotamiento en los transportes que atraviesan las nadas entre ciudades sin ágora ni plaza pública y urbanizaciones gigantes atomizadas en pequeños cubículos sin mancomunidad ninguna…(y todo lo que dice José Luis). No lugares donde no habitar que nos abocan a las redes “virtuales” donde se habita en el no-lugar permanente.

5. Pero no sólo se trata de los espacios físicos concretos. Si el problema actual es la ecología, se debe precisamente a que la mundialización ha conseguido eliminar todo lugar…y, por supuesto, como ya dice Marx en el Capital: han puesto precio a aquello que no tiene ni valor, es decir, a la tierra misma. Pero ya no sólo a la tierra en forma de fronteras y propiedades privadas, sino al aire, al agua, a los árboles, a las ondas, al magnetismo. Todo controlado, ocupado y anulado en la esterilización aséptica y homogenaizante de cada lugar. Hasta que la tierra entera no sea más que un gran aeropuerto, igual en todas partes del mundo.

6. Aunque tampoco se trata de los espacios sólo físicos, también en los simbólicos. ¿Qué lugar tienen aquellxs despedidxs anticipadamente que están inutilizados para trabajar por exceso de edad pero no llegan a la franja de jubilación?, ¿y lxs eternamente jóvenes que no podemos ni trabajar, ni ser mayores pero tampoco ser niñxs y tenemos que estar en el duro estado fluido y cambiante de la adolescencia deslocalizada en busca de empresas siempre móviles que expulsan a gente y no toman a nadie?; pero ¿Qué pasa incluso con lxs jubiladxs? Ellxs tampoco tienen lugar desde hace mucho…y ahora ya no saben ni a qué edad podrán hacerlo, ¿y lxs ancianxs, lxs niñxs sin parques encerrados cual propiedad privada, lxs adolescentes eternos sin bares donde descansar, sin plazas que no estén llenas de policía, los animales, las plantas, etc?, ¿Y lxs propixs trabajadores? Si parecía que trabajar era el único lugar simbólico, tampoco parece serlo en este mundo donde en cualquier momento la empresa se deslocaliza, disminuye, cambia a subcontratas, amenaza despidos baratos, amenaza con que hay que tener movilidad y disponibilidad, etc.

7. ¿Quién tiene lugar? No es baladí que las protestas en Tunez y Egipto y la revolución ya asfixiada fueran por un lugar donde habitar y se hicieran desde las plazas públicas. Posiblemente el capital ya haya ocupado y esterilizado incluso esas propuestas prometiéndoles el lugar abstracto y comunicado al infinito del capital.

8. Pero, ¿Qué tiene lugar? Porque ya ni siquiera la economía está en un banco mundial ni nacional ni nada; es más es el fantasma que no tiene lugar sino que sólo es carencia-deuda ilocalizable.


Parte filosófica

A su vez, este movimiento ya ha sido anunciado múltiples veces. En el Manifiesto Comunista ya nos hablan Marx y Engels de un mercado mundial (frente a la “internacional” o “los pueblos unidos”) y de que si el proletariado se caracteriza por algo no es sólo por no tener nada, sino por no tener lugar. Por ser ya el abstracto creado a imagen y semejanza de los sueños del burgués: sin tiempo pero también sin lugar.

El problema es estético.

Ahora bien, o deseamos volver a un mundo cualitativo donde los lugares están dados de antemano y los linajes de sangre y tierra se refieren a ellos en comunidades cerradas (suena muy nacional-socialista); o intentamos pensar el lugar no desde lo ya constituido sino como aquello tan frágil que si no se construye y cuida a cada vez no es suprimido. (esto tiene que ver con cositas de origen, de contrato social y cantidades intensivas que ampliaremos juntos o expondré cuando no sean las 4 de la mañana y no esté muerta)

Y ya que me ha dado el cansancio sólo apuntar que si tiempo y espacio son categorías aristotélicas y, por lo tanto, hacen un predominio del predicado proposicional, Kant los convierte en a prioris de una subjetividad trascendental. Es decir, (la cosita esta copernicana) son del sujeto (muy burdamente dicho). Aun así, a Kant no se le escapa para nada que, evidentemente, espacio y tiempo son condiciones de la estética y la percepción y no ninguna forma de ellos (es decir, que podemos saber que nos falta lugar porque el espacio es condición y lo mismo con el tiempo). Pero tampoco se le escapa que el espacio es la forma de la exterioridad y que si sólo el tiempo ya construye un sujeto, el espacio lo deshace.

Por ello creo que lo que hay que buscar y construir es el lugar de lo político.

Y creo que ya sigo mañana.

Firmado:
Marisa y Amanda e sus mil chácharas en el breve espacio entre café y café, cigarrillo y cigarrillo.

martes, 15 de marzo de 2011

LA OBLIGACIÓN DEL SER FELIZ

por FKastro - "El Faro Crítico"

Obligado a ser felizSiempre habéis sabido que en vuestro ADN coloqué un mandato: Estáis obligados a ser felices.

Para ello, pensasteis que la eucaristía se encontraba en una muralla de barro cocido, en promontorios de adosados de arcilla cocinada, en esos tabiques, ladrillos, puertas y ventanas, en un espacio donde construir el mandato: Sé feliz... y el proyecto os descubrió como colonizadores. Como conquistadores del barro, como pobladores del fango de viviendas que se derriten velozmente con el soplo de una crisis.


Demasiado rápido para vuestras pupilas calidoscópicas, hipnotizadas por ese primer mandamiento, el precepto que os llevará a ser embaucados por ladrillos y tahúres: En la salvación de la felicidad vale todo.


¿Coartada?. La felicidad, claro, pero una felicidad que funciona. Un utilitarismo sin finalidad, que esconde un reverso: El sometimiento a la práctica de un sistema dominante y represivo de cartas marcadas.


El camino al Ser feliz ya viene trazado: Codicia, tecnología, química. ¡Ah, perdón!: Felicidad, funcionalidad, espacio....Y como el itinerario de un viaje, peregrináis como colegiales eternos de mirada simétrica en los límites de una enfermedad oculta.


La heroicidad roza la imbecilidad y la realidad se hace caricatura, tanta, como la técnica que domina vuestros refugios de arcilla cocida. Aparatos electrónicos que cumplen la máxima del relleno continuo. Ni un espacio vacío. Completad todo, hasta la última cavidad.


Recordad que lo diáfano es el vértigo de los síntomas. Cread un catálogo, un escaparate, una panoplia que os ayude a ser otros, que os obligue a ser felices.


Saturaros por el detalle, por las referencias, no por el autor. Por la curiosidad, no por la pasión. Esculpíd vuestras sonrisas en el rostro, someteros a una dictadura en el que las relaciones profilácticas, el buenrollismo, lo confundáis con civismo.


Vuestras prevenciones, vuestra higiene, abandonan la caricatura para ejercer el terrorismo del eso no se toca, no se dice, no se hace. Siempre lo único. Y es ahí, en la semejanza de formas diplomáticas, en la igualdad de carcajadas huecas, donde os constituís en sociabilidad. Relaciones espontáneas, comunicaciones fugaces, correspondencias que sean siempre atajos, para salvaguardar el tiempo libre. Falso espacio virgen, el lugar amañado en el que simuláis. En el que una y otra vez intentáis repoblar lo cronometrado, lo tasado, lo comprado. Día tras día, año a año.
En cada uno de vuestros pasos cordiales en el tiempo libre, os hacéis productores-consumidores-esclavos.


Ese tiempo libre es servidumbre: Tenéis que comprarlo para ganarlo. Hay que hacerlo valer para no perderlo, es fuerza productiva. El camino ya nació marcado: Mejora tu tienda on-line.
Falsa victoria que os impone ser creadores de contenidos nuevos, en señas que os reconozcan de otra manera (siempre vacías, siempre falsamente funcionales) y así no ser sólo bebés, consumidores, trabajadores. ¿Tiempo libre?. Sí, con franjas horarias y con la obligatoriedad de ser feliz, o simplemente ser. Y en ese tiempo ocioso y esclavista, os convertís en prisioneros.
Si no seguís el ritmo os quedáis fuera. Si lo respaldáis, enfermáis.


Cuando consumís antibióticos en los inexistentes valores relaciones de objetos adquiridos en caja, descubrís la mentira. Pero mantenéis el tipo, el civismo de antes. Esos objetos que conquistan el espacio son estrategias del deseo, vaciedades instantáneas de veneno invisible, pero siempre tóxico.


De inmediato, ante la falla que descubrís, os autoevaluáis para volver a ser novedades, y sin daros cuenta, en ese continuo intento de mejora os hacéis más frágiles, tenues, quebradizos La reflexión o la erudición, quizás os convertiría en titanes, en resistencia sin metal, pero todo eso no forma parte de lo instantáneo. No es un atajo. No sirve.


Puede haber en esa inspección interior, en ese reconocerse de continuo, un atisbo de NO, un regazo golpista.. Pero la negatividad es censurada, categorizada y aislada en tedio o sobreesfuerzo, en enemigos de lo efímero, de lo instantáneo. El NO es despedazado para aumentar la vergüenza, para alargar los síntomas.


Corréis, entonces, hacia la técnica, repitiéndoos el mantra: “Tiene que funcionar, tiene que funcionar”, aunque a vuestro ya pésimo diagnóstico se le una ahora el doping, el stress. Más fatiga.


Colócate, ponte en forma, sustráete a lo externo, protégete en lo interno. Hazte valer. Proyéctate... ¿Dónde?. Si ya está todo colonizado, y, ¿por qué conservarse tanto?, ¿por qué cuidaros tanto entre vosotros?. Sólo se cuida quien está enfermo.
El veneno del cuidado.... ¡Os saturáis para estabilizaros!.


Ya no es apetito ni necesidad. Es competencia, son consideraciones técnicas y económicas, que categorizan para neutralizar. Que incrustan la realidad no caricaturesca, dolorosa, real, en proporciones lejanas o reducidas. La Abundancia, Mito, Uno, enormidad del monstruo, aplasta las dosis homeopáticas de la izquierda, las rocía de contradicciones adheridas: Sindicalistas de derechas, antiabortistas a favor de la pena de muerte, etc.


Es tan sencillo emanciparos para poder explotaros.


Os concedemos vuestras luchas de liberación. Tenemos un catálogo, vosotros también. Tenéis un inconsciente, nosotros también. ¿Liberación sexual?. Sex-Shop. ¿Ecologismo?. ONG. ¿Acaso creéis que el tiempo libre no es suficiente buldózer ideológico contra vuestras quejas?. Vuestras manifestaciones callejeras son productores-consumidores en el tiempo libre. Vuestra manifestaciones multitudinarias son ocio, antibióticos, anestésicos.


Ocuparos del ser feliz. Sabéis que es una obligación.


¿Y el estar?


Dejad al estado del Bien-estar. Padre, madre, que nos quitaron algo para volver a dárnoslo. Educación pensiones, redes infinitas de transporte inútil... ¡Ay, si siempre ha sido vuestro!. Siempre os perteneció, pero os lo quitamos para volver a dároslo... ¿O es que pensasteis que un sirviente podía ser amo?.


Adversarios. No neutrales.


Afirmemos lo Imposible.