miércoles, 26 de noviembre de 2014

El retorno de Pueblo como categoría política

Jose Luis Manchón – El Faro Crítico
            Pueblo ha sido un término esquivado hasta hace muy poco por los discursos de izquierda. La situación ha cambiado. La emergencia de nuevos paradigmas anticapitalistas que ya no referencian exclusivamente al movimiento obrero (ecologismos, feminismos, pacifismos) ha sido fundamental para su rescate del baúl de los trastos viejos y su conversión en central para pensar el panorama político actual. Los nuevos movimientos sociales lo han recepcionado como un desatascador y revitalizador necesario. No es casual. La disfunción histórica del paradigma revolucionario de clase, había introducido a las luchas sociales en un callejón sin salida. Concluir que la clase obrera no está en proceso de articulación, sino todo lo contrario, es una realidad dolorosa que es necesario asimilar cuanto antes para reorientar las luchas anticapitalistas e implica reconocer algo novedoso invisibilizado por las ideologías de base dialéctica y materialista; el conflicto político entre grupos se da principalmente entre identidades, entre formas de vida, y no tanto entre intereses. El apoyo que obtienen los grupos conservadores y neoliberales por los sectores más populares y humildes de la población en muchos países, sostiene en buena medida esta tesis. El marco cultural, el imaginario colectivo, las representaciones de éxito en el que se ubica subjetivamente el individuo, son más determinantes a la hora de optar por una u otra solución política, que la condición económica objetiva. En las sociedades de consumo, los deseos están secuestrados por la publicidad. La lucha de clases atraviesa a cada individuo.

            En este contexto, emergen las opciones populistas, tanto de izquierdas como conservadoras. Ernesto Laclau, en La razón populista, explica el proceso de construcción de un pueblo a gran escala. Su origen  es negativo. Para que se constituya un pueblo, tiene que existir un conjunto de demandas diferenciales insatisfechas. Es decir, tiene que existir una institucionalidad incapaz de hacerse cargo de esas problemáticas ó resuelta a negarlas. La frustración genera el caldo de cultivo para que esas demandas diferenciales y aisladas, que proyectan sus esfuerzos en vertical, empiecen a  conjugarse horizontalmente provocando así la emergencia de una serie equivalencial de demandas. Ese estado de hermandad, de articulación entre demandas equivalentes, escinde el espacio político en dos. La serie equivalencial de demandas, enfrentándose unitariamente y de forma antagónica a una institucionalidad, es el pueblo para Laclau. En su teoría, es necesario que una o varias de las demandas, se postulen como significantes vacíos para que puedan canalizar el malestar del pueblo de forma positiva en lo que debería derivar en la conquista del poder constituido. El acceso desde posiciones populistas al poder de gobierno, inagura un nuevo ciclo político donde previsiblemente el pueblo populista se irá diluyendo en la medida que sean satisfechas por las instituciones, de forma diferencial, la mayoría de las demandas. Pero no existe cierre. La  contradicción entre demandas pertenecientes a la misma serie equivalencial,  e incluso la imposibilidad real de realización de algunas de ellas, dejará en evidencia al gobierno populista. Son estas demandas no atendidas, las que volverán a reiniciar un nuevo ciclo de luchas.

            Es sorprendente como el análisis de Laclau explica perfectamente fenómenos históricos revolucionarios en muchos de los países donde se han producido procesos de empoderamiento popular que han llevado al derrocamiento de regímenes e instauración de nuevos órdenes sociales representativos. En el caso español, permite comprender la posible función populista de los sectores más reformistas del 15m en la emergencia posterior de Podemos, con la apelación al desalojo de la casta política y la personalidad de Pablo Iglesias como significantes vacíos. En el caso francés y a la derecha, tenemos el Populismo conservador de Le Pen, que también apela al desalojo de los corruptos de las instituciones.

El análisis del Populismo en Laclau, es lo suficientemente certero como para permitir entender perfectamente las lógicas de resistencias ultra-democráticas que se están dando actualmente en algunos Estados nacionales y también, sus limitaciones en el alcance de sus consecuencias políticas. La lógica populista, consigue intermitentemente en cada ciclo de empoderamiento popular, forzar una relación siempre contingente y débil entre la concepción democrática de la política y la concepción liberal[1] para después, acabar siempre por reconstituir y legitimar las estructuras liberales de dominación en la resolución final de los conflictos. En los procesos populistas, mientras el pueblo se constituye y se diluye en cada ciclo, la estructura liberal siempre permanece, convirtiéndose así en un elemento inmanente a la lógica populista. Un planteamiento problemático si lo que se está intentando articular son luchas anticapitalistas, que son en definitiva, luchas contra pilares fundamentales del liberalismo, como la propiedad.

El Populismo se hace cargo y resuelve el problema de la escala, en la articulación de las luchas en sociedades de masas, pero es precisamente esa escala la que impide cambios radicalmente democráticos. El pueblo populista en las sociedades de masas, debido a su magnitud, tiene que ser necesariamente representado. La democracia representativa, aristocracia en su traducción aristotélica, es lo máximo a lo que puede aspirar. Cuando se constituye, el pueblo populista evoca una fraternidad imaginaria sin realidad efectiva. Su configuración es multitudinaria, colección de individuos sin cohesión interna y por lo tanto, tendente a su disolución. Sus movimientos son por demandas, es decir, piden ser atendidos por instancias separadas. El pueblo, en clave populista, no tiene potencia para realizar transformaciones por si mismo. Necesita ser asistido y es el objeto de las instituciones liberales.

            Entender que la vía populista como tal, no puede ser revolucionaria en clave anticapitalista, no significa que no pueda ser un punto de referencia a tener muy en cuenta. Puede ser interesante aprender del análisis de Laclau para desde ahí, intentar derivar otras vías[2].  El planteamiento de desviación del Populismo que empezamos a explorar, está sustentado en base a determinados planteamientos que consideramos ineludibles para la acción política en la coyuntura actual:

  • El tandem Liberal-Capitalista tiende hacia un totalitarismo global de sesgo imperial-policial donde la política trata de las corporaciones transnacionales y sus intereses.
  • Debido a la globalización de los modos de producción desarrollistas y extractivistas del Capitalismo, empezamos a estar en un momento de difícil retorno respecto a la degradación medioambiental y el agotamiento de muchos recursos naturales a nivel planetario. En concreto, el agotamiento de los recursos energéticos amenaza con convertir la crisis energética en un colapso civilizatorio.  
  • La escala social masiva en las sociedades humanas opera como una trampa de progreso. Hace inviable, aparentemente, cualquier solución política que no asuma la implementación de un grado mayor de complejidad para el sostenimiento de esta realidad. 
  • La concentración masiva de población en mega-urbes hace dependiente a buena parte de la población mundial del abastecimiento energético y mercantil. Esta concentración poblacional es paralela a la concentración de poder en las instituciones liberales y transnacionales, y es proporcional al expolio a las clases populares y los países del sur.
  • Las resistencias democráticas a los cercamientos de los comunes, son necesariamente zonales y concretas. No coinciden ni en el espacio, ni en el tiempo. Un cambio global es necesario, pero la revolución no se dará en todos los territorios a la vez, como imaginaban las utopías clásicas de izquierdas de raíz ilustrada.
Romper el círculo virtuoso del Populismo es crucial[3]. Estamos hablando de analizar la posibilidad de una salida rupturista respecto a la articulación populista entre liberalismo y democracia.  Si las demandas populistas nacen dentro del marco político liberal. ¿Cómo impedimos desde dentro de la dinámica populista de masas que estas sean finalmente resueltas en las instituciones liberales? Las instituciones liberales, asociadas desde su nacimiento al desarrollo del capitalismo, no son neutras y en las lógicas populistas se convierten en un principio necesario de resolución que nunca se pone en cuestión. La razón populista se desenvuelve en el marco descrito por Fukuyama, en El fin de la historía y el último hombre, que pronosticó un fin de la historia donde el Estado moderno liberal[4] y su democracia representativa sería la culminación definitiva de la evolución de definición histórica de estructuras políticas e ideológicas. Salir de este marco implica canalizar la frustración no a través del significantes como “Hay que echarlos”, que conceden cierta neutralidad a las instituciones liberales, y focalizan la resolución de los problemas en la sustitución de los malos gestores o garbanzos negros por gente honesta y eficiente que atienda las problemáticas, sino a través de significantes vacíos que identifiquen a la propia sociedad de masas, a las instituciones liberales y al capitalismo como ángulos de un mismo triángulo que es necesario desarticular para restaurar la posibilidad de la política de base y por lo tanto, la auto-resolución de las demandas por los propios demandantes. La contradicción entre demandas de una misma serie equivalencial extensa, y que por lo tanto, no pueden ser resueltas a la vez y de forma unitaria por una entidad centralizada de poder,  introduce la posibilidad de bifurcaciones en la serie equivalencial que podrían permitir que el entramado institucional se hiciera plural. Si en cada ciclo populista no hubiera una reconstitución y relegitimación del aparato institucional en decadencia, sino un reconocimiento desde el cuerpo social, de la incapacidad política por pura contradicción del aparato liberal para resolver todas las cuestiones, podría darse la fragmentación de las series equivalenciales en series afines no contradictorias y más pequeñas que se dieran a si mismas legitimidad para resolver sus demandas. Estaríamos pasando de una concepción de Pueblo como multitud a una concepción plural y micropolítica de los diferentes Pueblos. Donde Pueblo dejaría de ser un abstracto para pasar a dividirse y multiplicarse a través de una red de concreciones diferenciales cohesionadas internamente por la política del bien común. Distintas formas de vida, diversidad de mundos y restauración del conflicto político. Comunidades humanas constituidas en torno a la tradición democrática[5], es decir, al margen de la configuración liberal moderna de las macroestructuras políticas del Capital.  Opondremos a Populismo,  el término Pueblismo. Si la razón populista vehicula la construcción del pueblo en base a demandas insatisfechas que pide en último término una nueva institucionalidad más hegemónica, el Pueblismo es la articulación del cuerpo social, de forma orgánica, no para exigir a un ente separado su satisfacción, sino para satisfacer sus necesidades de forma directa. No hablamos de masas, nos referimos a la emergencia de nodos de autogestión y apoyo mutuo, autónomos, que se otorgan a si mismos el derecho que se les niega desde la institución. Reivindicamos el término pueblar como un actuar político continúo que teje redes de solidaridad y vecindad, constituyendo al pueblo no de forma antagónica o negativa, en base a la frustración por las demandas insatisfechas, sino de forma positiva, en base a la construcción política en común para la satisfacción de esas demandas y su defensa. No de forma abstracta, sino concreta. En esta apuesta política, la figura del significante vacío pierde todo el sentido. La representación popular del significante vacío no es necesaria en la democracia directa. Las demandas nacen ya  dentro de una serie equivalencial. El análisis holístico, no separado, de las demandas o necesidades, permiten su priorización utilizando criterios directamente relacionados con el bien común por parte del propio colectivo. El paradigma de los Comunes, que pide hacer saltar por los aires la falsa dialéctica entre privado y público,  y reivindica la comunidad política a escala humana, articula esta propuesta.

Estamos convencidos que el escenario descrito, tendrá que ser tenido en cuenta a partir de la toma de conciencia general del desastre. El desmontaje del modelo socio-económico vigente a través de la descomplejización de las sociedades humanas y en definitiva, la fragmentación política en una nueva ruralización allí donde sea posible, es quizás, la única alternativa viable ante el suicido que implica esperar al colapso de la sociedad industrial capitalista.




[1] Por un lado, tenemos la tradición liberal constituida por el gobierno de la ley, la defensa de los derechos humanos y el respeto a la libertad individual; por el otro, la tradición democrática, cuyas ideas principales son las de la igualdad, la identidad entre gobernantes y gobernados y la soberanía popular. No hay una relación necesaria entre esas dos tradiciones diferentes, sino sólo una articulación histórica contingente. (Chantal Mouffe)
[2] Existe cierto determinismo en Laclau, que en mi opinión tiene que ver con un decisionismo político muy vigente en la actualidad, que desestima las alternativas libertarias en un proceso revolucionario. La acción directa no forma parte de la posibilidad de acción política de los demandantes. La autogestión no forma parte de la posible alternativa institucional. No se contempla. Siempre se obvia la posibilidad real de una solución descentralizada, democrática y atomizada.
[3] No olvidemos que el Estado liberal es esencial para la supervivencia y el desarrollo de un Capitalismo que nos está matando. Todos los Estados liberales del planeta son Capitalistas, los populistas de izquierdas también. Consideramos la lucha contra el Capitalismo como esencial. Preferimos los populismos de izquierda a la nada, pero no es una alternativa al neoliberalismo implementar estados sociales en base a la circulación capitalista y el crecimiento económico.
[4] El estado liberal. El imperio de la ley y el orden que clausura la política. Que cristaliza en una estructura institucional máximamente representativa una relación de fuerzas concreta. Una práctica que sacrifica la vía comunitaria por una supuesta seguridad y armonía entre individuos libres, en pos de evitar la rapiña de todos contra todos si no se impusieran ciertos límites. Que no concibe la política más allá de la administración y sus trámites burocráticos. Que produce individuos aislados e impide por todos los medios posibles su agrupación.
[5] La democracia radical, o democracia a secas, tolera bajas cotas de representación política. Considera que el auto-gobierno colectivo es la vía, no elude la política como conflicto y sus riesgos. No tolera la desigualdad. Concibe la práctica política como algo vivo y evita en lo posible, fundamentarla y convertirla en una cuestión papelesca. Le preocupa más la modalidad del proceso que la eficacia en la consecución de objetivos.  No es esencialista.

jueves, 13 de noviembre de 2014

Capítulo décimo-noveno de una serie de relatos autónomos y articulables entre sí

por Jose Luis Díaz Arroyo - El Faro Crítico

- El momento presente es único e irrepetible.
- Claro, faltaría más. Y únicamente el pétalo de una flor de plástico podría entonar largamente ese presente.
- Mira la flor. La flor no sonríe, es sonrisa.
- No te importa que haga sonidos mántricos mientras hablas, ¿verdad?...
- ...
- No, ya no tengo ojos y mi cuerpo no percibe lunas crecientes, únicamente que nos miran.
- Te refieres a los guardias... no te vigilan, guardan y permiten tu descanso.
- Sí, dentro de poco moriré en sus manos.
- Respira. Con eso basta para no marearse, no agobiarse.
- ¿La maravillosa sensación posterior al vómito? En ella también uno respira. Respiraré y respiraré hasta provocarme un vómito y entonces seguiré respirando...
- Y si te cansas de respirar, prolonga el descanso cambiando de orificio, frecuencia, intensidad, profundidad...
- Como pared afirmo que el marco de posibilidad que ofrecen estas cinco paredes es muy amplio para cualquier cambio.
- No, no les dejes de lado. Tampoco te dobles tú. Un secreto a voces, necesita voceros. Podrían ser ellos, los guardias.
- No sé... raramente hay secretos a voces, a pesar de que el secreto siempre es secreto de Estado. Secreto de muerte.
- ¿Es tu caso?, ¿guardas algún secreto?, pensé que te habían acusado por tocar el saxofón en público. Recuerda que soy tu confesor y esta es tu última hora, tal vez tus últimos minutos...
- Así fue. Mi caso no es ningún secreto, si casi no bebo agua de la lluvia ni enciendo piras en el hogar... si no sé respirar sin pulmones y cuando lo hago con ellos se llenan más de humo que de aliento... si sólo escogo caminos, aún con paciencia, que no levanten barro en fin de semana, ¿qué llamada me merece?, ¿tal vez una secreta que me recorriera a solas?
- Desde luego una que acudiera en tu auxilio, no que te condenase.
- Dudo... en ambos casos sería como decir que los secretos guardados son productivos.
- Y no lo son, quieres decir...
- Eso pende no tanto de lo producido, los auxilios de mis cosas o yo mismo como auxiliado por el secreto, como de la producción...
- ¿Te refieres al modo de producción?
- Bueno, más bien a que un secreto...
- Sí, un secreto...
- ...enriquece pero no produce riqueza, es raramente provechoso pero nunca aprovechable. No puede exacerbar lo que hay no porque no tenga capacidad sino porque su potencia no puede ser guardada en lugar oculto.
- Y luego soy yo el de los mantras...¿estás seguro de lo que dices?, un secreto no puede ser guardado... pero los secretos de Estado... ¿no son guardados, de hecho los más guardados?
- Los más, tanto, que dan resguardo a Estado. Un Estado entero pende siempre de un secreto de Estado... el Estado son sus beneficiarios. Pero beneficiarios... el Estado no puede se propietario de ellos, de los secretos, más bien, el secreto... bueno, los secretos, se apropian de los miembros del Estado.
- No sé si te entiendo bien...
- Somos un secreto, y ójala el secreto mejor guardado. Cuando hace frío mi piel se pliega y arruga y a nadie le extrañará encontrar una causa de ello, el frío, que me atenace en algunas estaciones. Ahí no hay secreto.
- Ya... está claro que no entiendes un secreto como un enunciado informativo de un cierto estado de cosas pasado, presente o futuro, conocido por unos sí y otros no, que únicamente en el hurto de su publicación común puede mantenerse como secreto... claro, no todos los secretos son privados...
- Lo propio del secreto no gira en torno a la diferenciación privado/público. Ningún secreto lo es, privado me refiero, es lo que pretendía decir... pero tampoco es algo publicable... todo secreto ha de ser común por ser profundamente e íntimamente no-de-cada-uno. Lo mejor y más valioso que somos... eso que nos alza y permite mover de dentro hacia dentro porque siempre nos constituyó un afuera.
- Claro, hay secretos públicos conocidos por muchos que saben mutuamente que lo conocen, pero sin utilizar ese secreto como elemento inmediato fijador de sentido y acción... son secretos públicos que siguen operando como secretos, porque la información que supone el secreto mueve desde la sombra a la acción sin mostrarse...
- No me lo parece, de nuevo ese no sería el tipo de secreto al que me refiero. No sería secreto de Estado, ni de muerte. Ahí no habría secreto por el manejo visible del secreto y no al contrario. Que no se ejecute explícitamente en el lenguaje, aunque se sepa, salvando distancias, alguna cuestión particular pero que sin embargo se siga operando de acuerdo a esa cuestión no es más que poner un termómetro a diferentes personas desde un medidor neutro que tomaría distintas medidas de temperatura, eso sí guardando el anonimato de cada uno de los medidos, para al final hacer una reglación global que me permitiera escoger un fármaco para tratarles. El fármaco será siempre el idéntico para cada caso y de hecho ninguno de ellos tendrá por qué haber afirmado en público ni tan siquiera qué o cuál era su enfermedad, a lo sumo, y como aceptación del secretismo de sus síntomas, en pequeños círculos de confianza. El auténtico síntoma de este secreto tan feo, tan enfermo, sería la desconfianza. Pero lo mismo pasaría con la confianza. Mientras tanto esos no-tan-secretos seguirán arando la tierra con autocad, curándonos con la recomendación de que miremos desde el hogar al cielo estrellado y cincelando vidas.
- No entiendo bien, porque si la división privado/público no te satisface y sin embargo es cuestión de transparencia y personalización entonces...
- No, no y no. Es cuestión de desgarro. De desgarro del Estado que nos constituye, de ruptura de una voz y un enfoque. Sí, tenías razón... hay secretos a voces... cada miembro del Estado tiene un secreto, el secreto más profundo posible, aquello que constituye a cada uno como miembro de la colectividad que llamamos Estado. Si no tengo un secreto esencial, totalmente mío, no puedo formar Estado... por ello esos secretos van a la contra, son siempre paracaídas, resistencias multidireccionales... y los paracaídas ocupan espacios, se despliegan en exterioridades que se muestran, que, incluso, necesitan siempre del aire de los de alrededor para actuar de freno-resistencia. Necesitan la boca de los otros. La misma boca-pulmón que calla el esencial secreto de cada uno es la que sopla e hincha la resistencia de los de alrededor, la misma boca que habla...
- ... e incluso respira sin parar y sonríe indiscriminadamente... ya... quieres decir que un secreto no es de uno, ni de unos pocos, ni de unos muchos, pero que aún así actúa y percute siempre sobre uno, unos pocos o unos muchos...
- Bueno...
- ... soy tu confesor... deberías ser más claro, rozas continuamente la contradicción con tus metáforas...
- En absoluto, ni metáforas, ni contradicciones ni mierdas...
- Mierda...
- Mierdas, siempre mierdas... no, gritemos juntos, pero no mezclados de cualquier manera. Primero te soplaré para que tu secreto se airee... pero eso supondrá ya una inspiración, y una en la que el inspirar sea unísono por el aire común que nos reúne, una inspiración que sea un grito profundo y no partido de tal modo que cuando expiremos simplemente se escuche el secreto a voces, secreto de Estado.
- ...
- ...
- ¿Qué haces?
- ...
- ...
- Te soplo.
- Únicamente mueves la boca, puedo ver la mueca que traza y esa figura parece ser la de unos labios proyectando aire al exterior pero no me llega el aire, es imperceptible... ¿entonces no hay secreto a voces?
- No es impercetible, por eso un cuenco esférico de base plana no puede casar con una mesa paralela al suelo.
- ¿Cómo? Bueno, si la mesa es realmente plana y paralela al suelo y el suelo no tiene inclinación, si es también plano, entonces habrá ajuste...
- No, no. No habrá casamiento, habría una correspondencia intereferencial entre dos cosas cualesquiera punto a punto... pero por ello interreferencialmente asumido desde únicamente un sistema de referencia plástico, inerte, atrevido, osado, dado. Punto a punto. Así no hay casamiento, ¿dónde están las nupcias?, ¿y el cortejo?, ¿y la pedida de mano, la petición de entrega mutua de algo tan poco productivo como una mano separada de un cuerpo...?
- ...
- Los labios formantes de una boca nunca están sellados. En ocasiones guardan silencio, honran al secreto a través del sello de su juntura y, por supuesto, pueden tomar diferentes formas... la mueca, el gesto, nunca definitivos... sin que eso obste para que sus voces secretas, desde la linde que compone la mueca, empuje el secreto de otros.
- Creo que me he perdido... yo tampoco me termino de acostumbrar a que nos miren... sigo sin entender que si el secreto es lo más constitutivo de cada uno y previo a toda lingüisticidad, ¿cómo se llegaría al secreto?, y tampoco entiendo el salto de ese secreto tan íntimo de cada muchos a la constitución de un Estado o una comunidad política, ¿habría un pacto secreto en pos del secreto entre los miembros del Estado?
- Olvídate de las miradas, es normal. La primera vez también me pasó. Si bajamos un poco la voz mirarán menos y te será más fácil obviar que están ahí; que tampoco te preocupe el tiempo, nos sobra... A lo que me refería es que habrá deslizamiento o no, aumentará la fuerza que contrareste el coecifiente de rozamiento del cuenco con la mesa o no, pero no habrá ajuste entre ambos. Nunca o si lo hay, será forzado por el aniquilamiento de variables ausentes y vivas.
- Entonces es un asunto de rigidez, de muerte o de vida...
- Es asunto de que un pacto, si es secreto, ha de estar siempre sujeto al secreto mismo, a que haya secreto y cuidado del secreto. El pacto, por decirlo así, es posterior causalmente, y el pacto secreto... el pacto secreto no sería más que eso que comparten los que tienen un secreto, ese pulso y orientación entre y con las cosas que permita que se constituyan como miembros de una sociedad para nada secreta, de un Estado. Si no se respeta esto no hay Estado legítimo. Habrá mero flirteo, seducción o imposición... labios juguetones... ¿que cómo se llega a tener un secreto? Cultivándolo, soplando a voces el secreto de otros y guardando silencio sobre los nuestros para que otros los puedan airear ...
- No estoy seguro de que sea sólo eso. Es cierto que cualquier ajuste rígido entre ambos, entre labio/labio o mesa plana/cuenco esférico implicará referir en exceso y únicamente a elementos propios del sistema de referencia imperante. Por eso no hay simetría rígida entre ambos, y si la hubiese, sería la simetría del sistema, la que habría de igual modo sin el cuenco y la mesa, o con cualquiera otros dos elementos o incluso sin ninguno de ellos, sólo con un observador-sistema de referencia y el espacio objetual ilimitado...  por eso creo que es un asunto de medios.
- Claro, porque si no es lo mismo la inclinación de la mesa, el radio del cuenco esférico, los materiales que componen ambos, tampoco es lo mismo que cuenco y mesa estén en el aire, en el agua, o en el fuego.
- ¿Y te parece que en ningún caso hay ajuste?
- Digo que cierto modo de ajuste es siempre secundario, y otro, el ajuste o relación entre secreto propio/boca/secreto ajeno es primero porque justamente el medio, la boca, es la misma para todos. La boca y el medio aire. Ambos son primeros y en este sentido no se diferencian pues sólo mediante el cuidado atmosférico del aire común mi boca-pulmón puede inspirar y expirar el secreto a voces. Lo común que tiene eso tan íntimo para cada uno es la usabilidad de la boca que permite el secreto y la organización política... estamos abocados a ello... y como es tan evidente que no todo uso es igualmente legítimo, no queda otra que airear los secretos, provocar la apertura de la boca sin mueca, como toma de postura vinculante, pues la mueca, de venir, será posterior, para que los secretos sigan siendo tales y cada vez a voces... secretos... a voces y que se enteren los que no tienen secretos, los que se hurtan a sí mismos con otros... es cuestión de Estado, debe seguir habiendo secretos, habría que gritarlo...
- Hablas y hablas mucho. Eso no me cuadra con que tú tocaras el saxofón a escondidas antes de que te capturasen...
- Lo hacía ante todo porque me chiflaba... y por eso no podía estar solo... uno nunca grita a solas, aunque el secreto parezca un esputo... por eso me capturaron y encarcelaron, escapé y ahora...
- ... y ahora hay ruido fuera, parece que los guardias se mueven, tal vez vengan ya a por tí, ¿esto es lo que deseas a la ciudadanía, a tus amigos y familia...
- Todavía no hay nada cerrado. Tal vez, de nuevo, sea ya la hora...
- Fíjate, si no hubiéramos levantado tanto la voz habríamos tenido más tiempo... sí, tal vez sin tanto grito hubieses podido cambiar realmente algo...
- Realmente algo... ay, mira, tengo la piel de gallina, y no es por el frío ni los guardias... es lo de siempre, del grito no se atiende la inspiración común, sólo la expiración del secreto a voces... así no hay secreto... únicamente ruido y mierdas.
- Bueno, ¡ya está bien! antes de que te lleven a tu módulo de inmovilidad perpetua te daré la bendición del Planísimo... que el Señor Algo te bendiga...
- No me parece buen modo de continuar esta conversación...
- In posse...
- De verdad, si no es necesario...
- Ab esse ad posse...
- ...
- … unde per ipsum esse subsistens...
- ...
- bonum commune praeminent bono singulari unius personae...
- …
-  et ultima hominis felicita est in contemplatione similitudines...
- …
- tamtum ergo ubi caritas ibi oculus...
- …
- … ¿qué ocurre?

- Disculpe hermano, pero el preso ha sido requerido y debe acudir de inmediato al palacio de la corporación de gobierno.


sábado, 8 de noviembre de 2014

La rebelión de los #Comunes


9, Grafton Terrace, Kentish Town
Una simple limonada y una gran cantidad de tabaco. Estas fueron todas las provisiones con las que Karl Marx se encerró durante varios meses en su habitación de trabajo del número 9 de Grafton Terrace, una vivienda de cuatro pisos situada en Kentish Town, al norte de Londres. La providencial aparición de dos herencias le permitió, al menos durante un tiempo, sacar a su familia de la pobreza y sumergirse en los borradores de su obra más importante. Antes de El Capital fueron los Grundrisse, y sabemos que al menos una de sus partes más conocidas, la llamada «Formas que preceden a la producción capitalista», se escribió aquí, bajo la corrosiva combinación de la limonada y el tabaco barato que compraba a razón de un chelín y medio por la caja de una libra. Estamos en enero de 1858 y Marx tiene 39 años. Está particularmente contento por los avances de los últimos meses, y se toma un respiro para escribirle una carta a su viejo amigo Frederick Engels, donde le cuenta los excesos de sus largas jornadas nocturnas de trabajo, y varias cosas interesantes más, como el hecho de haber caído en sus manos, por casualidad, varios volúmenes de la Lógica de Hegel que originalmente habían pertenecido al mismísimo Bakunin. ¡Ah, Bakunin! Unos años más tarde, los acontecimientos de la Primera Internacional los convertirían en enemigos irreconciliables. Pero en aquellas fechas todavía tenían cosas en común. Y en cualquier caso, nadie les habría ubicado en los lugares extremos a los que después les redujeron sus partidarios. Es bastante discutible que fuera la pasión por la democracia lo que guió a Bakunin a su enfrentamiento contra Marx por el control de la Asociación Internacional de los Trabajadores, pero es mucho menos creíble que las razones de Marx en esta disputa tuvieran que ver con un afán personalista de controlar el movimiento obrero. Marx siempre fue un paladín de la democracia, y suya es la frase que colocó al principio de los Estatutos de la Primera Internacional: «la emancipación de la clase obrera debe ser obra de los obreros mismos». No de los burgueses, de Marx, o del secretario general del partido. De los obreros mismos. 

Así que estamos en 1858, y tenemos a Marx encerrado en un cuarto con la Lógica de Hegel y muchos litros de limonada y gran cantidad de tabaco barato. Y en estas condiciones escribe las «Formas que preceden a la producción capitalista», un texto donde introducirá, con muchas idas y venidas, una distinción conceptual entre las relaciones de producción que tiene mucho que ver con la democracia y la cuestión de los bienes comunes. Étienne Balibar llamó la atención sobre ella en su aportación al libro de Althusser Para leer El Capital. Se trata de la diferencia entre la relación de «propiedad» y la de «apropiación real» (Aneignung). A menudo, y al propio Marx le ocurre de vez en cuando, se ha pasado por alto la importancia de esta distinción, lo que ha sido fuente de infinidad de problemas, algunos de los cuales seguimos arrastrando hasta ahora. Estos problemas tienen que ver con la diferencia entre los modos de gestión y los modos de propiedad, y en última instancia nos remiten a la cuestión de los bienes comunes y la gestión comunal. En los Grundrisse, Marx habla de todo esto, cuando aborda las condiciones originarias de la producción en las comunidades antiguas. Un debate que le perseguirá durante toda su vida, y al que volverá en los escritos sobre Rusia en torno a la posibilidad de que la obschchina, la comunidad agrícola aldeana, pudiera transitar por su propia vía hacia la comunidad socialista. Manuel Sacristán abrió un importante debate sobre lo que los borradores de la carta a Vera Zasúlich implicaban en cuanto a un replanteamiento y un abandono de la filosofía de la historia del Marx clásico. Pero lo que aquí nos interesa es cómo la diferencia entre las relaciones de «propiedad» y las de «apropiación real» se superponen y dan sustancia al concepto de comunidad. ¿Y en qué consiste esta diferencia? En que mientras que las relaciones de propiedad hacen referencia a la propiedad del capitalista sobre la fuerza de trabajo, las relaciones de apropiación real aluden, en palabras de Balibar, a la «capacidad del productor directo para poner en acción los medios de producción sociales». La primera categoría es el índice de las relaciones de propiedad, y la segunda, de los modos de gestión. Y con esto abrimos toda una analítica sobre las combinaciones posibles entre los modos de propiedad y los modos de gestión, que se reparten por igual entre las tres formas de lo privado, lo público y lo comunal. Es decir, tenemos, por un lado, la relación de propiedad, que puede ser pública, privada o comunal; y por otro, la relación de aprovechamiento real, el modo de gestión, que con independencia de la forma que adopte la propiedad, puede articularse desde la esfera pública, la privada o el procomún. En nuestra sociedad, nos hemos acostumbrado a tratar con diferentes maneras de combinar lo público y lo privado, pero hemos alimentado una laguna en torno a lo comunal. Y es precisamente en esta esfera donde se libró la batalla de la acumulación originaria, y donde podemos encontrar las herramientas políticas y ecológicas que nos permitan construir un nuevo proyecto de transformación social.

¿Qué secreto encierra la comunidad? Se han intentado dos estrategias distintas para responder a esta pregunta desde la etimología y la arqueología del concepto. Por un lado, el proyecto Wu Ming tiene una breve intervención donde explora el significado de la partícula «mu» en la palabra «comunismo». Por otro, Roberto Esposito, en un esfuerzo mucho más elaborado, rastrea el origen y las implicaciones para la modernidad de la deriva de la «communitas», desde la significación originaria, el «cum» del «munus», algo que no implicaba propiedad, ni atributo, hasta la transformación en la comunidad de sustancia que terminó abriendo las puertas a la tragedia del siglo XX. 

Deberemos estudiar con atención las dos modalidades de la acción que subyacen al «cum» y al «munus», la primera como figura de la acción recíproca, del reparto, del con, del entre; y la segunda como la dimensión en la que se inscribe una carga, un deber, una obligación. Toda la arqueología de Espósito naufraga en su incapacidad de encontrar una sustancia del munus. Para él, en realidad, no hay nada en común, y por eso la comunidad es irrealizable. ¿Pero es cierto esto? Para averiguarlo, tendremos que viajar una vez más hacia el pasado, pero en este caso, al 38 de la rue Vaneau, en París, donde un joven Marx de 26 años escribe, puede que sin limonada pero seguro que con montañas de tabaco, los famosos Manuscritos de economía y filosofía. Allí podemos encontrar un pasaje, que ha pasado bastante desapercibido para la crítica, a partir del cual abriremos un boquete en el callejón sin salida al que conduce el pensamiento de la comunidad. Estamos en plena teoría de la acción democrática. Lo que yo he llamado en otra parte «imperativo disyuntivo», que es la formulación democrático-radical del principio ontológico de la dualidad de la acción. Todas las acciones tienen un ámbito intensivo, de producción de valores comunitarios, y un ámbito extensivo, donde se produce la acción recíproca de la comunidad. Deberemos estudiar cómo en una lógica de gestión comunal el munus del cum no es algo que nos exponga hacia fuera a partir de nuestras trincheras individuales, sino que es algo que nos instituye bajo la forma de la comunidad, una tarea que introyectamos a través del cum convirtiéndola en la sustancia de la comunidad.

Una vez armados con todas estas categorías, podemos trazar nuestra propia genealogía de la comunidad. Conviene que abordemos el planteamiento que Hardin hizo de lo que llamó la «tragedia de los comunes», para responderla, en primer lugar, desde la historiografía ambiental y agraria que ha puesto en cuestión este relato de la desarticulación del comunal. Hablar de bienes comunes supone hablar de cómo en la gestión comunal se encuentran enredados los ámbitos de la ecología social y del empoderamiento popular, y de cómo en la lucha contra el expolio de los comunes se desataron las mayores revueltas sociales de la historia moderna.

Y todo esto nos conduce, finalmente, a la Carta de los Comunes, y a los nuevos espacios de contestación social que se están articulando en torno a la reapropiación de los comunes, como la Asamblea sobre #Comunes de Toma los barrios, o las plataformas de afectados por la hipoteca (PAH), que constituyen un ejemplo extraordinario de autogestión y reapropiación comunal de lugares privatizados y estrategias de resistencia.

El camino es largo. La senda, estrecha. Pero qué demonios, no tenemos nada mejor que hacer.

Omnia sunt communia!

David Hernández Castro 
(Más información en el Proyecto Juan Roque)