Hacía tiempo que desde muchos ámbitos se estaban oyendo voces críticas que ponían en cuestión el modelo económico y de progreso de las llamadas sociedades de consumo. El sistema finalmente ha colapsado desde dentro víctima de su propia codicia. Con este colapso, se abre por lo tanto un periodo de reflexión y de cambios profundos del que saldrá necesariamente otra conciencia social y otra forma de estar en el planeta.
por JOSE LUIS MANCHÓN - "El Faro Crítico"
Hace unos meses, cuando aún no se había producido el gran crack financiero y bursátil que llega hasta nuestros días, asistía con preocupación a un aluvión de noticias tanto nacionales como internacionales, que confirmaban que después del estallido de la burbuja inmobiliaria internacional, las grandes fortunas y, en general, el mundo especulativo, buscaban otro nuevo sector a exprimir después de que el ladrillo dejara de actuar, casi de un día para otro, como el mejor depósito de valor.
Terminaron apostando decididamente por el alza de precios, de lo único que podía dar rentabilidades suculentas a corto plazo: "Las materias primas", y en concreto, la alimentación, con los cereales como el ejemplo más representativo. Pero esta nueva aventura especulativa tenía efectos colaterales muy graves. La maquinaria capitalista, en su carrera enloquecida en busca del beneficio rápido, estaba demostrando una vez más que estaba dispuesta a depredar hasta el último recurso para conseguir su codicioso y nunca suficientemente cumplido, objetivo. Ya en Abril de 2008, un informe de la FAO alertaba de riesgos serios de hambrunas y disturbios por crisis alimentaría relacionada con alza del precio de los alimentos, en 37 países.
Finalmente ocurrió lo que acaba siempre ocurriendo cuando se intenta crecer ilimitadamente sustentándose sobre una base cada vez más precaria y limitada; que el castillo de naipes acaba por debilitarse y se cae sin control. Esta vez, la puntilla vino del todopoderoso sistema financiero que sostenía y sostiene aún, la actividad frenética de las cada vez más maltrechas economías sobre endeudadas de familias, empresas y países. El modelo de capitalismo liberal diseñado para su beneficio por los países ricos de este planeta, se corrompe vertiginosamente.
El impacto de este crack es de dimensiones tan enormes, que está todavía por ver como va a afectar a la economía real y durante cuanto tiempo. En este derrumbe asistimos con sorpresa al espectáculo de un modelo económico y social que se fagocita a si mismo lanzándose dentelladas como si fuera un tiburón furioso abierto en canal.
No todo es negativo. Es cierto que el llamado primer mundo está en crisis, pero que el 6% de la población mundial que explota actualmente el 59% de la riqueza total mundial desacelere su capacidad de consumo, no parece a priori tan nefasto. Y más, si constatamos que esta opulencia económica está asentada sobre la miseria y la sobreexplotación de una gran parte de la población y de los recursos mundiales. Una de las expectativas más interesantes que se abren con el frenazo del consumo mundial, es que esta desaceleración sirva como balón de oxígeno que permita repensar el modelo energético actual.
No es posible pensar que el capitalismo que hemos conocido en las últimas décadas y que ha impreso un ritmo vertiginoso a algunas economías, y ha sumido a otras en la decadencia más absoluta, pueda resucitar. La base energética de producción en la cual se sustentaba este crecimiento ha dejado de ser abundante y barata. Las estimaciones revelan que con los índices de producción actuales, las reservas de petróleo tienen unos 40 años de vida y las de gas natural unos 60 años. El modelo energético va a cambiar radicalmente, por necesidad, en el medio-corto plazo, y este cambio cuestiona directamente la vigencia del sistema económico actual.
Pero el transito no va a ser nada fácil. Los habitantes del primer mundo han interiorizado tanto las leyes del mercado liberal, que se han convertido en "Seres Económicos". Estas personas ansían por encima de todo la capacidad de gasto, ya que es esta, la que les permite afirmarse en su condición de consumidores. Son personas educadas en una representación personal y social del éxito que se basa en el "Tener" y no en el "Ser". Es difícil pensar desde el punto de vista de este "Ser económico" un mundo mejor y más justo para todos, que no esté en continuo crecimiento económico, sino más bien en lo contrario; donde los criterios de adquisición de bienes surjan de la necesidad y no de la adquisición por el placer de la adquisición; donde la energía sea cara, difícil de conseguir y un tesoro a mimar en su uso; donde el éxito individual no se sustente en signos externos de capacidad económica. Llega un mundo raro para estos seres, pero tendremos que confiar en el despertar a otras realidades que surgen de las grandes depresiones y que marcan siempre un antes y un después en la relación del hombre con el mundo.
El escenario no podría ser más complicado y algunas acciones lo están complicando aún más. Por una parte nuestros políticos, tanto de izquierdas como de derechas, que hicieron suya y defendieron la idea de que "Progreso era lo mismo que Progreso Económico" y que se jactaron innumerables veces de los índices de crecimiento anuales de sus países respectivos, mientras se deterioraba la economía real; este derrumbe les deja totalmente desarmados. Ante tal situación de desolador despiste, se han lanzado con premura a implementar medidas de rescate, con dinero público, ideológicamente impensables hasta hace unos meses, con el objetivo claro de apuntalar un castillo de naipes a punto del colapso. El riesgo asumido es enorme, teniendo en cuenta la casi inexistente y deficiente reglamentación de control que existe actualmente dirigida al sector financiero y, por otra parte, el desconocimiento absoluto de las dimensiones del un agujero financiero de dimensiones globales. Pero la presión desde todos los flancos para que las acciones vayan dirigidas en este sentido no es poca. Los lobbys empresariales están lanzando continuamente mensajes a la población desde los medios, donde utilizan descaradamente el recurso del "Miedo" a la perdida del empleo y ponen en bandeja al político, el instrumento necesario para legitimar la acción salvadora del plan de rescate, ante la opinión pública. Es una estafa en toda regla. El objetivo es que la especulación global vuelva a retomar la senda de las ganancias. Se da, además, un mensaje muy peligroso a los grandes actores económicos: "Que hagan lo que hagan, si lo hacen a la vez, nunca quebrarán, ya que son demasiado importantes como para dejarles caer".
La ciudadanía, al menos en Europa y Estados Unidos, viven estos acontecimientos en una continua disyunción, ya que se sienten engañados y traicionados cuando son informados de los rescates multimillonarios con dinero público al sector financiero, responsable último de la actual crisis, y por otra parte, tienen miedo a perder sus empleos, y sus ahorros, si estas acciones no se realizan con la garantía del estado. El estado, a su vez, se deslegitima una vez más respecto al ciudadano, y se lanza al vacío al asumir el riesgo de los bancos en un intento desesperado de crear un periodo de transición artificial del cual pretende salir reforzado en presencia y poder. Un gran y atractivo vuelco para una institución, que había sido percibida como un obstáculo para la buena marcha de los negocios y expulsada del panorama económico del mercado libre.
Ya se pueden prever algunas consecuencias de todo lo expuesto. Las clases medias serán las grandes damnificadas, por su nivel de endeudamiento y la falta de trabajo. Indudablemente se potenciarán los episodios de luchas de clases. La clase media se hará más pobre, y la clase rica, seguirá disfrutando de una posición económica esplendorosa, después de haber trasladado mediante los artificios financieros, un alto porcentaje de la capacidad de gasto a treinta años de la clase media a sus bolsillos, mediante los préstamos a largo plazo para adquirir viviendas. No debemos olvidar que muchos de estos empresarios e inversores ya han cobrado y son los grandes beneficiarios de una estafa de dimensiones globales. Mientras tanto los bancos intentan recuperar los préstamos derivados de estas operaciones con índices de morosidad nunca vistos.
Los conflictos geoestratégicos latentes relacionados con los recursos energéticos empezarán a activarse conforme la escasez vaya en aumento. Está por ver que instrumentos pueden llegar a movilizar las grandes economías mundiales para hacerse con estos recursos y seguir manteniendo durante algo más de tiempo su posición económica. Desgraciadamente hemos asistido recientemente a la guerra de Irak; una "guerra preventiva" que se diseñó con clara vocación geoestratégica relacionada precisamente, con que este país tiene dentro de sus fronteras reservas de petróleo probadas por el orden de los 112 mil millones de barriles.
Se corre también el riesgo de que se abandone la visión utópica, y la población se predisponga a la perdida galopante de derechos, con el objetivo de evitar males mayores como la perdida del empleo. ¿Que mejor arma podríamos poner en la mano del negociante sin escrúpulos? En este contexto tan turbio, es necesario que el mundo denominado alternativo, que lleva muchos años avisando sobre las consecuencias del suicidio colectivo que implicaba el capitalismo que se estaba practicando, adquiera presencia y visibilidad ante una población desconcertada. Es la única manera de que cuando la reflexión se dé, las respuestas que se encuentren a las cuestiones sobre ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Para que? ¿Quién se ha beneficiado? ¿Quién ha sido perjudicado? no tengan su origen en el FMI, el BCE ó la Reserva Federal Americana.
Se nos presenta una oportunidad única. Necesitamos utilizar esta crisis para dar un golpe de timón que rectifique un rumbo que no nos conviene. Tomar, en definitiva, otro camino que nos reconcilie con la naturaleza y que doblegue un sistema que no nos hace felices en nuestra opulencia y ansiedad de consumo nunca saciada y que es, además, sumamente injusta respecto a otros pueblos y generaciones venideras. Nada impide que siendo posible que otro modelo social más justo pueda ser, no sea, si se dan las condiciones mínimas para que emerja. Es necesario un cambio radical en la conciencia social, que borre del mapa a la especulación y el derroche de recursos y que permita una economía sustentada en criterios de necesidad, y no de maximización del beneficio. Necesitamos poner en marcha la "Lista Quijote".
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