Israel ha comenzado una ofensiva contra la franja de Gaza, argumentando defensa legítima ante el constante lanzamiento de misiles por parte de Hamas. Esta acción militar ocurre en un escenario internacional que estaba ocupado hasta ese momento por el colapso financiero internacional y el triunfo de Obama en las elecciones estadounidenses.
por JOSE LUIS MANCHÓN - "El Faro Crítico"
El sionismo se ha hecho fuerte, en una región hostil a sus pretensiones, asentado en tres ejes. Una capacidad militar hipertrofiada (1), el control de gran parte del sector financiero mundial y el apoyo político incondicional de Estados Unidos. Es un respeto ganado por la fuerza, pero, como no podía ser de otra manera, el ejercicio de este inmenso poder se encuentra totalmente deslegitimado.
Con el crack financiero que estamos viviendo en estos momentos, la élite judía que controla la cúspide del capitalismo comprueba como su capacidad de influencia en todos los ámbitos, sufre una merma proporcional al desplome de los valores que controlan en el parquet de Wall Street (2). Con bancos al borde del colapso, una clase política que empieza a buscar responsables de la situación y una opinión pública que identifica al sector financiero como el origen del desastre económico, la gran telaraña sionista se deshilacha.
Por otra parte, Estados Unidos estrena presidente. Un presidente lo suficientemente poco usual como para permitir poder pensar que pudiera ser ideológicamente mucho menos comprensivo con la posición de Israel que los representantes de la saliente administración. No es el tipo de comandante en jefe al que nos tiene acostumbrado el país con el mayor arsenal militar que se conoce. Obama, además, ha roto la tradición, y no ha financiado su campaña presidencial con dinero procedente de los lobbys financieros y empresariales (4) y por lo tanto, no debe grandes favores a los grandes grupos de presión económica controlados por judíos. Este último aspecto entraría en colisión con el habitual exceso de influencia del que goza la comunidad judía estadounidense en la política exterior del país.
En este escenario nada favorable para el poder sionista, Israel ha lanzado un órdago a la comunidad internacional, invadiendo la Franja de Gaza. La invasión de Gaza es, ante todo, una acción política disfrazada de asedio militar y parapetada por el paraguas de un Bush en su último mes de mandato. Mientras los medios de comunicación abren debates interminables sobre la proporcionalidad de la intervención militar, casi todo el mundo se olvida de analizar las causas últimas que han originado este paso hacia delante, precisamente en este momento, y no en otro.
Incendiar con esta acción militar el bosque del odio respecto a este tema, que ya inunda los países árabes, y provocar la focalización del terrorismo internacional hacia los intereses judíos; son consecuencias asumidas por una administración, la de Israel, que comprendió hace mucho tiempo que la permanencia en el tiempo de su actual ubicación en la tierra prometida está sujeta a su condición de enlace entre Oriente y Occidente. Necesita ser el eje que hace que ambas partes giren indefinidamente enfrentados, y sin posibilidad de un dialogo que les acerque a un verdadero entendimiento.
por JOSE LUIS MANCHÓN - "El Faro Crítico"
El sionismo se ha hecho fuerte, en una región hostil a sus pretensiones, asentado en tres ejes. Una capacidad militar hipertrofiada (1), el control de gran parte del sector financiero mundial y el apoyo político incondicional de Estados Unidos. Es un respeto ganado por la fuerza, pero, como no podía ser de otra manera, el ejercicio de este inmenso poder se encuentra totalmente deslegitimado.
Con el crack financiero que estamos viviendo en estos momentos, la élite judía que controla la cúspide del capitalismo comprueba como su capacidad de influencia en todos los ámbitos, sufre una merma proporcional al desplome de los valores que controlan en el parquet de Wall Street (2). Con bancos al borde del colapso, una clase política que empieza a buscar responsables de la situación y una opinión pública que identifica al sector financiero como el origen del desastre económico, la gran telaraña sionista se deshilacha.
Por otra parte, Estados Unidos estrena presidente. Un presidente lo suficientemente poco usual como para permitir poder pensar que pudiera ser ideológicamente mucho menos comprensivo con la posición de Israel que los representantes de la saliente administración. No es el tipo de comandante en jefe al que nos tiene acostumbrado el país con el mayor arsenal militar que se conoce. Obama, además, ha roto la tradición, y no ha financiado su campaña presidencial con dinero procedente de los lobbys financieros y empresariales (4) y por lo tanto, no debe grandes favores a los grandes grupos de presión económica controlados por judíos. Este último aspecto entraría en colisión con el habitual exceso de influencia del que goza la comunidad judía estadounidense en la política exterior del país.
En este escenario nada favorable para el poder sionista, Israel ha lanzado un órdago a la comunidad internacional, invadiendo la Franja de Gaza. La invasión de Gaza es, ante todo, una acción política disfrazada de asedio militar y parapetada por el paraguas de un Bush en su último mes de mandato. Mientras los medios de comunicación abren debates interminables sobre la proporcionalidad de la intervención militar, casi todo el mundo se olvida de analizar las causas últimas que han originado este paso hacia delante, precisamente en este momento, y no en otro.
Incendiar con esta acción militar el bosque del odio respecto a este tema, que ya inunda los países árabes, y provocar la focalización del terrorismo internacional hacia los intereses judíos; son consecuencias asumidas por una administración, la de Israel, que comprendió hace mucho tiempo que la permanencia en el tiempo de su actual ubicación en la tierra prometida está sujeta a su condición de enlace entre Oriente y Occidente. Necesita ser el eje que hace que ambas partes giren indefinidamente enfrentados, y sin posibilidad de un dialogo que les acerque a un verdadero entendimiento.
El objetivo de Israel, desde mi punto de vista, no es tanto responder a los ataques de Hamás, como conseguir crear en el escenario internacional la presión suficiente para que se formen grandes bloques definidos a favor y en contra, que no hagan posible una agresión a Israel sin que el fantasma de una escalada bélica a nivel global automáticamente coja forma. Es esta operación, la que está destinada a permitir a Israel perpetuarse en el tiempo en la configuración actual, ya que sin el apoyo militar y político de un gran bloque de países occidentales tradicionalmente liderado por Estados Unidos, las naciones musulmanas, con pueblos abiertamente contrarios a la ocupación Israelí, no permitirían el actual asedio al pueblo palestino.
Israel sabe perfectamente que nunca conseguirá la victoria total sobre Palestina. Tiene en contra la resistencia de un pueblo que ya no tiene nada que perder (5) y que está dispuesto a ofertar el sacrificio más exigente, con tal de recuperar lo que se les ha arrebatado. Además, Israel es consciente que persiste en una tierra ocupada fuera de la legalidad internacional, después de haber incumplido sistemáticamente muchas de las resoluciones de la ONU (6) dictadas en contra de sus intereses.
Barack Obama repitió hasta la saciedad en su campaña electoral, que si salía elegido habría un cambio sustancial en la política exterior de Estados Unidos respecto al resto del mundo, abandonando por lo tanto, el camino del unilateralismo con el cual se venía actuando. El apoyo unilateral e incondicional de Estados Unidos a Israel, incluso en el incumplimiento de la legalidad internacional, estaría por lo tanto en entredicho; pero Israel necesita este apoyo como seguro de vida.
Obama, en la actual situación, con una guerra forzada contra el territorio palestino y dirigida teóricamente al exterminio de una organización apellidada de terrorista como Hamás, estaría enfrentándose a un conflicto diseñado como una acción más dentro de la denominada “Guerra global contra el terrorismo”, de la cual, Estados Unidos es abanderado. Obama estaría viéndose forzado, por lo tanto, a no rebajar la intensidad del tradicional apoyo americano a Israel, y este y no otro, sería desde mi punto de vista, el verdadero objetivo de la invasión.
(1) Según han revelado las ultimas estadísticas de Bruselas, en 2007 los Estados miembros de la Unión Europea autorizaron la exportación de armas a Israel por valor de 200 millones de euros. Francia es, con mucho, el principal proveedor al Estado judío de armas europeas. http://euobserver.com/19/27359
(2) El Dow Jones ha perdido en el año 2008 cerca de un 35% de su valor.
(3) Obama rechazó financiar su campaña con ‘lobbies’ por razónes políticas. En la campaña presidencial, el número de donantes superó los 2,5 millones de norteamericanos, y dos terceras partes de ellos dieron menos de 200 dólares por persona.
(4) ‘El 46% de los palestinos no tiene suficientes alimentos para cubrir sus necesidades. El número de personas sumidas en la pobreza profunda, definida como la que padecen los que disponen de menos de 50 centavos de dólar al día, casi se ha doblado desde 2006 llegando a más de un millón, según la Agencia de las Naciones Unidas de Trabajo y Ayuda a los Refugiados (UNRWA)'. (La pobreza en Palestina: el coste humano del boicot económico, Oxfam Internacional, abril 2007).
(5) Existen más de 40 resoluciones de la ONU en contra de Israel que nunca se han aplicado.
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