Todo ser tiende a ser plenamente aquello que es... Así rezaba la máxima
de Empédocles cuando se refería al Bien Ontológico. Sin embargo, tal noción ha
desaparecido del panorama conceptual de nuestro Occidente hiper-desarrollado e
hiper-tecnificado. Todo el mundo tiene poco más o menos una noción de qué es el
Bien: para unos la riqueza y el lujo, para otros la estabilidad económica, para
muchos otros tiene que ver con la Amistad y el Amor. Ahora bien, el problema
viene cuando nos desentedemos de ese algo que llamamos Bien, pasamos a
escribirlo en minúsculas y dejamos que sean unos pocos pudientes los que definan
qué es el Bien. Y ya no sólo que lo definan estos pocos, sino que además lo
conviertan en obras civiles, infrastructuras y otras cosas varias, todas ellas
en principio "pensadas" por el Bien del País, la Nación, cuando no de la
Humanidad. Entonces es cuando surgen grandes proyectos, el capital se moviliza
en vistas a cubrir las necesidades reales; entonces también es cuando muchos
especulan y se hacen ricos a costa de esa obra pública. También es entonces
cuando las grandes multinacionales crean nuevos puestos de trabajo, cuando todos
y todas nos movemos en torno a la construcción de esas grandes obras de
ingeniería... Pero ya desde el principio se produjo un pequeño desliz que ignoró
algo esencial... Y es que el Bien Ontológico no tiene imagen. Esto ya lo sabían
los monjes medievales, pero nosotros lo hemos olvidado...
Percibimos que nos aproximamos al Bien cuando las cosas se dan
de un modo sencillo y espontáneo. Es una sensación frágil, pero que a su vez nos
llena de energía creativa, porque sólo desde el Bien se puede crear. Aristóteles
diría que más se piensa cuanto más se piensa, más se ama cuanto más se ama, y
que en tales situaciones las potencias creativas se incrementan de un modo casi
infinito. Siendo esto así, parece que los poderosos se han querido apropiar de
nuestra creatividad. La han querido forzar en el sentido que ellos consideraban
como el más útil -o el que, sencillamente, beneficiaba sus intereses
especulativos-. Es ahí cuando surge la alienación. Allá donde había Amor se
convierte en obligación, allá donde había Juego se convierte en monotonía, allá
donde había misterio, enigma, magia... se convierte en estructura inerte para
el engranaje. No hay lugar para Peter Pans. Y es con el temor y la amenaza que
se ostiga esa investigación enfermiza por anodina, a la que tanto le cuesta
darse de un modo espontáneo, tal y como se dan las cosas que lo hacen por
Naturaleza.
Qué diferencia entre aquellas acciones que se hacen por deseo de
saber, a aquellas que se ven condicionadas por la hipocresía y el afán de
justificar la razón de ser -subsistir- de uno mismo en este in-mundo mundo.
Parece como si nos quisieran privar de la noción de Bien Ontológico, de un modo
categórico a la inmensísima mayoría de la población. El Bien Ontológico mueve el
interés y la atención de un modo autolegislado y soberano; más allá de cualquier
mandato o imperativo institucional o mercantil. Es la verdadera fuente de Vida.
Y los modelos en los que vivimos -como lo ignoran por completo- no saben que lo
que sin Bien producen, siempre resultará infeliz; y lo que es peor: hará
infelices. El Bien Ontológico se experimenta, se siente, se incrementa cuanto
más se busca y conoce... Los poderosos parecen querérselo apropiar para sus
propósitos, pues saben que reside en cada una de nuestras pequeñas Vidas. Pero
es por sus ansias de control y de dominio, que cada vez lo pierden; que cada vez
lo hacen perder, cuando no los echan a perder arruinando las Vidas plurales en
la alienación más somera... Y es que, cuando nos piden mayor atención y
motivación, mayor productividad... en el fondo, de nosotros lo que quieren es lo
más sagrado: quieren nuestro Amor. Pero nuestro Amor no tiene ningún precio.
Nadie lo puede sobornar. El Bien Ontológico sin imagen, no representable,
siempre es el que rige: jamás lo podrá hacer un mortal. A Eros no se le
obliga: Él es el que acontece o no, Él es el que "aparece o desaparece no
dejando por ello nunca de ser", como decía Platón. De ahí que todo constructo
teórico-abstracto humano sea contingente, pues el Bien Ontológico plural es lo
posibilitante: y su expresión clara es la felicidad y el placer de aquellos que
experimentan el Bien en lo que hacen, los que experimentan el Bien haciendo lo
que hacen.
Desde las altas esferas, pretenden arrasar con ese Bien que es
plenitudo; convirtiéndolo en un ente cósico -véase una autovía o una
nueva línea de alta velocidad- que se transforma en proyecto, que sólo
sirve para el enriquecimiento de unos pocos. No dejemos que nos roben nuestro
Amor intelectual; pues se lo quieren apoderar a toda costa. No dejemos que maten
las Artes, la Filosofía, porque las están matando. Como si fuéramos rosas de un
rosal, andan buscando el elixir de nuestra belleza, arrancándonos los pétalos:
pero ésta estaba en la totalidad de cada una de las rosas vivientes y distintas,
siendo plenamente como eran. La Belleza era lo posibilitante de cada una de
ellas: su Bien pleno y feliz, tan enigmático como esencial, ese mismo que
Occidente ha olvidado... También lo olvida todo aquél que sólo conceptualiza,
instrumentaliza y pone a los seres en su totalidad al servicio de fines
imaginarios (como las ontificaciones del Bien); pues lo que gobierna el todo es
el Bien. Y es que nuestro Amor nunca se podrá ni vender, ni comercializar, ni
instrumentalizar; porque aunque nos maten, se quedarán solamente con eso:
pétalos sueltos esparcidos sobre la tierra húmeda. Y aunque suframos, y
aunque veamos cómo generación tras generación se ve azotada por el mal, el
despostismo chusquero y la razón instrumental; aunque veamos cómo triunfan una y
otra vez en el mundo de los contrarios... nuestro Eros, así, ante
tantas ansias de poder y de control, jamás cairá en sus garras.
Pues es el démon Eros quien rige las cosas de la Vida, no
el hombre. Que nunca deje de haber lugar para Peter Pans. Que nunca deje de
haber lugar para la Filosofía.
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