lunes, 13 de mayo de 2013

¿SABE EL NORCOREANO QUE EN SU PAÍS HAY PROPAGANDA?


por Batto – El Faro Crítico

Algunas reflexiones sobre nuestro sistema de propaganda...



            ¿Sabe el norcoreano que en su país hay propaganda? Si fueses un ciudadan@ medi@ de la obra de Orwell 1984, ¿serías consciente de que vives en un Estado totalitario? Si vivieses en la Alemania de los años 30, ¿tendrías la misma visión de Hitler y el nacional socialismo que tienes ahora? Y si estuvieses viviendo, tú, ahora mismo, inmerso en la lógica de un sistema de propaganda, ¿crees que te darías cuenta?

            El éxito fundamental, básico, de un sistema de propaganda está en que las personas implicadas no sepan que aquello que están leyendo, viendo, escuchando, creyendo, es en realidad propaganda. La propaganda va mucho más allá de la adulación a determinado grupo político o la exaltación de una ideología concreta. La propaganda actúa, sobre todo, en la interpretación de la realidad que hace una sociedad. La propaganda llega a lo más profundo de las personas, a ese rincón íntimamente relacionado con tus valores, con tus conclusiones, con las creencias en torno a las cuales fundamentas todos tus actos, ideas y proyecto de vida. Ese rincón tan ligado al Yo, al Ego, que atacarlo deja de ser un debate ideológico para convertirse en una “agresión” al individuo en cuestión, que automáticamente reacciona a la defensiva, sin argumentos ideológicos o coherentes, sin amplitud de miras, para salvaguardar su propia identidad.

            Es para tod@s muy sencillo mirar un país con un régimen diferente y distinguir, con un simple vistazo, todos los elementos descarados de propaganda. Cuando miramos desde fuera vemos muy claramente cómo actúa la propaganda pero, ¿tenemos esa misma claridad cuando miramos desde dentro? Una de los “recuerdos” que traje de Cuba, y que a todo el mundo que lo ve le llama la atención, es un “pinta y colorea” infantil de Playa Girón, donde el niño/a debe poner color a Fidel Castro haciendo frente a la “invasión mercenaria”. Nadie duda de que eso es un ejemplo claro de politización o adoctrinamiento infantil. Sin embargo, ¿cuántos hemos jugado de pequeñ@s a Call of Duty, Medal of Honor, Splinter Cell u otros tantos juegos en los que éramos soldados norteamericanos matando a gente de otros países, a “enemigos”, siguiendo su propia visión de la Historia y su división del mundo en “malos” y “buenos”? ¿No es exactamente el mismo tipo de adoctrinamiento? ¿Por qué uno salta a la vista y con el otro convivimos durante décadas sin planteárnoslo o consideramos que es “sólo un juego”?

            La mayoría de la gente cree que la propaganda va referida exclusivamente a lo que consideramos “político”: partidos, campañas electorales, dictaduras o medios de prensa (todo el mundo sabe que hay, al menos en teoría, periódicos de diversas corrientes ideológicas). Pero el mayor éxito del capitalismo ha sido el de mostrarse a sí mismo, a su sociedad de consumo y a su forma de funcionar como algo ajeno a las ideologías, como una ley natural, como algo que “está ahí” y punto. Por eso el grueso de la propaganda capitalista no es considerada como propaganda política: creemos que es lo normal, que es parte lógica de la sociedad humana, que no tiene importancia.

            La parte más peligrosa de este modelo de propaganda no está sólo en los noticieros, los periódicos y los discursos. Está en algo más cotidiano: el cine, las series, los programas de televisión, las revistas, los grupos musicales de moda y sus videoclips, los cómics, los anuncios publicitarios.

            Desconfiamos de los políticos y de la prensa, pero disfrutamos el cine, tenemos una vinculación emocional con personajes y series que nos han acompañado en nuestra infancia, con marcas que están impresas en nuestros recuerdos. Y a través de todo este imaginario construimos una visión de la realidad que es la que realmente legitima de forma profunda el sistema capitalista, su escala de valores y la parte de su mundo que quiere que veamos.

            Porque, desde luego, sus series y películas no nos muestran el mundo real. Hemos mamado del mundo de las familias blancas, principalmente norteamericanas, de clase media-alta (cuando no directamente millonarias). Hemos entendido sus historias de amor, sus problemas, sus actividades de ocio y consumo, su discurso político, sus valores y sus modas como lo “normal”, la norma en este mundo. La parte crítica la hemos visto en los barrios de negr@s y latin@s también de Estados Unidos y de forma carente, por lo general, de discurso político alternativo. Al resto del mundo, si lo vemos alguna vez, aparece de forma confusa, caótica: guerrillas, terrorismo, dictaduras, conflictos armados, inestabilidad, sin explicar las causas, las realidad. ¿Qué pasa ahí? Mejor no acercarse... En todo caso, algún director progre o directamente de izquierdas nos permitirá ver ese mundo con ojos críticos... a través de un blanco occidental de clase media.

            Es decir, que hemos construido nuestra imagen de cómo es el mundo que nos rodea en torno al modelo de vida (profundamente insostenible, además) de una minoría mundial, y hemos pensado que ésa es la norma, que lo raro, lo anormal, era lo que se salía de ese esquema. Hemos visto el mundo desde una mirada “ricocentrista”, etnocéntrica, falocéntrica, antropocéntrica... y a partir de esta visión profundamente sesgada creamos nuestras aspiraciones, nuestra escala de valores, nuestro concepto de éxito y, lo que es peor, nuestra idea de los conflictos históricos.

            Las películas del oeste nos enseñaron que los indios, que se defendían de colonos que les robaban las tierras y asesinaban, eran los malos. Las películas de la guerra de Vietnam nos enseñaron a empatizar con los soldados de un ejército invasor, pero nunca se pusieron en la piel del pueblo vietnamita, nunca contaron el por qué de ese conflicto...

            ¿Te has planteado cuántas de las opiniones y certezas que tienes no vienen de tu propia reflexión crítica, sino de la imagen mediática que han construido para ti? La imagen que tienes del mundo islámico, ¿la has construido a partir de lecturas, de investigar, de empatizar, de compartir, comparar y analizar; o a través del imaginario de los mass media occidentales? ¿De dónde viene tu opinión sobre Hugo Chávez? ¿Y sobre los movimientos “antisistema”? ¿Y sobre la naturaleza y el ecologismo? ¿Y tu idea de cómo debe ser una relación de pareja? ¿Y tu ideal sobre el cuerpo de una mujer? ¿Y sobre la democracia y la guerra? ¿Y sobre el progreso? ¿Y sobre riqueza y pobreza?

            Con una población sumida en una auténtica realidad paralela, completamente ajena a lo que pasa fuera, analfabeta en lo que se refiere a política, economía, sociología o historia, que vive mirándose al ombligo y que sólo aspira a tenerlo todo y tenerlo ahora, es sumamente fácil movilizar ese imaginario para legitimar las mayores atrocidades, limpiar las conciencias o, lo que es más importante, conseguir que nunca se planteen algunas de esas preguntas clave  cuyas respuestas pueden resultar... incómodas.

            He aquí el éxito brutal, aplastante, del sistema de propaganda capitalista de las últimas décadas, que ha borrado la historia, los discursos, el pasado y el futuro y nos ha hecho vivir en el presente continuo individualista de una pompa de jabón... que tarde o temprano reventará.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un artículo no sólo sagaz, sino necesario; la superioridad de la praxis propagandística del Capital reside precisamente en su capacidad para asimilarse, utilizando los sofismas que sea necesario, dentro del ideario colectivo de la norma.

Ahora bien, añadiría a esas preguntas del párrafo final: ¿Qué es lo que conoces de Corea del Norte y de dónde has recibido esa información? ¿Del estudio, la crítica y la investigación sesuda, o más bien de la concepción vox pópuli propuesta por esa misma propaganda capitalista que denuncias?