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martes, 10 de junio de 2014

Centro menguante

Francisco José Martínez - El Faro Crítico

Si algo ha quedado claro en las últimas elecciones al parlamento europeo ha sido la grave erosión que el centrismo, en sus tres versiones, conservador, liberal y (mal llamada) socialdemócrata, ha sufrido. El también mal llamado euroescepticismo, que en su inmensa mayoría es la denuncia del déficit democrático que aqueja a la UE desde su fundación unida a una crítica de la política de recortes del estado de bienestar que ha sido la base del consenso social que ha reinado en Europa desde la postguerra, ha crecido también en todas sus versiones, de izquierda y de derechas.

Lo que parece estarse agotando es una noción simplemente mercantil y además neoliberal de Europa. Los avances hacia una mayor integración política y social están estancados y el poder real lo detentan unos tecnócratas no elegidos que se pliegan a las exigencias de los mercados vaciando de contenido la política y la democracia. Los gobiernos elegidos democráticamente obedecen a imperativos exteriores que les hacen ir contra su propia ciudadanía.

Mientras que Europa era una madre nutricia que con sus fondos generosos cubría las deficiencias de los estados miembros el déficit democrático era sentido solo por los politólogos y algunos partidos de izquierda. Pero cuando de Europa no vienen ya fondos sino imperativos de austeridad forzada y selectiva y de recortes sin tasa, el déficit democrático se ha hecho palpable e insoportable  para toda la población europea.
Dada que la redistribución se sitúa en el nivel de los Estados miembros y que el margen de maniobra de estos cada vez es más estrecho, se hace visible de manera creciente la pérdida de poder de los gobiernos, Por ello, hay que entender a los euroescépticos de derechas, no tanto por sus  rasgos xenófobos a pesar de la importancia de esto sino como intentos de resistir a ese abandono paulatino de la soberanía nacional en manos de tecnócratas no elegidos e incontrolables. Tanto los votantes de Le Pen como los euroescépticos ingleses y alemanes lo que rechazan fundamentalmente es la pérdida de soberanía que se delega en poderes externos.

Si no se puede calificar simplemente de euroescépticos a los críticos de derechas del actual proceso de estructuración económica que no política de la UE menos se puede aplicar este calificativo a los que desde la izquierda no queremos menos sino más Europa, pero una Europa cohesionada políticamente , con una política social , fiscal y económica común, así como con una política exterior y de defensa coordinada de forma independiente y liberada de las constricciones derivadas del atlantismo y de la pertenencia a la OTAN. Una potencia europea con un protagonismo en la esfera exterior en colaboración con todos los países , una defensa de los derechos humanos  y una colaboración no subordinada con los Estados Unidos en el mantenimiento de la paz y la cooperación internacionales.

De todas formas este deterioro del centro sólo será beneficioso si la izquierda es capaz de atraerse no tanto a los partidos socialistas como a sus votantes buscando ampliar el frente de izquierdas en dirección a un frente ciudadano y democrático que pueda integrar a personas incluso del centro político. Los cambios que se hacen imprescindibles en España y en Europa no se pueden llevar a cabo sólo por la izquierda transformadora, sino que es precisa una apertura al centro izquierda de los partidos socialistas y verdes e incluso hacia el centro político propiamente dicho. La trasformación será de mayorías amplias o no será.  Y además esa amplia alianza tiene que tener una dimensión europea porque igual que no fue posible el socialismo en un  solo país, ahora tampoco es posible la socialdemocracia en un solo país, entendiendo por socialdemocracia el control político del desarrollo económico con un amplio sector público, unos servicios sociales potentes, una política fiscal radicalmente redistributiva y una política de paz y cooperación en la esfera internacional.


Los cambios recientes relacionados con la erosión del centro y del bipartidismo que lo encarna son una buena noticia, pero queda una tarea muy grande por hacer y esa tarea hay que afrontarla sin triunfalismo pero también sin pesimismo. Algo ha comenzado a moverse, se trata de impulsar el movimiento, de no detenerlo y de evitar que gire en el vacío.

lunes, 13 de mayo de 2013

¿SABE EL NORCOREANO QUE EN SU PAÍS HAY PROPAGANDA?


por Batto – El Faro Crítico

Algunas reflexiones sobre nuestro sistema de propaganda...



            ¿Sabe el norcoreano que en su país hay propaganda? Si fueses un ciudadan@ medi@ de la obra de Orwell 1984, ¿serías consciente de que vives en un Estado totalitario? Si vivieses en la Alemania de los años 30, ¿tendrías la misma visión de Hitler y el nacional socialismo que tienes ahora? Y si estuvieses viviendo, tú, ahora mismo, inmerso en la lógica de un sistema de propaganda, ¿crees que te darías cuenta?

            El éxito fundamental, básico, de un sistema de propaganda está en que las personas implicadas no sepan que aquello que están leyendo, viendo, escuchando, creyendo, es en realidad propaganda. La propaganda va mucho más allá de la adulación a determinado grupo político o la exaltación de una ideología concreta. La propaganda actúa, sobre todo, en la interpretación de la realidad que hace una sociedad. La propaganda llega a lo más profundo de las personas, a ese rincón íntimamente relacionado con tus valores, con tus conclusiones, con las creencias en torno a las cuales fundamentas todos tus actos, ideas y proyecto de vida. Ese rincón tan ligado al Yo, al Ego, que atacarlo deja de ser un debate ideológico para convertirse en una “agresión” al individuo en cuestión, que automáticamente reacciona a la defensiva, sin argumentos ideológicos o coherentes, sin amplitud de miras, para salvaguardar su propia identidad.

            Es para tod@s muy sencillo mirar un país con un régimen diferente y distinguir, con un simple vistazo, todos los elementos descarados de propaganda. Cuando miramos desde fuera vemos muy claramente cómo actúa la propaganda pero, ¿tenemos esa misma claridad cuando miramos desde dentro? Una de los “recuerdos” que traje de Cuba, y que a todo el mundo que lo ve le llama la atención, es un “pinta y colorea” infantil de Playa Girón, donde el niño/a debe poner color a Fidel Castro haciendo frente a la “invasión mercenaria”. Nadie duda de que eso es un ejemplo claro de politización o adoctrinamiento infantil. Sin embargo, ¿cuántos hemos jugado de pequeñ@s a Call of Duty, Medal of Honor, Splinter Cell u otros tantos juegos en los que éramos soldados norteamericanos matando a gente de otros países, a “enemigos”, siguiendo su propia visión de la Historia y su división del mundo en “malos” y “buenos”? ¿No es exactamente el mismo tipo de adoctrinamiento? ¿Por qué uno salta a la vista y con el otro convivimos durante décadas sin planteárnoslo o consideramos que es “sólo un juego”?

            La mayoría de la gente cree que la propaganda va referida exclusivamente a lo que consideramos “político”: partidos, campañas electorales, dictaduras o medios de prensa (todo el mundo sabe que hay, al menos en teoría, periódicos de diversas corrientes ideológicas). Pero el mayor éxito del capitalismo ha sido el de mostrarse a sí mismo, a su sociedad de consumo y a su forma de funcionar como algo ajeno a las ideologías, como una ley natural, como algo que “está ahí” y punto. Por eso el grueso de la propaganda capitalista no es considerada como propaganda política: creemos que es lo normal, que es parte lógica de la sociedad humana, que no tiene importancia.

            La parte más peligrosa de este modelo de propaganda no está sólo en los noticieros, los periódicos y los discursos. Está en algo más cotidiano: el cine, las series, los programas de televisión, las revistas, los grupos musicales de moda y sus videoclips, los cómics, los anuncios publicitarios.

            Desconfiamos de los políticos y de la prensa, pero disfrutamos el cine, tenemos una vinculación emocional con personajes y series que nos han acompañado en nuestra infancia, con marcas que están impresas en nuestros recuerdos. Y a través de todo este imaginario construimos una visión de la realidad que es la que realmente legitima de forma profunda el sistema capitalista, su escala de valores y la parte de su mundo que quiere que veamos.

            Porque, desde luego, sus series y películas no nos muestran el mundo real. Hemos mamado del mundo de las familias blancas, principalmente norteamericanas, de clase media-alta (cuando no directamente millonarias). Hemos entendido sus historias de amor, sus problemas, sus actividades de ocio y consumo, su discurso político, sus valores y sus modas como lo “normal”, la norma en este mundo. La parte crítica la hemos visto en los barrios de negr@s y latin@s también de Estados Unidos y de forma carente, por lo general, de discurso político alternativo. Al resto del mundo, si lo vemos alguna vez, aparece de forma confusa, caótica: guerrillas, terrorismo, dictaduras, conflictos armados, inestabilidad, sin explicar las causas, las realidad. ¿Qué pasa ahí? Mejor no acercarse... En todo caso, algún director progre o directamente de izquierdas nos permitirá ver ese mundo con ojos críticos... a través de un blanco occidental de clase media.

            Es decir, que hemos construido nuestra imagen de cómo es el mundo que nos rodea en torno al modelo de vida (profundamente insostenible, además) de una minoría mundial, y hemos pensado que ésa es la norma, que lo raro, lo anormal, era lo que se salía de ese esquema. Hemos visto el mundo desde una mirada “ricocentrista”, etnocéntrica, falocéntrica, antropocéntrica... y a partir de esta visión profundamente sesgada creamos nuestras aspiraciones, nuestra escala de valores, nuestro concepto de éxito y, lo que es peor, nuestra idea de los conflictos históricos.

            Las películas del oeste nos enseñaron que los indios, que se defendían de colonos que les robaban las tierras y asesinaban, eran los malos. Las películas de la guerra de Vietnam nos enseñaron a empatizar con los soldados de un ejército invasor, pero nunca se pusieron en la piel del pueblo vietnamita, nunca contaron el por qué de ese conflicto...

            ¿Te has planteado cuántas de las opiniones y certezas que tienes no vienen de tu propia reflexión crítica, sino de la imagen mediática que han construido para ti? La imagen que tienes del mundo islámico, ¿la has construido a partir de lecturas, de investigar, de empatizar, de compartir, comparar y analizar; o a través del imaginario de los mass media occidentales? ¿De dónde viene tu opinión sobre Hugo Chávez? ¿Y sobre los movimientos “antisistema”? ¿Y sobre la naturaleza y el ecologismo? ¿Y tu idea de cómo debe ser una relación de pareja? ¿Y tu ideal sobre el cuerpo de una mujer? ¿Y sobre la democracia y la guerra? ¿Y sobre el progreso? ¿Y sobre riqueza y pobreza?

            Con una población sumida en una auténtica realidad paralela, completamente ajena a lo que pasa fuera, analfabeta en lo que se refiere a política, economía, sociología o historia, que vive mirándose al ombligo y que sólo aspira a tenerlo todo y tenerlo ahora, es sumamente fácil movilizar ese imaginario para legitimar las mayores atrocidades, limpiar las conciencias o, lo que es más importante, conseguir que nunca se planteen algunas de esas preguntas clave  cuyas respuestas pueden resultar... incómodas.

            He aquí el éxito brutal, aplastante, del sistema de propaganda capitalista de las últimas décadas, que ha borrado la historia, los discursos, el pasado y el futuro y nos ha hecho vivir en el presente continuo individualista de una pompa de jabón... que tarde o temprano reventará.

martes, 7 de junio de 2011

¡¡¡No nos representan!!!

Amanda Núñez , Fernando Castro, José Luís Manchón, María Luisa Pérez, Teresa Oñate (UNED) para "El Faro Crítico"


Estos días activos, cansados, festivos, alegres y, por fin, políticos, realmente políticos nos están dando mucho que pensar a todas y todos.

No sólo nos están dando qué pensar sino que están retomando posiciones de filosofía política muy interesantes que ya parecían olvidadas por los comunismos platónicos y los anarquismos clásicos que últimamente habitan en los debates punteros de lxs intelectuales. Y es que este movimiento con multiplicidad de nombres, cuya proliferación hace imposible encontrar si se llama 15-M, Toma la plaza, Democracia Real Ya, PCE, PCPE, CNT, FAI, etc.; quizá tenga todos esos nombres o ninguno. En ello encontramos lo principal de esta acción que por fin y conscientemente se denomina “sin sujeto”, “sin representación”, a favor de afirmar máximamente el acontecimiento, sin castrarlo de antemano, dejándolo bien sujeto en algún lugar de la estructura capitalista. Es un intento de ruptura con la cultura del individualismo, y una apuesta clara, por la recuperación del ámbito de lo político-comunitario. Es precisamente el espíritu lo que está consiguiendo la perseverancia en el lugar, después de la explosión inicial. Es la comunidad recientemente creada, la que nos liga, y a la que ya no queremos renunciar nunca más. La depresión no cabe en esta primavera. Sobra amor en las plazas. Las plazas se han convertido en templos donde lo sagrado sustituye, por el momento, las ansias de consumo ilimitado. Consumo, que nos configura, como miembros y cómplices de una sociedad, que se ha prostituido en el intento de garantizar su bienestar material, a través de la legitimación del despliegue global de la barbarie.

Si hacemos memoria acerca de palabras como “derecha e izquierda” o del concepto “representación”, encontramos que su origen es un hecho histórico (y por tanto transformable). Este hecho se denomina Estado Nación o Estado Burgués, también Estado Moderno. Y es que, no es baladí que la representación tuviera el origen en la discusión entre Rousseau y Spinoza con Hobbes acerca de si el Contrato Social debe ser participativo (como se dice en Rousseau y Spinoza); o una cesión de todos los poderes al Leviatán (sea cómo sea su estructura) en el caso del Hobbes, es decir, representación. Tampoco es baladí que la diferencia entre izquierda y derecha se produjera en la Revolución Francesa donde los Girondinos conservadores se situaban a la derecha y los Jacobinos revolucionarios a la izquierda…ambos en una suerte de Parlamento ya altamente representativo, continuando la tradición del despotismo ilustrado ejercido por los reyes a quienes cortaron la cabeza (paso del Leviatán desde una Monarquía a una Asamblea de élites).

Si seguimos haciendo memoria, encontramos que entre las páginas más lúcidas de El Capital de Marx ya se asocia el Estado al Capital como forma que le da legitimidad pues se basa, como muy bien indican ya algunos de los contractualistas (no Rousseau ni Spinoza) en la sustentación de la propiedad privada y en el sufragio censitario dependiendo, única y exclusivamente, de esas mismas propiedades expropiadas originalmente.

Pero no se trata de una expropiación anterior en un tiempo cronológico, sino de una expropiación que se da cada vez que debemos comprar o alquilar una casa, cada vez que no nos dejan hablar, cada vez que nos dictan qué hacer, cómo producir, cómo pensar, qué decir o qué votar.

Y, si no nos equivocamos en nuestro diagnóstico, este acontecimiento político incipiente y frágil aún, pide eso exactamente: ¡que no nos expropien más!; que las gentes no necesitamos especialistas que nos digan qué es la política y cómo debemos actuar, que no nos vendan ni nos compren, ni nos saquen bonitas fotos en la prensa del poder que sólo distorsiona lo que HAY; que ningún partido político capitalice algo que no les pertenece pues no desea ser ideología, que no nos acallen de nuevo con las mil estructuras políticas pensadas de antemano que nunca atienden a lo que hay, a la vida, a la pluralidad de gentes, de plantas, de soles que HAY.
Por ello creemos que habría que establecer no negatividades sino algunos límites a la hora de que este movimiento pueda pensar y actuar, que pueda acontecer el acontemiento y no muera sepultado en especialidades. Sólo evitar algunas malos hábitos que tienen mucho más que ver con el poder que con la potencia de cambio, alegría, vida, pensamiento y acción.

La primera de ellas es que nos acostumbremos a que la vida, lo que nos rodea, la lluvia y el sol no tienen sujetos. No son producidos por nadie que les tenga que dar impronta ni forma. Así que, ¿por qué lo va a tener la política que es el modo de relacionarnos en comunidad con otrxs y con lo otro: con el sol, con la tierra, con el agua, con las creencias, etc.? Propondríamos que evitemos lo más posible ponerle un solo nombre y un grupo de especialistas que lo canalicen de un solo modo. Lo bueno de este movimiento es que se declara sin consignas, sin ideología…y, por lo tanto, sin sujeto –ya sea éste individual o partido político–. Y, en el caso de que los haya, que se sepan tales, que se sepan reemplazables y no fundamentales ni verdaderos porque la única verdad es el acontecimiento mismo y la única responsabilidad es que no se muera asfixiado en pequeñas luchas de poder que lo quieren encerrar en las garras de algunxs, volviendo a expropiarnos lo que no era nuestro ni suyo pero nos concernía a todxs.

La segunda de ella está relacionada con la primera. Si hay sujeto, ya sea grupo de especialistas ya sea individuo que se proponga como sabio, no nos quedará otra vez nada más que la representación. Nos volverán a expropiar, ya no hablará nada a través de nosotros sino que hablaremos según los dictados de alguien. En cualquier caso los habrá…pero, volviendo a la misma prudencia anteriormente expuesta, tendremos que modular que haya los menos intermediaros posibles entre esas leyes buenas de las que habla Rousseau en el Contrato Social, leyes que provocan en las gentes la participación en su democracia, y las gentes mismas. O lo que es lo mismo, evitar de todas las formas que las leyes, a base de alejarse mucho de lo que necesitamos, se conviertan en “malas” para nosotros y despotencien la participación activa como viene sucediendo desde hace ya demasiado tiempo, de tal forma que ya nos cuesta imaginar una actividad continua en política simultaneada con nuestras vidas y problemas cotidianos.

La tercera de ellas, otro vicio al que ya estamos demasiado acostumbradxs y que siempre nos expropia, es la centralización y unidireccionalidad. Ni valen para todo lugar las mismas leyes, ni para todo tiempo, ni para toda la gente. Sería interesante probar un modelo de estructura que dejara márgenes para esta flexibilidad tan elástica como la vida misma. No se trata de adoptar la fosilidad aparentemente cambiante del Capital y sus bolsas y la variación de la deuda, sino sólo y una vez más, que nos demos cuenta de que ni nuestras vidas son nuestra propiedad privada, ni nuestras leyes, ni nuestras aguas, ni nuestrxs hijxs. Se trata de saber que es necesario el cuidado y que la democracia no es algo que se hace de una vez por todas en no se sabe qué origen de un Estado, sino que, al igual que la expropiación se da cada vez que nos callan y que nos dictan cuál es nuestro modo de habitar (nuestra ética, etología y política), la democracia deja de ser cuando no la cuidamos, la cultivamos, la hacemos ni la pensamos. Pensar la democracia como el espacio vacío, el ágora o plaza pública, el hueco de lo no dado nunca y donde todo es posible ser pensado.

La última de ellas es la ideología. La vida no tiene ideología. Desear vivir y cuidar-nos (a nosotrxs, entre nosotrxs, a favor de la democracia y en contra de la expropiación sistemática y continua). Por ello, ¿para qué encuadrar estas leyes básicas por ser primeras en un sistema u otro?, ¿por qué nos van a pensar nuestras gramáticas a pesar nuestro?, ¿por qué van a distinguir de antemano lo que es naturaleza, lo que es humano, lo que es inmigrante, lo que es autóctono, lo que es amigo, enemigo, mujer, hombre, etc?, ¿por qué no cambiarlas de mil formas como mil nombres tiene este movimiento? Éste es quizá el paso más difícil. Al igual que todos ellos es a largo plazo y, al igual que los anteriores será muy difícil y, cada vez que nos descuidemos, se nos colará la gramática hegemónica o alguna de sus colaterales. Pero, si hay sistemas que puedan hacerse cargo de su existencia, de la existencia de esas gramáticas del poder que impiden las acciones, los pensamientos, dictándoles de antemano qué hay que decir y hacer; se podrán tomar medidas creativas que acepten a los poetas dentro de la ciudad. Ya que poetas seremos todxs y cada unx y no se constituirá una comunidad como viene siendo la costumbre de las sociedades mal-acostumbradas: a base de enemigos, exclusiones o chivos expiatorios (la peor estructura de poder que ha habido nunca y que curiosamente se presenta con carta de naturaleza).
Por ello hay que cuidarse de la mera negatividad (forma ideológica con carta de naturaleza). Por supuesto debemos decir “NO”, pero es más importante los diversos “Sí” que se pueden dar. Y si este movimiento no pasa a los síes plurales, puede morir en una pequeña descarga de queja sin cambiar nada.

***

Lo queremos todo, pero también debemos estar dispuestos a darlo todo. Y es que, una acción política considerada como pertinente en un mundo agonizante huele demasiado a renuncias materiales, a dar la vuelta, a replegar las velas y dejar al enemigo que llevamos dentro, sin el rito sacrificial y lucrativo del cual se alimenta. Exorcismo en toda regla. Si no renunciamos a mantener nuestra posición privilegiada, dependiente absolutamente del sistema capitalista, pasaremos a ser conservadores y legitimadores del estado actual de las cosas, por poco que nos guste.

La satisfacción de supuestas necesidades materiales que se han convertido en aparentemente necesarias unido a la seguridad física que brinda el biopoder, nos esclaviza y a la vez, legitima un orden criminal del mundo, sin medida, que no quiere tener en cuenta las limitaciones del planeta, y que ha puesto toda la potencia creativa de la técnica al servicio de un expolio sistemático y multidimensional, donde no se aplica el mínimo principio de prudencia. No estamos ya sólo ante un escenario clásico de conflicto político, donde la lucha de clases ocupa todo el espectro ya que distintas problemáticas como la precarización de las condiciones de vida derivadas del deterioro medioambiental afectan a la totalidad de la población. La bio-aniquilación que promueve el propio avance del Capitalismo, va desplazando hacia la lucha por la supervivencia, el debate ideológico. Los últimos desastres nucleares, son un claro ejemplo.

Estos últimos años se ha entendido por dignidad, no el concepto que tenía que ver con el decoro y la urbanidad que se le acuñó durante siglos, sino al concepto con el que lo políticamente correcto lo ha imbuido, que no es otro que el de la capacidad de consumir. La capacidad de adquirir, proveer, ó poseer ha hecho que los individuos sean considerados dignos. El orgullo, que sería un paso más allá en ese periplo de la adquisición y en ese asentamiento de la dignidad como capacidad de consumo; sería lo consumido, lo ya adquirido, que además aumenta, y debe aumentar, de continuo. El orgullo de lo que se tiene (y hablo en presente), de lo consumido, adquirido, crecido y aumentado.
Si el movimiento de los Indignados es sólo una lucha por recuperar la dignidad (capacidad de consumir), seguiremos excluyendo a los marginados del tercer mundo, sobre los que levantamos el manipulado orgullo del haber consumido. Aún siendo necesario adscribirse a cualquier propuesta de las asambleas ciudadanas, sigue existiendo la preocupación por retornar a esa falsa dignidad acuñada por el capitalismo.

La sociedad capitalista, ha convertido a todas las formas de vida, en general, en medios para un lucrativo fin. En el caso del ser humano, en particular, le ha usurpado su dignidad y reventando las estructuras sociales que tradicionalmente han unido a las comunidades y pueblos, nos han dejado huérfanos. La indignación, en las sociedades capitalistas, es inherente a la propia estructura de la sociedad. Y la frustración de aquellos que se reconocen como indignados, y a la vez, esclavizados por la riqueza, se convierte en enfermedad. Abrir la posibilidad a la perduración del acontecimiento, implica por lo tanto, dejar de obturar el emerger de la verdad. El totalitarismo al que aspira el poder económico capitalista, a través de la aniquilación de diferencias y la homogeneización de territorios, culturas y mentes, solamente puede ser contestado, saltando en marcha de su acelerada y nihilista carrera hacia el sin sentido. Al tomar suelo de este mortal hacia atrás, siempre nos encontramos en las plazas, entre “nosotros”.

***

Tras estas pequeñas e imprescindibles prudencias que se pueden denominar en afirmativo: con-vivir, actuar, construir, pensar. Creemos que debemos cuidar este acontecimiento que nos atraviesa: escuchar, aprender, hacer cada unx lo que pueda; a largo y corto plazo y no dejarlo morir en la desilusión o la asfixia que es la suya y la nuestra.

Lo que negamos y contra lo que estamos es esto: contra la repetición indiferente de los políticos (como clase); contra los banqueros; contra la burocracia y la gerontocracia, contra la violencia y la globalización de la guerra permanente en forma de circulación de naturalezas, humanxs, estudiantes, divisas, etc. Contra el funcionamiento corriente del Capital como lógica de la guerra y la venganza dialéctica de la enfermedad indiferente de la historia. Lo que afirmamos es la diferencia: por un lado la alteridad, la pluralidad de las culturas y de las diferencias enlazadas por las acciones participativas, cívicas que devuelven a la democracia su lazo social y su lenguaje vivo: en acción cotidiana. Y por el otro lado, en cuanto a la alteridad constituyente de la naturaleza viva (la phýsis) y de lo sagrado indisponible, afirmamos el reconocimiento y el cuidado constante de esa alteridad; de esa diferencia límite de lo humano, sin la cual no hay el misterio de lo divino inmanente. La traducción ecologista y común de esas tesis admite plurales registros y nombres pero no puede, en ningún caso, subordinar la diferencia, la alteridad y el límite a ninguna identidad universal o abstracta, ni tampoco disimular el primado de la solidaridad con los más débiles de entre nosotros, en todos los casos. Ello incluyendo el ser del acontecer mismo de la diferencia en los lenguajes y en el silencio. En lo común compartido, en la vida de los cuerpos, y en la creatividad abierta del espacio y el tiempo –por un lado telemático y por el otro cotidiano y próximo, más cerca de la cotidianidad y las comunidades de vecinos y más cerca del acontecer de lo sagrado y el misterio en la cotidianidad participativa–.

Que nadie nos represente, que nadie hable por nosotros y que estas palabras se unan a las palabras de muchxs de nosotrxs, actuales e inactuales o transhistóricos. Aquellxs que hablamos ahora a través de este acontecimiento y aquellxs que nos llaman desde el acontecimiento filosofía, por ejemplo. Filosofía no como un dogma sino como una petición activa de dejar ser, dejar pensar, dejar crear, dejar participar y compartir, desde el cuidado crítico de la diferencia.

Seguimos y seguiremos pensando y actuando, por lo tanto, este texto, las discusiones y las recepciones quedan siempre abiertas a la participación heterogénea y común.