martes, 7 de mayo de 2013

LA URGENCIA DE RELOCALIZAR LA POLÍTICA


REPUEBLAR

Jose Luís Manchón – El Faro Crítico

Vivimos momentos inquietantes en Europa. La tan denunciada puerta giratoria entre lo público y lo privado que comunicaba dos espacios separados, ha sido intercambiada por una cama redonda donde la orgía es permanente. El fruto de esa fusión coincide con el último grado de descomposición en un régimen democrático, la Cleptocracia; institucionalización de la corrupción y sus declinaciones como el nepotismo, el clientelismo político y la malversación sistemática de caudales públicos. Un sistema político trufado de ladrones disfrazados de servidores públicos que ha erosionado radicalmente las bases sobre las que se asienta la Democracia Representativa y Los Estados del Bienestar.  El sueño de esa izquierda que creyó poder compatibilizar  capitalismo y socialismo se está desmoronando aceleradamente. La sensación general para la mayoría de la población afectada es de absoluto vértigo y desorientación, también miedo. Movimientos como el 15M y otros, nacidos como expresión de la indignación ante estas transformaciones, han hecho un análisis certero sobre cuales son las causas de la actual crisis-estafa y quienes son sus responsables. Lo han denunciado públicamente, sostenidamente en el tiempo y de las más diversas formas, pero ni las manifestaciones masivas, ni los actos de desobediencia civil de la ciudadanía, ni los escándalos de corrupción ya en el interior de los propios órganos del poder han logrado afectar lo más mínimo al guión corruptor y privatizador que representa la agenda neoliberal. Esta lamentable situación ha llevado a la sociedad civil a un estado de shock que roza en muchos casos la desesperación. No encontramos el discurso para sobreponernos a esta sensación generalizada de impotencia y menos, para construir un horizonte de expectativa considerado como viable por la mayoría y que pudiera servirnos como imaginario para empezar a plantear alternativas sólidas que vinculen en la acción política activa a amplios sectores de la población. Ante este aparente fin de la historia que nos impide articular nuevas racionalidades, vuelve a tomar relevancia la lucha contra el individualismo, contra la atomización y el aislamiento de las personas como primer paso para la necesaria recomposición de estructuras colectivas que fueron quebradas y que son imprescindibles para configurar mundos. 



Redes sociales
La Globalización, como esa forma de colonización y homogeneización del pensamiento, ha sido un proceso que se ha expresado como un gran diluidor de cultura.  Ha robado el alma a los pueblos, cuando no los ha aniquilado como formas de vida y lo que ha quedado, el individuo aislado y despotenciado, en soledad, sin referentes comunes y con frágiles bases construidas desde si mismo, se retuerce en el malestar ante la indiferencia de sus contemporáneos. El proceso ideológico de despliegue global del neoliberalismo nos ha llevado a la Nada, y un helador vacío inunda al ciudadano de a pie que huérfano y desvalido, se esfuerza por añadir consumo social a su cesta de la compra. Encontrar enlaces y herramientas en Internet que permitan conectar con los caladeros de relaciones virtuales se ha convertido en una obsesión para muchos. En general, el objetivo que se persigue no es tanto entrar en una colaboración recíproca con los contactados, sino más bien que todo fluya en un único sentido desde una asimetría interesada. Todos dispuestos a recibir, pocos dispuestos a dar. Muchos deseosos de encontrar colectivos que resistan con nosotros ante la injusticia que nos toca, casi nadie queriendo formar parte de esos mismos colectivos cuando ya no se trata de nosotros mismos y nuestras demandas. Redes de asistencia, pero no de apoyo mutuo. Siempre añorando el calor de la comunidad, pero sin disposición a asumir las obligaciones y compromisos que implica la pertenencia real al grupo. Acercándose desde lejos y siempre a punto de irse. Las redes sociales representan claramente este escenario sumamente fluido donde a golpe de click salimos y entramos, apoyamos o rechazamos, nos vinculamos o desvinculamos. Aceleración y vaporosidad.

No todo es negativo. La malla social, casi inexistente en los últimos años, se ha recompuesto de una forma amplia, aunque difusa, a través de las llamadas redes sociales digitales. Hemos vivido recientemente estallidos que han tenido que ver directamente con estas nuevas formas de relación y comunicación. Acontecimientos que han inaugurado nuevas formas de protesta, de convocatoria,  de organización; en definitiva, de hacer política. Ahora tenemos constancia casi a diario de protestas y concentraciones convocadas de forma espontánea, que se materializan súbitamente y con la misma inmediatez, se diluyen. Estructuras organizativas horizontales y rizomáticas, sin dirigentes, sin líderes y deslocalizadas que emergen, crean conexiones, se articulan y posteriormente se debilitan, hibernan o desaparecen con la misma rapidez con las que se crearon.  Un juego del gato y el ratón, que en determinado momento puso muy nervioso y preocupó en extremo al poder, pero que hoy asume con relativa tranquilidad. Representan al fin y al cabo un mal menor, minúsculos cortes a la circulación  capitalista, interrupciones brevísimas en el proceso de privatización del mundo, pequeñas piedras en el camino que son apartadas con la ayuda del silencio cómplice de los grandes medios de comunicación. El momento pide un cambio en la estrategia.  

El pueblo en Ruinas
Es habitual escuchar en la protesta callejera lo de “El pueblo unido jamás será vencido”, pero en verdad, el individuo moderno cuando sale a la calle y participa en un acto masivo de protesta, lo que está haciendo en la mayoría de los casos es reivindicar determinadas demandas individuales apoyándose en la multitud. Las manifestaciones y concentraciones son mayoritariamente simulacros que aparentan representar una lucha comunitaria apoyada por miles de personas que se configuran como unidad. Realmente es todo lo contrario, más bien en estos actos concurren miles de demandas individuales aglutinadas en el mismo espacio y tiempo bajo el paraguas de un slogan común. La comprobación exacta sobre este hecho se da casi siempre al final del acto masivo. A cualquier amago de carga policial, cientos e incluso miles de manifestantes protagonizan la estampida y se dispersan con rapidez. La acción política consistente en la permanencia en el espacio ocupado como forma de visibilización de la protesta, en unos instantes se diluye y las calles o la plaza quedan vacías. Ya no existe razón alguna por la cual correr el riesgo de permanecer. Cuando el manifestante moderno corre, todo lo que hay que salvar lo lleva consigo.  Entonces ¿Dónde está el pueblo? Y si no existe ¿Dónde está la unidad de la Clase trabajadora? Y si tampoco existe….

            Reconociendo la precisión del análisis que hizo Marx respecto al  capitalismo como sistema de explotación, creo que es pertinente poner en cuestión la estrategia adoptada por los actores sociales que han pretendido representar al 99% desde que se enunció el paradigma de Lucha de Clases como motor de la historia. Al identificar al Proletariado [1] como sujeto revolucionario internacional, es decir, transversal a las naciones, y a la Humanidad como objeto del cambio, se ha despotenciado desde el abstracto  y de una forma absoluta la capacidad de interponerse al avance de la lógica  capitalista a niveles de menor escala al que planteaba el movimiento obrero. Se hizo una apuesta de máximos y se perdió. Es evidente que el sujeto revolucionario internacional que representa el proletariado para el análisis Marxista, nunca se ha organizado efectivamente como tal y la posibilidad de que lo hiciera  quizás siempre fue escasa. Mientras el esfuerzo de los movimientos sociales más poderosos se ha centrado históricamente en la internacionalización del conflicto y en la búsqueda de soluciones globales aplicables a la Humanidad en su conjunto, el  capital aplicando una lógica relativamente simple, se ha ocupado mientras tanto de hacer desaparecer el suelo desde el cual se intentaban construir las bases de la revolución. Su formidable capacidad corrosiva ha actuado al más bajo nivel, mediando las relaciones y transformando las diversas formas de vida en una única y homogénea existencia zombi. Un proceso que no ha dejado de potenciarse paralelamente a la extensión geográfica del dominio  capitalista y la intensificación de su modo de explotación en cada lugar. Hoy comprobamos que el éxito del neoliberalismo es aplastante y nos emplaza a todos. Quedan muy pocos afueras en un mundo ya casi privatizado en su totalidad. Tampoco es posible la indiferencia ante el insoportable orden actual, ya que la mayoría formamos parte de este particular banquete caníbal.

Repueblar
Pueblo es una palabra polémica y con muchos significados diferentes. Cargada de connotaciones cuando comprobamos en la historia que ha sido un término instrumentalizado en demasiadas ocasiones por el poder para en su nombre legitimar la barbarie. Aún así, no podemos renunciar a su uso cuando lo que estamos persiguiendo es un empoderamiento popular suficiente que permita el resurgir de la democracia en su sentido más original. Aquel que reivindica precisamente el gobierno desde el pueblo y para el pueblo.

Pueblar significa la ocupación colectiva de un espacio-tiempo no de cualquier manera, sino estableciendo relaciones fuertes y no mediadas entre las personas. Estas relaciones tienen la capacidad  de transformar el ámbito en que se dan y convertirlo en un lugar histórico y relacional. Conjuntos de relaciones que por si mismas tienden a crear nuevas formas de vida colectivas por consenso. Es el momento ontológico anterior necesario para que pueda articularse una comunidad; una unión vital y orgánica que está destinada a  configurarse como ente político.  
Despueblar es abandonar el pueblo. Si pueblar es el establecimiento no mediado del sentimiento de pertenencia al grupo, definimos la acción de despueblar como la desafección respecto a lo que significa esa misma pertenencia. Para que esta acción se realice no es necesario dejar atrás el espacio. El  capitalismo ha conseguido despueblar sin movimiento físico los pueblos y como consecuencia hemos asistido a un proceso silencioso pero extremadamente violento, en el que hemos pasado de pueblos a poblaciones. Es muy importante entender esta diferencia. Si el pueblo tiende siempre a configurarse como comunidad política organizada, la población es radicalmente lo contrario. Una colección de individuos que se encuentran en un determinado ámbito de proximidad, pero a la vez, en la lejanía del desconocimiento mutuo. Están separados, no existe unidad. La desconfianza es la forma general de relación, las puertas de las casas se cierran con doble llave y la guerra civil permanente entre todos sus miembros, condenados a la competencia mercantil, los aísla. La figura del  francotirador simboliza exactamente la aptitud. Siempre escondiéndose, pero siempre al acecho. Es el fenómeno de la insociable sociabilidad del individuo capitalista, que considera acto hostil cualquier contacto o intromisión no programado por él mismo sobre su vida espectral. Siempre ocupado en la continúa rectificación de su propio clinamen. Es la soledad máximamente acompañada que se da en los centros y las periferias de las grandes ciudades. Este proceso de desafección, al que incita constantemente la publicidad de masas, ha conseguido disolver casi todos los escenarios culturales-comunitarios del planeta. Se han secuestrado los deseos colectivos, vaciado de contenidos las formas de vida anteriores y las que han sobrevivido, han sido declaradas  obsoletas o exóticas. Alguien que despuebla se desintegra y se convierte instantáneamente en un Poblador, en un átomo asocial. Como no puede ser de otra manera, en su horizonte mental de futuro a corto plazo lo único que aparece es un proyecto individual de consumo. Los pobladores funcionan como individuos aislados que intentan hacer valer sus deseos. En último extremo, los habitantes de las poblaciones no se relacionan, ni se saludan cuando se cruzan por las escaleras, las calles o comparten ascensor, como pasa en las macro-urbes y sus periferias. Simulacro de vida en común, hostilidad encubierta por pacto de no agresión. La población es el germen perfecto para la deslocalización. A la mínima, hacen las maletas y se van sin dejar nada atrás.  La población desde un punto de vista social es la Nada.

Repueblar es un acto revolucionario y quizás el reto político más importante al que se enfrenta los movimientos sociales actualmente, ya que consiste en volver a integrar al poblador aislado en el pueblo. Las asambleas de los barrios y pueblos, las asociaciones de vecinos, las plataformas ciudadanas, las mareas y otras muchas organizaciones sociales con espíritu crítico y transformador saben que la solución política a los problemas no pasa por abandonar el lugar, sino por agrandarlo y enriquecerlo incorporando a más personas concienciadas en la lucha por el bien común. La fuga no es una opción aceptable porque implica la negación a implicarse en la solución del problema. También el exilio, la desintegración y la exposición máxima a la rapiña de los que se van y de los que se quedan. No es momento de buscar soluciones individuales. Es momento de meter codos entre todos para evitar la asfixia a la que nos pretende someter el actual régimen y que toma su forma pura en su dimensión económica. Un régimen transversal a los estados y cuyo nombre no es otro que  capital.

Reducir la actividad de explotación capitalista a los márgenes, a los intersticios para posteriormente promover su desaparición, es el objetivo. Paradójicamente, para conseguirlo, la lucha anticapitalista tiene que salir del tablero de juego clásico. La recomposición de una clase obrera internacional como sujeto político revolucionario es casi imposible. El trabajador asalariado, ese “privilegiado” que aún tiene fuerza de trabajo atractiva para el mercado; desclasado, aislado y temeroso, está atrapado. En general es estéril políticamente por dos razones principalmente; por su impotencia para enfrentarse en su soledad a la explotación a la que está sometido en su centro de trabajo en un momento donde los aparatos de protección de los derechos laborales viven sus horas más bajas. También por el miedo paralizante ante una situación donde la pérdida del empleo implica intercambiar la autonomía económica por la dependencia precaria, y en último extremo, por la indigencia. Ha interiorizado la lógica del esclavo y asume la explotación como fatalidad. Reemplazar el sujeto político que centra la actividad de resistencia ante este sistema injusto desde la supuesta “Clase Internacional de trabajadores” a la localidad de cada uno de los pueblos es primordial. Nos convoca a todos a resolver la ecuación desde lo cotidiano, desde lo local donde la acción política y la presión se pueden ejercer en todo momento. Implica un giro estratégico que registra la impotencia del proletariado como sujeto político revolucionario y la emergencia del precariado como reemplazo.  Un sector cada vez más amplio que se nutre en su origen de distintas clases sociales. El desahuciado, el timado por el sistema financiero, el parado de larga duración, el pequeño comerciante quebrado, el enfermo no rentable, el trabajador no remunerado, el joven sin futuro, el inmigrante marginado, el dependiente abandonado, el estudiante que no tiene dinero para seguir estudiando, el campesino sin tierras, el jubilado sin recursos. Todos aquellos que están sometidos a algún tipo de muerte civil, todos aquellos a los que el sistema les propone una existencia marchita, son los llamados ahora a cambiar las reglas del juego. Son revolucionarios en si mismos porque les va la vida en ello. Es el momento, en consecuencia, del desposeído que tiene todo por ganar porque le han quitado todo y ya no tiene nada que perder. Necesitan organizarse y cada vez son más. Tejer redes alternativas de apoyo mutuo es para ellos una necesidad vital. Espacios donde haya una inversión total de los valores que les rescate a ellos, y no a los bancos. Configurarse como pueblos es abrir la posibilidad colectiva para construir y proponer directamente nuevas y diversas formas de vida. También para dar sentido a cualquier acción política más allá del ombligo de cada uno.  Redes de colectivos autónomos, diferentes, solidarios y articulados entre si, que se conformen como alternativa al mundo capitalista y sean impermeables a su actividad corrosiva.  Unidos por la diferencia en un continuo donde cada diferencia no es individual, sino colectiva.

Aunque lentamente, ya se están tejiendo estas redes y serán el fermento de un mundo nuevo. También de nuevas formas de lucha mucho menos líquidas. La explicación es relativamente fácil de entender. El  capitalismo está en un momento donde su propia lógica y desarrollo le ha llevado a generar un ejército de reserva en forma de desempleados, formidable y quizás muy por encima de lo deseable para los propios intereses del sistema, que ha hecho coincidir además con el desmantelamiento en Europa de los “Estados del Bienestar” creando un desequilibrio tan brutal, tan acelerado y en tan poco tiempo que ante las grandes cifras de desempleo y la certeza de la falta de perspectivas, son amplios sectores del citado ejército los que van abandonando subjetivamente sus filas de una forma negativa, al perder la esperanza de volver a insertarse en el mundo laboral convencional, y también de una forma positiva de tipo propositivo, ya que al retirar su confianza de las soluciones laborales convencionales, casi sin darse cuenta empiezan a depositar sus esperanzas en alternativas que les obligan a cambiar la mirada y les transforman. Por primera vez salen del individualismo que les permitía su anterior modo de vida asociado al consumo y miran a su alrededor buscando la complicidad.  Comienzan a reconocerse como parte de la solución y señalan certeramente donde está el problema. La participación directa en procesos de lucha legítimos por el derecho a su propia existencia, les moviliza y les aglutina, les hace pueblo.

Volver a convertir las poblaciones en pueblo es imprescindible y el reconocimiento mutuo en la proximidad es el primer paso. Es preciso desvirtualizar en la medida de lo posible las relaciones tejidas en las redes sociales, para que tengan su reflejo real en los barrios y ciudades a través de relaciones de vecindad, que comprometan y sean tendenciosas en su constitución como poder político que de lugar a comunidades vivas y conscientes. Comunidad es un concepto colectivo que evoca goce, amistad, solidaridad, trato directo, cohesión interna entre los integrantes, política en el ágora, disfrute de bienes comunes, trabajo colectivo, apoyo mutuo y auto-organización. También protección y defensa de lo común en la medida en que la comunidad se articula como unidad indivisible, como Bloque. Es deseable esto último en momentos donde lo común, lo público, se encuentra amenazado. La posibilidad de construir verdaderos espacios no estorbados de experimentación de nuevas formas de vida es crucial en un momento claro de fin de ciclo histórico.

La ciudadanía está rompiendo legítimamente el Contrato Social que mantenía con este Estado y busca consensos en la comuna para abrir una nueva etapa. A las élites que se benefician del actual sistema político, cada vez les cuesta más que la pose del Estado como ente paternal donde bajo su dominación se da la división equitativa de la riqueza y la justicia se adecue con la realidad que viven millones de personas al borde de la miseria y la exclusión social. Protector de la propiedad que ellos no poseen, garante de la sistematización de la explotación laboral, colaborador diligente con las élites financieras responsables de la crisis,  expoliador de los recursos comunes, la acción del Estado en su conjunto sacrifica y perjudica al pueblo y el pueblo empieza a verse borroso en el espejo del Estado.

El sur de Europa se ha convertido en un formidable laboratorio social. ¡Toma parte!



[1] Proletario es el que está obligado a vender su propia fuerza de trabajo y la sus hijos (prole) para sobrevivir.

4 comentarios:

Unknown dijo...

Me ha encantado el texto!!! y me parece muy buena propuesta. Sólo tendría que decir un par de cositas.

En primer lugar, creo que Marx no "inventa" el proletariado y, luego, el Capital lo descompone; sino que que Marx está haciendo como nosotres, ver qué materiales hay, y en medio de un "proletariado" que ya hay (y que seguimos siendo todes prácticamente hoy), hacer algo con ello y desde ello mismo sin imponer otro modelo que no hay. Que estemos de acuerdo con ello o no, creo que no quita el esfuerzo "realista" de Marx por poner un nombre a lo que hay e intentar que se haga algo desde ahí.

Respecto al pueblo, es maravillosa la distinción que haces entre pueblo y población (civil!!); lo que no me queda muy claro es ¿qué es el pueblo? Me interesa mucho que ese "pueblo" no esté definido (Deleuze dice constantemente que hay que inventar, fabular un "pueblo por-venir; vamos, que no está dado), pero, parece que sólo se establece como contra y reacción ante algo (como en las manis y ese cántico que, como dices, ya significa bien poco --y que yo no localizaría tanto en irse cuando hay palos (el martirio no me parece interesante como constitución de un pueblo), como en cantarlo, esto, ya se puede decir perfectamente y no afecta a nadie). Y que sólo sea "contra" o "reacción" me preocupa sobremanera. Me preocupa que lo gratuito se haya perdido, me preocupa que sólo se pida acción efectiva, me preocupa que la tarea de cambiar pase por un "trabajo" esforzado constante y todo sea "TRABAJO" (buscarlo, tenerlo, crearlo, fomentarlo, en la resistencia, en el sistema, etc)...me preocupa que, cuanta más miseria se genera, más pasividad hay. Y creo que es lo que se está haciendo, depotenciar y depotenciar y que esto no es un fallo del sistema, sino su intento de transmutar a nuevas condiciones de existencia más efectivas, cambiando.

Un placer leer este texto. Seguiré dándole vueltas.

Besitos

El Faro Crítico dijo...

Publicado por Señor Niemand para El Faro

Magnifico artículo:
Creo que hay una intuición genial en el artículo, perfectamente ilustrada
por el ejemplo central: en cualquier momento pero especialmente en el
actual, la unidad de deseo que debería corporeizar una comunidad o al grupo
de individuos que aspiran a constituirla, debería tener la entidad
suficiente para resistir las amenazas o las agresiones. En tal materia
demostramos una persistencia tan evanescente como la de un gas… Quizás
existan las comunidades rizomaticas puedan subsistir en medios venenosos o
quizás no. En la respuesta a esta cuestión nos va la vida.
Si consideramos ‘el principio de no contradicción’ una ley ontológica, su
imperio supone la imposibilidad de que dos cuerpos ocupen una misma
determinación espacial al mismo tiempo. Si unimos a esto que los entes
animados se caracterizan por proyectar su corporalidad en forma de deso, ya
tenemos la posibilidad de guerra en el horizonte. Pongo por testigo a
Anaximandro.
Hoy estamos en plena lucha de clases, es decir, en guerra, frente a un
enemigo (aquel cuyo ‘conatus’ exige el sacrificio del nuestro) que ejerce
implacablemente, con coherencia y sin piedad, su poder para incrementarlo a
nuestra costa; el problema es que no esta frente a una comunidad sino
frente a un grupo de individuos completamente separados; en esta situación,
mientras cada uno tan solo se preocupe de defender lo suyo, a imagen y
semejanza de los que nos ganan hasta en el terreno de lo ideológico,
imposible una contestación material en común... nos irán venciendo uno a
uno sin que los demás nos defiendan, es decir, sin haber llegado a
defendernos.
Cito a la Boetie: "Las gentes sometidas carecen de ardor y de combatividad
en la lucha, a la que van aturdidos y aletargados, asumiendo sin ganas una
obligación. No bulle en su corazón ese ardor de la libertad que hace
despreciar el peligro y anima a ganar, junto a los compañeros, el honor y
la gloria, incluso al precio de una bella muerte. Entre los hombres libres,
ocurre todo lo contrario, cada uno para todos y para sí mismo. Saben que
todos recogerán partes igual del mal de la derrota o del bien de la
victoria. Pero las personas sometidas, carentes de coraje y vivacidad,
llevan bajeza y flojedad en el corazón, lo que les hace incapaces de
cualquier gran acción. Los tiranos lo saben muy bien y hacen todo lo
posible para apoltronarles aún más."
El texto data del XVI. Solo querría formular una duda: ¿existió alguna vez
algo así como una comunidad? ¿Es algo así como un mito político, una idea
reguladora como las de la moral?
Finalizo con dos ejemplos contrapuestos. Los campos de concentración nazis
estaban vacíos de guardianes si los comparamos con el número de
prisioneros, sin embargo a los únicos que se les ocurrió rebelarse fue a
los judíos del gueto de Varsovia… cuando ya estaban demasiado débiles : no
les salio muy bien. Por otro lado Leonidas y sus trescientos…
Salud y repito: felicidades por el artículo.

El Faro Crítico dijo...

Publicado por JL para El Faro

Me gustaría realizar varias aportaciones al debate referentes a los comentarios anteriores.

Creo que es justo afirmar que una "Democracia Representativa" es un eufemismo para no nombrar la palabra "Oligarquía", que es precisamente lo que son el 100% de las democracias estatales de este tipo; el gobierno de la mayoría por una minoría que se organiza como casta y como élite. No necesitan al pueblo para construir sistemas políticos verticales que gestiona la "población" como quien gestiona una granja. BioPoder quizás sea la palabra clave.

Pueblo es un sistema de relaciones interpersonales que históricamente ha sido la condición de posibilidad para que pueda darse una organización política de las llamadas “de base”. El pueblo no tiene porque ser una configuración que se forma a través de la reacción respecto a algo que oprime. Su impuso bebe de un deseo propositito y colectivo, en la medida que lo que quiere es condesar, aglutinar y vincular a los participantes en un proyecto que es siempre de buena vida. Cuando se grita "El pueblo unido jamás será vencido" creo que se piensa más en lo afirmativo, que en la dialéctica amigo-enemigo. Entiendo además que juega con un 'Criterio móvil' para auto-definirse constantemente y tiene que ver con la participación continua de los 'pueblerinos' (Que palabra más bonita) en la convivencia y en las decisiones cotidianas que les afectan. Pero efectivamente, necesita su espacio para existir y mete codos, se configura como Bloque. Creo en este sentido, que todas las iniciativas que han salido desde el 15M que empieza por "Toma...." (Toma la tierra, Toma la plaza, Toma el barrio, Toma la playa....) y el propio movimiento ocupa, busca el desplazamiento de lo actual a través de la ocupación del lugar. Plaza-pueblo-palabra como decía Sampedro.

El Faro Crítico dijo...

Publicado por JL para El Faro

Respecto al tema de la existencia del proletariado y su descomposición posterior por el Capital, efectivamente nunca ha ocurrido algo así. Proletariado es un término asociado al sistema de producción capitalista y por lo tanto, mientras exista el capitalismo, existirá. Descomposición no, pero si reducción o despotenciación como sujeto de cambio. El panorama ha cambiado y en mi opinión, el 99% que nombra el movimiento Occupy no coincide exactamente con lo que se vino a denominar clase proletaria. Es cierto que el 1% tiene los medios de producción y el otro 99% no, pero dentro de este grupo mayoritario se está desarrollando un aumento muy importante de lo que el sistema podría catalogar literalmente como "basura", que es el "Precariado" para nosotros. Una parte cada vez más importante de la población, deshauciados por un sistema que les propone la indigencia, que en algún momento se dará cuenta que forman parte de los "Residuos" no aprovechables, sin posibilidad de incorporarse a un empleo nunca más y por lo tanto, sin acceso a las mínimas condiciones de existencia; también sin ningún tipo de protección social. Dejarán de formar parte objetivamente y también subjetivamente del ejército de reserva. Lo más interesante es que son muchos y están obligados a construir algo nuevo ya que como he apuntado, estará comprometida la propia existencia de este amplio sector. Aquí la cantidad implica un salto cualitativo, ya que la solución tendrá un alcance amplio sobre el conjunto. Como ya he dicho, no es que no exista el proletariado, lo hay, pero está absolutamente despotenciado y lo va a seguir estando. Emerge un nuevo y amplio grupo social que necesita organizarse.


Respecto al tema del Trabajo. Desde un análisis Marxista toda acción es Trabajo. A mi me preocupa que el reparto de la riqueza tenga que ver con el "Empleo" y no con el "Trabajo". Creo que trabajar de una forma gratuita para la comunidad rima con Socialismo y con la "Toma del Montón" que es al final el ideal para muchos de lo que debería ser una sociedad justa. Cada cual según sus capacidades y a cada uno según sus necesidades. Aquí no entiendo muy bien el conflicto con "Trabajo" entendido como lo que cada uno puede aportar al bien común.

Respecto a la pasividad, creo que conecta con la auto-limitación que un individuo aislado que comulga con el actual paradigma se auto-impone. Alguien que pertenece al ejército de reserva, y por lo tanto se considera mercancía, no concibe ponerse manos a la obra para desarrollar alternativas de una forma gratuita, no remunerada. Desde su esquema mental, estaría malgastando su tiempo o su trabajo. Su fuerza de trabajo estaría siendo regalada. Por eso un parado de larga duración que sigue subjetivamente en el ejercito de reserva, es pasivo, aunque en un principio se podría pensar que debería ser la gente que tendría que estar más en movimiento. Por eso es necesario, que de una forma subjetiva, porque objetivamente ya lo han hecho, rompan filas.

Respecto a la comunidad, creo que en lo social es un error contraponer real a mitológico. La comunidad siempre es un proyecto mitológico, pero como todo lo que tiene que ver con lo político. Cualquier proyecto ideológico es mitológico, pero desde un punto de vista social no es problemático. Cada cultura intenta adecuarse a su "Cuento" y la política no es otra cosa que intentar desplegar sobre el terreno un bonito cuento.