Supongamos por unos
instantes que Hegel tenía razón cuando decía que los hechos acaecidos en el
presente, la realidad toda en el conjunto de su época, había de ser así y no de
otra manera; pues los avatares del concepto en su avanzar, inexorablemente
tendían hacia una determinada «idea de humanidad»… Al igual que en los estoicos,
en la filosofía idealista de la historia alemana prevalece –ya desde Kant– la
noción de teleología, de tal modo que en todos estos pensadores podemos
encontrar algo así como un «Secreto Plan de la Naturaleza» –o de la Razón o
«Logos» en Hegel– que va desplegándose, de tal manera que el presente –con sus
instituciones, leyes positivas, estructura socio-económica, saber
científico-tecnológico, pero también desigualdades sociales, guerras, etc…– era
la expresión más viva de la “Idea”. Y esto por contraposición a las épocas-fases
anteriores que sólo se podían comprender como simples eslabones hacia ese “telos”: el que marcara el último de los
presentes: el ahora que se fusionaba con el proyecto de la nación portadora de
la antorcha de todas las –supuestas– libertades civiles y sirviera de ejemplo para
las demás naciones. Si siguiendo una ontología de las diferencias, consideramos
que la Naturaleza es lo sagrado y la que “manda” o “gobierna el todo” –pues el aforismo de
Heráclito parece ser claro: “Ayón es como
un niño, de un niño es el mando”– en el fondo no dejamos de decir algo muy
similar: en tanto que peones de la Naturaleza somos sus siervos, y, por tanto, en nuestra
cotidianidad y de un modo inconsciente, seguimos a pies juntillas lo que ya
dijera Marx: “el hombre hace la historia,
pero no sabe la historia que hace”... Esto es: ya sea el «Logos» o la
«Naturaleza» parece que hay algo cierto en eso de pensar que hay un “algo”
–inextenso– que manda en el contexto de ese libre juego de voluntades que se da
en las cosas humanas. A nosotrxs, el que las cosas sean tal y como son, no puede
más que producirnos desasosiego, rabia,
cuando no sentimiento de culpa, impotencia y temor… Pero… ¿significa esto, que,
según ese «Secreto Plan de la Naturaleza» las cosas ya son inamovibles?
¿Significa esto que ya no hay lugar para la esperanza? En el siglo XIX, Marx
recuperaría la noción hegeliana de “astucia de la razón” para pronosticar la
superación de la Economía Política burguesa mediante el polo antitético de la
burguesía capitalista: el proletariado. Cuando éste dejara de ser únicamente “en
sí” para pasar a ser “para sí” –o dicho en otros términos: cuando el
proletariado tomara conciencia– la revolución sería posible y la realidad social
se vería por completo alterada mediante la abolición de la propiedad privada, y,
por ende, la sociedad de clases.
Desde entonces ha
llovido mucho y ahora mismo desde nuestra individualidad nos urge –a todos– que
se produzcan cambios; y los queremos rápidos y que se den pronto por tal de
“salvar” nuestras vidas. En mi opinión, sería muy extraño que lográramos
disfrutar esos cambios que deseamos; pues si el «Logos» es producto –o
expresión– de la Naturaleza, en la Naturaleza las cosas van despacio, pues
precisan del kairós: el tiempo
necesario para que todo fruto pueda madurar… Y la madurez no se alcanza a
golpes, ni de un día para otro… Lo que hagamos lo hemos de hacer por las
generaciones que están por venir; y esto mismo, sin esperar nada a
cambio…
Por otra parte,
sería deseable que “la usura por la usura” acabara por desencadenar algún tipo
de astucia de la naturaleza –probablemente por hartazgo– que nos llevara a mejor
puerto… De momento que tales astucias naturales se hallan en “acción” inmanente
ya se puede ver: el consumismo ha llevado a la contaminación del planeta; el
trabajo alienante a la depresión de gran parte de la población; los aditivos y
conservantes han generado gran variedad de cánceres, etc… La diosa Phýsis –que para los griegos no era ni
buena ni mala– va marcándonos los caminos por los que podemos transitar y por
los que no…Y que, para Phýsis, las
penas del mortal antropocéntico son del todo indiferentes, de ello
desgraciadamente nos hace gala la historia en sus mareas de sangre… Que las
respuestas pacíficas a esta crisis exigen del entendimiento de todxs es algo
claro: pero ese todxs no excluye a nadie. Y es que quizás Phýsis tras su secreto plan, lo que en
verdad nos depara es un mundo más pacífico, más justo y equitativo, un mundo
también más creativo; pero esto cuando por fin el tiempo haya logrado hacer
madurar la comprensión de las cosas, en la mayoría… Cuando por fin Phýsis haya logrado transformarnos y
hacer de nosotrxs, otrxs.
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