sábado, 7 de mayo de 2016

Común. Salir de la pospolítica.

Jose Luis Manchón - Común


Voy a hablar de secuestros políticos. Del secuestro de las palabras, del secuestro de los deseos, del secuestro de la conciencia, del secuestro del producto de nuestro trabajo, del secuestro de la actividad política, del secuestro de lo comùn, del secuestro de la democracia. Y de cómo los vacíos en el cuerpo social que han ido dejando estas desposesiones, han provocado la mayor crisis a la que se pueden enfrentar los pueblos. La crisis de Sentido.

También voy a hablar de las luchas que están en marcha y de lo que nos jugamos en ellas.

Resignificar las luchas

La pospolitica es el campo yermo y estéril que nos ha dejado de herencia el viaje al centro de la socialdemocracia.Una situación donde la gente ha perdido las referencias para detectar de forma precisa cuales son las relaciones de poder actuales, y cómo esas relaciones estructuran y separan la sociedad entre clases dominantes y clases dominadas.  El abandono de la socialdemocracia de sus originarias posiciones anticapitalistas ha provocado la eliminación de un debate agonista muy necesario, pero imposible sin antagonismo. Este hecho es la principal causa del auge de los populismos de extrema derecha, que sí han sabido rescatar esa lógica que constituye un “Nosotros” y un “Ellos”, aunque en clave xenófoba. En los países donde es más difícil distinguir en la práctica a la derecha de la izquierda cuando gobierna, es donde más están creciendo.

Para resignificar las luchas, para cargarlas de significado y de potencialidad, es imprescindible abandonar el consenso de centro en el que están posicionadas la inmensa mayoría de las izquierdas. Volver a un discurso donde el relato conflictual sea central. para que así pueda ser constituyente.

Cuando hablo de secuestros colectivos, estoy referenciando a una víctima, un “Nosotros” y un agresor, “Ellos”. ¿Quienes somos nosotros? Nosotros somos el 99%. Un sujeto político colectivo y plural que no puede ser representado. Un SE indeterminado. Los cualquiera, la gente trabajadora, los precarizados, los excluidos del sistema de reparto de los grandes beneficios. En definitiva, los desheredados, obligados a vender nuestro tiempo y esfuerzo para sobrevivir. Multitud sin cohesión interna, ni proyecto compartido. Objetivamente, esos somos nosotros.

“Ellos” son el 1%. Nuestros parásitos. Los que no están preocupados por llegar a fin de mes. Los que si trabajan, lo hacen por avaricia, por placer o porque no saben delegar. Los que especulan con nuestras necesidades básicas. Los que no saben cuánto dinero tienen en el banco. Los rentistas. Los que nos impiden el acceso al Común. Los que acumulan la mayor parte de la riqueza disponible.

Os preguntareis porqué escindir el tablero político utilizando un criterio económico,y no cualquier otro. La razón tiene que ver con que eso que llamamos “Sistema” no es otra cosa que el Capitalismo. Porque vivimos en sociedades Capitalistas donde el sistema económico es el que condiciona absolutamente la organización de nuestra sociedades. Porque es necesario tener clara cuál es la estructura socio-económica en la que nos movemos, para que su invisibilización por el sistema, no nos impida hacer análisis políticos certeros.

En este escenario de desposesión, sobrevive aún el “Mito de la Democracia”. En realidad, la palabra Democracia se ha convertido en un significante vacío. Una de esas palabras que ya no nos dicen casi nada. Que carece de un significado concreto, y sirve para legitimar casi cualquier cosa. Apelando a la democracia se invaden países, se rescata a los bancos, se aprueban leyes contra la libertad de expresión, se desahucia a las personas de sus casas, se prioriza el pago de la deuda sobre cualquier gasto social, se privatiza el mundo.

Muchas veces los secuestros empiezan con un engaño. Para muchos, la palabra Democracia significa básicamente tres cosas. El gobierno de la Ley, la defensa de los Derechos Humanos y el respeto a la Libertad Individual. Están equivocados, y han sido engañados. Esos tres pilares, que tampoco son respetados donde están vigentes, son los del liberalismo. Todos aquellos que se identifican y luchan de forma fuerte por estos tres pilares, cuando dicen defender la democracia, estarán defendiendo en realidad, sabiéndolo o no, la ideología que mejor permite operar al Capitalismo. Si les ha sonado raro todo esto, comentar algo que muy pocas personas tienen presente. La sacro-santa declaración universal de los Derechos Humanos en su artículo 17 reconoce la Propiedad, base necesaria del Capitalismo y la desigualdad, como uno de los derechos fundamentales. Igualmente incluido este derecho de abuso, como fundamental en las constituciones nacionales de las democracias liberales.

Un Estado de Derecho siempre será la cristalización de un sistema de imposición de un Derecho, utilizando la violencia si fuera necesario, sobre todos los demás. Estamos en un Estado de Derecho burgués, y por lo tanto, no se equivoquen, es un sistema que protege estructuralmente y prioritariamente el derecho a  la propiedad. Significa que el derecho a la Existencia, como vemos todos los días en los desahucios, no es una prioridad en nuestro sistema de derechos. Ontológicamente,de base, nuestro sistema jurídico se funda sobre el principio de la desigualdad.

Entonces. ¿Que es una democracia Real? La tradición democrática se asienta claramente en otros tres pilares muy distintos a los del liberalismo. Igualdad, Identidad entre gobernantes y gobernados, y Soberanía Popular. Si vivimos en el Capitalismo, no vivimos ni en un sistema igualitario, ni de auto-gobierno, ni de soberanía de las clases populares. Vivimos en realidad en una dictadura encubierta. La dictadura de eso que ha venido a denominarse “Los Mercados”. Regulación de la vida social orientada a la producción, respeto absoluto a la propiedad y eso sí, libertad total para que el individuo consuma lo que quiera, siempre y cuando pueda pagarlo, claro. Es fundamental entender que Democracia y Capitalismo no riman. Un sistema económico de concentración de riqueza y poder, como es el Capitalismo no puede convivir con un sistema político basado en la igualdad, como la democracia. Sin igualdad económica, la igualdad política es un fraude.

Como podemos comprobar, cada vez de forma más descarnada, los cercamientos capitalistas impiden el ejercicio de la soberanía popular, que no es más que la capacidad que siempre han tenido los pueblos para decidir su destino. Impotencia, ansiedad, extrañamiento y confusión son emociones políticas colectivas muy presentes en la actual coyuntura. Hoy, el horizonte de expectativa para los que ansían cambios drásticos de justicia social es muy extrecho.

Otro de los mitos que ha caído estrepitosamente en esta época de barbarie neoliberal es el mito del “Progresismo social”.  Esa idea ilustrada según la cual nos dirigíamos inexorablemente al ingreso de las civilizaciones occidentales en la mayoría de edad gracias al avance científico, al cual le seguiría necesariamente un avance económico, moral y político sin precedentes. Lo que vemos hoy es que la brecha de desigualdad aumenta a medida que los avances científicos permiten una mayor concentración de riqueza en las oligarquías económicas y cada vez expulsan, a más y más gente de los centros de trabajo. Como consecuencia, el Comunismo y el Socialismo, esos grandes Meta-Relatos políticos hijos del progresismo ilustrado, también han caído por su contrastada inoperancia. Secularizaciones de los sistemas religiosos de salvación, buscando el cielo en la tierra, han sido grandes diluidores de cultura, y han desplazado a los paradigmas culturales cíclicos tradicionales y sus mitos religiosos. Remataron a Dios, y ahora también mueren, dejándonos huérfanos de alguna racionalidad que pudiera hacerse cargo de nuestra epocalidad. Actualmente no tenemos un marco lingüístico compartido que nos permita plantear una resistencia que no sea mera protesta reactiva a los golpes. En la ausencia de proyecto colectivo, lo único que se hace presente es la soledad impotente de cada individuo desnudo arrojado al mundo en medio de la lógica extractiva del beneficio capitalista, basada en la producción, circulación y consumo de mercancías. Y como consecuencia, un profundo malestar social que va en aumento, asentado por una parte, sobre la propia insatisfacción inherente al propio ejercicio del consumo, a la falta de sociabilidad y también, por esa angustia derivada de esa idea según la cual parece más probable el fin de la vida en el planeta a que algún acontecimiento político ponga fin al Capitalismo.

La destrucción de Europa

Este análisis que dibuja una ruina, tiene su concreción en Europa. El momento fordista del Capitalismo tardío unido a la amenaza comunista de la Unión Soviética, permitió en esta parte del mundo un gran pacto entre Capital y Trabajo que el movimiento socialista europeo supo aprovechar para fundar los “Estados del Bienestar”. Las clases trabajadoras, convertidas a esa no-clase llamada clase media, se olvidaron por unas décadas de su condición objetiva, y vivieron en la ficción del ascenso social y del consumo ilimitado a crédito. Secuestrados sus deseos y borradas sus conciencias a través de la publicidad, quedaron incapacitados para la intervención crítica en política.

La caída del muro de Berlín y la globalización económica han hecho saltar por los aires el equilibrio de fuerzas que permitía las cesiones del Capitalismo al Socialismo en Europa. Hoy la socialdemocracia, en su viaje al centro, se ha quedado sin espacio político. En su empeño por sobrevivir, colabora con el Capitalismo en sus reformas laborales, facilita sus burbujas económicas y no impide el expolio de lo Común a través de las privatizaciones. Es la única forma que tienen para en el corto plazo, quedarse con algunas migajas del botín para garantizar de forma muy forzada unas políticas redistributivas siempre en retroceso, y sobrevivir electoralmente.

Los movimientos de ruptura democrática. Ellos o nosotros.

Todos los movimientos de ocupación de las plazas, desde Tahir, pasando por Occupy Wall Street, la Puerta del Sol ó la Plaza de la República de París, son movimientos en esencia no reivindicativos; no confían en un sistema institucional podrido hasta las entrañas que les niega sistemáticamente la realización de sus demandas. Son propositivos. No demandan a instancias superiores la solución de sus problemas, sino que plantean la construcción de una nueva institucionalidad desde la indiferencia a las actuales. Son movimientos que buscan la reapropiación de lo Común que les ha sido usurpado por los procesos de desposesión neoliberales. Practican la democracia y el criterio de adhesión al movimiento es la participación, en una apuesta radical por el presentismo como rechazo a la representación y a la mediación. Es por ello que la sobreactuación del sistema ante estos movimientos haya sido desproporcionada y represiva pese a que se hayan presentado como no violentos. Pacifistas.

La novedad, es que pretenden pasar a la ofensiva con prácticas de ocupación espacio-temporales que cuestionan absolutamente el campo de juego planteado por las dicotomías Izquierda - Derecha, Público - Privado, Estado - Mercado en el que se han movido las luchas sociales hasta el momento.Pretenden hacer saltar por los aires esa racionalidad política en la que saben que en términos dialécticos, no pueden ganar, ya que en la actual relación de fuerzas, la posición a adoptar ante la brutal ofensiva neoliberal sería únicamente defensiva, aceptando las reglas del juego y pasando a defender lo Común en la forma Público-Estatal. La tan manida defensa de lo público, que no implica su reapropiación popular. Aquella forma que se defiende y ya está en venta, que ya es mercancía y que por lo tanto, pertenece a la realidad Capitalista y les será usurpada en cualquier momento por un proceso de privatización. Resistencia radical a aceptar la predicción de Fukuyama en el libro “El fin de la historia y el último hombre” donde el Estado moderno liberal y su representatividad en lo político unido a una economía de mercado global sería la culminación definitiva de la evolución de definición histórica de estructuras políticas e ideológicas. No admiten el cierre.El cercamiento Capitalista total, sin afuera, que está en proceso de culminación, es lo que está intentando ser conjurado por estas propuestas rupturistas, democráticas y populares, que pretenden simultáneamente, patear el tablero de juego, e ir instituyendo Común a través de sus prácticas colectivas..

En los próximos años, el grado de retroceso del neoliberalismo dependerá de la eficacia de las luchas que están en marcha y que vaticino, no pararán de recrudecerse. El aumento exponencial de la contención policial en forma de leyes y represión directa, para poder imponer sus medidas, es el síntoma de que están perdiendo la batalla cultural. El imaginario de “Clase Media”, cada vez más difícil de sostener, pierde adeptos. Y las aspiraciones democráticas de los pueblos vuelven a emerger con fuerza. La pérdida constante de la función protectora y redistributiva del Estado, desdibujandose a cada paso, unido a su nueva función, ya no disimulada, colaboracionista en la facilitación del expolio de lo Común, coloca a las clases populares en una situación de confrontación directa con las corporaciones. La fractura destituyente no cesa en profundizar y ampliar la brecha entre gobernantes y gobernados.

Tormenta perfecta.

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