viernes, 23 de enero de 2009

Comprender y acontecer el futuro

por MLP– “El Faro Crítico”
El Faro Crítico es un grupo de amigos que, unidos por la filosofía, queremos hacer crítica de nuestro presente como condición de posibilidad de entrever en “los tiempos que corren” elementos emergentes de un futuro que dé lugar a otro modo de estar instalados en el mundo. Llevados por ese compromiso, el de comprender nuestra propia historicidad, y entendiendo que la filosofía sólo se puede dar en el diálogo con el otro, queremos ampliar nuestros debates y experiencias en plazas públicas, como el Foro Mundial en donde un amplio número de colectivos presentan desde hace años propuestas de acción alternativas al poder y el capital.

La filosofía, desde sus comienzos, ha sufrido un debate interno sobre su propia tarea. Para resumirlo de una forma tosca: se ha decantado por la reflexión abstraccionista y creadora de conceptos universales, dando contenido a mundos metafísicos, o bien ha preferido ser un fármaco, una especie de catarsis, que nos permite evadirnos de este mundo de lágrimas (aunque en realidad, para decirlo con Trías, las dos opciones son la misma pues es un escape hacía un más allá metafísico el que nos consuela de este purgatorio). Sin embargo, una gran parte del pensamiento crítico contemporáneo, que se presenta como una amplía retícula con multitud de nexos, linajes y ramificaciones, converge en la problemática del sentido y la comprensión de la realidad, la del siglo XX y siglo XXI. Se trata de un pensar creativo que ha trazado mapas, planteado problemas, creado conceptos con cúmulos de vibraciones, estimulando nuevas modalidades de expresión que despliegan dimensiones de nuestra racionalidad desconocidas u olvidadas, creando nexos entre el pasado y el presente que devienen en nuevos modos de vivir y pensar el mundo. La filosofía contemporánea ha arriesgado ideas para crear superficies de inscripción de nuevos registros lingüísticos, completamente diferentes, sin las verdades absolutas ni los fundamentos que han regido nuestra racionalidad, que han dado lugar a las dualidades que procura una dialéctica infinita donde el bien se alimenta del mal y en donde es posible comprender el mundo, nuestra realidad, mediante el juego de las interpretaciones.

Porque la interpretación no se limita a describir o reflejar el mundo de un modo más o menos complejo, sino a invocar o escuchar lo no dicho, lo no pensado, lo tapado o relegado a los márgenes de una pasado superado y escindido. Porque el esfuerzo interpretativo tiene su propio carácter vinculante y normativo en el acontecer de una tradición viva que media continuamente entre el pasado y el presente, abriendo posibilidades de futuro. En la tarea de pensar el “hoy” como una diferencia histórica, es necesario pararse ante la vida, ante la historia y ante todas las realidades que nos rodean para dar un paso atrás situándonos al borde del camino y tomar conciencia de cómo hemos llegado a donde nos encontramos, pensando en las posibilidades que hubiéramos abierto si nuestro pasado hubiera sido otros, dejando atrás la pesadilla de un “único camino” de la historia de la humanidad, permitiendo la posibilidad y el valiente desafío de remover aquello que se percibe inmóvil, fragmentar lo que se pensaba unido y mostrar la debilidad de aquello que se mostraba como fuerte. Esos valores que en aras del progreso y la libertad nos han conducido a cometer las mayores atrocidades, a destruir nuestro planeta, a dar vida de nuevo a uno de los ejes motores del capital, sus eternas crisis.

Esta forma de bucear en el presente, que desde Nietzsche llamamos genealogía y que nuestro pensar contemporáneo ha llamado “ontología del presente”, es afirmar la posibilidad de que la libertad no es un universal metafísico, ni siquiera un derecho otorgado, sino una construcción, una tarea y un desafío. La “ontología del presente” es sabernos valedores de la posibilidad de vivir la vida como una obra de arte. Es una mirada que permite ver un pasado siempre múltiple y posible, permitiéndonos y obligándonos a asumir la responsabilidad de heredar, elegir, descartar y preguntarnos que otros campos de experiencias estamos dispuestos a recibir, a crear, a dar forma mediante nuestros lenguajes en el futuro.

Y bajo la mirada de una “ontología de la actualidad”, esta crisis que nos reúne y que espolea nuestro presente lleno de complejidad e incertidumbre pone de manifiesto que el capitalismo, integrado e integrador del proyecto de la modernidad, no se disgrega amenazado por un enemigo exterior, ni ideológico ni siquiera bélico, sino por la consecución de sus propios objetivos de desarrollo social, económico y científico. Algo que, auspiciado por las premisas de un “todo es posible” en aras del progreso de la humanidad, ha topado con el límite que deslegitima todo su futuro. Y una vez que hemos llegado al límite, si queremos pensar en un mundo distinto, si no queremos seguir imaginando imposibles, no queda más remedio que dar la vuelta, que volver a andar lo andado para poder dar lugar a otro comienzo. Porque el cambio, ese nuevo comienzo, no puede partir de cero, sino que tiene como núcleos de continuación la identificación de la realidad donde se presenta su comienzo, respondiendo a la preguntas “¿Dónde estamos?” y “¿Cómo hemos llegado aquí?”. De esta forma, la crisis de nuestro presente enlaza el pasado con el futuro dejando claro, poniendo en limpio cuáles son las diferencias que se tienen que dar entre uno y otro.

Porque ya no es legítimo tratar de adecuar la realidad a nuestra precomprensiones y proyecciones de acuerdo con verdades universales, alimentar nuestro afán de transformación y vivir tratando de inventarnos en vez de lanzarnos al descubrimiento de nosotros mismos y nuestro momento. No podemos seguir pensando en un futuro mediante un proceso de racionalización que proyecta una imagen de dominio y control sobre el mundo que, lejos de eliminar el temor, la incertidumbre y las contingencias, termina produciendo el riesgo continuo, la incognoscibilidad de lo real, la pérdida de seguridad ontológica, el retorno al mito, la individualización y, en definitiva, hombres y mujeres infelices, encerrados en proyectos emancipatorios que el propio capital les impone, siendo instrumentos de sus propios instrumentos.

La crisis ha puesto en evidencia límites que no es posible rebasar: nos ponen en la certeza que es posible otro mundo, que estamos preparados para escoger otras palabras que nombren nuestra realidad y que todo aquello que se nos presentó como los fundamentos fuertes, esos valores que debíamos preservar y cuidar, termina siendo hoy lo débil que no necesita de nadie para debilitarse, que ya lo hace sólo. Todo aquello que la modernidad despreció en su búsqueda infatigable de poder y hemos olvidado, es lo que tenemos que recuperar y cuidar: lo frágil, lo débil, lo insignificantes, los sencillo, lo no efectivo, no productivo, no tecnológico, no defensivo u oportuno. Tenemos que bucear en nuestra memoria y devolver al presente las acciones intensivas que sólo son posibles en comunidad, en donde se dan los lenguajes creativos de la política, la ética, la pedagogía, el arte y también, el de la economía. Volver a dar valor de utilidad a los instantes en donde somos plenamente, no porque somos más o mejores sino porque nos damos por entero a la vida, a su afirmación afirmando la muerte como límite, a no creer que por llegar a la luna la luna es nuestra, es decir, que todo lo que se cumple es bajo el término de la técnica, de la razón humana. Necesitamos dar paso al azar, a lo fortuito, a lo inesperado para acoger un futuro que sea distinto pero, no igual.

Todo esto que vemos y que no habíamos podido ver nunca, el derrumbe del sistema financiero, el colapso industrial, la falta de respuesta de los expertos y su imposibilidad de predecir el futuro para crear un plan que seguir, las contradicciones de algunos políticos defensores del neoliberalismo con planes millonarios de rescate de la empresa privada, gurús de la economía esposados o llevados al suicidio… Toda esta puesta en escena de una tragedia inusitada da cierta clarividencia para discernir un posible porvenir que sugiere un nuevo espíritu en la tierra, unas relaciones y un entendimiento que no asusta ni desconcierta. Como decía Nietzsche, “Los pensamientos que estremecen al mundo llegan a paso de paloma, las palabras que traen la tempestad son las más silenciosas” y de forma oculta, sigilosa y muy discreta algo se ha puesto en marcha en nuestras conciencias para decir que no es posible seguir viviendo en un mundo que exhibe sin vergüenza su mentira, su injusticia y su sed de venganza, que destroza todo atisbo de esperanza y reconciliación, y que no es posible seguir legitimando:

1.- Estados, que amparados por cortinas de humo, fuera de toda competencia política o jurídica, es decir, de posible intervención de la comunidad, protegen sumas de dinero que superan el presupuesto y el PIB de algunos países.

2.- La mano invisible del mercado como único motor de nuestros sistemas de producción y subsistencia. La mano invisible del mercado es muy visible, que tiene nombre y apellidos, algunos de ellos hoy en vías de sentarse delante de los tribunales o sumidos en la depresión más profunda. Que hace falta una intervención por parte de todos, una política que limite la capacidad de especulación y de crear economías “no reales”.

3.- El comercio con bienes y servicios de primera necesidad. Los alimentos, el aire, el agua y la tierra no pueden ser productos del mercado, expuestos a la ley de la oferta y la demanda.

4.- El uso de la naturaleza como un almacén de recursos que auspician el bienestar del ser humano. Entre la naturaleza y los hombres y mujeres del siglo XXI no se puede seguir dando ese tipo de escisión que crea un coste medioambiental que compromete la existencia de los seres de este planeta.

5.- La falta de control y de límites que abre brechas en el sistema que permiten el comercio de armas, droga y seres humanos, convirtiendo a sus agentes y sus mercados en aparatos de poder y control de las sociedades y los estados.

Pensar lo nuevo conlleva ciertas dificultades si nos aferramos a la idea de que lo que está ahí es único y que lo nuevo sólo es posible gracias a una trabajosa modificación de la realidad o a un milagro en un tiempo que no es éste. No hay tiempo para lo nuevo si nos aferramos a la realidad, a la historia como cadena del pasado-presente-futuro, si entendemos que lo nuevo es algo que se agrega al conjunto de lo dado y requiere para su producción un artífice creador. Si entendemos que no hay hechos sino interpretaciones y que la vida es una transformación permanente, podemos vivir los tiempos de espera, de silencio e incluso los de crisis como originarios de un nuevo devenir que nos traspasa y que necesitará de nuestra creatividad y cuidado para que pueda darse. Esta es una tarea que nos compromete a todos, los incluidos en las peores estadísticas de deuda y paro, los que nos mantenemos en el sistema con mucha precariedad, los que llegan a final de mes y los que necesitan recurrir a la prestación social. Pensar la crisis como posibilidad de cambio es nuestra tarea como ciudadanos que queremos dejar a un lado el “totalitarismo de la indiferencia”, que queremos actuar en nuestra política democrática, en nuestra educación, en todos los aspectos que construyen y conforman una comunidad, no como seres individuales, medios en si mismos, útiles para un poder que por fin ha desvelado lo que tenía más oculto, que su debilidad era no poder cumplir jamás sus promesas de progreso pero si procurarnos la máxima desolación.

Así se dan las condiciones para un mundo distinto, no igual; un futuro impreciso que no sea el de una utopía ni el de un modelo ideal al que tengamos que adaptar constantemente todos los fenómenos. Un mundo que asuma los límites de nuestro propio pensar, de nuestras esperanzas e ilusiones, donde podemos vivir con lo que necesitamos, con menos de lo que hasta ahora hemos creído requerir, porque las cosas no nos dan felicidad. Se dan las condiciones para poder pensar en un mundo donde no sea necesario escindir los conflictos entre nuestros límites constituyentes, entre los individuos, “yo” mortales, y la comunidad, un “nosotros “inmortal”, entre un pasado irrevocable y un devenir imprevisible, mediante un pensamiento único, global que disuelve lo otro, lo diferente, la posibilidad de que se dé una racionalidad creativa.

Hace unos días decía Saramago que otro mundo era posible pero que había que hacerlo. Las voces que han sonado en este texto, Foucault, Nietzsche, Derrida, Hocrkeheimer, Adorno, Vattimo, Heidegger, Gadamer, Teresa Oñate, Quintín Racionero, Ramoneda, Fernández Lidia y otros muchos que han trabajado intensamente para que se pueda dar un lugar diferente donde existir en la misma tierra de siempre, sin utilizar la imaginación o recurrir a los mitos que nos instalan en mundos ideales, más allá de la tierra, más allá de este tiempo. Junto con los grupos de acción, junto con el resto de los ciudadanos, tenemos la responsabilidad de arriesgar como ellos y crear posibilidades nuevas para situaciones diferentes.

martes, 13 de enero de 2009

Gaza, Obama y el crack financiero

Israel ha comenzado una ofensiva contra la franja de Gaza, argumentando defensa legítima ante el constante lanzamiento de misiles por parte de Hamas. Esta acción militar ocurre en un escenario internacional que estaba ocupado hasta ese momento por el colapso financiero internacional y el triunfo de Obama en las elecciones estadounidenses.

por JOSE LUIS MANCHÓN - "El Faro Crítico"

El sionismo se ha hecho fuerte, en una región hostil a sus pretensiones, asentado en tres ejes. Una capacidad militar hipertrofiada (1), el control de gran parte del sector financiero mundial y el apoyo político incondicional de Estados Unidos. Es un respeto ganado por la fuerza, pero, como no podía ser de otra manera, el ejercicio de este inmenso poder se encuentra totalmente deslegitimado.

Con el crack financiero que estamos viviendo en estos momentos, la élite judía que controla la cúspide del capitalismo comprueba como su capacidad de influencia en todos los ámbitos, sufre una merma proporcional al desplome de los valores que controlan en el parquet de Wall Street (2). Con bancos al borde del colapso, una clase política que empieza a buscar responsables de la situación y una opinión pública que identifica al sector financiero como el origen del desastre económico, la gran telaraña sionista se deshilacha.

Por otra parte, Estados Unidos estrena presidente. Un presidente lo suficientemente poco usual como para permitir poder pensar que pudiera ser ideológicamente mucho menos comprensivo con la posición de Israel que los representantes de la saliente administración. No es el tipo de comandante en jefe al que nos tiene acostumbrado el país con el mayor arsenal militar que se conoce. Obama, además, ha roto la tradición, y no ha financiado su campaña presidencial con dinero procedente de los lobbys financieros y empresariales (4) y por lo tanto, no debe grandes favores a los grandes grupos de presión económica controlados por judíos. Este último aspecto entraría en colisión con el habitual exceso de influencia del que goza la comunidad judía estadounidense en la política exterior del país.

En este escenario nada favorable para el poder sionista, Israel ha lanzado un órdago a la comunidad internacional, invadiendo la Franja de Gaza. La invasión de Gaza es, ante todo, una acción política disfrazada de asedio militar y parapetada por el paraguas de un Bush en su último mes de mandato. Mientras los medios de comunicación abren debates interminables sobre la proporcionalidad de la intervención militar, casi todo el mundo se olvida de analizar las causas últimas que han originado este paso hacia delante, precisamente en este momento, y no en otro.

Incendiar con esta acción militar el bosque del odio respecto a este tema, que ya inunda los países árabes, y provocar la focalización del terrorismo internacional hacia los intereses judíos; son consecuencias asumidas por una administración, la de Israel, que comprendió hace mucho tiempo que la permanencia en el tiempo de su actual ubicación en la tierra prometida está sujeta a su condición de enlace entre Oriente y Occidente. Necesita ser el eje que hace que ambas partes giren indefinidamente enfrentados, y sin posibilidad de un dialogo que les acerque a un verdadero entendimiento.

El objetivo de Israel, desde mi punto de vista, no es tanto responder a los ataques de Hamás, como conseguir crear en el escenario internacional la presión suficiente para que se formen grandes bloques definidos a favor y en contra, que no hagan posible una agresión a Israel sin que el fantasma de una escalada bélica a nivel global automáticamente coja forma. Es esta operación, la que está destinada a permitir a Israel perpetuarse en el tiempo en la configuración actual, ya que sin el apoyo militar y político de un gran bloque de países occidentales tradicionalmente liderado por Estados Unidos, las naciones musulmanas, con pueblos abiertamente contrarios a la ocupación Israelí, no permitirían el actual asedio al pueblo palestino.

Israel sabe perfectamente que nunca conseguirá la victoria total sobre Palestina. Tiene en contra la resistencia de un pueblo que ya no tiene nada que perder (5) y que está dispuesto a ofertar el sacrificio más exigente, con tal de recuperar lo que se les ha arrebatado. Además, Israel es consciente que persiste en una tierra ocupada fuera de la legalidad internacional, después de haber incumplido sistemáticamente muchas de las resoluciones de la ONU (6) dictadas en contra de sus intereses.

Barack Obama repitió hasta la saciedad en su campaña electoral, que si salía elegido habría un cambio sustancial en la política exterior de Estados Unidos respecto al resto del mundo, abandonando por lo tanto, el camino del unilateralismo con el cual se venía actuando. El apoyo unilateral e incondicional de Estados Unidos a Israel, incluso en el incumplimiento de la legalidad internacional, estaría por lo tanto en entredicho; pero Israel necesita este apoyo como seguro de vida.

Obama, en la actual situación, con una guerra forzada contra el territorio palestino y dirigida teóricamente al exterminio de una organización apellidada de terrorista como Hamás, estaría enfrentándose a un conflicto diseñado como una acción más dentro de la denominada “Guerra global contra el terrorismo”, de la cual, Estados Unidos es abanderado. Obama estaría viéndose forzado, por lo tanto, a no rebajar la intensidad del tradicional apoyo americano a Israel, y este y no otro, sería desde mi punto de vista, el verdadero objetivo de la invasión.

(1) Según han revelado las ultimas estadísticas de Bruselas, en 2007 los Estados miembros de la Unión Europea autorizaron la exportación de armas a Israel por valor de 200 millones de euros. Francia es, con mucho, el principal proveedor al Estado judío de armas europeas. http://euobserver.com/19/27359
(2) El Dow Jones ha perdido en el año 2008 cerca de un 35% de su valor.
(3) Obama rechazó financiar su campaña con ‘lobbies’ por razónes políticas. En la campaña presidencial, el número de donantes superó los 2,5 millones de norteamericanos, y dos terceras partes de ellos dieron menos de 200 dólares por persona.
(4) ‘El 46% de los palestinos no tiene suficientes alimentos para cubrir sus necesidades. El número de personas sumidas en la pobreza profunda, definida como la que padecen los que disponen de menos de 50 centavos de dólar al día, casi se ha doblado desde 2006 llegando a más de un millón, según la Agencia de las Naciones Unidas de Trabajo y Ayuda a los Refugiados (UNRWA)'. (La pobreza en Palestina: el coste humano del boicot económico, Oxfam Internacional, abril 2007).
(5) Existen más de 40 resoluciones de la ONU en contra de Israel que nunca se han aplicado.

domingo, 11 de enero de 2009

La crisis económica mundial como oportunidad de cambio

Por Antonio Hernández Samaniego -”El Faro Crítico”

Parece que estemos obligados a buscar una definición que se ajuste a los fenómenos que pasan ante nuestros ojos y que emiten a diario los medios de comunicación, mientras permanecemos boquiabiertos ante el espectáculo que estamos padeciendo estos últimos meses. Aunque, ya con anterioridad, percibíamos que esto no marchaba bien, dada la acumulación de causas de extrema gravedad que se dejaban sin resolver y que de alguna manera íbamos interiorizando, no sin una cierta impotencia.

Bien, esta definición en sus distintas acepciones: crisis económica, colapso del modelo, ruptura, etc., lo que nos da a entender es un cambio de tendencia, cuyo origen viene determinado por las sacudidas sísmicas de la economía de las décadas de los años 70, 80 y 90, que nos ha abocado a la situación de colapso financiero, en que nos encontramos a comienzos del siglo XXI.

La teoría del caos, como predicción en la evolución de un proceso, en el que un pequeño cambio en las condiciones iniciales puede cambiar drásticamente el comportamiento a largo plazo de un sistema, y cuando cada cambio particular es aleatorio e impredecible, pero la secuencia de los cambios es independiente de la escala, pues bien, esta teoría se ha cumplido tanto en los países del socialismo real, como en los países del capitalismo neoliberal, modelos ambos que daban prioridad a los temas económicos, en detrimento de otros aspectos que se han ido reclamando a lo largo de todo el siglo XX, desde distintos ámbitos socioculturales, por lo general minoritarios. Aspectos, todos ellos, de una intensidad emocional creciente en la población, como las hambrunas en gran parte de la humanidad, los conflictos armados con sus catastróficas consecuencias, o el deterioro medioambiental progresivamente generalizado en el planeta.

Estos acontecimientos que se han convertido en cotidianos, hacen que se tambaleen nuestras esperanzas de una humanidad en paz y en un entorno natural digno.

El deterioro de los aspectos anteriormente considerados, invalida completamente la vieja concepción del tiempo lineal que desde la Ilustración venía siendo aceptada en los países occidentales, por la que se interpretaba la evolución de las culturas como un progreso indefinido, desde la barbarie primitiva hasta alcanzar una sociedad en la que el individuo fuese libre, con la ayuda de la razón y la ciencia.

Esta versión optimista que desde Platón contempla este desarrollo, en la creencia de una historia con un avance continuo en todos los sentidos, incluso en el político, se contrapone con otra versión, igualmente optimista,representada por el mito del eterno retorno por el cual, cuando una civilización llega a su máximo desarrollo y entra en decadencia, se vuelve nuevamente a una situación primigenia, en la que se reinicia el proceso humano desde una simplicidad próxima al estado de naturaleza, reconstruyéndose así una nueva sociedad.

En este desarrollo, se plantean las posturas enfrentadas y que como modelo simplificado nos pueden servir las de Rousseau para el que la civilización no produce un aumento de la felicidad y que la educación destruye la bondad, representada por la infancia de la humanidad, frente a la de Voltaire y Los Enciclopedistas que consideran que el avance continuo de la Razón dará al hombre la libertad y la plena felicidad.

A poco que reflexionemos sobre la encrucijada actual, comprenderemos que ninguna de las dos opciones nos dan una respuesta ni nos son de gran utilidad, tanto la de un tiempo lineal, con un desarrollo ininterrumpido, como la de una vuelta más en el eterno retorno.

Con frecuencia, en las conversaciones en las que se analiza la situación en que nos encontramos, se emiten mensajes de incertidumbre y desesperanza, un no saber que hacer ni qué es lo que nos espera, que terminan degenerando en una angustia por el miedo a lo desconocido. Esta situación, a su vez, provoca una parálisis que nos deja incapacitados para pensar y actuar con una cierta lógica, acabando por hacerse propuestas precipitadas y en ocasiones irrealizables.

Sería conveniente ante esta coyuntura, una aproximación y una mirada crítica a la historia (¿mito del eterno retorno?) que nos permita analizar y comprender lo ocurrido en épocas anteriores y si algunos aspectos que encontremos en ella son extrapolables a la situación actual, que es en definitiva uno de los recursos que nos permite el análisis histórico. Analizar qué situaciones se han repetido, sus aspectos comunes y su aportación a los tiempos presentes.

Así, a lo largo del desarrollo de la Civilización Occidental (la nuestra) se han producido varios saltos, en los cuales tras una etapa de crisis, más o menos dilatada, los grupos humanos se han reorganizado no partiendo de cero, sino con el apoyo de determinadas estructuras sociales de la etapa precedente. Por ejemplo, así ocurrió en el paso del modelo de la Grecia antigua al modelo imperial de Roma, por la que ésta última apoyándose en la cultura y en las artes griegas, mucho más avanzadas, fue adaptando progresivamente una legislación sin precedentes y cuya aplicación llega hasta nuestros días. Posteriormente con la decadencia del Imperio romano, se incorpora en Europa occidental el nuevo modelo de los llamados pueblos bárbaros que intentaron repetir el modo imperial anterior con Carlomagno (Imperio Carolingio) y los Otón (Imperio Germano-cristiano) ambos con un nuevo paradigma que constituyó el eje central de la civilización medieval, el cristianismo. A su vez, la sociedad feudal así originada cedió el paso en la Época Moderna a las Monarquías absolutas dando lugar a los estados europeos que conocemos en la actualidad.

Siguiendo a Bossuet, para quien la verdadera esencia de la historia consiste “en descubrir en cada época las tendencias ocultas que han franqueado el paso a los grandes cambios y a las importantes combinaciones de circunstancias que los producen”, podemos observar que hay importantes acontecimientos que se repiten con una cierta regularidad, como son la tendencia al gigantismo de las estructuras sociales, por la que se construyen grandes imperios de difícil gobernación, y a lo que ningún gobierno de los países hegemónicos está dispuesto a prescindir y que en parte es causa de su posterior decadencia. Esto tiene lugar al mismo tiempo que se produce una atomización en los nuevos poderes emergentes, acompañados de un nuevo paradigma que ayude al aglutinamiento y hermanamiento de los individuos de la nueva sociedad.

Así considerada la historia, ésta sería un proceso por medio del cual el hombre construye instituciones, emite leyes y desarrolla costumbres, lenguajes y artes que se renuevan periódicamente a lo largo de la vida de esa sociedad..

De las variadas aportaciones que este análisis histórico simplificado nos permite introducir, en las reflexiones sobre la situación actual, me interesan destacar:

En primer lugar la duración de la etapa de decadencia, provocada por la resistencia del propio sistema al cambio y que puede prolongarse durante décadas. Y aunque la aceleración histórica nos dice que los fenómenos actuales se producen con mayor rapidez que en el pasado, conviene tener en cuenta que en épocas anteriores, estos cambios se producían en centenares de años. Consecuencia de esta prolongada duración es que son varias las generaciones de ciudadanos que van a verse involucradas en este proceso y por tanto limita a que las propuestas iniciales que se hagan sean muy generales y puedan ser admitidas por una gran parte de la población, cualquiera que sea su origen y situación, y por ello han de tener un valor universal. Además de que puedan estar en vigor durante un tiempo dilatado, sin que por ello pierdan ni queden diluidas sus intenciones. Que no sean propuestas de “quita y pon” y que puedan servir no solo para una generación sino también para las siguientes.

A su vez, al ser un fenómeno dilatado en el tiempo y de gran complejidad no requiere por ello una solución inmediata y precipitada. Este aplazamiento nos debe ayudar a disminuir la ansiedad que está provocando la búsqueda de respuestas a la crisis, como si pudiésemos resolverlas ahora mismo.

También, esta dilatación en el tiempo, nos permite observar la situación con un cierto distanciamiento, como un fenómeno que se está produciendo en un laboratorio, y que no tiene unas consecuencias inmediatas en el observador. Esta postura generaría un cierto relativismo que permitiría un análisis más reposado y por tanto con mayores garantías de su utilidad en un futuro, diferenciando a corto, medio y largo plazo, y en las que a su vez las generaciones venideras deberían aportar sus nuevas opciones y hacer las modificaciones oportunas.

En segundo lugar están los fenómenos de la dispersión de los intereses de la población y la atomización de las estructuras de poder. Se observa que en situaciones anteriores, a lo largo de las grandes crisis, al dejar de actuar el paradigma, o conjunto de creencias que mantenía unida a la población en un proyecto común, se desarrollan fuerzas centrífugas, como la tendencia al individualismo y la búsqueda de soluciones particulares. Son épocas de gran confusión, de aparición de sectas, propuestas mágicas que atraen a una parte de los ciudadanos, los más desprotegidos física e intelectualmente. La necesidad de paliar esta dispersión vuelve a incidir en que las propuestas a presentar en un primer momento deban ser muy generales y asumibles por casi todo el mundo.

Por otra parte, la atomización de las estructuras de poder puede originar una multiplicidad de polos emergentes, rompiendo la tendencia del estado anterior de modelo único. La confederación futura de estos nuevos núcleos de poder estarían obligados a enfrentarse a la solución de los problemas repartidos por todo el mundo.

Los conceptos y nociones desarrollados por la teoría del caos, proporcionan herramientas que pueden contribuir a entender procesos complejos, desordenados y caóticos desde los que posiblemente emerge ya un nuevo orden, impredecible e incierto. En medio de la crítica y el derrumbe de los grandes paradigmas, surge la perspectiva del caos como una alternativa ordenadora que realimenta la imaginación sociológica y política.

En tercer lugar está el nacimiento de un nuevo paradigma, con el que se iniciará la recuperación de las nuevas estructuras sociales y el nuevo modelo de civilización. En este aspecto, y aunque en esta fase intervendrán más activamente las generaciones futuras, hemos de tener en cuenta que las raíces habrán de ser implantadas en los primeros momentos, de ahí la importancia de un análisis lo más adecuado y certero posible. Por otra parte, atendiendo al contenido del paradigma, no hemos de olvidar que es creador de ideologías que se prolongaran en el tiempo (como es el caso del cristianismo en la Edad Media) y que en algunas situaciones también pueden crear monstruos (como las Monarquías absolutas en la Edad Moderna o los estados totalitarios en la Contemporánea) Por tanto se ha ser muy riguroso en las propuestas, evitando además de lo anteriormente citado, las tendencias de exclusión del otro, etc.

De todo lo anteriormente expuesto me gustaría que lográsemos sacar la conclusión de que como reza el título de este artículo “La crisis como oportunidad de cambio” nos alejemos de los aspectos negativos a los que nos han conducido los primeros momentos de la crisis, para aproximarnos con mayor intensidad a aquellos temas que van a ser necesario abordar para la nueva situación, sin prisas ni precipitaciones, sino con la tranquilidad y reflexión necesarias, puesto que no estaremos solos en este proceso que se desarrollará a lo largo de varias generaciones y a escala planetaria.

Lo que si es urgente es el posicionamiento político para evitar que la “democracia evolucione hacia el totalitarismo de la indiferencia” como indica J. Ramoneda en “La era de la inocencia” (El Pais 4-01-09)

viernes, 2 de enero de 2009

De hacer realidades

por FKastro – “El Faro Crítico”
Si digo que voy a hablar de la verdad, sonará inmediatamente presuntuoso. Y sonará así, porque hablar de la verdad, a secas, suena inmediatamente a dogma, a fe o a ideología. Mi verdad sería ante todo presuntuosa, y en consecuencia, yo mismo sería demasiado pretencioso.

La verdad a secas, inmediatamente surge conflictiva, y lo es, porque no se admite la identificación de lo personal con lo universal. Mi verdad no sería sinónimo de universalidad, sería mi verdad. Cada una de las personas que comparten un dialogo asoman una verdad, a veces coincide, otras no. La efectividad de cada una de esas verdades es idéntica. Puede parecer incluso disparatado el que un interlocutor afirme que los burros vuelan y otro que no, y respetar ambas opiniones dándoles el mismo valor. Sí, suena disparatado, y demuestra que a veces no hay varias verdades sobre un mismo tema.

Hay otras verdades. Por ejemplo: Ahora estoy sentado y no estoy de pie. No podría ocurrir ambas cosas al mismo tiempo, caeríamos en una contradicción. Es en la contradicción dónde se ve la verdad, y digo la verdad no mi verdad, de manera más sencilla. Aquí no habría mucha discusión. Si ando, no estoy tumbado, y a la inversa. En esas verdades en que el espacio y el tiempo acotan con claridad una opción de otra se muestra la verdad con claridad meridiana.

Pero luego hay otras verdades, como la del burro que vuela, esas que están cargadas de matices y resultan de diálogos interminables que siempre concluyen en mantener varias verdades al mismo tiempo. De tal forma que el diálogo termina manteniendo firmemente las posiciones individuales y afirmando: Esta es mi verdad, tan válida como la tuya. Se jugaría, pues, la verdad en el campo de la argumentación, en el que ser un maestro de la retórica conseguiría darle mayor legitimidad de verdad frente a los demás dialogantes.

Confrontemos ambos tipos de verdades: las verdades de matices y las verdades que surgen de las contradicciones. Si estoy de pie, no puedo decir al mismo tiempo que estoy tumbado. Pero si opino que el mundo se va a la mierda, otra persona puede decir que el mundo va viento en popa; y ahí nos encerraríamos en una discusión llena de matices.

Se podría, por tanto, hacer un catálogo de verdades seguras, y otro de verdades que suenan a verdades con muchos gradaciones. Hay por tanto, verdades que resultan necesarias, y otras que asoman contingentes ó accesorias. Las verdades necesarias, de una manera u otra, alcanzan cierta unanimidad, mientras que lo contingente puede suceder o no suceder, simplemente ser así o ser de otra manera, simplemente porque podría no ser.

Creo que lo contingente y lo necesario se ha superpuesto. Ó más aún, que estamos rodeados de demasiadas verdades contingentes y muy pocas verdades necesarias. El mundo está inmerso en un lío de verdades. Hay las verdades de la psicología y de la ciencia, que nos sentencian desde la genética y la neurobiología. Hay verdades religiosas que nos castigan con la culpa. Hay verdades socialistas, comunistas, anarquistas, que planifican un mundo futuro, cerrado, sin contemplar el azar. Hay verdades económicas que se volatilizan de día en día. Hay verdades ecológicas que se tiñen de extraño dogmatismo.

Es difícil discernir lo contingente de lo necesario. Es difícil vislumbrar la verdad necesaria de lo que son juegos dialécticos. Hay decenas de especialistas que afirman, escriben y opinan. Y el propio público, que escucha tantas opiniones contrapuestas que, inevitablemente, acaba afirmando la validez individual de su propio criterio.

¿Por qué nos interesan las verdades necesarias? ¿Por qué nos interesa encontrar verdades indiscutibles como esa de estoy de pie y no sentado en este preciso instante? ¿Por qué buscar la verdad?.

Hay cientos de esloganes que nos dicen que la verdad nos hará libres, o que encontraremos el paraíso, o que el mundo será más igualitario. Hay miles de verdades que asoman inmediatamente promesas de otras nuevas verdades. Pero no hablo de verdades que rápidamente se cargan de verdades accesorias, de planificaciones o de sueños. Hablo de verdades en este mismo instante. Hablo de proposiciones que no se puedan negar racionalmente.

Pero lo cierto es que en la actualidad, cuesta hasta imaginar esas verdades que no se puedan negar racionalmente, es de tal magnitud el volumen de información que manejamos hoy en día, que sentimos que las verdades necesarias rozan lo místico o lo ideológico. En cualquier caso, ¿por qué buscar las verdades necesarias?

Si hay un hecho intrínseco a la mentalidad mundial es el de los sueños. Llevamos siglos soñando otros mundos posibles, otros futuros, otros lugares, otras personas. En la actualidad nos embarcamos en hipotecas soñando un hogar futuro de una manera determinada. Consumimos un coche pensando ya dónde nos llevará, estudiamos para jueces y nos sentimos ya ejerciendo. Se hacen políticas pensando en futuros que aún no han llegado o no llegaran. Llevamos siglos en la tesitura de producir sueños. Sueños de consumo, sueños de conquista, sueños de amor, sueños de dios, sueños de vidas futuras. Incluso todos estos sueños, verdades contingentes, llegamos a imaginarlas como reales, luchamos porque se conviertan en reales. Hacemos de la imaginación un producto real. Y en todos estos siglos, los sueños han producido monstruos. Y no dejarán de hacerlo, porque los sueños están en otro tiempo y en otro lugar, pero no en el ahora.

Los sueños se alimentan de verdades accesorias, de grandezas, de mundos que aún no han llegado o no llegarán. No creo que la persona que acaban de despedir del trabajo en este mismo instante, o el niño que está a punto de morir en Gaza piense en verdades accesorias, sólo el aquí y el ahora. Las verdades necesarias, esas verdades de estoy de pie y no tumbado se ciñen a un lugar y un espacio, no más allá.

Hay hechos que están ocurriendo. El colapso económico es un hecho, el desastre ecológico es un hecho, el desastre bélico es un hecho. Podemos planificar, soñar y discutir acerca de mundos que no existen, que aún no están, y que quizás no lleguen a estarlo nunca. Y nuevamente nos olvidamos de las verdades necesarias.

Creo que debemos detenernos, parar, y recopilar esas verdades necesarias. Porque creo que debemos partir de unos mínimos unánimes y no excluyentes. La verdad necesaria no excluye, no se puede negar racionalmente. Ese es un buen punto de partida. O bien, podemos seguir soñando otros lugares para nosotros mismos, planificar otros mundos que no están, sino sólo en el pensar; e incluso podemos matarnos entre nosotros mismos por imponer lugares, mundos y sistemas que no están más que en nuestras cabezas. Cabezas que sueñan, e inmediatamente dicen: Hacer realidad.

Soñar, idear, fantasear con futuros que no han llegado es justo lo que llevamos haciendo desde cientos de años. Ahora hemos llegado a todo esto. Hambrunas, guerras, desastres ecológicos. Podremos coger a varios culpables de este camino. Los hay, claro, pero… ¿y los demás? Todos los demás que asisten al desastre, que acogen opiniones y opiniones sin certezas necesarias, que se alimentan de contingencias que les arrastran a callejones sin salida. Que siguen y siguen soñando.

Las verdades necesarias están ahí. Se pueden descubrir acudiendo a hemerotecas y descubriendo cómo muchos mecanismos han sido creados por grupos especializados con el objetivo de favorecer corrientes de opinión. Podríamos sondear a empresas que están despidiendo a trabajadores y descubriremos las estrategias que esconden sus balances de cuentas anuales. Podríamos descubrir en los bancos que nos cobran las hipotecas, los mecanismos que eligen para alcanzar nuestros ahorros. O podríamos ir más allá y descubrir que las guerras no surgen por azar, o que los recursos naturales no están agotándose simplemente porque llevamos mucho tiempo en la tierra, o por qué los mass-media publican una noticia y no otra y de la manera en qué lo hacen.

¿Interesa conocer estas verdades? Interesa, sí. Y lo es, simplemente, porque sólo un cambio de rumbo que debe surgir desde la propia individualidad podría provocar un cambio. Pero no sólo se trata de dejar de soñar, de dejar de imaginar lo que aún no existe y quizás no existirá. Hay otro inconveniente en la construcción del mundo, y es la exclusión del otro.

En cientos de años siempre se han abogado por medidas que han excluido a unos u a otros, olvidando que la exclusión del otro supone que ese otro siempre maneja la posibilidad de volverse contra ti. Un sistema en el que se excluye, se silencia, se aísla o incluso se mata al otro es ya una continuación de esto mismo que lleva ocurriendo desde hace cientos de años: Soñar algo y excluir a alguien. Pero en el momento en el que se use la exclusión, estaremos utilizando los mismos parámetros que hace siglos y que nos han llevado a una nueva crisis.

Después de todo este discurso, podría hablar de otros mundos posibles, de que determinadas medidas nos llevarían a buen puerto, o que ciertas ideologías traerán la igualdad universal, etcétera, etcétera. Pero no, no voy a ir más allá. No debemos ir más allá. No voy a caer en lo contingente prometiendo otro mundo posible, porque eso sería desembocar en sueños. Sueños que nos han llevado a todo esto.

Ahora estoy de pie. No tumbado. Eso es todo. No más.

La necesaria crisis

Hacía tiempo que desde muchos ámbitos se estaban oyendo voces críticas que ponían en cuestión el modelo económico y de progreso de las llamadas sociedades de consumo. El sistema finalmente ha colapsado desde dentro víctima de su propia codicia. Con este colapso, se abre por lo tanto un periodo de reflexión y de cambios profundos del que saldrá necesariamente otra conciencia social y otra forma de estar en el planeta.

por JOSE LUIS MANCHÓN - "El Faro Crítico"

Hace unos meses, cuando aún no se había producido el gran crack financiero y bursátil que llega hasta nuestros días, asistía con preocupación a un aluvión de noticias tanto nacionales como internacionales, que confirmaban que después del estallido de la burbuja inmobiliaria internacional, las grandes fortunas y, en general, el mundo especulativo, buscaban otro nuevo sector a exprimir después de que el ladrillo dejara de actuar, casi de un día para otro, como el mejor depósito de valor.

Terminaron apostando decididamente por el alza de precios, de lo único que podía dar rentabilidades suculentas a corto plazo: "Las materias primas", y en concreto, la alimentación, con los cereales como el ejemplo más representativo. Pero esta nueva aventura especulativa tenía efectos colaterales muy graves. La maquinaria capitalista, en su carrera enloquecida en busca del beneficio rápido, estaba demostrando una vez más que estaba dispuesta a depredar hasta el último recurso para conseguir su codicioso y nunca suficientemente cumplido, objetivo. Ya en Abril de 2008, un informe de la FAO alertaba de riesgos serios de hambrunas y disturbios por crisis alimentaría relacionada con alza del precio de los alimentos, en 37 países.

Finalmente ocurrió lo que acaba siempre ocurriendo cuando se intenta crecer ilimitadamente sustentándose sobre una base cada vez más precaria y limitada; que el castillo de naipes acaba por debilitarse y se cae sin control. Esta vez, la puntilla vino del todopoderoso sistema financiero que sostenía y sostiene aún, la actividad frenética de las cada vez más maltrechas economías sobre endeudadas de familias, empresas y países. El modelo de capitalismo liberal diseñado para su beneficio por los países ricos de este planeta, se corrompe vertiginosamente.

El impacto de este crack es de dimensiones tan enormes, que está todavía por ver como va a afectar a la economía real y durante cuanto tiempo. En este derrumbe asistimos con sorpresa al espectáculo de un modelo económico y social que se fagocita a si mismo lanzándose dentelladas como si fuera un tiburón furioso abierto en canal.

No todo es negativo. Es cierto que el llamado primer mundo está en crisis, pero que el 6% de la población mundial que explota actualmente el 59% de la riqueza total mundial desacelere su capacidad de consumo, no parece a priori tan nefasto. Y más, si constatamos que esta opulencia económica está asentada sobre la miseria y la sobreexplotación de una gran parte de la población y de los recursos mundiales. Una de las expectativas más interesantes que se abren con el frenazo del consumo mundial, es que esta desaceleración sirva como balón de oxígeno que permita repensar el modelo energético actual.

No es posible pensar que el capitalismo que hemos conocido en las últimas décadas y que ha impreso un ritmo vertiginoso a algunas economías, y ha sumido a otras en la decadencia más absoluta, pueda resucitar. La base energética de producción en la cual se sustentaba este crecimiento ha dejado de ser abundante y barata. Las estimaciones revelan que con los índices de producción actuales, las reservas de petróleo tienen unos 40 años de vida y las de gas natural unos 60 años. El modelo energético va a cambiar radicalmente, por necesidad, en el medio-corto plazo, y este cambio cuestiona directamente la vigencia del sistema económico actual.

Pero el transito no va a ser nada fácil. Los habitantes del primer mundo han interiorizado tanto las leyes del mercado liberal, que se han convertido en "Seres Económicos". Estas personas ansían por encima de todo la capacidad de gasto, ya que es esta, la que les permite afirmarse en su condición de consumidores. Son personas educadas en una representación personal y social del éxito que se basa en el "Tener" y no en el "Ser". Es difícil pensar desde el punto de vista de este "Ser económico" un mundo mejor y más justo para todos, que no esté en continuo crecimiento económico, sino más bien en lo contrario; donde los criterios de adquisición de bienes surjan de la necesidad y no de la adquisición por el placer de la adquisición; donde la energía sea cara, difícil de conseguir y un tesoro a mimar en su uso; donde el éxito individual no se sustente en signos externos de capacidad económica. Llega un mundo raro para estos seres, pero tendremos que confiar en el despertar a otras realidades que surgen de las grandes depresiones y que marcan siempre un antes y un después en la relación del hombre con el mundo.

El escenario no podría ser más complicado y algunas acciones lo están complicando aún más. Por una parte nuestros políticos, tanto de izquierdas como de derechas, que hicieron suya y defendieron la idea de que "Progreso era lo mismo que Progreso Económico" y que se jactaron innumerables veces de los índices de crecimiento anuales de sus países respectivos, mientras se deterioraba la economía real; este derrumbe les deja totalmente desarmados. Ante tal situación de desolador despiste, se han lanzado con premura a implementar medidas de rescate, con dinero público, ideológicamente impensables hasta hace unos meses, con el objetivo claro de apuntalar un castillo de naipes a punto del colapso. El riesgo asumido es enorme, teniendo en cuenta la casi inexistente y deficiente reglamentación de control que existe actualmente dirigida al sector financiero y, por otra parte, el desconocimiento absoluto de las dimensiones del un agujero financiero de dimensiones globales. Pero la presión desde todos los flancos para que las acciones vayan dirigidas en este sentido no es poca. Los lobbys empresariales están lanzando continuamente mensajes a la población desde los medios, donde utilizan descaradamente el recurso del "Miedo" a la perdida del empleo y ponen en bandeja al político, el instrumento necesario para legitimar la acción salvadora del plan de rescate, ante la opinión pública. Es una estafa en toda regla. El objetivo es que la especulación global vuelva a retomar la senda de las ganancias. Se da, además, un mensaje muy peligroso a los grandes actores económicos: "Que hagan lo que hagan, si lo hacen a la vez, nunca quebrarán, ya que son demasiado importantes como para dejarles caer".

La ciudadanía, al menos en Europa y Estados Unidos, viven estos acontecimientos en una continua disyunción, ya que se sienten engañados y traicionados cuando son informados de los rescates multimillonarios con dinero público al sector financiero, responsable último de la actual crisis, y por otra parte, tienen miedo a perder sus empleos, y sus ahorros, si estas acciones no se realizan con la garantía del estado. El estado, a su vez, se deslegitima una vez más respecto al ciudadano, y se lanza al vacío al asumir el riesgo de los bancos en un intento desesperado de crear un periodo de transición artificial del cual pretende salir reforzado en presencia y poder. Un gran y atractivo vuelco para una institución, que había sido percibida como un obstáculo para la buena marcha de los negocios y expulsada del panorama económico del mercado libre.

Ya se pueden prever algunas consecuencias de todo lo expuesto. Las clases medias serán las grandes damnificadas, por su nivel de endeudamiento y la falta de trabajo. Indudablemente se potenciarán los episodios de luchas de clases. La clase media se hará más pobre, y la clase rica, seguirá disfrutando de una posición económica esplendorosa, después de haber trasladado mediante los artificios financieros, un alto porcentaje de la capacidad de gasto a treinta años de la clase media a sus bolsillos, mediante los préstamos a largo plazo para adquirir viviendas. No debemos olvidar que muchos de estos empresarios e inversores ya han cobrado y son los grandes beneficiarios de una estafa de dimensiones globales. Mientras tanto los bancos intentan recuperar los préstamos derivados de estas operaciones con índices de morosidad nunca vistos.

Los conflictos geoestratégicos latentes relacionados con los recursos energéticos empezarán a activarse conforme la escasez vaya en aumento. Está por ver que instrumentos pueden llegar a movilizar las grandes economías mundiales para hacerse con estos recursos y seguir manteniendo durante algo más de tiempo su posición económica. Desgraciadamente hemos asistido recientemente a la guerra de Irak; una "guerra preventiva" que se diseñó con clara vocación geoestratégica relacionada precisamente, con que este país tiene dentro de sus fronteras reservas de petróleo probadas por el orden de los 112 mil millones de barriles.

Se corre también el riesgo de que se abandone la visión utópica, y la población se predisponga a la perdida galopante de derechos, con el objetivo de evitar males mayores como la perdida del empleo. ¿Que mejor arma podríamos poner en la mano del negociante sin escrúpulos? En este contexto tan turbio, es necesario que el mundo denominado alternativo, que lleva muchos años avisando sobre las consecuencias del suicidio colectivo que implicaba el capitalismo que se estaba practicando, adquiera presencia y visibilidad ante una población desconcertada. Es la única manera de que cuando la reflexión se dé, las respuestas que se encuentren a las cuestiones sobre ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Para que? ¿Quién se ha beneficiado? ¿Quién ha sido perjudicado? no tengan su origen en el FMI, el BCE ó la Reserva Federal Americana.

Se nos presenta una oportunidad única. Necesitamos utilizar esta crisis para dar un golpe de timón que rectifique un rumbo que no nos conviene. Tomar, en definitiva, otro camino que nos reconcilie con la naturaleza y que doblegue un sistema que no nos hace felices en nuestra opulencia y ansiedad de consumo nunca saciada y que es, además, sumamente injusta respecto a otros pueblos y generaciones venideras. Nada impide que siendo posible que otro modelo social más justo pueda ser, no sea, si se dan las condiciones mínimas para que emerja. Es necesario un cambio radical en la conciencia social, que borre del mapa a la especulación y el derroche de recursos y que permita una economía sustentada en criterios de necesidad, y no de maximización del beneficio. Necesitamos poner en marcha la "Lista Quijote".

Eficacia política

por ANDRÉS MARTÍNEZ – “El Faro Crítico”

Imaginaos que alguien, una noche, se despierta en un sitio a oscuras y no se acuerda de donde esta. Se pone en pie y a tientas va en busca del interruptor de la luz. Entonces, su pie no toca el suelo y cae. Durante una fracción de segundo espera el impacto, pero este no llega y continua cayendo… pasa tiempo, aunque le es difícil tener una noción clara, igual podrían haber pasado horas que minutos y sigue cayendo. Durante ese lapso indefinido le da tiempo a pensar con pavor como será el golpe después de tan larga caída o incluso se permite fantasear con la esperanza que no habrá choque porque nunca llegara al suelo o a imaginar que quizás abajo habrá una red.

Bueno, mientras esperamos el choque definitivo, os querría proponer algunas ideas.

En primer lugar me gustaría hacer una reflexión sobre algo que se debe exigir a la política. Eficacia. Es una fea palabra que con toda justicia provoca prevención. Huele a capitalismo. Evidentemente, es una marca de nuestra civilización tecnológica en la que prima el dominio de la razón instrumental y sin embargo debe ser vindicada para cualquier proyecto que quiera ser considerado político.

Sin especificar en detalle las articulaciones de la ética con la política, se puede afirmar que ambas ocupan campos que se superponen en buena medida. Si la ética forma al individuo, este no se configura al margen de unas condiciones que vienen dadas por su entorno político. A su vez dicho medio social que conforma las individualidades es continuamente re-creado por estas. Pues bien, si resulta evidente que cuando hablamos de ética, la eficacia es fundamental, pues nadie se tomaría en serio una teoría ética que no aspirase a una praxis realizable, debe plantearse la misma exigencia a la política. Un proyecto de organizar la vida en común de los hombres que no pueda ser puesto en obra es una contradicción en sus propios términos. O se proponen soluciones a nuestros problemas o se esta haciendo una cosa distinta a la política.

De puro evidente, la necesidad de eficacia en cualquier reflexión política, puede parecer una perogrullada, pero tengo la impresión de que el pensamiento postmetafísico, en tanto quiere oponerse a la tradición tecnológico-platónica con medios distintos, por no incurrir en los mismos fallos, ha renunciado a una praxis que tenga verdaderas posibilidades de cambiar el orden imperante o al menos de hacerlo a una velocidad que en términos de vida humana podamos apreciar. Otro tanto es atribuible a la izquierda del mundo occidental todavía desarbolada por el fracaso de los socialismos reales, sin energías para oponerse al rampante pensamiento liberal e incluso habiendo asumido el núcleo de sus planteamientos. Aun a riesgo de pecar por caer en las viejas posiciones dialécticas de la confrontación, creo que la deconstrucción del lenguaje del poder vigente va al corazón del problema sin ser capaz de dar respuestas en forma de una agenda política positiva a los problemas que nos acucian.

Sin embargo la evidencia de una acción política se funda en una paradoja. En la aspiración a la nietzscheana 'unidad de estilo' esta la clave. Cuando en sus primeros escritos critica esta carencia de la civilización europea esta reclamando un mundo en que los hombres puedan llevar existencias autenticas, no escindidas entre sus deseos y las necesidades impuestas desde el exterior. En el caso de que este equilibrio no sea alcanzable, se decanta por el individuo. De otra forma lo que esta criticando es la escisión entre un mundo sublunar y otro ideal nunca alcanzable. El caso de Platón y Sócrates resulta paradigmático.

Platón fue como cualquier hombre un hijo de su momento. Miembro de la aristocracia ateniense, la carrera política era su destino natural y a ella se sentía inclinado. Pero las circunstancias no fueron propicias para que pudiese seguir su vocación. El encanallamiento de la situación tras la derrota de su ciudad y la muerte de su maestro le apartaron de lo que previsiblemente hubiese sido el destino de alguien de su clase... e invento la Filosofía, como un proyecto de fundar la ciudad sobre bases más seguras para impedir que se volviese a producir una situación en la que el intento de conciliar lo político con lo ético no condujese al mejor de los hombres, Sócrates, al martirio.

En esa tentativa de encontrar un asidero firme sobre el que refundar la ciudad dio con el Mundo de las ideas (la metafísica: el mundo superuranio, modelo del mundo sublunar al que aspira y nunca alcanza) que ha sido el gran hilo conductor del pensamiento y la historia de occidente... Las implicaciones de todo ello son de vasto alcance, pero permitidme seguir tan solo la línea de la contradicción que quiero señalar: con hipostasiar un mundo que no es este que los vivos pisamos pero al que debemos aspirar, el político-filosofo cuando quiere poner sus proyectos en obra se ve en la necesidad de practicar una ingeniería social que frecuentemente lleva asociada algún tipo de crimen a gran escala... La consecuencia de ese nihilismo del idealista le conduce a forzar con violencia a este mundo imperfecto que jamás se quiere adaptar a al plano de esa solución ideal que ha concebido en su cabeza. O de otra forma por, afán de justicia se cae en lo contrario de lo que se persigue. Nadie querría vivir en la Republica de Platón por mucho que no cueste concederle buenas intenciones. Que el bien ideal puede conducir al mal lo muestra con claridad el caso de Robespierre, el incorruptible, hombre de moralidad irreprochable que cuenta con el dudoso honor de haber inventado el régimen del terror en pos de implantar los ideales de la Revolución. Por contra hay otra forma de nihilismo que corre en paralelo y es la de los que sin ningún tipo de idealismo actúan de mala fe escudándose en ideales con análogas consecuencias.

Bien, aquí llegamos a lo que es la paradoja de la política como praxis buscada y nunca del todo lograda. Por una parte, la política surge del fracaso organizativo de todas las sociedades humanas… si cualquiera de los sistemas de convivencia que se han dado hubiese funcionado, no se hubiese hecho necesaria una reflexión sobre los mismos. Es decir el punto de partida del pensamiento político es una realidad social que debe ser cambiada y debe serlo alcanzando una cierta eficacia que corrija o minimice errores e injusticias. Ese imperativo del cambio supone un grado de violencia hacia lo existente, pues el pensar otra realidad es poner un ideal por encima de lo que hay, violentándolo aunque tan solo sea en pensamiento. Y sin embargo si queremos ser políticos, es decir buscar la mejor forma de vivir juntos no es posible renunciar al deseo de eliminar del mundo aquellos aspectos que nos parecen injustos y no quedarse en el deseo sino lograr cumplirlo.

Una vez esbozados los dos límites de la política como praxis, paso a intentar formular lo que creo es el gran problema político al que nos enfrentamos hoy en día. La ilustración nos deja como legado la idea de humanidad, el universal de los hombres, sujeto de un proceso de progresiva emancipación cuyo cumplimiento corre proporcional a la implantación de la razón una y universal. En nombre de este proyecto de ilustración los pensamientos utópicos del siglo veinte desencadenaron guerras y carnicerías a una escala inédita. Todos aprendimos la moraleja: la razón no es una, el intento de reducir la multiplicidad de razones a la unidad no es un programa viable y además lleva necesariamente al crimen. Del convencimiento de que no era posible implantar una sola visión parcial del mundo sin causar daño a las otras partes hemos llegado a revindicar la pluralidad como valor máximo de nuestra forma de ver el mundo. Así evitamos caer en esos errores, pero al precio de hacer muy difícil la solución del mayor problema que suscitan los tiempos que corren… a saber, como nos arreglaremos para que las diferencias convivan, cuales serian los puntos de acuerdo para que las diversidades puedan seguir siendo plurales sin ser subsumidas por un centralismo siempre violento y como evitar que su carácter heterogéneo las lleve al enfrentamiento. De repente una categoría demodé vuelve a demostrarse crucial. En un momento en que los problemas de la especie humana cada vez van demostrando tener una escala planetaria, entender el mundo como una comunidad de comunidades que debe gestionar sus diferencias, se suscita a mí entender como la cuestión mayor.

En resumen, la deconstrucción de los lenguajes del poder que se legitiman a si mismos como justos es un momento indispensable del pensamiento político, sin embargo al pensamiento le queda pendiente establecer una agenda política positiva que nos proporcione una solución.

El mundo se derrumba y tu y yo nos enamoramos

por MLP– “El Faro Crítico”
Enfrascada como estoy desde hace unas semanas pensando en el momento actual, los que significa o no, las implicaciones que tiene, en como esta el mundo,… me he metido en un laberinto y no salgo de el. ¿Dónde está Adriana? Yo me agarro al hilo de la filo-sophia, la que está en las aulas, en las estanterías, en los cines o en los bares, a lo que tengan que decir los “antiguos”, “modernos”, “postmodernos”, “neomodernos” y lo que venga. Y a vuestro hilo también, al de los amigos. Pero ahora mismo no soy capaz de aportar una sola solución, ni siquiera un diagnóstico claro, salvo lanzaros mi propia confusión. Me hubiera encantado mandaros un escrito más concreto y esclarecedor, pero no tengo ese discurso y os necesito para encontrarlo. Quiero participar en el diálogo y por lo tanto, aquí va mi “laberinto”.

Desde que nos conocemos ha surgido en todos nuestros diálogos ese regusto que “lo que hay”, tal como es, no nos gusta demasiado. Y hemos hablado mucho sobre que aspectos de la realidad nos molestan, nos incomodan, no soportamos más e incluso que la “actual crisis” nos parecía positiva en el sentido que podría ser una posibilidad de cambio de los modelos económicos, sociales, políticos e incluso culturales que nos rigen. Por regla general, siempre terminamos en una pregunta tipo ¿Qué hacer?. Y aquí comienza mi primer problema: desde luego parece que la situación está haciendo una llamada urgente a la acción pero no siempre lo urgente es lo necesario, quizás antes de hacer haga falta comprender. Es posible que el pensar y actuar sean consecuencia uno de otro o que uno no se da sin el otro, pero también es posible que entre ambos términos se este expresando sino una antitesis si al menos una gran tensión: igual no es posible pensar y actuar al mismo tiempo. En La ilustre vida de los filósofos, Diógenes de Laercio cuenta que Pitágoras una vez dijo que a la Olimpiadas acuden tres tipos de personas: los competidores, los que disfrutan con la competición y los que simplemente se sientan a mirar. Yo añado que no es un mirar cualquiera sino el que mira buscando la verdad de lo que se está dando en el juego. ¿Es posible ese mirar si se está jugando?

Leí hace poco a Hanna Arendt que lo eterno y definitivo comienza tras la muerte. Poder hacer un análisis de una realidad compleja, de un mundo complejo, de hombres y mujeres complejos siendo esos hombres y mujeres, siendo parte de ese mundo y de esa realidad, y al mismo tiempo que todo acontece resulta un tanto ¿inabarcable?. Haría falta un salirse fuera, un mirar desde la grada, sin implicación ni compromiso, o esperar que la actualidad deje de serlo para encontrar en ella lo que de verdad haya tenido. Algo así creo que es lo que intenta la ciencia, una manera de objetivar el mundo para poder nombrar agentes, causas, orígenes, génesis, diagnósticos y por supuesto soluciones. Pero la verdad, yo no tengo tan claro que podamos salir de nuestra propia existencia y mirar la tierra desde Marte, aunque si lo que se quiere es vivir sin que la vida pase sin darnos cuenta no queda más remedio que comprometerse con ella de alguna manera, tratar de comprenderla (en sentido de incluir o contener), para decirlo con Parménides, “lo mismo es ser que pensar”. Porque al margen de relativismos, el salirse fuera, aún siendo posible y aún siendo efectivo puede desconectarnos de lo que nos ha llevado a pensarlo, el que nosotros somos al mismo tiempo que pensamos. Desde luego, esta asunto no es nuevo, llevamos siglos reflexionando sobre el “sujeto pensante”, pero traigo esto en nuestro debate para plantear que entendemos cada uno de nosotros que es lo que la filosofía, como episteme aletheia, puede y debe decir de la realidad y como hacerlo.

Porque yo no tengo tan claro que la cuestión sea plantear propuestas, ni diagnósticos sin antes hacer “un pensar” que pregunte hasta las últimas preguntas y llegar quizás a la conclusión que no todas pueden tener respuestas pero entre tanto, hacer un recorrido que elimine de la actualidad lo que es necesario de lo que sólo se da por contingencia, por convención, por conveniencia o por interés. Quizás no demos con soluciones pero al menos nos habríamos comprometido con nuestro presente para poder dar cuenta de él, poderlo interpretar y comunicarlo con la verdad. Como decía Nietzsche la filosofía no puede cambiar una cultura pero al menos puede bombardearla.

En este sentido, creo que me mantengo con cierta distancia respecto a Andrés y José Luis. Da la impresión por vuestros escritos que habéis identificado al enemigo, que está claro el problema de la “actual crisis” pero ¿Es tan actual? ¿Es una mera crisis financiera o económica? ¿Hay un solo enemigo? ¿Hay algún enemigo?... Aún estando de acuerdo en muchas de las cosas que decís, creo que el “pensar” todavía tiene que ir más lejos y me da cierto temor, además, que por la urgencia de “hacer” convirtamos el saber en bombas arrojadizas y las palabras en clichés que dejan de tener ningún tipo de autoridad, ningún tipo de verdad en nuestras vidas. Crisis, economía, consumo, capital, poder, justicia, política, individuo, ciudadano,… ¿significan hoy lo que deben significar? ¿Tienen el valor que deberían tener?

Hace poco oía en la radio una entrevista a una política, creo que era Leire Majón, que decía que detrás de cada economía hay una política. Eso es lo mismo que decir que la realidad está formada por planos diferentes colocados unos detrás de otros, bajo algún tipo de jerarquía. Lo cierto es que nos hemos acostumbrado a ver a si el mundo, una serie de planos colocados por orden y que según de que hablamos cobran importancia. Desde que yo alcanzo a recordar, en los 70 el primer plano fue la energía, en los primeros años de los 80, la salud, después un mundo sin bloques ideológicos claros, en los 90 la ecología, en los primeros años del siglo XXI el choque de civilizaciones o culturas y hoy por hoy, la economía. En la medida que cambia el plano de orden, cambia el debate, los intereses de la ciencia, la política, el arte, la educación y la economía. Si esta concepción del mundo fuera cierta sería tan fácil como cambiar un plano que entra en conflicto en un momento determinado por otro. Pero parece que nuestra realidad no es tan manejable y que su estructura no es tan clara. Parece más bien que lo que subyace en la realidad en una fuerte red de conexiones que ponen en relación unos elementos con otros y en función de la retícula que crean, “lo que está ahí” aparece de una forma o de otra. Deleuze lo explicaba como un muro donde la piedras se colocan sin argamasa, de forma que puedes tirarlo y crear un nuevo muro con las mismas piedras pero colocadas de otra forma. O como Teresa Oñate nos ha explicado alguna vez, atendiendo a Deleuze y otros autores, una compleja combinatoria de las diferentes dimensiones de la realidad. Si nuestra concepción del mundo fuera ésta, una amplia sábana donde todo está conectado, como en la película “Extrañas coincidencias”, es prácticamente imposible comprender la economía, la política, el arte, la naturaleza y la cultura como fenómenos aislados en los que unos se dan tras otros.

Si una de estas dimensiones cobra mayor visibilidad u ocupa mayor espacio que otras, se convierte en el vector que aparentemente tiene el poder de explicar la realidad, pero no por necesidad sino por su capacidad de establecer mayor número de relaciones con el resto. En ese momento, las demás dimensiones, si no quieren verse asfixiadas, tendrán que eliminar esas conexiones pero no a la dimensión que los lanza, a no ser que estemos dispuestos a quedarnos sin un trozo de la sábana. En nuestra actualidad, donde el capital parece monopoliza todos los aspectos de nuestra vida, todos los lenguajes, todos los medios de comunicación y todos los debates, no se trata de declararle la guerra y acabar con él de la única forma que se acaba con las cosas, matándolo bruscamente. Pero desde luego no podemos seguir consintiendo que sea la única dimensión que domine la realidad, que sea la única posibilidad de explicarla, de seguir dando oxígeno a sus conexiones para que el resto no se den en la misma intensidad y necesidad para que la realidad sea completa, plena.

Por eso, a pesar de dar más que mil vueltas sobre el tema económico, sobre el capital ultra-neoliberador, sin leyes ni concierto que se ahoga y nos arrastra a todos a ahogarnos por su ambición sin límites, no creo que sea el motivo de la crisis. He imaginado un supuesto y os ruego que me sigáis, aunque hay cosas difíciles de imaginar: un profesor de una universidad americana (tiene que ser americana por fuerza) con un programa capaz de disolver el actual sistema y poner en marcha un nuevo orden económico. Es un plan tan perfecto que no admite crítica, algo sumamente novedoso que aun sometiéndolo a todo tipo de análisis económicos, sociales y políticos, a todos los filtros de opinión posibles no admite falló alguno. Los grandes mandatarios del mundo se reúnen y rendidos ante la evidencia deciden implantar “El plan” en todo el mundo. “Los mercados” funcionan, se vuelve a dar dividendos, se comienzan a crecer por encima del 3% y se consigue el pleno empleo en todo el planeta hasta el punto que pronto se decide inaugurar en Ginebra una nueva sala denominada “El hambre” en recuerdo de esa vergüenza que la humanidad vivió, hasta que dieron con “El Plan”. No tenemos experiencia de algo tan estupendo pero si de cómo durante años países que han vivido en la opulencia han mantenido en sus sociedades campos de concentración, leyes injustas, comercio humano, destrucción de ecosistemas,… Hace menos de un año los sociólogos hablaban de la “desaparición de la clase media” pues se estaba consiguiendo que una gran cantidad de población mundial viviera con los standards económicos que en rigor, hasta décadas anteriores, habían estado restringida a una población menor. En nuestro país, sin ir más lejos, hemos vivido unos años de una prosperidad sin precedentes en los que no han parado de surgir y convivir problemas que están muy poco relacionados con la economía.

Desde luego, la “mano invisible del mercado”, por imperativo de su propio programa, se ha hecho sumamente poderosa y “visible” obstaculizando la visión de otros problemas, crisis y conflictos que yacen un nuestra sociedad, en cada uno de nosotros, pero eso no convierte a la economía, ni siquiera el capital en el único problema que desencadena una situación que deprime a una parte de la población del planeta (porque recordemos que hay otra gran parte que económicamente está deprimida desde siempre). Y todos estamos en el mismo juego, tanto los justos como injustos, todos somos pequeños especuladores, propietarios, comerciantes, explotadores, consumistas, hombres y mujeres de éxito, arriesgados, modernos, a la última…y por ende, conservadores, perdedores, desahuciados, explotados, temerosos, preocupados y consumidos. Por supuesto que hay que limar responsabilidades, no todos jugamos con las mismas barajas, pero lo magnífico del capitalismo es que exige para su realización un grado de fe que mueve montañas y a pesar que la fe supone renuncias, es tanto lo que promete, es tan maravilloso el futuro, es tan genial lo bien que viviremos, lo felices que seremos, lo mucho que conseguiremos que el sacrificio es parte del dogma, se vive con alegría, como decía el catecismo. De hay que sus tentáculos, sus redes de conexión, sean tan poderosas porque la capacidad de crear relaciones no sólo depende de él sino que no hace a todos participes de su creación.

Pero a lo mejor la verdad, que no necesita demostración, se impone. Los hombres y mujeres de principios del siglo XXI parece que asistimos a la evidencia que nuestra concepción del mundo se desmorona porque el mundo es otra cosa bien distinta a la que pensamos. No se trata de planos jerarquizados, cuya hegemonía es otorgada en función de nuestros intereses y deseos de libertad, igualdad y fraternidad, de progreso y bienestar, sino una compleja combinatoria donde todos sus elementos deben intervenir en equilibrio. A principios del siglo XXI, a pesar de nuestro desarrollo científico, de estar casi a punto de dar con la “partícula de dios” nos damos cuenta que el mundo va por un lado y nuestras mentes por otro. Siguiendo no se que lectura llegue hace poco a El Mundo como voluntad y representación de Shopenhauer en el que dedica un capítulo completo a la necesidad de metafísica del hombre y viene a decir que si negamos la metafísica, la posibilidad de pensar en otro mundo por ejemplo y creer en él, nos quedamos huérfanos. Y llevaba razón, estamos tan acostumbrados a movernos entre dos mundos que ni nos damos cuenta de que lo hacemos y mientras cae una nevada en Australia una semana antes de que empiece el verano o andamos dando subvenciones con dinero público al capital que está arruinando a las poblaciones que generan el dinero público, nuestra forma de pensar el mundo se viene abajo. Porque lo que esta en crisis, y va a seguir estando mucho tiempo, es un mundo que a fuerza de nombrarlo nos lo hemos creído. Y es más, no es una crisis nueva aunque sea hoy cuando las pantallas de la televisión, las estadísticas y los expertos nos hayan dejado claro que no se puede, por ejemplo, hacer ningún tipo de economía que no sea real; decía Walter Benjamin, a mediados del siglo XX, que ninguna generación de la modernidad había dejado de sentir que estaba en crisis. Hoy estamos echándonos las manos a la cabeza con la hecatombe que vivimos pero se nos olvida la larga sucesión de desastres que no hace tanto tiempo la humanidad se ha procurado y aunque, si bien es cierto que se pueden dar motivos económicos, no en todos los caso ha sido el dinero el motor que ha activado bombas atómicas, campos de concentración, genocidios o derrumbe de rascacielos. Hay ideologías, creencias, deseos insatisfechos, odios, rencores,… que mueven este mundo tanto o igual que la economía, este mundo que hemos creído que podía ser como nosotros quisiéramos.

Si fuéramos capaces de afirmar el mundo, la realidad, la actualidad o como queramos llamarlo tal como es, no como la pretendemos, en su evolución o involución y en sus desastres y éxitos, lo primero que afirmaríamos sería la vida, la nuestra y la del otro, la inevitable dependencia que nos tenemos, de la necesidad imposible de obviar de tener que vivir juntos y por supuesto, dejaría de tener sentido en el mundo, en el real, la posibilidad de la especulación, de paraísos fiscales, consumos desmedidos, agotamiento de recursos,… no se podrían dar porque esas cosas se dan en el mundo en que vivimos ahora, en el que es posible tener un pie aquí y otro no sabemos muy bien donde, un mundo que no va por su cuenta mientras que nosotros nos empeñamos en que sea lo que más se ajusta a nuestra idea de él. Si nuestros políticos en febrero o en marzo, cuando se vuelven a reunir con el fin de arreglar el cambalache comienzan poniendo encima de la mesa lo que hay, no lo que quisiéramos que fuera sino lo que se da de verdad, millones de personas en un planeta haciendo uso de recursos de una naturaleza exhausta con necesidades de comida, bebida, sanidad y educación, además de unos mínimos de convivencia que hagan posible la paz, la armonía, la creatividad y el diálogo… En este otro supuesto difícil de imaginar, nuestros políticos saldrían de la reunión bastante afectados pero firmemente convencidos de decirle a los ciudadanos del mundo que lo que es, es, que no hay paraísos ni un lugar en la historia para la máxima opulencia pero si para un momento en que definitivamente podamos vivir plenamente, conviviendo con lo azaroso, lo incontrolable, lo que no es como nosotros, los que piensan de otra manera, comen de otra forma,…sin miedo.

Yo creo que recibirían gran pitada y abucheos ¿quién quiere perder lo conseguido a pesar que lo conseguido le este matando? Yo creo que se les tacharía de idealistas, soñadores, poco realistas, sin fundamentos,… todos al paredón. En fin, yo creo que posiblemente ahora también me estéis fusilando mentalmente y que todo esto os parezca una diarrea mental un tanto naif. Pero a mi todo lo que está pasando no me pone en contra de nada salvo de mi misma para de una vez por todas vivir con lo que hay, en este mundo con sus crisis, sus guerras, sus injusticias,… El momento presente no me deja pensar en nuevas revoluciones, en nuevas luchas o programas que me lleven a un futuro más prometedor. Todo lo que pasa me obliga a no tener más ropa en el armario que la que necesito, no gastar energía de más, a mirar hacia los lados y encontrar gente que con un poco de lo que yo gano sobrevive y contagiarme de todo de todo lo suyo, de sus alegrías y de sus penas. Con lo que pasa, de lo único que tengo realmente ganas es de buscar espacios donde pueda surgir lo creativo, lo nuevo y lo distinto, de estudiar, de tratar de comprender, de dialogar y de pensar.

He comenzado con la frase “El mundo se derrumba y tú y yo nos enamoramos” que Bogart le dice a Bergman en Casablanca. La volví a ver este fin de semana pasado y una vez más me conmociono ¡Pero que bonita es esa película! El mundo de Ilsa y Rick se vino abajo en el París que se conocieron y en su recuentro en Casablanca años después pero eso no evitaba que vivieran una de las historias de amor más intensas que hemos conocido. Algo así nos puede estar pasando sin darnos cuenta ¿no? Puede que al final de todo esto, entre escombros, paro y déficit vivamos la historia más intensa que Hollywood haya sido capaz de imaginar y para ello toca comprender no sólo el mundo que se derrumba sino el que ha estado siempre y no hemos dejado nunca que se de. Volver a restaurar el valor de las palabras, la verdad de los discursos, dar lugar al diálogo con el otro con la pretensión de decir y escuchar algo, darnos la oportunidad de ser ciudadanos, de debatir sobre las leyes y las instituciones, sobre nuestras creencias y emociones, no a la idea o modo del partido, dios o el ejercito, sino como sólo se puede dar, en comunidad, unos con otros.

A modo de conclusión (siempre provisional): Me encanta bucear en las palabras. Resulta que crisis, que proviene del griego, era un término jurídico para designar el acto de deliberar que hacer con un reo, lo que implica un cambio de estado de su situación pues tras la “crisis” el reo puede ser condenado o liberado. Es decir, crisis es el acto de deliberar que conlleva cambio necesariamente, lo cual resulta muy alentador, pero implica el acto de deliberar, de pensar y dialogar. Si vivimos un momento de crisis la propia palabra nos esta diciendo que tenemos que hacer. ¿Qué hacer? Poner en acto la “crisis”, deliberar y pensar es lo que toca ahora.

jueves, 1 de enero de 2009

Puntos a favor de la crisis. Una descripción de la situación cultural.

por ANDRÉS MARTÍNEZ – “El Faro Crítico”

Aunque se ha dicho que la historia acabó y con ella las discusiones acerca del mejor modo de guiar nuestros destinos colectivamente, el momento que atravesamos demuestra como tal supuest ocierre de las opciones políticas ha resultado un falso fin. El sacrificio impuesto por los dioses del comercio y de la guerra de tener que vivir al borde de nuestras fuerzas y de las de la naturaleza cada vez más exhausta, no nos ha hecho ni mejores ni mas felices sino que ni siquiera ha servido para preservar un estatus quo que a la mayoría no nos (1) ha beneficiado... O de otra forma, veinte años de retrocesos sociales que han seguido el patrón recurrente de 'renunciad a un poco para no perderlo todo' solo han conducido al temido final que se quería evitar. Pues bien, el mundo posthistórico no ha sido tan bueno como para sufrir por que se acabe. Nos vuelven a amenazar, esta vez con la crisis. Tiene un regusto a 'deja vu'. Deberíamos reconocer al hombre del saco. En todo caso crisis, es una vieja palabra que viene del griego y significa aproximadamente cambio. Cambiar, cuando no se disfruta de una posición halagüeña es de sentido común.

Si política es la continuación de la ética por otros medios, la reflexión sobre la mejor forma de habitar juntos de tal modo que cada uno pueda disfrutar de la mayor cantidad de libertad para hacer lo que quiera o pueda con su vida, no parece que en actual reino de la falsa necesidad dictada por la economía de la imagen vaya encaminada a satisfacer esta aspiración. Siguen algunas reflexiones entorno a la crisis.

En primer lugar, como comentario muy genérico, me gustaría señalar la necesidad de una inversión de un valor dominante que lo impregna absolutamente todo a nuestro alrededor. Me refiero a la completa subordinación que sufrimos al dios del comercio o su versión cientifista, la economía (2). Es un tópico, pero con algunos ejemplos se puede ver hasta que punto lo han interiorizado los individuos. Hoy en día no es difícil encontrarse con gente que justifica el haber sido despedida, pues 'que otra cosa se podía hacer si la empresa no era rentable; yo, en su lugar, hubiese hecho lo mismo'. O como se nos ha olvidado que el termino reciclaje significaba en origen 'someter un material usado a un proceso para que se pueda volver a utilizar'. Su uso se amplio a los hombres y hoy todos estamos deseando que nos concedan semejante tratamiento. Los ejemplos se podrían multiplicar, pero estos de arriba son suficientes para dejar claro que nosotros como individuos no contamos, lo importante es el mercado y ya se sabe que el precio de una mercancía demasiado abundante tiende a la perder valor. Si la devaluación de la pieza de humano es un hecho, la novedad viene de haber interiorizado nuestro rol de mercancías y reconocer nuestra baja cotización. Cuando alguien se valora en tan poco como valorará a los demás.

Que hay que esforzarse por no convertirse en desperdicio no reciclable es algo que esta en nuestras conciencias de forma más o menos consciente. La precariedad creciente dota de verosimilitud a las amenazas con una consecuencia inmediata: el miedo. Claro que esta solo es la parte del palo. La de la zanahoria es hacernos sentir afortunados por defecto, función que satisfacen cumplidamente los medios de comunicación con el continuo bombardeo de noticias sobre los que son más desgraciados que nosotros. El resultado es una mezcla ambivalente de sentimiento de alivio por no estar a merced de los leones y de culpa difusa (normalmente no reconocida en voz alta) por preferir asegurar nuestro nicho en el edificio social que actuar con una mínima empatía hacia los desgraciados. Lógicamente el intento de los excluidos por escapar del tercer mundo nos resulta amenazante pues sabemos (por regla general tampoco se reconoce) que aquí no hay espacio para todos. Esta situación ha desembocado en la bunkerizacion de nuestro mundo. Vivimos bajo el signo del miedo en ciudades donde las vallas y los guardias de seguridad proliferan por doquier y en países que parecen una especie de campo de concentración invertido al modo de los resorts turísticos del tercer mundo o las lujosas urbanizaciones fortificadas para dejar fuera a los de estatus inferior que no sean necesarios para la hostelería o cualquierotra ocupación ínfima. Es un parque temático de la democracia o gran supermercado exclusivo que solo deja entrar a los saldos de mano de obra en función de las necesidades de la producción.

Con todo, los habitantes del mundo occidental que disfrutamos de los privilegios del desarrollo,de los derechos humanos y de las ventajas de la sociedad libre estamos demostrando tal desidia hacia nuestros propios intereses políticos, tal susceptibilidad a los dispositivos de sugestión de los diversos poderes reales que es dable pensar que dicha situación no sea irreversible. La democracia de los que son impotentes para asumir la responsabilidad de gobernarse a si mismos puede ser abolida en cualquier momento, aunque de momento se conformen con ir recortando derechos.

Cabe ahora intentar la descripción del sujeto (aunque sería más apropiado llamarle objeto) de tales presiones. Frente al protagonista de los sueños de emancipación de la Edad Ilustrada, un idealista que en pos de su proyecto podía caer en la criminalidad, nuestro momento se caracteriza, creo, por un sujeto eternamente adolescente, en permanente proyecto, que, auscultando su narcisismo, vive pendiente de los suministros de complementos para completar su personalidad nunca acabada. Elperfecto reverso de la sabiduría del limite del oráculo griego: un juego que consiste en hurtarse a si mismo la autonomía, pues se juega a no decidirse a ser completo jamás. El individuo en tal situación queda escindido entre su imagen, superficie neta proyectada a los otros y abismado en la inmadurez de su pura virtualidad. Se renuncia a una biografía real por infinitas imaginarias solo esbozadas. No se envejece, ni se fracasa pues siempre hay un nuevo principio. De esa forma se asemeja al dios platónico que es absoluta potencia (3) y se convierte en material maleable, entusiasta consumidor de novedades, para un mercado en incesante ampliación.

Aquí llego a la parte fundamental de lo que considero el corazón de la ideología dominante. GuyDebord en su ‘Sociedad del espectáculo’, expuso como la circulación de imágenes se había convertido ya en los cincuenta en la esfera autónoma dominante que se infiltraba hasta el centro de todos los campos de la cultura, transformando su naturaleza. Pero siendo la cultura el modo que tenemos de representar la realidad, cuando se dice que la imagen ha alterado su constitución, quiere decirse que por exceso de dispositivos de observación el mundo se ha volatilizado, hasta el punto de contaminar las propias disciplinas académicas (nuestros modos de producción de conocimiento), la vida publica, nuestra personalidad e incluso las relaciones intimas que, por contagio, se han vuelto pura superficie, apariencia. El aspecto externo como alma de nuestro mundo maquillando cualquier atisbo de verdad. Solo queda la simulación, y sin embargo los acontecimientos siguen ocurriendo... pues nuestra titánica movilización de fuerzas para mantener el decorado en funcionamiento conlleva un gasto de recursos proporcionalmente formidable.

Para el hombre como individuo tal situación de infantilización tiene sus ventajas. Los aspectos trágicos de la vida, el miedo a la enfermedad, la muerte, el envejecimiento, el error, son expulsados a los márgenes de nuestro parque de atracciones blindado. El tono general es de comedia. Se confía de forma optimista en que los nuevos avances serán capaces de solucionar todos nuestros problemas. Sin embargo el dolor aplazado vuelve y recobra sus derechos con intereses como muestra el incremento del número de casos de dolencias psíquicas. La inevitable confrontación con las trágicas realidades que conforman los limites de nuestro ser y la incapacidad, determinada por la cultura dominante, de afrontarlas llevan a los individuos a la locura. Es el precio de una felicidad soñada al margen de los dolores de la vida. De igual modo, una economía de la ficción, que ha soñado con un crecimiento ilimitado, se encuentra con que ha desperdiciado sus recursos en una dirección equivocada.

En tal estado de la cultura, que algunos llaman postmodernidad, se da un cumplimiento paradójico de los proyectos ilustrados: una democracia que va camino de ser universal y en la realización de su universalidad deja de ser democrática, quedando reducida sus aspectos más externos puesto que no hay verdaderas alternativas contrastadas entre las que elegir; o la aspiración de las vanguardias artísticas a que el arte deje de ser el domingo del trabajo, para que se generalice la estetización de todos los aspectos de nuestra vida, haciéndonos cada vez más vulnerables al influjo de la publicidad; o la teórica ubicuidad de los derechos humanos, más lejanos cuanto más se habla de ellos; o el simple hecho de que en el primer mundo se ha acabado con el hambre al precio de dejar de comer verdadera comida; o las nuevas formas de analfabetismo, ahora que la educación se ha generalizado a todos los sectores sociales... la realización del programa emancipatorio de la Ilustración se ha materializado como caricatura.

Los engranajes de la maquinaria social han girado a toda velocidad para preservar lo superfluo y mantener la alucinación de bienestar, consumiéndonos y consumiendo nuestro entorno. Pero tal situación no es estática. Hay unas condiciones materiales que las culturas deben respetar. Si no lo hacen desaparecen, como muchas han desaparecido en el curso de la historia. Los medios han sido capaces de enmascarar buena parte de estas contradicciones durante mucho tiempo y proporcionar esa brillante pero vacía apariencia de prosperidad.
Y ahora que el castillo de naipes se cae no hay alternativas en reserva. Desde los veinte años que hace que derribaron el Muro y se acabo la historia, se perdió la higiénica costumbre de debatir con otras alternativas ideológicas... esta carencia puede haber resultado cómoda para los beneficiarios del sistema dominante pero tiene un precio: ahora que la formula no funciona, la costumbre de pensar esta atrofiada. De los políticos cómplices no cabe esperar más que intenten reeditar lo que ya teníamos. En pocos días procederán a la refundación del capitalismo y dudo que de allí salgan soluciones geniales.Falta por ver cuan profunda es la crisis y que saldrá de este vacío de poder. Dos posibilidades inquietantes nos acechan. Por una parte el resurgir de fascismo, salida fácil que, a favor de losverdaderos responsables que quedaran indemnes, aprovecha la pereza mental de la gente y se limita a señalar a un culpable sobre el que se descarga la ira y el miedo generados. O una nueva fase del capitalismo en el que los pequeños capitales que no sean capaces de resistir la depresión serán asimilados por los más fuertes provocando una polarización aún mayor del poder económico.

Quedan todas las otras opciones pero es nuestra tarea pensarlas y ponerlas en obra.

1) Nosotros: clase media del mundo desarrollado (no necesariamente habitantes de lo que se llamaOccidente, hay especímenes en el tercer mundo). Entre nosotros y una situación verdaderamenteapurada solo nos separa un puesto de trabajo. Hace cien años hubiésemos sido proletarios. Gozamosde algunas chucherías que nos proporcionan una cierta ilusión de lujo (merced del señor Henry Ford)y de un difuso sentimiento de culpa por sabernos privilegiados. No habría que dejarse llevar aengaño.

2) Sin animo de apuntar hacia nadie: deberíamos execrar como es debido una ciencia tan grande,exacta, útil y a la que la humanidad le debe tantos favores.

El enfermo

por FKastro – “El Faro Crítico”

Entre los primeros significados de la palabra crisis hallados en el Diccionario de la Real Academia encontramos el de Cambio brusco en el curso de una enfermedad, ya sea para mejorarse, ya para agravarse el paciente. Sin todas las connotaciones económicas, políticas y socialesque conlleva el término, la definición de la Real Academia se acerca mucho a la situación actual.

Resulta sorprendente descubrir en la definición de la RealAcademia que ya se establezca una enfermedad previa. Estos últimos años no hubo achaques ni alarmas, el estado era aparentemente saludable. Ahora todo parece obvio, pero hasta hace poco tiempo se hablaba de futuras enfermedades, de posibles dolencias, quizás alguna perturbación. Todo parecía el escenario de una neurosis. Enfermo imaginario en un principio, que a fuerza de no creerle se acabó consumiendo en su propia locura.

Rastreando un poco más en la descripción de la Real Academia descubrimos en la definición de crisis un momento en el que la enfermedad puede remitir o agravarse irremediablemente. Ni siquiera establece porcentajes, ni se decanta por la pronta recuperación ni por la inmediata certeza. Como diría cualquier médico, dependerá de la medicación, de la asistencia del propio hospital, del un diagnóstico correctamente emitido, pero ante todo, de la capacidad del paciente para sustraerse a un cambio tan intenso en un cuerpo ya enfermo.

La radiografía de esta enfermedad, enfermedad que padecemos,sobre un cuerpo, que es el de cualquiera de nosotros; nos está siendo actualizada a cada segundo en los diferentes periódicos y televisiones del mundo. Sesudos análisis sobre una situación económica de elasticidad perpetua, cronistas que intentan traducir una terminología queno se deja abordar con facilidad, y especialistas que explican, en la medida en que pueden, los mecanismos de un sistema entrelazado de capitales volátiles.

No hay un solo miembro del escaparate mundial que no tenga una opinión más o menos formada sobre la enfermedad. Para algunos recién descubierta, en especial para los medios de comunicación, siempre en busca de cubrir minutos de audiencia o páginas de periódicos; para otros, ya intuida cuando el enfermo era aún joven y renunciaba a cualquier tratamiento.

Las dimensiones mundiales del desastre aún son una incógnita,aunque como en todo lo anterior, los efectos devastadores sobre elentorno natural ya se radiaban en la televisión desde los primeros ensayos nucleares, o el peligro para el ser humano ya se encontraba en decenas de guerras que han jalonado el siglo XX. La enfermedad se diagnosticó desde el inicio. Ya, antes, se percibía que este camino quizás era sólo un precipitarse al vacío.

Ahora se habla de crisis, de enfermedad, de causas. Pero me basta levantar la vista para contemplar que ese ahora y ese antes se han intercambiado. El enfermo lleva cadáver hace años. La crisis es sólo elcertificado que nos hace cerciorarnos.

Al fin, entre tanta noticia sobre la causa del fallecimiento se abre un pequeño horizonte en el que pueden surgir nuevas realidades, un nuevo cuerpo que pueda ser nuevamente educado como el anterior. El rey ha muerto, viva el rey. En este nuevo horizonte se abre la contemplación de una falsa realidad aparentemente virgen, falsa porque en este preciso instante ya está siendo tomada.

Se quiere perpetuar el lenguaje actual. Que el muerto pueda ser resucitado, que lo anterior se renueve con maquillaje distorsionado y ante todo nuevo; y que la historia arrastre cuando antes el espectro de que se murió mucho antes de lo que pensábamos.

Pocos analistas y especialistas, de esos que ocupan el papel impreso y la imagen televisiva, se atreven a aportar soluciones, si no es desde la óptica del mismo lenguaje, desde una única visión de pensamiento que ha sido adoptada como una falsa libertad y fraternidad. Aún hoy, para nosotros, resulta difícil imaginar una salida a la crisis,resulta agotador escudriñar todos los ámbitos que hay que reformar, que merecen ser cambiados o que hay que suprimir. Y desde ese televisor impertérrito continua el pensamiento único, el mito único que destruye ycrea, que arreglará este entramado financiero que ha volado por los aires.

En ese mito bursátil parece que hemos delegado la actividad depensar, nos hemos desligado de nuestra individualidad a favor de un solo pensamiento que además no nos pertenece. Nos hemos desligado o nos ha sido arrebatado. Pero que abiertamente ha provocado el fallecimiento. Ese único pensamiento entre millones de personas, esa sola idea, ese cerebro pensando por todos los demás. Nadie puede ocupar el espectro de pensamiento que nos hace reconocernos como tales en este mundo. Semejante empresa sólo podía reconocer el fracaso, la defunción. A la manera de este mito bursátil que parte y reparte, que decide yobvia, también nosotros debemos pensar, y pensar en primer lugar sobre nosotros mismos. No nos dejemos despistar por el maremagno informativo que ocupa nuestro propio espectro del pensar. El atolladero mediático que ocupa todos los lugares de la realidad aún no ha logrado ocupar el pensamiento propio, individual, subestimado por esa falsa falta de acción, y por esa individualización aparentemente inofensiva.

En el pensarnos, en el repensar nuestra propia trayectoria, reinventando las preguntas, descubriendo los lugares inhabitados que además pueden ser compartidos, descubrimos con facilidad que ese mitopensante de la actualidad es sólo una cabeza más.

Pero, entretanto terremoto de información, ¿cómo pensar?, ¿cómo descubrir nuestra propia identidad entre tantos siglos de historia, dedeterminismo que nos va encerrando?.

Quizás la solución para pensar sería empezar por unos mínimos. Unos mínimos que puedan unirnos y al mismo tiempo mantener nuestras diferencias. La multiplicidad de todos y para todos, porque además, la hay en todos. Ese punto de partida del pensar no es darle la espalda a la historia o a los problemas más acuciantes que nos aciagan todos los días. El pensar se adhiere a nosotros desde que nos levantamos hasta que volvemos al sueño, con el hambre, el frío o la pena. Recordar lo obvio es un buen punto de partida. Los nexos de unión que facilitaron el comienzo sería una manera de repensarlo todo de nuevo.

Porque no se trata de establecer un nuevo modelo, o de que todos nos pongamos absolutamente de acuerdo en alcanzar exactamente una idea fusionada entre otras miles, o una idea con un quórum suficiente. Se trata precisamente de que todos, todo pensar, tenga cabida, esa marca es la que distingue a cada uno de los habitantes del mundo. No es una invitación a la individualidad, ni a la introspección. Es una invitación a la comunidad, simplemente porque el enfermo es un enfermo que todos padecemos, que cada parte de su diagnóstico nos hace enfermar a nosotros también. Cada una de esas partes debe ser creada con el pensar dentro de la multiplicidad.

Ese repensar lo ya pensado no es dejar que el mundo se consuma mientras nos miramos el ombligo. Porque, recordando lo anterior, pensar es una actividad de la que no podemos desprendernos en ningún instante. Es movimiento, sí, es movimiento que nos lleva a tomar unas decisiones y no otras, que nos invita a optar por un camino y no otro, eincluso es también la posibilidad de regresar para volver a comenzar.